viernes, 23 de mayo de 2014

CAPITULO 167



Llego a la casa de Pedro en tiempo record. Su coche está ahí y también el de Damian y el de Luciano. Aparco en un pequeño ángulo hacia adelante y apenas espero a salir antes de apagar el auto. Sin querer, cierro mi puerta de un golpe y mi corazón late con más fuerza. La ansiedad ataca mi pecho porque sé que él no quiere verme en este momento y solo puedo imaginar lo duro que hiere su orgullo. Mis palmas comienzan a sudar y las froto, orando porque a lo que estoy a punto de entrar no sea algo más que un labio reventado.


Saco la idea de mi mente. Si fuera yo, él nunca se iría de mi lado. La perilla redonda de la puerta encaja perfectamente en la palma de mi mano y giro el mango lentamente antes de entrar en el pasillo. Luciano está sobre mí en un instante. Su cabello está desaliñado y juro que puedo sentir la tensión que irradia de él en intensas explosiones. 


—Aviso, él está de muy mal humor en estos momentos. Lo hemos comprobado. No hay huesos rotos o costillas fracturadas, pero está un poco magullado. 


Me deslizo pasando a Luciano con un movimiento de cabeza, ignorando tanto a Vanesa como a Damian que están sentados en el sofá, mirando a la nada.


Miro a Pedro. Él mantiene su mirada fija en el suelo frente a él, sin mirarme ni una vez, aunque yo sé que sabe que estoy aquí. Mi corazón se hincha en mi pecho mientras exploro su cuerpo. Veo pequeñas gotas en su piel de una ducha reciente y a pesar de que está adolorido... todavía siento el deseo familiar que inunda mi sistema. Ese deseo rápidamente se amolda a la ira cuando mis ojos se apoyan en sus costillas magulladas. 


—¿Pueden dejarnos solos por un minuto? —pregunto, sin quitarle los ojos de encima a Pedro

Él levanta la cabeza y sus ojos oscuros se mueven rápidamente a mi cara.
Desde este ángulo, puedo ver el corte en su pómulo y el de su labio que se ha reabierto.
Cuando escucho que se cierra la puerta corredera de atrás, doy un paso hacia adelante, sin dejar caer el contacto visual con él. 

—¿Estás bien? —pregunto, en primer lugar.

Su mandíbula se aprieta.

—Creo que los dos sabemos que he tenido días mejores.

Ignoro su actitud. No puedo estar resentida con él, sentiría lo mismo si estuviera en sus zapatos. Intentando un enfoque diferente, doy un paso más cerca y tomo su mano en la mía. Tiro de ella y él se pone de pie, apretando los dientes para soportar el dolor de los moretones. Lo llevo, a través la cocina por las escaleras y a su habitación. Quiero privacidad. Quiero hablar con él y cuidar de él... porque es mío para que lo cuide.

Cierro la puerta y espero hasta que Pedro se ha sentado en la cama. Apago la luz y me saco los zapatos antes de deslizarme en la cama junto a él. Por instinto,me acerco a él, deslizando la palma de mi mano abierta por su cuerpo húmedo y duro. El fresco aroma de la piel lavada me llena y me deslizo más cerca,necesitando desesperadamente consolarlo. Cuando mi mano pasa por el borde de su caja torácica se estremece y retiro mi mano hacia atrás,apretando mis dientes contra un nuevo ataque de ira. Después de unos segundos, lo toco de nuevo,evitando a propósito sus tiernas costillas.
Paso la mano sobre su pecho y él agarra mi muñeca,tirando de ella hasta suboca, besando la punta de mis dedos. Siento las hinchazones irregulares en su labio y mi pecho casi se constriñe.

—¿No te defendiste? —le pregunto cuando él suelta mi mano y yo continúo deslizándola sobre su estómago.

—Por supuesto que me defendí —gruñe y envía vibraciones por mis brazos y por el resto de mi cuerpo—. No importa. Me atraparon con la guardia baja.

Frunzo el ceño, tratando de imaginar cómo sucedió todo. Noté que Damian lucía un poco golpeado cuando entré, también. ¿Don los atacó a ambos? Estoy tan enojada que las palabras ni siquiera pueden empezar a describirlo. 

—¿Cómo pudo Dom hacer una cosa así? 

Pedro se mofa.

—Ha pasado bastante tiempo, Pau. Me sorprende que no pasara antes. Estas son las consecuencias de ser un idiota. 

—Idiota o no, no te mereces ser golpeado. Él tiene que pagar por lo que hizo.Tenemos que vengarnos de alguna manera.

