sábado, 8 de noviembre de 2014

CAPITULO 263




Sacudo mi antebrazo cuando una insoportable presión irradia de mi codo. Antes de saberlo, estoy sobre mi espalda y Dom tiene sus piernas sobre mi pecho mientras endereza mi brazo. Siento mis articulaciones hacer pop y grito de dolor. No¸ no, no, no, no.


―¡No!


Trato de alejarme pero solo intensifica el dolor.


―¡Pedro! ―Múltiples personas gritan mi nombre, pero no puedo diferenciarlos.


Se escucha un nuevo crujido y mi brazo libre se siente pesado, como si estuviese hecho de oro sólido y no puedo moverlo. Bajo mi brazo estirado, el que está siendo apretado bajo Dom, siento su pecho vibrar por la risa, entonces, flexiona sus caderas hacia adelante…


…Y mi brazo se rompe.


Me estremezco de vuelta a la realidad. Veo mi cuarto, sutilmente iluminado por el sol naciente. Me paso las manos por mi rostro, limpiando una ligera capa de sudor frio.


Estoy en casa.


No he perdido.


Esto aún no ha terminado.


Ignoro el rápido e inestable repiqueteo de mi corazón. Está golpeando mi pecho como un mazo al concreto. Estiro mi brazo en busca del calor de Paula.


Hay un bloque de desesperación en mi estómago mientras pondero la posibilidad de que ella no esté aquí. Luego de actuar como un idiota anoche, no me sorprendería. Cuando mis dedos rozan su columna, la desesperación se desintegra y me deslizo cerca. La recojo en mis brazos y siento como su pequeño cuerpo se relaja, como si yo fuera todo lo que necesita para dormir bien. Mi corazón se golpea contra mi tórax y me pregunto si puede sentirlo en su espalda.


Entierro mi nariz en su cabello e inhalo. Su olor, la esencia más dulce y sexi que sentido en mi vida, llena mis pulmones. Y hace su magia. Fluye de mis pulmones a mi tórax… toma mi corazón y lo calma, devolviéndolo a su ritmo normal. Exhalo y me relajo completamente mientras recorro mis dedos sobre su estirado estómago, tocando su abdomen en busca de algo… realmente no lo sé. Anoche
sentí frío… cuando le di la espalda. No debí hacerlo, pero ella ya había hecho dudar mi confianza. ¿Que si Vanesa tenía razón? ¿Podría estar pasando? ¿Podría estar en camino a la paternidad? No… no puedo. No estoy listo. 


Necesito tiempo para aprender algo, cualquier cosa sobre ser un padre. No. Necesito enfocarme en mi carrera. 


Necesito vencer a Dom antes de pensar en algo o en alguien más. He trabajado demasiado duro estas pasadas semanas para rendirme ahora. He detenido tantas emociones como puedo, incluso he recurrido tratar a Paula como mierda para mantener mi mente en el camino. Te sorprenderías lo fácil que es empujarte más cuando te fuerzas a que no te importe nada. Miro la ventana y el
resplandor que entra por las esquinas. Debe faltar poco para la hora del entrenamiento.


Volteo sobre mi hombro hacia el reloj de alarma en la mesa al lado de la cama, tengo dos minutos antes de tener que levantarme e iniciar el entrenamiento.


Preferiría quedarme en la cama con mi semidesnuda y ardiente esposa, pero al fin de cuentas, tengo rutinas que perfeccionar e imbéciles que golpear. Con increíble dificultad, me alejo de Paula y deslizo de la cama.


Cuando bajo las gradas, Damian y Luciano ya están esperándome. Lamento haberle permitido al hotel que le dé una llave a Damian. Tal vez entonces podría saltarme algunas sesiones y quedarme en casa cuando realmente quiera.


―¿Estás listo, Pedro? ―dice Damian desde el final de las gradas. Muerde una crujiente manzana verde y me mira.


Asiento una vez.


―Hagámoslo.



*****


Para cuando he terminado, mi pecho se agita y mi cuerpo está recubierto por un sudor espeso. Damian y Luciano están apoyados en la ventana, Damian está llenando de cosas su pequeño portapapeles y Luciano descansa su cabeza contra el vidrio, sin camisa y tan sudoroso como yo. 


Mostrando todos sus tatuajes, desde su cadera derecha hasta la parte superior de su cuello. Le advertí en contra de los tatuajes excesivos, pero parece que no tiene ningún problema con el aspecto de un traficante de drogas.


―Bueno, no voy a decir que odio vivir aquí ―anuncia Vanesa, sonriendo para sí misma mientras cae sobre un sofá con su plato de cereal. Sus ojos recorren a Luciano y a mí, y le sonreímos. Ella dirá cualquier cosa que venga a su linda cabecita.


