jueves, 22 de mayo de 2014

AVISO: NOVELA NUEVA



NUEVA NOVELA: BEAUTIFUL

A PARTIR DEL LUNES



Mi padre siempre decía que la manera de aprender el trabajo que deseas es pasar cada segundo de tu tiempo viendo a alguien hacerlo.

«Para conseguir un trabajo en la cumbre, tienes que empezar desde abajo —me decía—. Conviértete en la persona sin la que el consejero delegado no pueda vivir.
En su mano derecha. Aprende cómo es su mundo y lograrás que te contrate en cuanto termines los estudios.» 

Yo me convertí en irremplazable. Y sin duda era su «Mano Derecha». El problema era que, en este caso, era la mano derecha que estaba deseando abofetear es maldita cara la mayor parte de los días.

Mi jefe, el señor Pedro Alfonso: un tipo odioso pero muy atractivo.


El estómago se me retorcía solo con pensar en él: alto, guapísimo y la maldad personificada. El gilipollas más creído y más pedante que he conocido en mi vida. 

Todas las demás mujeres de la oficina cotilleaban sobre sus aventuras y se preguntaban si lo único que hacía falta para conseguirle era una cara bonita. Pero mi padre también me había dicho otra cosa: «Descubrirás muy pronto que la belleza solo es externa, pero la fealdad llega hasta lo más profundo». Yo ya había tenido mi ración de hombres desagradables en los últimos años; salí con unos cuantos en el instituto y en la universidad. Pero este se llevaba la palma...



avisenme si quieren que se la pase.dejen su twitter,gracias!!

CAPITULO 164


A menos de cinco días de Las Vegas


—¡Rueda sobre él, aléjate de sus piernas! —ordena Damian y sigo sus instrucciones, rodando mis caderas y saliendo de la sumisión de Luciano. Me empujo fuera, mi pecho quemando con fuerza. Procedente principalmente del boxeo, mi trabajo de campo no es demasiado grandioso y necesita mucho de mí cuando estoy abajo. Mi objetivo principal en cualquier pelea es mantenerme de pie, ser rápido y nunca darle la espalda al oponente. Entiendo que una vez que estás en el suelo es difícil defenderte cuando están en la parte superior y recibes un puñetazo en la cara, pero la última cosa que debes hacer es rodar y darle la espalda. Los estrangulamientos de brazos en posición de pie apestaban malditamente y tuve que golpear ligeramente hacia fuera como una perra en cuestión de segundos. Por desgracia para mí, mi primer rival era el campeón mundial de lucha libre, Junior Moset, conocido por su juego de tierra asesino y  sumisiones duras en el centro. 


—Bien —exhala Damian, poniendo su cronómetro abajo y pisando la colchoneta. 


Transformamos una de las salas de entrenamiento en una habitación privada para mí, con mis propias jaulas y esteras de entrenamiento. El MMAC tenía problemas con la forma en que me entrenaban y preferían que siguiera algunos de sus métodos, esteras, cuerdas, guantes, todo. 


 —Ahora te voy a mostrar cómo prevenir un estrangulamientos en posición de pie —dice, sentado en la estera. Asiente hacia Luciano y este se desliza detrás de Damian—. La mayoría de las estrangulaciones en pie vendrán desde detrás.  


Se mueve hacia atrás y Luciano envuelve sus piernas alrededor de la cintura de Damian, tratando de retenerlo en el pecho.


—Lo que no queremos es que tu oponente te conecte sus manos, ya que no pasará mucho tiempo para que envuelva el brazo alrededor de tu cuello. Mientras una mano trata de ir sobre el hombro y la otra debajo del brazo opuesto, empuja los hombros hacia arriba y mantén la cabeza abajo. Después, agarra la de la parte superior y reprime la segunda para que no tenga movilidad. Cuando lo hagas, muévete a un lado con un gancho inferior y pon la parte posterior de su cabeza en el suelo.


Observo mientras Damian juega con Luciano. 