Pedro se mueve sobre la cama, girando su cuerpo hacia mí.

—Él va a pagar por lo que hizo, pero va a pagar legalmente, no físicamente. 

Oigo el tono escéptico en su voz y sé que quiere que fuera al revés, pero no hay manera de que Damian o Luciano dejen que Pedro tenga su venganza sobre Dom.
Los grandes brazos de Pedro me rodean y tira de mí hacia él, sosteniéndome ligeramente contra su cuerpo. Cierro mis ojos por un instante mientras su pulgar acaricia mi hombro.

—¿Por qué no me llamaste?

Siento su cuerpo tensarse y deja escapar una exhalación lenta. 

—Porque no quería que me vieras así... así no es como debería lucir un hombre, todo ensangrentado y con moretones. —Niega con la cabeza—. Debería haber salido victorioso, si no por mí, entonces por lo menos para ti.

—No pienso nada menos de ti. En mis ojos, sigues siendo increíble, más allá de increíble.Te amo. Debiste llamarme en lugar de mentir a través un mensaje de texto.

—No te mentí.


—No tenías que hacerlo. Eres culpable por omisión.

Su pecho se llena de aire y lo expulsa con un suspiro de derrota.


—Tienes razón. Debería haberte llamado.

Satisfecha, me aparto de él y rueda sobre su espalda. Apoyo la cabeza en mi mano y no digo una palabra más mientras mis dedos se arrastran sobre su torso, sintiendo cada línea y cada músculo. Su piel es suave y lisa, y mis dedos se deslizan sobre la superficie con facilidad, como si estuviera recubierta en aceite de bebé. Me molesta saber que Pedro no puede vengarse de Dom, pero yo puedo. No puedo vengarme de él físicamente, por supuesto. No hay manera de que pueda enfrentarme cara a cara con Dom, incluso en un buen día, pero no tengo que poner un dedo sobre él para ponerlo de rodillas. Damian sabe que recientemente hemos instalado cámaras en los alrededores de nuestro gimnasio. Sé que él va a usarlos contra Dom legalmente, pero quiero ser yo quien se lo diga. Quiero ver el corazón de Dom romperse y ver como todo por lo que ha trabajado tan duro se convierte en un sueño inalcanzable.

CAPITULO 166




Paula 
 
—¡Vamos! —se ríe Agustin, inclinando la cabeza hacia atrás—. No es tan malo.


Sostengo la foto de él a los catorce más cerca de la computadora y apunto a su horrible corte mohicano. 


—¡Míralo! ¿Cómo puedes mirar eso y creer que se ve bien? 


Agustin ríe de nuevo, esta vez pasando una mano por su cara cansada.
Nuestra sesión de Skype con Agustin terminó temprano ayer por la noche porque fue llamado a servicio a último minuto, así que reprogramamos para esta noche. Sonrío, mirando a mi hermano. El corte de cabello se adapta a su fuerte cara mucho mejor que su corte mohicano.


—¿Cómo está Pedro? —pregunta, genuinamente interesado.


—Bien. —Muerdo una sonrisa—. Me quedaré en su casa esta noche. 


Su rostro se arruga y chasquea su mano hacia mí.


—No quiero saber.


Al crecer, mi hermano y yo nos contábamos todo. A pesar de que teníamos nuestros propios amigos en la escuela, siempre nos gustaba volver a casa y pasar el rato uno con el otro, compartiendo chismes sobre los otros chicos. Continuamos compartiendo secretos e información hasta que ambos nos convertimos en sexualmente activos... después de eso, se puso muy incómodo, sobre todo cuando Agustin empezó a dormir con algunas de mis amigas.
En el bolsillo oculto en mi vestido, mi teléfono suena. Sé que es Pedro o Damian. Están cerrando el gimnasio temprano esta noche y me dijeron que llamarían para dejarme saber cuándo esté todo cerrado. Deslizo el teléfono de mi bolsillo y miro la pantalla “Damian”, como lo había pensado. 

Tomando la llamada como un “todo bien”, lo dejo sonar, sabiendo que no es nada importante. 

—¿Es Pedro? ¿Te tienes que ir? 

Niego con la cabeza. 

—No, es el entrenador de Pedro, Damian. Dijo que me llamaría cuando el gimnasio esté cerrado.


—Bien. ¿Cómo le está yendo al gimnasio, de todos modos?
Sonrío ampliamente. 

—Va muy bien, en realidad. Hemos triplicado nuestras inscripciones.


