miércoles, 4 de junio de 2014

CAPITULO 203




La mano de Vanesa se mueve incontrolablemente en la mía, ella apenas puede contener su emoción al entrar en el Spearmint Rhino. Ama los clubes, pero le encantan los clubes de stripteases aún más. Según ella, los hombres te dejan sola en los clubes de stripteases y se centran más en los pechos desnudos ya provistos en lugar de tratar de liberar los tuyos de tu vestido.


En el interior, el club está decorado con una gran cantidad de negros y dorados, todo parecía seguir ese código de color estricto. A diferencia del Polaris en Boston, el Spearmint Rhino extrañamente ofrece un ambiente más casero, lo cual es probablemente la cosa más extraña que alguna vez he pensado en mi vida.  


En este club, no me siento sucia. La chica pelirroja que hace lo propio en el estrecho escenario no está totalmente desnuda y eso me hace sentir mejor... aunque todavía puedo ver sus pechos falsos, duros y oscuros pezones erectos.


Siento que Pedro coloca su mano baja en mi espalda.

  
—Una palabra y nos iremos, ¿de acuerdo? —me dice, su aliento acariciando mi oreja. Asiento. Una palabra y me puedo ir a casa, eso es todo lo que se necesita.


Relajándome, inhalo profundamente, absorbiendo el aroma de whisky y Coca-Cola.


Seguimos a Luciano hacia un pequeño grupo de sillas negras en la esquina más alejada de la habitación.


—Aquí estamos, agradable y aislado para los ojos tímidos de Paula, pero no demasiado lejos para que el resto de nosotros disfrute del espectáculo.


Sonrío, sabiendo muy bien que Luciano está metiéndose conmigo y mi timidez por estar en un club de striptease. No me importa, estoy contenta de que él fuera lo suficientemente considerado para no conseguirnos asientos justo debajo del escenario. Sin sentarse, Damian se va y nos trae de vuelta una ronda de bebidas. Ya estoy teniendo dificultades para mantener los ojos abiertos y evitando que las líneas definidas se desenfoquen en otra. Y estoy tratando bastante de ignorar la presión que siento en la parte delantera de mi frente, detrás de mi ceño.  

Traigo la copa de vino que él coloca frente a mí hacia mi nariz, es vino tinto de algún tipo. Me tomo un trago y este baja suavemente, no ardiendo como los tragos que he estado tomando toda la noche, y la sensación de tener algo tan afrutado y suave deslizándose por mi garganta es refrescante. Después de que se reciben las bebidas, hablamos de la próxima pelea. Pedro no parece tan dispuesto a unirse a la conversación y yo sé que es porque está nervioso. No sé lo que pasa con él, por lo general es tan seguro que bordea la obsesión, pero cuando se trata de pelear puede ser tan reservado, como que piensa que no es lo suficientemente bueno. Me salgo de mi silla y voy directo a su regazo. Me entrega su bebida y sus labios se curvan en una sonrisa encantadora mientras envuelve sus brazos a mi alrededor.   

— Sabes que, una hermosa chica está sentada en mi regazo y ni siquiera tuve que pagar por ello.


Me río.   

—¿No eres afortunado?


—Extremadamente afortunado. —Sus dedos bailan alrededor de mi muslo,jugueteando con el borde de mi vestido.


Me inclino para besarle, pero un tipo en un traje muy bonito con tres chicas en el brazo se pasea por delante de nosotros en una nube de risitas y susurros,distrayéndome.


—Eso me resulta familiar. —Desliza Luciano, arrastrando mi atención y la copa a sus labios. 

Debajo de mí, siento el cuerpo de Pedro ponerse rígido y bajo la mirada hacia él. Toma su copa de mis manos y toma un sorbo incómodo, sin apartar los ojos de Luciano. 

—¿Familiar? —pregunta Vanesa con curiosidad—. ¿Has tenido tres mujeres?¿A la vez?