—A medida que esto sucede, le sueltas el brazo y se lo retuerces hasta que sus hombros y caderas estén firmes en el suelo. A medida que te zafas y todo buen luchador hará eso, tu oponente tratará de rodar a la parte superior. Cuando lo haga… —Damian se deslizó desde debajo de su oponente, estableciendo un medio protector—. Ve por un medio protector o por un protector completo, mantenlo lejos con las piernas, y trabaja en conseguir levantarte de nuevo sobre tus pies.  

Damian salta sobre sus pies. 

 
—Pruébalo. 

Me dejo caer a una posición sentada sobre la estera mientras Luciano envuelve sus piernas alrededor de mi cintura. A medida que sus manos entran en torno para ahogarme por detrás, agarro su brazo, haciéndole una abrazadera abajo y conduciéndome a mí mismo a un lado. Sigo las órdenes de Damian paso a paso hasta que estoy sobre mi espalda y mantengo a mi oponente lejos con mis pies.

—Genial —grita Damian—. Uno poco más de técnicas y espero que podamos perfeccionar el trabajo de piso antes de la pelea.  


Me levanto sobre mis pies y Damian me da una palmada en la espalda cuando Luciano me entrega una botella de agua. Me sonríe, una sonrisa sincera, y supongo que él y Vanesa lo hicieron anoche. Se habían ido antes de que yo me levantara esta mañana. Me paseo a las ventanas y aprieto el botón para poder ver hacia fuera del gimnasio. Estamos muy bien hoy, especialmente tan temprano en la mañana. Las clases ya comenzaron, tenemos boxeadores, corredores, ciclistas y remeros, todos haciendo lo suyo. Es bueno ver que el gimnasio de Ricardo próspera sin él. Estaría muy orgulloso si estuviera aquí con nosotros ahora. El sentimiento de felicidad elevada que tengo en la boca del estómago cae al momento en que lo veo dar un paso a través de la puerta. Mi mirada recorre su calva cabeza y cara de mala muerte. 

—¿Qué diablos? —juro, dejando caer mi botella de agua al suelo y abriendo mi puerta.

Oigo a Luciano y a Damian maldecir y decir mi nombre, pero no me detengo.
De ninguna manera puedo ignorar a ese pedazo de mierda caminando alrededor de mi gimnasio.


—¡Dom! —le grito, llamando la atención de unos asistentes de gimnasia. 

Él y sus dos chicos se vuelven ligeramente y todos me sonríen. Aprieto los puños. Puedo tomarlos a todos, en estos momentos.


—Bien, bien, Sr. Peleador Profesional. Cuánto tiempo sin verte. —Aprieto los dientes junto con el sonido de la voz de Dom. 

—Pedro, no lo hagas —me dice Luciano—. Deja que otra persona lo enfrente.  

No le hago caso. Dom es mi problema, no el de alguien más. Se dirige a las escaleras de la oficina también y no hay forma de que lo deje a tres metros de Paula. Marcho directo a él, deslizándome entre él y las escaleras. Todo mi cuerpo se tensa y está listo para ir. Dom se ve igual con su cabeza calva y un rostro anguloso con una mandíbula de cristal. Lo sé porque casi se la destrozo la última vez que peleamos. Estuve a punto de romperle el brazo, también.

—Pensé en venir y echar un vistazo al gimnasio que prepara a mi luchador favorito en Portland. —Su sonrisa se ensancha—. Esa es una linda cartelera poderosa la que tienes fuera, también. 

Luciano se ríe.  

—¿Linda cartelera? Jesucristo. 
La expresión divertida de Dom no decae. 

—¿Qué quieres, Dom? —interviene Damian, pero no quito mis ojos del idiota calvo delante de mí.


—Quiero hablar con la gerente. Mis amigos y yo estamos buscando un nuevo lugar para entrenar. —Se vuelve hacia sus amigos—. ¿Cuál era su nombre? Cara bonita, grande ojos verdes y un estante asesino...  —Mira de nuevo a mí con un clic de sus dedos—Paula, sí, eso es todo. Es la gerente, ¿no?  


