miércoles, 5 de noviembre de 2014

CAPITULO 257




Nos detenemos fuera de Gusto Pizzería y los olores de pan recién hecho y carne se filtran en el auto por la ventana abierta de Pedro. Mi estómago gruñe, rogándome comer algo. Alcanzo el clip de mi cinturón de seguridad y antes de que haga clic en él, Pedro habla:
―He cambiado de opinión.


Oh diablos no. Si no quiere pizza, se puede conseguir algo más, porque voy a tener una, no, dos. Voy por dos para el camino.


―¿Sobre la pizza? ―Siento mi puchero formarse.


Se ríe y me alcanza a través. Encojo mis hombros mientras me pellizca la mejilla entre el dedo índice y el pulgar, me estremezco cuando aprieta.


―No, no sobre la pizza, eres linda. Espera aquí.


Sale del auto y yo salto en el momento que cierra la puerta. 


Saca su teléfono de su bolsillo y hace una llamada. Espero pacientemente mientras desaparece en la ocupada tienda de pizza. Grupos entran y salen. Cuando un grupo entra con hambre, otro sale con los vientres hinchados. Quiero un vientre hinchado de pizza.


Veinte minutos después, Pedro vuelve con cuatro grandes cajas de pizza, abre mi puerta, y las deja caer en mi regazo. 


El olor me envuelve, haciéndome la boca agua. Puedo oler la mezcla de salsa con la carne y el pan, me atrevo a abrirla y echar un vistazo.


―¿En realidad necesitamos tantas?


―Sí. ―Cierra la puerta y sube de nuevo al asiento del conductor―. Verás por qué cuando lleguemos.


Sale de la zona de aparcamiento y va lejos de la ciudad. 


Conducimos durante mucho tiempo, hasta que no hay nada más que desierto y arena. Está oscuro, la única luz es la luz proveniente de nuestros faros. Si los apagamos, nos queda el resplandor amarillento de Las Vegas en la distancia y el bonito resplandor de millones de estrellas por encima de nosotros.


―¿Vamos a comer pizza en el desierto? ―pregunto, mis dedos se aprietan alrededor de las cajas―. Sabes que el desierto está lleno de arena, ¿no?


Me sonríe mientras abre la puerta.


―Estamos en el desierto por la noche ¿y tú mayor preocupación es la arena?¿Los escorpiones y serpientes no te molestan?


―Hasta ahora. Gracias por eso.


―Ven, te protegeré de los grandes animales malos.


―Los músculos no intimidan serpientes ―murmuro para mis adentros mientras cierra la puerta―. Comen cocodrilos, por el amor de Cristo. ―Unos segundos después, Pedro me abre la puerta―. Soy más pequeña que un cocodrilo.
¿Qué tan difícil puede ser?


―¿Qué? ―pregunta, con un aspecto bastante extraño.


Cuando arquea la ceja es jodidamente lindo… Niego, haciéndolo reír.


―No importa.


―¿Has dejado de pensar por un segundo y simplemente disfrutar de la vida?


Le doy las cajas de pizza y lo miro juguetonamente sobre la parte superior.


―Claro, pero depende de dónde tienes las manos.


Gime y se da la vuelta con las cajas en sus manos.


―No te pongas traviesa ahora. No tenemos tiempo suficiente.


Me quito mis tacones y salgo del auto.


―¿Suficiente tiempo para qué? Nos tomó el tiempo suficiente para llegar aquí, estoy segura que la pizza no puede estar más fría.


Mis pies se hunden en la arena y todavía está caliente por el sol del día. ¿Qué pasa si camino sobre vidrios? ¿O agujas? Me estremezco.


―¿Pedro? ―Mi voz se rompe, lo que me hace sonar indefensa y en pánico.


Se vuelve bruscamente.


―¿Qué? ¿Una araña corre por tu pierna?


Todo mi cuerpo se pone rígido.


―Hay arañas aquí, ¿también? ¡Jesús! ¿Me has traído aquí para morir?


Pedro sonríe con su devastadoramente hermosa sonrisa mientras caminaba hacia mí.


―Al principio no, pero ahora estoy contemplándolo.


Camina por la arena como si fuera sólida, incluso suelo. Si se tratara de agua, él probablemente caminaría sin esfuerzo a través de ella, también... o no. Lo he visto en la piscina. Se hunde como todos los demás.