Mi teléfono vibra de nuevo, llamando mi atención y frunzo el ceño. 

—Dame un segundo. —Agarro mi teléfono. 

—¿Damian? 

—Paula... —suspira en un tono que envía pavor en espiral a la boca de mi estómago—. Me dirijo a casa de Pedro ahora... creo que deberías encontrarme allí. 

Estoy mirando la parte superior del escritorio y veo nada más que la cara de Pedro. 

—Pau… —Mamá sale de la cocina y la silencio con un destello de mi palma.


—¿Está todo bien? —pregunto lentamente, preguntándome qué demonios podría haber sucedido en el gimnasio.

—No, en realidad no. —Pieza por pieza, recita lo que Dom les había hecho. 

Mamá y Agustin me miran y puedo ver sus bocas moviéndose mientras hacen preguntas, pero no puedo oírlos. Al final, mis manos tiemblan y mi visión se pone vidriosa sobre una neblina roja. ¿Dom los atacó en el estacionamiento? ¿Pedro está herido? 

—Estoy en camino. 

Cuelgo y salto de mi silla, pasando mis dedos por mi cabello.


—¿Pau? —pregunta Agustin, con el rostro duro—. ¿Qué está pasando?


—Uh. —Niego con la cabeza, incapaz de repetir lo que Damian me dijo. 

—¿Pauly? —dice, usando su apodo para mí. Ha pasado tanto tiempo desde que lo he oído que se aclara de inmediato mi cabeza. 

.
—Pedro está herido. 

Mamá jadea, alzando sus dedos para tapar sus labios.

—Me tengo que ir. 

Deslizo mi teléfono en mi bolsillo y corro a la cocina, agarrando mis llaves del gancho.

—Te llamo más tarde —le digo a mamá sin mirar por encima de mi hombro—. A ti también, Agustin.

Cierro la puerta de un golpe detrás de mí y mi corazón comienza a correr,cuando capto todo. Miro mi teléfono. ¿Por qué no me ha llamado? Prácticamente salto en mi auto y acelero, yendo muy por encima de la velocidad límite. En el portavasos mi teléfono zumba y a pesar de los riesgos, lo agarro y leo el mensaje. 
 
DE: PEDRO. HORA: 7:08 PM  
Iré a la cama temprano esta noche. Cansado. 
Lo siento.
Dejo caer mi teléfono y presiono más fuerte el acelerador. Sacudo mi cabeza,molesta que él no mencionara que está herido en su vago mensaje de texto. Sé que no quiere verme, pero no daré la vuelta, no cuando sé que está lastimado.

CAPITULO 165




Después de ver a Dom, el entrenamiento pasó volando y Damian pareció estar impresionado con mi concentración “agresiva”. Ayudó el imaginar la cabeza de Dom en el cuerpo de Luciano, aunque no creo que Jackson lo apreciara mucho.
Especialmente cuando lo golpeé muy duro y le abrí el labio. Paula vio todo el entrenamiento de piso, pero huyó de la habitación una vez que lo llevamos en la jaula.
Más tarde, volvió para decirme que se iba a casa y que me vería en mi casa esta noche. La acompañé a su coche solo para estar seguro, a pesar de que me dijo que era innecesario. 


—¿Listo para irnos? —pregunta Damian, apagando las luces de la sala de entrenamiento y sacándome de mis pensamientos de esta tarde. 


Es tarde, el sol apenas está lo suficientemente alto como para producir la iluminación adecuada. Todo lo que quiero es ir a casa, tomar una ducha, y pasar el resto de la noche en la cama con Paula. 


—Sí. —Agarro mi camisa y tiro de ella por encima de mi cabeza. 


Mis brazos se sienten débiles. Pasamos todo el día en el gimnasio trabajando en la mejora de las técnicas y lo único que quiero es descansar.
Damos un paseo por la sala y le damos a la zona principal una mirada por encima antes de deslizarnos por la puerta con llave detrás de nosotros. 


—Mañana a las 06 a.m. 


Asiento.


—Lo tengo.

Pesco mis llaves del bolsillo y de la nada un puño me da duro en mi riñón,lanzándome hacia adelante. 

—Qué caraj… —gruño mientras otros golpes de puño me dan al lado de mi mejilla, haciendo que mi cerebro ruede en mi cabeza. En defensa, me lanzo hacia delante, bajando un brazo y golpeando a alguien en las costillas. Antes de que pueda lanzar otro, un puño conecta con mi boca y me comienza a arder mientras un viejo corte da contra mis dientes. Brazos gruesos se apoderan de los míos,tirando de mí y levantándome para mirar al hombre frente a mí. Mis ojos buscan sobre una cabeza calva y ojos de color verde oscuro. 