Empiezo a ir adelante, pero Luciano se desliza delante de mí, apenas presionando sus manos contra mi pecho.  

—No lo hagas.  

—Trabajaste muy duro, Pedro—añade Damian. 

Dom se endereza su camiseta gris y sonríe con ironía. 

 
—¿No es linda?

Intenta dar un paso a mí alrededor, pero mis brazos se disparan y empujo hacia atrás. Con un gruñido se lanza hacia adelante, pero Damian lo agarra, lo que le obliga a dar unos pocos pasos hacia atrás, hacia sus amigos. Los talones de Luciano están cavados en el suelo, con los hombros presionados contra mí mientras lucha para mantenerme detrás de Dom. 

—¿Pedro? —Oigo su voz antes de ver sus ojos verdes asomarse hacia mí desde alrededor de mi cintura—. ¿Qué está pasando?  

Luciano da unos pasos, sabiendo que nunca quitaría a Paula para llegar a Dom. Echo un vistazo hacia ella y hay una expresión de preocupación en su rostro. 

—Ahí está la chica a la que quería ver —se ríe Dom, lamiéndose los labios.


Damian da un paso atrás, pero mantiene su posición entre Dom y yo. La cara de Paula se cae y alza las cejas juntas. Poco a poco, se da la vuelta y cuando lo ve, tiene los hombros cuadrados.  

—¿Qué estás haciendo aquí?  


Él da un paso más y Damian no se mueve.  

—Vine a explorar un nuevo gimnasio. Buen comité de bienvenida el que tienes aquí. ¿Tratas a todos los potenciales clientes así? 

 
—No eres bienvenido aquí. 

Doy un paso más cerca de ella, presionando mi frente contra su espalda y plantando mi mano en su cadera como apoyo.


Dom asiente despacio, claramente enojado. ¿Qué esperaba? ¿Pensó que en serio le abriríamos nuestras puertas? 

—Ya veo cómo es.


—Fuera de aquí, Dom —demanda Damian, doblando los dedos a los lados. 

Dom se pasa la mano por la calva. 

 
—Está bien. —Mira a Paula directamente a los ojos—. Hablaré contigo cuando tus perros no estén alrededor. 

Doy un paso alrededor de Paula, mi pecho retumba de ira. No sé lo que pasó después. Hay un montón de gente gritando y agarrándome y todo lo que veo es la cara de Dom a través de una neblina roja. Hay demasiadas manos sobre mí para contarlas y sé que más personas llegaron para impedir que rompa a Dom en mil pedazos. Dom está indeciso ante el gimnasio, cruzo como una exhalación,
haciendo caso omiso de todas las miradas de miedo. Me dirijo directamente a mi sala de entrenamiento, oyendo unas pequeñas pisadas golpear el suelo detrás de mí. Él me saca de quicio y odio saber que me merezco todo esto. Todo lo que está haciéndome a mí y a Paula es mi culpa. Ni siquiera puedo recordar el nombre de su novia... que es lo que realmente está mal. Siempre le echaba la culpa de lo ocurrido. Siempre me decía a mí mismo que fue ella la que le fue infiel, no yo, lo cual es verdadero, en cierto modo. Quiero decir, estoy seguro como la mierda que no la forcé a tener sexo conmigo. Les puedo asegurar que decidió eso sola. Me siento como una mierda por eso ahora, porque no puedo evitar preguntarme si la chica que tomé de Dom era su Paula. ¿Y si era con la que quería pasar el resto de su vida, pero resultó serle infiel? No voy a llamarla puta ni cualquiera porque,bueno, ¿qué dice eso de mí? No fue culpa suya, no del todo.
De todos modos, al diablo con eso. Dom me ha hecho demasiada mierda para que sienta pena por él ahora, sin embargo y cada vez que veo su cara, no puedo dejar de pensar en sus intenciones con Paula. Moriría antes de dejar su desconcertante mirada descansar en su perfección ¡y tiene el maldito carácter de mostrarse aquí para hablar con ella!
Agarro una bolsa de cincuenta kilos de boxeo del piso y la tiro, necesitando desesperadamente algo para que me lleve al borde. Quiero pelear y quiero pelear ahora. Me paseo por la habitación, ni una vez mirando a Paula, quien se aleja de la puerta y se abre camino lentamente hacia mí.
Siento su tensión rodar fuera en olas y cuando por fin levanto mis ojos a su cara, puedo ver que está tratando desesperadamente de ocultarlo. Mi corazón late más rápidamente en mi pecho, enviando mi adrenalina y mi ira a través de mis venas. Hay dolor allí también, un dolor que está tratando desesperadamente de cortar el aire a mis pulmones. Respiro rápida y profundamente por la nariz para evitar realmente desmayarme.