―Muy gracioso ―digo inexpresiva.


―Si te doy de comer a ellos, no van a tocar la pizza. ―Se detiene tres metros delante de mí―. Sabes, eso no es una mala idea.


―Oh, está bien. ―Ruedo los ojos―. Necesito ayuda. No puedo caminar en la arena con los tacones y no voy a caminar con los pies descalzos, no después de las historias de terror, de todos modos.


―Eres tan princesa ―afirma con un suspiro mientras se detiene y se da la vuelta. Pedro se agacha, ofreciéndome su espalda. Su espalda... la única prueba que tengo de que tal vez (solo tal vez) Dios es mujer―. Suba, su alteza.


Empujo mi pequeño vestido negro hacia abajo, pero solo llega a la mitad del muslo. Me encojo de hombros. Es de noche, así que no es como si alguien vaya a ver a mis bragas de encaje rojo. Agarro sus hombros y mis entrañas se derriten.


―Gracias, mi burro real.


Salto sobre su espalda, envolviendo mis brazos alrededor de su cuello y mis piernas alrededor de sus caderas. Una vez más, Pedro no lucha con mi peso.


―Creo que quieres decir “caballo”. Soy su noble corcel.


―Creo que “burro” lo hará muy bien.


Equilibra las pizzas con una mano y aprieta mi nalga con la otra.


―¡Oye! ―chillo, dejando caer un brazo en su cuello para golpearlo violentamente. Todo su cuerpo vibra con la risa y me aprieta más.


―Eso no es muy noble de tu parte ―regaño con mi boca en su oído.


Se encoge de hombros, presionando el lado de su cabeza contra la mía.


―Tú misma lo dijiste, soy un burro.


Beso su oído, incapaz de resistir la tentación.


―Eres mi burro favorito.


Pedro camina hacia adelante, siguiendo el resplandor de los faros. Frente a nosotros, la arena parece pura y virgen.


―Aquí va a hacer. ―Exhala, parando en seco.


Echo un vistazo alrededor, esperando a que me baje o haga algo. No hace nada... solo se encuentra a la espera de algo.


Toco su hombro.


―De aaacuerdo, ¿ahora qué?


―En cualquier momento, estoy seguro.


Frunzo el ceño.


―¿Qué pasara en cualquier momento?


Efectivamente, veo un auto a toda velocidad por la carretera en la distancia.


Está muy cerca, muy rápidamente, y se quita del camino antes de ponerse sobre la arena. Mis nervios se agudizan a medida que veo el auto de cerca. Los faros brillan directamente sobre nosotros, nos bloquean de ver nada. Aprieto mis manos en Pedro y trago saliva. ¿Esto es lo que estaba esperando? ¿Quién es, exactamente?


―Ya era hora ―dice Pedro en voz alta, haciéndome saltar.


―Ya sabes cómo es Vanesa ―grita una voz familiar. 


Luciano―. Una chica no puede salir de casa sin maquillaje.


―O sin alisar su cabello ―añade la voz de Damian―. O sin zapatos para que coincidan con su atuendo. O…


―Ellos entienden ―repiquetea la voz de Vanesa. Oigo el golpe de la puerta del auto y segundos después Vanesa camina por delante de los faros en pantalones vaqueros ajustados, zapatillas de deporte y un abrigo brillante. 


Ojalá Pedro me hubiera dado una mano o por lo menos hubiera pedido que me pusiera pantalones.


―Pero en serio, Pedro ―continúa―, ¿cena en el desierto? ¿Qué pasa contigo?


―Es aislado y nadie nos puede acosar y creo que es un poco romántico ―responde Pedro, defendiendo su elección y haciéndome reír.


Damian se ríe, aproximándose a la vista. Se puede decir que se ha vestido para el desierto. Lleva zapatos de arena, pantalones largos, y una camiseta ligera.


Parece que soy la única que no tenía idea de que íbamos a cenar en el desierto.


Supongo que esto es acerca de lo que Pedro cambió de opinión. En vez de una cena en el interior, vamos a cenar al aire libre. Lejos, lejos, lejos al aire libre.


―Hombre, tú y yo tenemos dos percepciones muy diferentes de la palabra romance. ―Luciano se ríe en alguna parte detrás de las luces.


―Cállate, Luciano ―dice Pedro en voz alta―. No tienes ni un hueso romántico en todo el cuerpo.