—Hijo de puta —gruñe. Su brazo se ajusta y cierra de golpe en mis costillas,forzando mi aire hacia fuera—. ¿Crees que me puedes faltar el respeto?  

Otro golpe a las costillas me hace encorvar de dolor. Mierda. Duele respirar.
Dom agarra un puñado de mi cabello y escupo sangre hacia él. Qué diablos, está atacando en el estacionamiento de forma inesperada. 

—Hey, Pedro, mañan… —Sigo mis ojos a Dom mientras se azota alrededor para ver a Damian allí de pie. Las llaves del coche de Damian se estrellan en el concreto y toda emoción sale de su cara. Tiene una mirada fría en sus ojos, como si estuviera sin sangre. Empieza a ir hacia Dom y cuando lo alcanza, Dom lanza un gancho de derecha que hace que Damian se mueva antes de que su puño conecte con la mandíbula de Dom. Dom tropieza bajo la fuerza del golpe de Damian,aturdido con que un hombre de esa edad pueda mecerlo con un puñetazo. De repente, me suelto y no pierdo nada de tiempo yendo hacia adelante para ayudar Damian. Los amigos de Dom lo empujan fuera del camino, ocultando al hombre detrás de su espalda y van con mano dura sobre Damian y yo.
Damian se sostiene, defendiéndose de dos chicos que tomo al final. Es lento comparado conmigo, e incluso con el dolor punzante en mi pecho, doy un puñetazo de un millón a uno. Agarro su cabeza y la arrastro hacia abajo antes de cerrar mi rodilla en su nariz. Siento sangre caliente, pegajosa filtrarse por mi pierna y dejo que el chico se vaya mientras tropieza hacia atrás apretándose el rostro. Damian está acurrucado en el suelo junto a mí mientras dos hombres lo patean con toda la fuerza que tienen. Me pongo en marcha hacia ellos, pero Dom se une a la pelea de nuevo, saliendo de la nada y se empuja a sí mismo hacia mí.
Tropiezo hacia atrás mientras agarra el cuello de mi camisa y se columpia. Solo consigo agarrarlo mientras se quita la camisa y ofrece otro fuerte golpe en mis costillas. Me brota el dolor y mis rodillas se doblan. Caigo al suelo, gimiendo y apretándome los lados.

—Aprende a tener puto respeto —gruñe antes de silbarle a sus perros e irse fuera. 

Gimiendo, me arrastro sobre mis pies, sosteniendo mis costillas. No vi esa venir y estoy demasiado herido para estar enojado en este momento, pero mañana, cuando mi cerebro no esté hinchado contra de mi cráneo, será un hombre muerto. Observo mientras Damian se jala poniéndose de pie, con el rostro ya con moretones.


—¿Estás bien? —le pregunto, escupiendo sangre sobre el concreto.


—No te preocupes por mí. —Tose y hace una mueca, apretando su estómago—. Yo no soy el que tiene una entrevista la semana que viene, mira el tamaño del corte en tu labio.


Paso mi lengua, sintiendo el dolor de inmediato. Damian se estira y comienza a tocarme, asegurándose de que nada esté roto y por suerte, nada se siente roto.
Esos bastardos débiles no podían incluso hacer un trabajo decente. 

—Él va a mald…


—No hagas nada, Pedro —Damian exhala, pasando sus manos por su cara.


Todo dolor se drena de mi cuerpo. 

 
—No hablas en serio.

—Tenemos que enfrentar esto profesionalmente, con la policía y todo. No puedes arriesgarte a perder tu carrera por esto. 

 
—¿Qué pasa si hubiera estado con Paula esta noche? ¿Y si ella salía lastimada en vez de ti?  

Sus cejas se arrugan. 

 
—Eres mi principal preocupación, no ella. 

 
—Al diablo con eso —digo.

Estoy demasiado cansado y demasiado maltratado para esta mierda.
Dejando caer mi mirada, meto mis manos en el bolsillo, con rabia hurgando por las llaves. Cuando las consigo, me vuelvo de Damian y voy como una tormenta a mi coche.
Haciendo una mueca, me deslizo dentro y cierro la puerta antes de encender mi coche y alejarme. Los dolores de mi cuerpo se desvanecen mientras trato de pensar en algo que decirle a Paula. No quiero que venga esta noche. No quiero que me vea así.