sábado, 3 de mayo de 2014

CAPITULO 101



Da un paso a través de la puerta sacándose los zapatos.

Entro a la cocina y saco una botella de agua fría de la nevera. Tengo la garganta seca y creo que es porque estoy deshidratada… o podría ser porque estoy a punto de tener mi primera conversación para hacer las paces de mi vida y estoy nerviosa.

Me siento en el banco mientras él se inclina en contra de la nevera. 

―¿Así que ella es tu madre? ―le pregunto, desenroscando la tapa de mi botella y tomando un largo y satisfactorio trago.

―En carne y hueso.

Puedo sentir que este es un tema incómodo para él, pero tengo que saber lo que realmente está pasando.

―Ella es hermosa.

―En el exterior, tal vez.

―Supongo que es algo que no estás listo para compartir conmigo…  

Aunque no tengo idea de por qué.  

―Nunca quise que la conocieras.

Frunzo el ceño y habla rápidamente.  

―Ella no es normal.

Me burlo.   

―¿Has conocido a mi madre? 

―Está bien, quizás normal no es la palabra adecuada para usar. Ella es una borracha egoísta y vengativa y estoy avergonzado que hayas tenido que ver eso.

Me deslizo del banco y doy un paso prudente hacia él.
―Puedes venir a mí ―dice, sus labios retorciéndose brevemente―. No te voy a enviar lejos.

Corro hacia sus brazos y me acerca, tirando de mí apretándome contra él. Entierro la cabeza más cerca de su pecho y planta dos besos en la parte superior de mi cabeza.
―Mi madre no fue siempre una borracha. Solía ser increíblemente cuidadosa, pero luego mi padre murió y no ha sido la misma desde entonces. Es como si me convertí en el padre. Siempre recibo llamadas para recogerla en la estación de policía o el hospital y… ―exhala―. Estoy harto de eso, ya sabes.

Me tiré hacia atrás para mirarlo a la cara. La idea de su madre realmente le molesta y no me gusta que se sienta tan incómodo, pero tengo que hacerlo. Tiene que ver que va a tomar un infierno de mucho más que eso para asustarme.  
―Ella sigue siendo tu madre, Pedro ―murmuro.

―Por eso me puse al día con ella, pero he sido demasiado indulgente.Le he dado demasiadas oportunidades. Ella no se las merece.  
―No, ¿por qué? 
―Honestamente, hay mucho terreno por recorrer. Ella es la razón por la que mi hermana pequeña se mudó, la razón por la que no he sido capaz de superar por completo la muerte de mi padre recordándomelo cada maldito día y estoy harto de tratar con ella. ―Sus brazos me soltaron y se pasa los dedos por el cabello―. Cuando te fuiste esta tarde estaba totalmente enloquecido. Me sentía enfermo y no podía respirar… salté directamente a mi coche para venir aquí, pero decidí ir al gimnasio en su lugar. Me encontré con tu papá y me preguntó si habías encontrado correctamente mi dirección.Sin decir palabra, me fui del gimnasio y sólo he estado dando vueltas durante horas tratando de pensar la manera de hacer las cosas contigo.   
Su pulgar acaricia mi mejilla.
―Fui a muchas tiendas y miré tantas cosas que pensé que te gustarían,pero a la mitad me acordé de que no te gusta eso. A ti no hay que comprarte cosas para hacerte feliz.

Entierro mi cara en su chaqueta negra y una sensación de paz cae sobre mí. Por fin he encontrado a alguien que me entiende y que me escucha.

―Pero ―dice, pasándome el dedo por la mejilla, levanto mi cara de su chaqueta―. Me las arreglé para llegar con dos cosas que te harán feliz.

Miro su cara y a sus ojos oscuros, con llamaradas de placer como si supiera a ciencia cierta que va a hacerme feliz. 
―Después de hoy, y sobre todo lo que dijiste en el coche, me di cuenta de que hay demasiadas cosas en este mundo que nos pueden separar.En este momento, no nos debemos nada el uno al otro. Si queremos ir por caminos separados, ni siquiera tenemos que proporcionar al otro una explicación y eso no me gusta. Quiero deberte cosas. Quiero deberte una explicación… Quiero que estemos oficialmente juntos con títulos y todo, si realmente quieres.

CAPITULO 100


Su voz es aguda y fría, me apuñala en el estómago como un cuchillo.

Girando espinosamente en mi pecho, dejo caer la chaqueta al suelo y me alejo. Mis pies se mueven tan rápido como les es posible, como una tormenta hacia mi coche, con la esperanza de parecer más enojada que con el corazón roto. 
Me tiro en el asiento del conductor a toda velocidad, dejando el sonido chirriante de los neumáticos detrás de mí. 