―Eso no es cierto ―replica Vanesa, a la defensa de Luciano―. Luciano puede ser muy romántico, de hecho.


Todos miramos fijamente, esperando un ejemplo por lo menos. Después de unos minutos de silencio, ella pone los ojos en blanco y nos da un gesto de su mano.


―Bien, no tengo nada. Luciano es la persona menos romántica que he conocido.


En algún lugar, Luciano se burla.


―Así es.


Vanesa cuadra sus hombros y entra en la luz.


―Tú, literalmente, corres cuando escuchas la palabra “amor”. Amor y romance van más o menos de la mano, qué bruto.


Damian jura:
―No de nuevo. Tuve que escuchar a estos dos pelear todo el camino hasta aquí. Como niños que son.


Pedro mueve la cabeza, mirándome de reojo.


―Puedo ser romántico... ¿verdad?


Sonrío y acaricio su cabeza.


―Por supuesto, cariño.


Pedro puede ser romántico, pero el romanticismo es por lo general de corta duración. Al segundo que la pasión se establece, todo el romance se rompe... por lo general junto con mi ropa. ¿Es la pasión la misma cosa que el romance? No tengo idea, pero sí sé que quiero a Pedro independientemente de si prefiere la pasión sobre el romance.


Miro atrás a los otros y, bueno... no me lo esperaba. Damian sacude la cabeza, dándole la espalda a Vanesa y Luciano quienes están enfrascados en una épica batalla de lenguas. Su tensión sexual irradia de ellos en oleadas, calentando todo el desierto y todas mis entrañas. Mi garganta se seca en la forma en que él la sostiene, agresiva y posesivamente, mis (de pronto) dos cosas favoritas.


Me aclaro la garganta.


―Bueno... ¿deberíamos darles la espalda?


Lo último que quiero es que mi mejor amiga y su, lo que sea, me pongan toda caliente y mojada.


―Dales un minuto ―responde Pedro―. Volverán a discutir en cualquier momento.


Efectivamente, tan pronto como Pedro lo dice, Vanesa empuja a Luciano lejos de ella, jadeando.


―¿En serio, Luciano? ―Incluso desde aquí puedo ver sus labios hinchados por el beso apasionado.


―¡Oye, tú me besaste! ―dispara de vuelta.


Despiadadamente, sonrío. Me encanta esto. Me encanta nuestro grupo. La disputa, la broma... es perfecto. Somos nosotros.


―Pueden seguir discutiendo o pueden comer. ¿Cuál es mejor para el estómago? ―los interrumpe Damian, deslizándose entre los dos.


Ellos se miran fijamente entre sí sobre el hombro de Damian. Luciano es el primero en alejarse y reduce rápidamente la distancia entre nosotros.


―Es bueno saber que si renuncias a luchar, siempre puedes convertirte en un camello ―murmura Luciano suficientemente bajo como para que solo nosotros oigamos―. El desayuno estaba delicioso, por cierto. Hice omelets y todo.


Pedro se burla de Luciano y empuja las cajas de la pizza en sus manos.


―Haz algo útil, para variar.


Ahora que las manos de Pedro están libres, se aferra a mis piernas. Me mentalizo, preparada para otra pelea entre los dos hombres... entonces la cosa más extraña pasa, se ríen y Pedro golpea a Luciano en el hombro.


―Sin resentimientos, Luciano ―dice Pedro y Luciano asiente de acuerdo.


―Sin resentimientos.


Vanesa recupera una manta del auto y la extiende en la arena desigual.


Afortunadamente, el aire es cálido y ningún viento sopla la arena deslizándose por la superficie. Me deslizo de la espalda de Pedro y nos sentamos en la manta. Es tranquilo aquí, silenciosamente tranquilo, y casi puedo oír el zumbido de la corriente eléctrica que fluye entre Vanesa y Luciano, mientras se miran fijamente el uno al otro desde lados opuestos.


―Supongo que ustedes todavía no lo han resuelto ―dejo escapar mientras doy un mordisco a mi no tan caliente pizza.


Pedro y Damian me dan miradas idénticas, el tipo de mirada que me dice que me calle.


―No ―responde Luciano, arrastrando sus ojos verdes hacia mí―. No lo hemos hecho.


―Y no lo haremos ―añade Vanesa con firmeza.


Un incómodo silencio cae, ya ni siquiera puedo escuchar los sonidos al masticar. Me trago un bocado seco.