—Estaba tan cerca de tirar todo por la borda —le digo—. Un golpe es todo lo que hubiera tomado y estaba dispuesto a hacerlo. —Niego—. ¿Por qué me afectará tan fácilmente? 

—Dom es irritante... hace que todos quieran darle una patada, es simplemente lo que es.  

No puedo evitar la contracción que tira de mis labios. 

 
—Pensé que si le ganaba, se iría.

—Es una cucaracha. Nunca va a desaparecer —dice Damian, rascándose la parte superior de su oscuro cabello. 
No me di cuenta que estaba detrás de Paula—. Probablemente estará justo detrás de ti por el resto de tu vida y tienes que lidiar con eso, no con los puños, sino con tu cerebro. 

Luciano eslinga casualmente su brazo alrededor de un muñeco y dice:  
—Tienes lo que quiere y no va a parar hasta estar más alto que tú, el problema es que nunca estará más alto que tú.  

—¿Qué quieres que haga?

Paula se encoge de hombros, su cabello largo y oscuro se expande aún más sobre sus hombros. 

 
—Es muy sencillo. No le hagas caso y vete. A una persona como Dom no le gusta ser ignorado. Anhela la emoción de la atención. No se la des.  

El dolor en mi pecho se embota, disminuyendo mi enojo también. No creo haber tenido mucho apoyo en mi vida. Se siente bien.


—Está bien. —Respiro—. Estoy en los pros ahora... tengo que pensar en mi carrera. 

Damian aplaude, por lo que el cronómetro en torno a su cuello se sacude.  

—Ahora que estás ordenado, tenemos que hacer el entrenamiento. Ataques,entremos en ellos.

CAPITULO 163




Abro la puerta con cautela, sin saber en lo que me estoy metiendo.
Conociendo a Luciano, empezaría en la piscina y terminaría en algún lugar entre la cocina y la puerta principal, haciendo Dios sabe qué. Me deslizo dentro y cierro la puerta detrás de mí. La casa está en silencio. No hay gemidos, ni gritos, está en silencio, como si todo el mundo estuviera en la cama. Con un suspiro de alivio, tiro mis zapatos y me pellizco el puente de la nariz, con la esperanza de quitar algo de mi cansancio hasta que me meto en la cama.


 —Hola hombre, estás de vuelta.   


Me detengo en seco, giro lentamente la cabeza hacia mi sala de estar. Luciano está sentado en el sofá sin camisa, pero con los pantalones puestos gracias a Dios, y una cerveza fría en la mano. Exploro la sala de estar, en busca de Vanesa. Espero unos segundos antes de responder, esperando que salga de alguna parte. No lo hace.


—Está durmiendo —dice Luciano, sorbiendo su cerveza.


Me doy cuenta de la forma en que Luciano aprieta la mandíbula, lo que nunca es una buena señal. No me había ido más de una hora, pero supongo que es un montón de tiempo para que follen y peleen.
Me paseo a la sala de estar y me dejo caer en el sillón, cruzando las piernas en los tobillos. Nunca le pregunto a Luciano lo que pasó. Por lo general, espero hasta que encuentra las palabras adecuadas.

—Creo que la cagué...  

 No digo nada, todavía no.


—Ella llamó de nuevo.  

Mi pecho se aprieta y me siento delante de mi silla. 

 
—¿Amelia?  

Asiente, dando otro gran sorbo a su cerveza. 

 
—No me había llamado en meses, no desde que me mudé a Portland... no estaba esperando que me llamara nunca más. 

 
—¿Qué quería?

  
—No lo sé. Le dije a Vanesa que comprobara mi teléfono, pensando que eras tú, y me preguntó quién era Amelia. 

 
Niega.  

—No podía decírselo, Pedro. No quiero que sepa quién es Amelia... lo que hizo, lo que yo hice. 

 
Asiento. Amelia fue el primer amor de Luciano. La mujer que, literalmente,lo masticó y lo escupió de vuelta. Era una verdadera pieza de trabajo, una puta controladora y sádica que amaba nada más que follar las mentes de la gente.
Sentimientos, amor y sexo... eran su gran juego.


—Siempre con tus juegos —me burlé, cruzando los brazos. 

—Deberías haber visto la cara de Vanesa... —Luciano se pasó una mano por el cabello.


—¿Se fue a la cama inmediatamente después de eso?

  
—Sí...  

Fruncí el ceño. 

 
—¿Y no has subido todavía? 

 
Niega, sus ojos se agitan a su móvil. Hijo de puta. Está esperando que Amelia le devuelva la llamada. ¡Joder no! Nunca hablará con él de nuevo, no si tengo algo que ver con eso. Me lanzo fuera de mi sillón, agarro el teléfono de Luciano y lo tiro, enviándolo a chocar contra mi pared y a caer en pedazos en la alfombra.

—Vete a la mierda, lucho. ¿Qué haces sentado aquí y esperando a que te devuelva la llamada? ¿No te acuerdas en qué estado estabas la última vez que dejaste que hundiera sus garras en ti?  

Yo sí. Lo recuerdo claramente. Estaba jodido en todo, en drogas, alcohol y con un viaje al hospital mental en el borde, así de jodido estaba. De ninguna manera iba a dejar que pasara por esa mierda de nuevo.


Luciano apenas movió un párpado mientras lo levantaba.

—Baja la maldita cerveza y lleva tu trasero arriba antes de hacer más daño.


Luciano  no podría admitirlo, nunca (y no puedo creer que yo lo admita),pero Vanesa es buena para él. Se parecen mucho de una manera y ciertamente puede tomar mucha de su mierda. Pensé que Luciano había superado a Amelia, a  
la mujer basura mayor que arruinó sus años de adolescencia.


Obviamente no. 

No puedo decir lo que pasó entre ellos precisamente, porque no lo sé. Luciano  se niega a decirle a alguien la historia completa. 

—No quiero ir allí. 

 
—¿Por qué?

  
—Porque no puedo mirarla a la cara, no puedo explicarle lo que pasó.  

—Entonces no lo hagas, pero no te sientes aquí dejándola sola toda la noche arriba con sus propios pensamientos. Ya sabes cómo son las chicas, con sobre pensar demasiado las cosas. 

 
Deja caer su cabeza.


—Mírame —le exijo, mi voz sale mucho más agresiva de lo que realmente  siento. Duda, antes de arrastrar su verde mirada a la mía—. La primera vez que conociste a Vanesa te dije que te alejaras porque no quería que tus jodidos
problemas arruinaran mis posibilidades con Paula y de alguna manera, me da la sensación de que si no vas arriba en este momento harás precisamente eso. Puede que tengas diversión y Vanesa podría no significar mucho para ti, pero Paula significa el mundo para mí y no voy a dejar que lo arruines.  

Aprieta los dientes antes de mover la fila superior de su labio inferior.  

—Te equivocas. 

—¿Qué? 

 
—Vanesa significa mucho para mí...  

Siento que mi cara se endereza por la sorpresa. No hay mucho más que me pueda sorprender, lo he visto todo... pero esto no lo vi venir.   

—Entonces pruébalo. 

 
Con un profundo suspiro, Luciano se pone en pie y se bebe de nuevo el resto de su cerveza. Me da la botella vacía a mí y la tomo.  

—Me debes un teléfono.  

—Con mucho gusto.  

No me muevo hasta que desaparece por la cocina. Cuando se va, me paseo del salón a la cocina. Dejo caer la botella de cerveza vacía en la papelera y doy un golpecito a luces antes de deambular por las escaleras en la oscuridad. Cuando llego a la cima, escucho murmullos de conversación procedentes de su habitación.
Espero que se lo diga y espero que ella lo tome bien sea cual sea “eso”, y si no se lo dice, espero que un día me revele su historia, si no es a mí, por lo menos a una persona a quien ama.

CAPITULO 162





Pedro 

 
Santo puto infierno. Tengo casi decidido darle la vuelta a mi coche, patear la puerta y obligarla a montarme... no puedo imaginar a su madre o a su hermano apreciando mucho eso, sin embargo. Sonrío para mis adentros.  


Qué pequeña descarada sexy. Lo hizo a propósito, también, sin duda porque elegí no tener sexo en la ducha esta noche que, por cierto, era una decisión difícil como la mierda, sobre todo después de que ya tenía su sabor en mi lengua. 


No evitaba tener sexo, solo porque quería hacer temblar su mundo sin degradarla delante de Luciano y Vanesa que, seamos sinceros, adoraban atormentarla cada vez que podían. Tampoco tenía sexo porque quería demostrarle que estaba más que feliz de cuidar de ella sin querer nada a cambio... amar a una chica y esa mierda, ¿no?  


Me gusta estar cerca de tus labios... Me gusta sentir tu aliento en mi cara o en mi oído y me gusta cuando tus manos se deslizan sobre mis brazos y hombros. 


Pensar que todo el tiempo estaba pensando románticamente, el tren de pensamiento de Paula era todo lo contrario al mío, travieso. Nunca tuve la intención de decirle eso a ella. Simplemente fluía tan fácil de mí, sin pensar y no era la primera vez en el día que había dicho algo que nunca intenté. Le dije esta tarde que tendríamos todo el tiempo del mundo para hacer otras cosas. ¿En qué demonios estaba pensando? Paula y yo realmente no habíamos hablado sobre el futuro. Estoy seguro de que quiero casarme y estar con ella para siempre, pero sé que no espera eso de mí y no quiero ser demasiado intenso.

 ¿Volveré a tener las bolas para pedirle lo que quiero? 


¿Volveré a tener las bolas para pedirle que se case conmigo? Había estado cerca a pedírselo un millón de veces, pero me había acobardado en el último minuto. Ese no soy yo. Soy muy adelantado. Digo lo que quiero e ignoro las consecuencias, pero no puedo atrapar esto. Tiene que ser perfecto. Tiene que ser todo lo que siempre ha querido. Cuando diga “para siempre”, sentir sus ojos en mí,analizándome. Quería mirarla, leer su expresión,pero no fingiré que no tengo miedo de ver su descontento. Sentí la incredulidad en su postura. Fue una corazonada incierta, como si no estuviera segura de si soy de verdad o no. 

Lo soy.


Nunca he estado más seguro de nada en mi vida. Necesito a Pedro. Necesito que se ponga el anillo que le dé, que lleve mi apellido, y viva en la casa que compré para nosotros y nuestra familia, si tenemos una. No se lo he pedido todavía, porque tengo miedo. ¿Qué tal si dice que no? ¿Qué pasa si esta relación es solo una diversión temporal? No puedo soportarlo. No puedo aceptar un no por respuesta y no lo haré. Estar sin ella no es una opción. Paso la mano por mi cara. Ahí voy a sonar como un asesino serial de mierda de nuevo. No puedo evitarlo, sin embargo. En mi mente es ella o nada.