A unos metros de la carretera mi pecho pesa por la tristeza que me ahoga, pero no dejo de conducir… no hasta que haya hecho mi camino.

No sé de qué se va el día, pero es una mierda. Empezó bien, pero rápidamente se volvió una mierda. Me arranco la almohada de mi cabeza y la tiro por el cuarto. Mi cabello se pega a mis mejillas y me lo aparto agitadamente. He estado en la cama desde que llegué a casa hace casi tres horas y no puedo darle sentido a lo ocurrido esta tarde en la monstruosamente hermosa casa de Pedro. Entiendo que me presenté sin avisar, pero eso no es motivo para que fuera un completo idiota. Él me despidió como si yo fuera… nada, como si fuera basura.

Dejé de llorar hace un rato, pero mis ojos aún están pesados. Él no ha hecho ningún contacto. Nada. Ni siquiera una disculpa con un texto de mierda. Mientras termino con mis pensamientos, mi teléfono vibra y el nombre de Pedro parpadea a través de la pantalla. Mi estómago cae. 

He estado esperando por su llamada, con la esperanza de que lo haría, pero ahora que lo hace… Estoy enojada de que le tomara tanto tiempo. Golpeé ignorar y tiré otra almohada sobre mi cara. Vibra de nuevo. Mis dedos se clavan en la almohada cada vez que mi teléfono hace un ruido. Un par de veces más hasta que se detiene. Vibra dos veces rápidamente indicando un mensaje de voz, lo tomo y marco mi cuenta. La voz robótica y monótona me dice la hora y fecha de la llamada. Me muerdo las uñas con nerviosismo y juro que el robot está diciendo los números lentamente sólo para meterse conmigo. Entonces oigo la voz de Pedro
 
―Estoy tan jodidamente apenado,Pau . No quise correrte así… Te acababa de ver con mi mamá y yo… ―exhala―. Me estoy volviendo loco aquí… Te necesito.

Él cuelga y el robot me pregunta si quiero borrar el mensaje.
Desconecto la llamada y dejo caer el teléfono en mi cama. 

¿Qué voy a hacer?

No tengo ni idea de cómo manejar esta situación… Nunca he tenido que "arreglar" las cosas antes. Con Ramiro él se iba y volvía más tarde como si nada.¿Es así como funciona?

 Mastico mis uñas hasta que duelen, el pensamiento y hacia dónde ir me enloquecen. Aún estoy tan molesta… No puedo hablar con él ahora mismo porque voy a decir algo estúpido.
Media hora más tarde todavía estoy contemplando mi próximo paso, pero luego mi puerta se sacude bajo tres suaves golpes y todos los pensamientos huyen de mi mente. Mierda. Probablemente es Pedro. Bueno, no es probable. Estoy cien por ciento segura de que es Pedro.  
Me deslizo fuera de la cama y camino a través de la oscuridad hacia la puerta principal. Me muerdo el interior de mi mejilla y me sorprende que no he hecho sangre. Cuando abro la puerta la mirada de Pedro se arrastra desde el suelo hasta mi cara. Sus cejas se juntan por encima de sus ojos tristes y lamentables rastrillando sus dientes sobre su labio inferior antes de que me pregunte: 
―¿Has estado llorando?

―No ―respondo de inmediato, pero hasta yo puedo ver a través de eso.  
Mis ojos están hinchados, puedo sentirlo.  
―¿Puedo pasar?  
Me estremezco.  
―¿Quieres que te muestre la misma cortesía que me mostraste hoy?

―Él no dice ni hace nada―. No. Vete a casa.  
Doy un paso atrás y empujo la puerta para cerrarla, sólo que cuando me doy la vuelta la puerta rebota, chocando con la pared. Me enfrento a Pedro de nuevo y mis ojos caen a sus pies. La punta de su zapato está en mi apartamento y por alguna razón me irrita.
―Te dije vete a casa.

―Lo hiciste, pero no voy a ninguna parte. No cuando sé que me necesitas. ―Se inclina contra el marco de la puerta, respetando mis límites y no entrando en mi casa―. Sé que herí tus sentimientos y lo siento mucho.Sólo me tomaste por sorpresa.

¿Eso es todo? ¿Lo sorprendí con la guardia baja?  

―Me mandaste lejos como si fuera una especie de animal ―siseo ―Fue…

―Repugnante. Fue egoísta y grosero, y sé que no puedo hacerlo de nuevo, pero al menos deja que me disculpe y te lo compensaré. Ahora estoy aquí… por favor. 
Atrapo mi labio entre los dientes. Quiere hacer las paces conmigo.