Ahí va el grupo.

CAPITULO 256



PAULA



Pedro regresó de la arena como una persona diferente a la que ha sido durante las últimas semanas. Parece feliz, genuinamente feliz. No lo he visto sonreír así desde nuestra luna de miel. Cualquiera cosa que hizo o dijo Damian funcionó de maravilla. No puedo interpretar lo que siente Pedro algunas veces, no como Damian o Luciano pueden.


Me acuesto perezosamente en la cama, sonrío a mi libro cuando su voz se filtra desde el baño. Está tarareando una canción que no conozco. Pedro se pasea hacia el dormitorio, tirando de una bonita camisa azul por encima de su cabeza.


La cual se aferra en su pecho y brazos, y se afloja en su estómago. Sus negros pantalones cortos hasta las rodillas y sus tenis blancos completan su atuendo casual pero sexy.


―Vaya ―le digo, mirando por encima del borde de mí libro―. Te ves muy bien.


―Y tú todavía estás en pijama.


Bajo la mirada a mis pantalones y camisa de cama demasiado grande. Una camisa de “PEDRO” que Vanesa me compró durante mi primera pelea en vivo.


―¿Se supone que debo usar algo más? Son las 7:00 p.m.


―Tengo un montón de comentarios inapropiados que puedo usar en respuesta a eso, pero solo lograrán excitarme, lo cual nos hará llegar tarde. Ahora mismo, voy a tomar el camino sin comentarios sexuales y humor hilarante y hacerte saber que vamos a salir para una última cena antes de que nos encierren aquí hasta la pelea.


¿Nos encierren? ¿Aquí? La idea es emocionante y absolutamente aterradora.


―Pero faltan meses para la pelea.


―Estoy consciente de eso, pero Damian piensa que es lo mejor y yo también.


Asiento, vacilante. Si Pedro piensa que va a ayudar, entonces quiero estar a bordo.


―De acuerdo. Si eso es lo que quieres, podemos hacerlo. ¿A qué hora es la cena?


―Tienes treinta minutos.


Me siento erguida, alarmada. Marañas de cabello caen por mi cara y los aparto mientras sacudo mi libro hacia él.


―¿Treinta minutos? ¡Pedro! ¡Tengo todo un capítulo que terminar!


Me mira con los ojos abiertos como si fuera la persona más loca en la tierra.


―Haz una pausa.


―¿Pausarlo? Es un libro, no una película. Hay ciertos detalles que voy a tener que volver a leer si paro ahora.


―Es solo un libro.


―Solo un li… ―Hago una pausa y tomo una respiración. 


Los no lectores simplemente no lo entienden. Cuando me meto en un libro no paro a menos que haya un tsunami, volcanes en erupción o un tornado girando directamente hacia mí. Estoy hablando de un verdadero final no de una maldita cena. ¿Qué es la comida cuando estás en medio de un buen libro?―. Esto es algo más que un libro.Es una historia acerca de vaqueros y damiselas en apuros.


Parpadea hacia mí. Claro que todo esto es lenguaje extraño para él.


―Están montando este caballo junto a un tren de vapor en movimiento, bien, no suena tan impresionante cuando lo digo así, pero el héroe y la heroína están a punto de declarar su amor por el otro. No me puedes apartar ahora.


Pedro cruza la habitación con una sonrisa inocente en su cara y eso me pone en el borde. Nada de Pedro es inocente.


―Cariño ―dice con una voz demasiado dulce para mi gusto ya que me arranca el libro de las manos―… deja que te ayude.


Pliega la esquina de mi página y cierra el libro. Mi boca se abre. ¿Está loco?


―No acabas de hacer eso.


¿Quién pliega ahora la esquina de una página? ¿No ha oído hablar de un maldito separador?


―¿Hacer qué?


Mantengo mi mirada sobre el libro en sus manos.


―Plegar la esquina de mi página.


Pedro frunce el ceño.


―No sé lo que eso significa.


Me lanzo de espaldas contra el colchón, exhalando.


―Por supuesto que no.


Sus grandes y cálidas manos agarran mis tobillos y chillo mientras me da un tirón hacia abajo de la cama, me detiene con las manos en las caderas antes de que me deslice completamente abajo. Baja su cara a la mía.


―Vamos a tener pizza para la cena.