—No yo, no tengo suficiente energía para entretener a tres mujeres. —Sus ojos parpadean hacia Pedro y luego su sonrisa de suficiencia se desvanece cuando se da cuenta de lo que pasa.


¿Quiere decir Pedro? ¿Pedro ha tenido a tres mujeres a la vez? Echo un vistazo a Pedro de nuevo, cuyos ojos ya no están en Luciano, sino en mí. Él está tenso, como si estuviera esperando que me asuste. Débilmente, en el fondo mezclado con música sensual y animada charla, oigo a Vanesa iniciar una nueva conversación,en un intento de olvidar la última. Espera... ¿Por qué está Pedro tan preocupado?¿Cuándo lo hizo con tres mujeres? ¿La última vez que estuvo en Las Vegas?¿Cuándo él estaba luchando Dom? 

—¿Tres? —escupo, sintiendo mis propios ojos abrirse como platos. Echo un vistazo de nuevo al resto del grupo. Están involucrados en una conversación nueva, ignorándonos a Pedro y a mí. Pasan unos segundos y los tres se levantan de sus asientos y se pasean hacia la barra.


Pedro se encoge, sacudiendo la cabeza.  

—Eso no fue agradable... él no debería haber dicho nad…

—¿Cuándo? ¿La última vez que estuviste en Las Vegas? 

Frunce el ceño, pareciendo casi agitado.  


—No, yo estaba contigo la última vez que estuve en Las Vegas. Lo hice cuando estaba aquí en mi vigésimo primer cumpleaños. 

La voz de Pedro disminuye unos decibelios y dejo escapar un suspiro que no sabía que estaba conteniendo. No sé por qué estaba esperando que me dijera que lo hizo cuando estábamos juntos... Estoy acostumbrada a ello, supongo. 


¿Cuán patético suena eso?¿Está avergonzado? No, no puede ser. ¿Pedro Alfonso avergonzado de algo que
ha hecho? Ahora lo he visto todo.


—¿Te acuerdas de ellas? —le pregunto, nunca perdiendo el contacto visual.


—No.


—¿Te acuerdas de mí?


Pregunta con trampa. Sé que lo hace, pero quiero oírselo decir. Quiero que me diga lo hermosa que soy en comparación con ellas. Quiero que me diga que soy la única con la que alguna vez quiere estar. Todas las chicas quieren eso cuando hacen este tipo de preguntas. Buscamos elogios y confianza. Ninguna chica va a admitirlo, pero es la verdad. Siempre queremos que nos digan lo mucho mejor que somos que la última chica. Siempre. Incluso cuando somos comparadas con nuestras mejores amigas, queremos ser puestas arriba. Las chicas, pueden ser criaturas vanas.


El rostro de Pedro no decae ante mi pregunta, sus intensos ojos todavía me penetran con el mismo brillo oscuro.


—Cada cima y depresión, cada cicatriz, cada jodida peca. 


—Entonces... —digo, lentamente— no tenemos ningún problema.


Él me mira con atención, tratando de descifrar si estoy jugando con él o no.


¿Quién soy yo para sostener lo que hizo antes de conocerme en su contra? Sé que soy culpable de ello, sobre todo después de mi pequeño arrebato en California,pero desde entonces me he dado cuenta que cuando conoces a alguien nuevo, se trata de empezar de nuevo. No puedes tomar el pasado de alguien y lanzarlo en su rostro. Se llama pasado por una razón.


—Cuando bebo me pongo un poco fuera de control. Me enojo y me excito y no puedo parar... —Confiesa con una pequeña mueca en su rostro.


Aquí estoy yo pensando que está traumatizado lo suficiente por su madre como para no beber, pero es porque es un borracho agresivo, cachondo y a él no le gusta. Qué inesperado...


—¿Y se lo hiciste a todas tres? 


Él asiente. 

 
—A las tres.

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