Mirando por la ventana, suena mi teléfono y lo contestó, silenciando el molesto tono de timbre antes de que se despierte Paula. Todavía no puedo creer que esté dormida. 


La cantidad de ruido que hicimos durante esta sesión de
entrenamiento pensé que despertaríamos a todo el hotel. 


Me detengo y miro las escaleras. Nada. Paula sigue dormida.


―¿Supongo que ella no es una persona madrugadora? ―Luciano ríe, sus verdes ojos brillando hacia mí.


Le gusta ver esto, como estoy envuelto alrededor del dedo de una chica.


―No por el momento.


―¿Quién es? ―pregunta Damian, sin levantar la vista de sus papeles.


Miro la pantalla y me congelo.


―Mierda.


Matt Somers. Deslizo a la tecla verde y llevo el teléfono a mi oreja.


―Tengo la sensación de que me arrepentiré de contestar esta.


Matt ríe.


―Vamos,Pedro ¿Por qué siempre tienes que asumir que tengo alguna agenda secreta cuando te llamo?


―Porque lo haces, pero si por un milagro no lo haces esta vez, déjame en paz. No puedo soportar la plática.


Damian y Luciano se inclinan más cerca, forzando sus oídos.


―Cierto. ―Él se ríe nerviosamente―. Solo pensé salir de la rutina y ver como lo estás haciendo. ¿Cómo están las cosas? ¿Cómo está tu esposa?


―Habla rápido ―le advierto con un gruñido―. Estoy ocupado.


―Muy bien, muy bien. ―Se ríe una última vez―. Te llamo porque el equipo de entrenamiento de Dom se dio cuenta de que no has usado el gimnasio.


―¿Por fin lo notaron? No he estado entrenando ahí por un tiempo, Matt.


Los ojos de Luciano y Damian se ensanchan.


―¿Por qué no? ―Toda la diversión ha desaparecido de su voz y tomado un nuevo tono.


―Tú sabes exactamente por qué. No estoy entrenando bajo el mismo techo que ese cerdo y no voy a jugar tu maldito juego. Sé que lo haces. Sé que alimentas nuestras confrontaciones, así que me he encerrado en mi habitación de hotel.


El resopla.


―¿Estás huyendo, Pedro? No pensé que fueras de ese tipo de…


―No estoy huyendo ―espeto―. Esto puede ser una broma para ti, pero esta es mi vida y mi carrera.


―¿Tu carrera, dices? Pues bien, ya que lo pones de esa manera, como tu jefe, te digo que te arrastres fuera de tu maldito caparazón y hagas algunas apariciones públicas. Si quieres sobrevivir en este negocio, chico, mejor escucha con atención.


Me perteneces, ¿me entiendes? Haces las mierdas que te diga. Golpeas cuando digo que golpees, te sientas cuando digo que te sientes, saltas cuando digo salta.


―Hace una pausa y mi teléfono cruje cuando lo aprieto con mi mano. Cómo se atreve este idiota―. He tenido gamberros como tú antes, Pedro. ¿Pregúntame dónde están ahora? Es de tu mejor interés que me escuches, y por tu beneficio, será mejor que la pelea llegue a los libros de historia, o tu culo estará sobre la hierba.


Cuelga y bajo el teléfono antes de dejarlo caer sobre la alfombra. Va a obligarme a seguirle el juego…. Y no tengo otra opción. Tengo que jugar bajo sus reglas o correr el riesgo de perderlo todo.


Eso es todo. Sé lo que tengo que hacer.


―Vamos a salir ―anuncio, saltando hacia las escaleras.


―¿A dónde vamos? ―pregunta Luciano detrás de mí.


―A encontrar a Dom. ―Doy dos pasos a la vez. Si Matt quiere una aparición pública, va a conseguir una. Va a tener el espectáculo más grande que jamás haya visto. Voy a empezar un jodido motín y terminarlo en el MMAC. Matt Somers va a desear nunca haberme pedido que jugara su juego. Me gustan los juegos; más importante aún, me gusta ganar, y voy a ganar.

CAPITULO 262



En la oscuridad, deslizo mis pies a lo largo de la alfombra para palpar piezas de ropa o zapatos abandonados. 


Tropezar en lo oscuro no es divertido, especialmente cuando tu habitación está llena de mesas de cristal y adornos de
cerámica al azar. Tú pensarías que sacarían todas las cosas que pueden romperse fácilmente cuando escuchan que Pedro está viniendo a la ciudad.


No muy lejos, oigo su respiración constante y envía remolinos de culpabilidad a mi estómago. Es el tipo de culpa que come el revestimiento de tu estómago y se siente como que hay rocas en tus intestinos. A pesar que no he hecho nada malo, me siento como si estuviera ocultándole algo… que todos los pensamientos que tuve en la ducha fueron a escondidas y él no los aprobaría. Mis dedos se deslizan al borde de la cama y me encorvo hacia delante, tratando de
alcanzar el colchón con mis manos. Me deslizo a mí misma en la cama, con mi vientre sellado. Rodando sobre mi espalda, uso mis pies para deslizar las sábanas de satén debajo de mi culo. Me muevo lo menos que puedo mientras agarro la sábana y cubro mi cuerpo con el tejido suave. 