Pizza, la palabra ilumina al instante mi estado de ánimo. Pensaba que iba a llevarme a algún lugar donde solo hacen salmón magro y otras cosas raras que no puedo pronunciar. No he comido comida chatarra durante tanto tiempo.


Cuando Pedro come bien, no se puede encontrar nada malo en casa, es no a todo, incluso el chocolate. Su nutriólogo trató de convencerme de que podemos sustituir el chocolate y hacer las cosas a partir de cacao, pero traté y sin duda no es chocolate. La mayoría de las veces me escapo a la habitación de Vanesa y me lleno de malos carbohidratos. Él se ríe cuando mis labios se estiran en una sonrisa.


―¿Pizza? ―pregunto, aumentando mi voz―. ¿En serio?


Espero que se ría de mí o admita que está jugando alguna especie de enferma broma retorcida. En cambio, Pedro planta un beso en mi boca. Es rápido, demasiado rápido para disfrutar y casi hago pucheros.


―En serio. Ahora levántate. Te espero abajo, en veinte minutos.


―Espera ―llamo en su lugar―. ¿Quieres decir pizza de verdad? No ese tipo raro de pizza saludable hecha a base de hojas de lechuga, ¿cierto?


―Sí, Srta. Piggy. ―Se ríe―. Quiero decir de verdad auténtica pizza-pan, carne, queso-todo el lote. Ahora vamos. Estás perdiendo tiempo.


Endereza su postura, lanza mi libro sobre la cama, y sale de la habitación.


Me deslizo fuera de la cama, aterrizando sobre mi culo. Duele, pero no podría importarme menos. ¡Voy a cenar pizza!

CAPITULO 255



Cuando dejo a Paula de regreso en nuestra habitación, está vacía. La cocina está limpia y Luciano no está por ningún lado. En mi pecho, siento algo que no siento muy a menudo: mal. Me siento mal por atacarlo y luego salir, pero él tenía que oírlo. Mientras corríamos, Paula y yo no hablamos. Ella me permitió procesar todo lo que pasó esta mañana por mi cuenta. El jadeo constante que cayó de sus labios fue todo el apoyo que necesitaba.


―Nos vemos más tarde ―dice Paula mientras rebota hacia arriba de las escaleras, entrando para la ducha―. Diviértete.


Cierro la puerta y me dirijo por el pasillo. Meto mis manos en los bolsillos de mi sudadera con capucha negra y saco mis hombros, agachando la cabeza. Una diminuta anciana atrapa mi atención desde siete pies de distancia y la miro desde debajo de mi capucha. Sus ojos me rastrillan con temor de juicio, y cuando paso en el camino hacia el ascensor, le sonrío y asiento hacia ella. Ella se aleja mucho
más rápido de lo esperado para alguien de su edad y se apresura a golpear su tarjeta de acceso. Su puerta se abre y se lanza hacia el interior, cerrando la puerta detrás de ella. Arqueo una ceja ante su puerta cerrada. Es muy crítica para ser una señora mayor que se hospeda en Las Vegas. Poco sabe ella (o le importa saber) que soy el tipo de persona que le ayudaría a cruzar la calle o llevar sus bolsas si eran demasiado pesadas. Me río para mis adentros.


Son las pequeñas cosas de la vida.



*****



Absorbo toda la arena iluminada y pulida desde la última fila hasta la jaula.


Si hay una cosa que voy a extrañar, es la sensación de todo el entusiasmo que mi trabajo me trae. Hay un remolino de aprehensión en la boca de mi estómago y me hace volver a mi decisión a renunciar... después de épico sexo, le hace eso a un hombre, ya sabes, meterse con tu cerebro.


¿Quiero realmente renunciar? ¿Puedo existir sin mi pasión? ¿Puedo funcionar sin él? Las preguntas se acumulan en el fondo de mi mente, de todo tipo que se te puede ocurrir.


―Es hermosa, ¿no es así? ―pregunta Damian, sonriendo ampliamente en el espacio abierto frente a nosotros. Su voz me saca de mis pensamientos, por suerte alejó las preguntas que llenan mi cráneo y amenazan con estallar de mis oídos.


Miro la arena, y lo que es más importante, la jaula. Sus gruesas cuerdas negras envían calor surgiendo a través de mi cuerpo y la imagen perfecta de la piel de porcelana de Paula contra ellas.


Asiento, colocando las manos en mis caderas.
―Sí que lo es.