Nunca he tenido alguien que quiere hacer las paces conmigo antes. He comprado cosas que no quiero, por la insistencia, pero nunca he tenido a nadie queriendo hablar y pedirme disculpas correctamente. 
―Si te dejo entrar, me tienes que contar todo.
Él asiente e ignoro su vacilación.

―Entra.

CAPITULO 99



Han pasado menos de cuatro horas desde que vi a Pedro y de nuevo me he quedado sin cosas que hacer. Limpié, tomé una ducha y vi una película. 

Me levanto desde el sofá y entro en mi habitación. Una siesta suena bien. Me acerco a la cama y me doy un golpe en el dedo del pie en mi bolsa de viaje.

―Para el lavado. ―Exhalo, recogiendo la bolsa y  vertiendo su contenido sobre mi cama.  

Lo primero que cae es una de las sudaderas de Pedro. Se había olvidado de ella y la dejó en mi habitación. Recuerdo meterla en el bolso por si acaso papá lo veía. No lo hizo y no sospechó nada al día siguiente tampoco. No es que fuera a mencionar nada de haber oído a su hija tener sexo… eso sería incómodo. Agarro el teléfono de la mesita de noche y marco el número de Pedro. No hubo respuesta. Llamo a mi papá. Debería ser capaz de obtener la dirección de Pedro sin problemas, suponiendo que lo tenga. ¿Qué pensará Pedro si me presento en su casa para dejar su sudadera? ¿Me estoy imponiendo? No me puedo imaginar lo que soy ahora después de todo lo que pasamos en Concord. Sé que puedo esperar hasta que llegue aquí, pero no quiero. Quiero verlo.

―Hey, ¿Paupy? ―responde papá.

―Sí papá, soy yo. Hey, ¿tienes la dirección de Pedro?  

―Sí, voy a buscar en mis archivos. 

Oigo el sonido del traqueteo del archivo golpeando en el fondo de su oficina   

―Es uno cero tres Promenade Way.


―¿En serio? ¿Como el Promenade Way en las colinas?

Promenade Way es una localidad a treinta minutos y a las afueras de la ciudad. He estado allí dos veces y si pensaba que la casa de Vanesa era increíble, no tenía nada que ver con los palacios de prestigio allá arriba.

―Esa es la única. Tengo que irme cariño, dos hombres están a punto de pelea por la máquina de remo.

―Ten cuidado. No hagas nada estúpido y pídele a alguien que te ayu… ―Colgó―. También te quiero ―gruño tirando mi teléfono en la cama.

Frunzo el ceño. ¿Cómo Pedro vive en Promenade Way? Sé que el torneo amateur le está pagando por cada triunfo, pero no creo que sea suficiente para cubrir ni siquiera una cuarta parte del costo de las casas de allá. Mi curiosidad es demasiado fuerte para no ir y echar un vistazo por mí misma por lo que me deslizo en mis tenis y lanzó una delgada chaqueta blanca encima de mi camiseta. No suelo llevar shorts de color rosa de algodón fuera de la casa, pero el clima es muy caliente hoy en día y  me burlo de la sola
idea de llevar vaqueros.

Tomo la chaqueta de Pedro, saliendo por la puerta y la meto en mi coche.
Mientras conduzco, trato de llamarlo de nuevo.
Todavía no hay respuesta.

Cuanto más me acerco a su casa, más pienso que es una mala idea. Pedro es una persona muy cerrada… no sé si va a apreciar que me presenté así. 
Pero, por mucho que quiero dar la vuelta, no puedo apartar mi pie del acelerador.

Al poco tiempo, me detengo frente a la casa uno cero tres y mi boca se abre. Ciertamente tengo la dirección equivocada. Contemplo la enorme casa de dos plantas y sus hermosos ladrillos de chocolate oscuro. En el segundo piso, hay un pequeño balcón de piedra con pequeños muebles blancos al aire libre. La casa se ve como muerta,  tranquila y absolutamente pacífica.

Nunca he visto una casa tan… impresionante. Es como si permaneciera aislada y rodeada de hermosos y exuberantes laberintos. Me obligo a apartar los ojos de la casa, tomo la chaqueta, me deslizo fuera del coche y meto mis llaves en mi bolsillo. El jardín delantero es enorme y verde y doblo lo dedos de mis pies en los zapatos contra el impulso de correr descalza sobre él. No hay un bloqueo que evite que intrusos entren, no es que en este lugar haya ese tipo de gente; así que hay valla, supongo. Mis zapatos se adhieren paso a paso a las bonitas baldosas chocolate y más allá del jardín floreciente. Me detengo a mirar las flores, hay tantos colores y todos contrastan contra los ladrillos marrones.

