miércoles, 4 de junio de 2014

CAPITULO 207




No sé por cuánto tiempo me paseo por el hotel antes de localizar a Pedro en el gimnasio. Soy tan estúpida. El gimnasio debería haber sido el primer lugar que comprobara. Oigo los puños de Pedro antes de verle. 


Mi corazón late más fuerte cada vez que sus puños golpean en la bolsa, bombeando sangre caliente y nerviosa a través de mis venas en un tiempo récord.


Me paseo más allá de una larga línea de caminadoras y más allá de las bolsas en la esquina más alejada de la estación de pesas. Efectivamente, ahí está.


Tiene su espalda desnuda hacia mí y no oye mi aproximación, lo cual está bien para mí. Me deslizo en un banco cercano y veo su bien formada espalda cuando los músculos se tensan y flexionan mientras trabaja sus nudillos en la bolsa. Veo su cuerpo ondulando cada vez que hace contacto y el sonido de él expulsando aire me tranquiliza. Se relaja con cada golpe, su cuerpo volviéndose cada vez más cansado. En algún momento, se dará cuenta de que está deteniéndose y entonces va a retomarlo una vez más, a veces aumentando su potencia y velocidad.


Después de una hora entera observándole, me acuesto en el banquillo. Mi columna duele por encorvarla y mis ojos se ponen más pesados con cada segundo que pasa. Mis ojos se tambalean entre la alerta y el sueño, a veces cayendo sobre el borde y permitiéndome tomar una micro-siesta. Me despierto a mí misma porque no quiero dormirme. No quiero lidiar con esto mañana. Quiero que se acabe ahora. Voy a sentarme, así no me quedo dormida. Los dedos de mis pies se retuercen ante la idea, pero mi cuerpo se niega a cumplir. 


Me doy unos minutos para reunir energía, pero después del sexto intento de luchar contra el sueño,sucumbo a este, dejando que esta situación se quede hasta mañana.

1 comentario: