Llego a la casa de Pedro en tiempo record. Su coche está ahí y también el de Damian y el de Luciano. Aparco en un pequeño ángulo hacia adelante y apenas espero a salir antes de apagar el auto. Sin querer, cierro mi puerta de un golpe y mi corazón late con más fuerza. La ansiedad ataca mi pecho porque sé que él no quiere verme en este momento y solo puedo imaginar lo duro que hiere su orgullo. Mis palmas comienzan a sudar y las froto, orando porque a lo que estoy a punto de entrar no sea algo más que un labio reventado.
Saco la idea de mi mente. Si fuera yo, él nunca se iría de mi lado. La perilla redonda de la puerta encaja perfectamente en la palma de mi mano y giro el mango lentamente antes de entrar en el pasillo. Luciano está sobre mí en un instante. Su cabello está desaliñado y juro que puedo sentir la tensión que irradia de él en intensas explosiones.
—Aviso, él está de muy mal humor en estos momentos. Lo hemos comprobado. No hay huesos rotos o costillas fracturadas, pero está un poco magullado.
Me deslizo pasando a Luciano con un movimiento de cabeza, ignorando tanto a Vanesa como a Damian que están sentados en el sofá, mirando a la nada.
Miro a Pedro. Él mantiene su mirada fija en el suelo frente a él, sin mirarme ni una vez, aunque yo sé que sabe que estoy aquí. Mi corazón se hincha en mi pecho mientras exploro su cuerpo. Veo pequeñas gotas en su piel de una ducha reciente y a pesar de que está adolorido... todavía siento el deseo familiar que inunda mi sistema. Ese deseo rápidamente se amolda a la ira cuando mis ojos se apoyan en sus costillas magulladas.
—¿Pueden dejarnos solos por un minuto? —pregunto, sin quitarle los ojos de encima a Pedro.
Él levanta la cabeza y sus ojos oscuros se mueven rápidamente a mi cara.
Desde este ángulo, puedo ver el corte en su pómulo y el de su labio que se ha reabierto.
Cuando escucho que se cierra la puerta corredera de atrás, doy un paso hacia adelante, sin dejar caer el contacto visual con él.
—¿Estás bien? —pregunto, en primer lugar.
Su mandíbula se aprieta.
—Creo que los dos sabemos que he tenido días mejores.
Ignoro su actitud. No puedo estar resentida con él, sentiría lo mismo si estuviera en sus zapatos. Intentando un enfoque diferente, doy un paso más cerca y tomo su mano en la mía. Tiro de ella y él se pone de pie, apretando los dientes para soportar el dolor de los moretones. Lo llevo, a través la cocina por las escaleras y a su habitación. Quiero privacidad. Quiero hablar con él y cuidar de él... porque es mío para que lo cuide.
Cierro la puerta y espero hasta que Pedro se ha sentado en la cama. Apago la luz y me saco los zapatos antes de deslizarme en la cama junto a él. Por instinto,me acerco a él, deslizando la palma de mi mano abierta por su cuerpo húmedo y duro. El fresco aroma de la piel lavada me llena y me deslizo más cerca,necesitando desesperadamente consolarlo. Cuando mi mano pasa por el borde de su caja torácica se estremece y retiro mi mano hacia atrás,apretando mis dientes contra un nuevo ataque de ira. Después de unos segundos, lo toco de nuevo,evitando a propósito sus tiernas costillas.
Paso la mano sobre su pecho y él agarra mi muñeca,tirando de ella hasta suboca, besando la punta de mis dedos. Siento las hinchazones irregulares en su labio y mi pecho casi se constriñe.
—¿No te defendiste? —le pregunto cuando él suelta mi mano y yo continúo deslizándola sobre su estómago.
—Por supuesto que me defendí —gruñe y envía vibraciones por mis brazos y por el resto de mi cuerpo—. No importa. Me atraparon con la guardia baja.
Frunzo el ceño, tratando de imaginar cómo sucedió todo. Noté que Damian lucía un poco golpeado cuando entré, también. ¿Don los atacó a ambos? Estoy tan enojada que las palabras ni siquiera pueden empezar a describirlo.
—¿Cómo pudo Dom hacer una cosa así?
Pedro se mofa.
—Ha pasado bastante tiempo, Pau. Me sorprende que no pasara antes. Estas son las consecuencias de ser un idiota.
—Idiota o no, no te mereces ser golpeado. Él tiene que pagar por lo que hizo.Tenemos que vengarnos de alguna manera.
Pedro se mueve sobre la cama, girando su cuerpo hacia mí.
—Él va a pagar por lo que hizo, pero va a pagar legalmente, no físicamente.
Oigo el tono escéptico en su voz y sé que quiere que fuera al revés, pero no hay manera de que Damian o Luciano dejen que Pedro tenga su venganza sobre Dom.
Los grandes brazos de Pedro me rodean y tira de mí hacia él, sosteniéndome ligeramente contra su cuerpo. Cierro mis ojos por un instante mientras su pulgar acaricia mi hombro.
—¿Por qué no me llamaste?
Siento su cuerpo tensarse y deja escapar una exhalación lenta.
—Porque no quería que me vieras así... así no es como debería lucir un hombre, todo ensangrentado y con moretones. —Niega con la cabeza—. Debería haber salido victorioso, si no por mí, entonces por lo menos para ti.
—No pienso nada menos de ti. En mis ojos, sigues siendo increíble, más allá de increíble.Te amo. Debiste llamarme en lugar de mentir a través un mensaje de texto.
—No te mentí.
—No tenías que hacerlo. Eres culpable por omisión.
Su pecho se llena de aire y lo expulsa con un suspiro de derrota.
—Tienes razón. Debería haberte llamado.
Satisfecha, me aparto de él y rueda sobre su espalda. Apoyo la cabeza en mi mano y no digo una palabra más mientras mis dedos se arrastran sobre su torso, sintiendo cada línea y cada músculo. Su piel es suave y lisa, y mis dedos se deslizan sobre la superficie con facilidad, como si estuviera recubierta en aceite de bebé. Me molesta saber que Pedro no puede vengarse de Dom, pero yo puedo. No puedo vengarme de él físicamente, por supuesto. No hay manera de que pueda enfrentarme cara a cara con Dom, incluso en un buen día, pero no tengo que poner un dedo sobre él para ponerlo de rodillas. Damian sabe que recientemente hemos instalado cámaras en los alrededores de nuestro gimnasio. Sé que él va a usarlos contra Dom legalmente, pero quiero ser yo quien se lo diga. Quiero ver el corazón de Dom romperse y ver como todo por lo que ha trabajado tan duro se convierte en un sueño inalcanzable.