―¿Puedo ayudarle? ―pregunta una ronca voz femenina. 
Salto, apretando la chaqueta contra mi pecho. Cuando veo a una hermosa mujer madura de mediana edad sentada en una amplia, silla de mimbre me relajo un poco, pero cuando sus ojos café oscuros me miran furiosos, la sensación de tensión retorna. .

―Hola ―le digo con toda la cortesía que puedo. Doy un paso más cerca―. ¿Vive Pedro Alfonso aquí?

―¿Has venido por sexo? ―Ella da una calada a su cigarrillo y mi atención se centra en la brillante brasa roja que se enciende cuando lo hace.

¿Qué clase de pregunta es esa? 
―No… Sólo estoy… ―Sostengo la sudadera por la capucha ligeramente, pero ella me interrumpe.  

―¿Cómo te llamas? ¿Tamara? No, te ves como una Noelia.

Sé que no estoy imaginando el insulto unido a sus palabras. Niego y ella se levanta de su silla. Se endereza el hermoso traje color caramelo que viste y se pavonea por las escaleras desde la torre hacia mí. 
―Soy Paula ―declaro. 
―¿Y has venido para tener relaciones sexuales, Paula?  
Mis labios se abren como mis sentidos y cada centímetro de mi piel se inunda de calor nervioso.

―¡Por supuesto que no. Si me dejara terminar lo que estoy tratando de…

Sostengo la sudadera por la capucha y ella me interrumpe de nuevo. 
―¿Así que no has tenido relaciones sexuales con mi hijo?  
―No, bueno, yo… que… espere. ¿Has dicho hijo?

―Lo hice. Pedro es mi hijo. ―Apaga su cigarrillo en la bonita hierba y lo aparta hacia fuera con sus talones, dejando un punto negro en el césped por lo demás perfecto. 

Su madre es, sin duda intimidante y cuanto más la miro,
más de las características de Pedro puedo ver, los ojos color chocolate, la altura, los hermosos pómulos. Ella está balanceándose ligeramente,completamente borracha hasta su mente, y estoy asustada.  
―Sólo vine a devolver la chaqueta… eso es todo. ―Mi voz es tranquila.

―¿Y por qué la tienes? 
―Me la dio cuando estuvimos en Concord. ―En realidad lo dejó en mi dormitorio, pero no le voy a decir eso. Su cara se cae.

―¿Tú eres la chica con la que ha estado gastando todo su tiempo?

Medio me encogí de hombros, asintiendo.

―¿Te llevó a ti a Concord con él?

Asiento de nuevo. Ella tiene lágrimas en sus ojos y me acerco a tocarla para consolarla.

―¿Paula?  

No hay duda de la voz y llevo mi mano hacia atrás antes de que toque el hombro de ella. Es Pedro y siento un hormigueo escalofriante por la columna. Él sale de la elegante puerta de entrada y se eleva sobre nosotras desde lo alto de las escaleras. Su cabello está un poco aplastado de lado y sus ojos son duros. Mierda. Lo despertamos.

Pedro, yo…

Su mamá fija su atención en él  

―¿La llevaste a Concord, pero no podías devolver mis llamadas? 

De repente, comienza a llorar como una borracha, el fuerte grito de Pedro me estremece. ¿Es por eso por lo que me mantiene separada de su vida hogareña? ¿Debido a su madre? 

―Sabes por qué no contesto tus llamadas, maldita sea, ahora entra. 

No hay remordimiento en su voz. No le importa que su madre esté disgustada. Veo que su pecho comienza a subir y bajar rápidamente. 

―¡No! ―grita y luego se seca las lágrimas. Dejando todo atrás en un santiamén―. Estoy teniendo una charla con mi nueva amiga. Ven.―Extiende su mano hacia mí―. Vamos a entrar y tomar una copa. 

Pedro se tensa y sé que no soy bienvenida aquí. 

Amablemente declino su mano.
 
 ―No gracias, estoy bien. Sólo vine aquí para devolver su chaqueta. 

―Y tú has tenido suficiente ―agrega Pedro al final.  

―¿Vas a decirme qué hacer? ¿Después de todo lo que he hecho por ti y tu hermana?


Pedro lame sus labios agitadamente. No parece que le guste lo que está diciendo, pero no quiere corregirla en frente de mí. Su mamá se encorva un poco y aprieta su boca. Creo que va a vomitar. Doy un paso hacia adelante y pongo una mano en su espalda, su cuerpo se mece con arcadas debajo de mí.  
―Vete a casa, Paula ―casi gruñe él hacia mí y doy un paso atrás,luchando contra el impulso de apretar mi pecho. Que tocara a su madre parece haberle ofendido. Su voz no es de buena educación o cuidado. Es duro, difícil y peligroso.  
―Pero ella está… 

―Dije ¡vete a tu puta casa! ―grita.