Es agradable estar con Damian. No lo he visto mucho, no fuera del entrenamiento, de todos modos. Su esposa está en Las Vegas para pasar unas pocas semanas y han estado pasando tiempo de calidad. Eso o me está evitando porque no nos hemos estado juntado mucho recientemente.


―Escuché sobre el club anoche. Esta por todo Internet, incluso en las noticias.


Con las manos en los bolsillos, troto por las escaleras, por lo que poco a poco hago mi camino a la jaula masiva en el centro de la habitación.


―Sí, bueno, fue todo un espectáculo. Tiene suerte de que no le pateara el culo en ese mismo momento.


Damian resopla.


―No tenías que hacerlo. Paula lo hizo por ti.


Sonrío y ni siquiera trato de ocultarlo. Damian se detiene y se apoya en una silla de plástico que recubre las escaleras. 


Dejo que mis ojos recorran la arena antes de volver a él.


―Hazme un favor y evita las noticias por el próximo par de días. No te van a gustar las historias que están girando.


Por supuesto que han encontrado una manera de hacer de anoche la edición más grande en Las Vegas.


―¿Qué dicen?


―De acuerdo con todos los demás, Paula los está golpeando tanto a ti como a Dom.


Mis puños aprietan y me río una vez.


―Apuesto a que Dom está amando eso.


―Puedo garantizarlo, y él va a utilizarlo para entrar aún más en tu cabeza.Tienes que ser más cuidadoso, Pedro ―dice, cruzando los brazos―. Él puede tomar todo de ti.


Me burlo.


―Él puede intentarlo.


Sacude su cabeza, pasándose la mano por su cara.


―No es frecuente que te dé un sermón, pero es muy importante que escuches lo que voy a decir.


Doy un paso atrás y me apoyo en la silla de plástico frente a él, abriendo la planta de arriba para que él diga lo que piensa.


―Matt Somers sabe lo que está haciendo. Él ha estado en el juego durante mucho tiempo y sabe exactamente lo que genera dinero. Hay tres cosas que venden boletos en esta industria: sexo, la rivalidad y resentimientos partidos. ¿Quién crees que está girando las historias? Él sabe que no soportas a Dom, sabe que Dom quiere golpear a tu esposa, y él sabe que apenas necesitas una mirada de Dom en su dirección para hacer que desees matarlo.


―Entonces, ¿qué quieres que haga?


―Necesito que aprendas a alejarte. Necesito que puedas aprender a tolerar imbéciles y no dar a esta empresa la información que necesita para hacer dinero contigo.


―¿Cómo? ¿Cómo hago para evitar que Dom y Matt se introduzcan en mi cabeza?


―En primer lugar, deja la mierda de alfa-cavernícola “mío”. El cerebro de Dom funciona como un niño. Si le dices “no”, solo quiere más. En segundo lugar, y más importante, entrena duro, come, duerme, y vive bien. ―Hace una pausa y parpadea hacia mí, asegurándose de que estoy tomando todo―. Y, por último, quédate en casa.


Arrastro mis dientes sobre mi labio inferior ante el pensamiento. Cuando me quedo en casa, tengo los sueños, los sueños de Dom y mi padre. Cuando estoy fuera de casa, me agoto a mí mismo hasta que estoy demasiado cansado para soñar siquiera. Prefiero eso.


―No puedo quedarme en casa. Estoy ocupado.


El rostro de Damian se aprieta junto con una mueca de frustración.


―¿Haciendo qué? Lo único que tienes que hacer es prepararte para tu próxima pelea.


Me parece bien.


―¿Y Paula? ¿Esperas que la obligue a quedarse en casa, también?


―Ella hace lo que quieres que haga. Todo lo que tienes que hacer es preguntar y batir esas bonitas pestañas tuyas y ella se comprometerá a no salir nunca a la calle de nuevo.


Soplo aire de mis labios con escepticismo.


―Ella es mucho más terca de lo que crees.


―Para todos los demás, tal vez, pero tienes a esa chica envuelta alrededor de tu guante. Ella haría cualquier cosa por ti, incluso si eso significa no salir.


Me giro de Damian y continúo por las escaleras. Paula es la única que sabe acerca de los sueños, la que me tranquiliza, me reconforta con sus palabras, y me apacigua con el sexo, pero tal vez Damian puede ayudar. Además de Luciano, nadie me conoce como Damian. Él sabe cómo trabajo y sabe mi próximo movimiento antes de que lo haga.