Dormir en ropa interior es una gran idea cuando tienes sábanas sedosas como estas. Me aparto de Pedroacurrucándome en una bola. No lo abrazo mientras duerme… con miedo de que huela mis pensamientos. Ni un segundo más tarde, su gran cuerpo se desplaza en mi dirección. Contengo la respiración, esperando, rezando, para que no se despierte. Por primera vez en la historia, me estremezco cuando sus duros brazos me rodean y me arrastra hacia él. Lo respiro, huele increíble.


―¿No estás de humor para acurrucarte esta noche? ―pregunta y puedo sentir la sonrisa en sus labios.


Él es cálido, increíblemente cálido, y su calor penetra en mi piel, calentando mis órganos. Me presiono en su contra.


―Pensé que estabas dormido.


No una completa mentira.


Me aprieta más contra su cuerpo, dejando a su pulgar cepillar sobre mi delgado sujetador para dormir. Su pulgar cepilla mi pezón y aprieto los dientes.


La sensibilidad es demasiado difícil de soportar. Es casi doloroso, se endurece inmediatamente y estoy seguro de que fácilmente puede sentirlo a través de la ultra delgada tela de encaje.


―¿Sin ti? Nah.


Mis labios se contraen mientras besa mi cabeza una vez. Dos veces. Tres veces. Cuando termina, sitúa su cabeza contra la parte trasera de la mía, hundiendo su nariz en mí cabello húmedo.


―Dios, hueles bien ―murmura, respirando aire caliente sobre mi cuero cabelludo.


Sus manos bajan a mi estómago y corre la dura palma arriba y abajo, dudando en la línea de mi ropa interior, antes de regresar a las costillas. Su toque hace hormiguear mi piel, anhelo sentirlo todo en mi pecho, entre mis piernas. Lo hace una y otra vez durante unos minutos, casi me adormece en la tierra de los sueños, entonces su mano se vuelve marginalmente más pesada.


―¿Pedro? ―murmuro. Aprieto mis ojos cerrados con la esperanza, de pronto, de no conseguir una respuesta.


―Hmm. ―Su pecho vibra contra mi espalda, despertando cada célula de mi cuerpo. Me siento gravitar hacia él, tratando de tirar de su cuerpo contra el mío.


Maldita sea. Aquí viene.


―Estamos en esto juntos, ¿cierto? Para largo plazo, quiero decir.


―Absolutamente. ―Hace una pausa y el aire se torna tenso―. ¿Por qué? ¿Qué pasa? ―Su voz es fuerte y despierta, todo rastro de somnolencia se ha ido.


―Nada… Estaba pensando en lo que dijo Vanesa.


Exhala y se desplaza en la cama, tirando de sus brazos lejos de mí mientras rueda sobre su espalda. Se lleva el calor con él y pongo mi mano en su cadera solo para sentirlo de nuevo.


―Vanesa habla solo para oír su propia voz, lo sabes mejor que nadie.


―Lo sé, pero si…


―Mira, si estas preocupada, hazte la prueba de embarazo y ve por ti misma.Has estado tomando la píldora. Te he visto hacerlo.


Ruedo hacia el con más confianza para hablar sobre el “tema”.


―¿Y si el resultado es positivo? ¿Qué sucede entonces?


Otra pausa larga y tensa llena la habitación y lo odio.


―No lo será.


―Pero si lo es…


―Buenas noches, Paula ―interrumpe, rodando su cuerpo lejos de mí. La desaparición de su cuerpo, se mezcla con la oscuridad de la habitación y si no supiera, asumiría que estaba sola aquí… seguro que así es como se siente. Una pesadez se posa en mi pecho e inhalo en un intento por zafarme de ella. No hay suerte. Semanas atrás, este tipo de conversación fue bien recibida… luego se fue y vio la arena del MGM con Damian y todas las puertas que conducen a los niños y progresar como familia se han cerrado y la llave escondida debajo de una roca que no puedo hallar. Es por conversaciones como estas que hacen que me preocupe por él… Sobre las promesas que ha hecho.


Confianza. Al final del día, tengo que confiar en Pedro. Él es mi marido… soy la chica que eligió para pasar el resto de su vida. Tengo que confiar en que no importa lo que se filtre hacia afuera, el estará allí en todo el camino para apoyarme como siempre me lo ha prometido. Él me apoya como yo lo apoyo… sé que lo hará.


Mañana voy hacer la prueba de embarazo y todo estará hecho y terminado.


Va estar bien… Vamos a estar bien.