Oigo sus zapatos golpeteando contra el hormigón mientras pasea hacia la jaula. Está por encima de mí ahora, se cierne sobre mí, provocándome. Mi pecho se aprieta y mi corazón late en mis oídos. Una pizca débil, familiar de pánico se apodera de mi pecho y aprieto los dientes, negándome a dejar que me supere. En mis sueños, esta es la jaula exacta donde consigo que me pateen el culo y mi cuerpo quede roto. Nunca he sido de los que analizan la mierda loca que mi mente sueña... pero esta vez me pregunto si hay un mensaje subyacente. ¿Si renuncio a esta vida y elijo una más lenta con Paula... haría que mi padre se sintiera orgulloso?


Hacer a mi padre orgulloso significa perder con Dom, destruyendo mi propio orgullo en el proceso. Vencer a Dom significa decepcionar a mi padre y le doy a la MMAC exactamente lo que quieren. Pierdo algo, no importa qué camino escoja... y pensándolo bien me importa una mierda lo que haría a mi padre orgulloso.


―Él puede tomar todo por lo que has trabajado tan duro, Pedro ―murmura Damian, alejándome de mi propia cabeza.


Echo un vistazo alrededor. Estoy en la jaula, de pie en el centro, mientras que Damian se apoya en el cable desde el exterior. Hay una sinceridad en sus ojos y le creo. Creo que Dom tiene la capacidad de tomar todo de mí. No porque sea más fuerte, más rápido o más malo, sino porque sabe cómo jugar sucio.


―He estado teniendo estos sueños ―le digo, dando un paseo al borde de la jaula―. Estoy a punto de luchar con Dom, el público se está volviendo loco, la gente está gritando y animando, estás allí, y Paula y Luciano, también. La campana suena y empiezo a ir hacia Dom, golpe tras otro... pero no le afecta, y cuando miro hacia arriba, es mi padre mirándome con aquellos pequeños y brillantes ojos de juicio. ―Paso mis dedos a lo largo de la jaula, sintiendo el alambre fresco bajo mis dedos―. Él me habla, me dice que soy una mierda. ―Me río una vez en voz baja―. Ya sabes, lo de siempre, y mientras estoy hablando con él, Dom sigue golpeándome desde todas las direcciones antes de desaparecer en el aire. Papá me da una bofetada, desaparece, y de repente la sala se llena de nuevo. Todo el mundo está gritándome para levantarme y hay una fuerte presión sobre mi brazo. Dom me tiene en una llave de brazo y no puede liberarme. ―Mis dedos se arrastran sobre el lugar donde me declaré a Paula y maldigo los calores de metal debajo de mi piel. Mis labios se contraen y me vuelvo a Damian―. Él rompe mi brazo y entonces me despierto.


Él me mira de cerca, su rostro vacío de cualquier emoción, ya sea divertida o preocupado.


―¿Quieres saber lo que significa?


Asiento.


―Absolutamente nada.


―¿Nada?


―Absolutamente nada ―repite con firmeza―. Te conozco, amigo. Sé cómo te pones cuando las peleas se acercan y te diré lo mismo que siempre te digo cuando te pones ansioso. No es la gran cosa. Ganes o pierdas, no importa. Si pierdes, Paula todavía estará aquí mañana, así como yo y Luciano, también. Lo mismo ocurre si ganas. ―Una amplia sonrisa se extiende por su rostro―. Lo lograste en las grandes ligas. Le ganaste a todos tus oponentes en el torneo y le ganaste a Júnior Moset en su propio juego con una llave de brazo. Tienes que empezar a darte cuenta de su propio potencial. Dom es nada. No es más que un hombre solitario que paga el MMAC para aumentar las ventas. Ellos realmente no quieren que gane. Tú eres su posesión más preciada.


―Correcto ―digo con absoluta tranquilidad. ¿Qué es en un sueño, de todos modos? Me siento lleno de energía, como una nueva persona en su totalidad.


Antes de venir aquí, estaba cansado y no estaba entusiasmado de ver la arena.


Ahora, cada célula de mi ser está viva y animada, como si estuviera sosteniendo un paraguas después de que un rayo lo haya golpeado.


No he terminado con mi carrera.


Gobierno esta arena.


Este es mi reino y yo soy el rey.