viernes, 31 de octubre de 2014

CAPITULO 245



Abro los ojos y me encojo por las luces brillantes. Siento todo mi peso corporal siendo suspendido por encima del suelo mientras soy llevada a mi habitación. Mi cabeza da vueltas peor de lo que lo hizo en el coche y si no lo conociera, diría Pedro me daba vueltas y vueltas y vueltas por el simple gusto de hacerlo. Me quejo y me aprieta contra él con una risa ligera.


―Ya casi llegamos.


Mis párpados están pesados, tan pesados como piedra y cierro los ojos de nuevo. La próxima vez que los abro, me está llevando por las escaleras, a través de la habitación y al baño. Él me baja y me apoya contra la pared, todo mientras mantiene un control firme sobre mi hombro. Me mira con sus repentinamente brillantes, ojos marrones mientras me apoyo en mis talones.


―Voy a desvestirte, nena, y a la ducha, ¿de acuerdo?


Me río mientras un sentimiento lúdico burbujea a la superficie.


―Me encanta cuando hablas sucio.


Se ríe una vez, sus ojos capturando los míos.


―Estoy seguro de que sí, pero me refiero a los negocios en estos momentos.


―Estoy segura de que sí ―me burlo, haciendo mi mejor imitación de Pedro.


Agarro el cuello de su camisa y lo tiro hacia mí―. Vamos a tener un poco de diversión.


Él aplasta su cuerpo al mío, me presiona contra la pared, colocando su rostro a centímetros del mío. Abejas llenan mi panza, amenazando con arrancar a través de la mucosa y causar estragos en otras partes de mi cuerpo.


―Por mucho que me gustaría darte un buen momento, estoy en un horario apretado esta noche y no puedo dejar pasar la cena.


Cojo mi labio entre los dientes y hundo mis dedos alrededor del borde de su camisa. Entre mis piernas, hay un agonizante y caliente ritmo pulsante y no me es posible permitir que se vaya por el momento.


―A quién le importa si te pierdes la cena... puedes comer el postre si te quedas.


Sus párpados se hacen pesados y sus ojos se estrechan, mareándome más allá de cualquier cosa que haya sentido antes. Puedo ver los engranajes trabajando detrás de sus ojos; está tratando de encontrar una manera de hacer que funcione, quedarse conmigo. Sus ojos revolotean cerrados y expulsa una exhalación calmante. Cuando los abre, los cortes lujuriosos que me gustan tanto se han ido.


―Esta cena es importante.


Mi cara cae y suspiro, dándome la vuelta. Creo que puedo mantener mis pantalones por una noche por lo menos.


―Está bien, voy a comportarme. Desabróchame.


Tiernamente cepilla mi cabello a un lado, pero en el breve instante que la punta de su dedo toca la piel en la parte de atrás de mi cuello, mi cuerpo entero está en llamas con una intensidad volcánica de nuevo. Siento el arrastre del cierre a lo largo de mi espalda e incluso oigo a Pedro soltar una pequeña exhalación mientras empuja el vestido rosa de mi cuerpo. Dejo caer mi frente contra la pared de azulejos mientras él corre su pulgar por mi espina dorsal. Arriba y abajo, arriba y abajo. Sonrío.


―¿Has cambiado de opinión, Pedro? ―bromeo, arqueando la espalda ligeramente.


―La cena es importante ―dice otra vez, pero creo que es más para él que para mí.


Desabrocha mi sujetador y cae a mis pies. Espero unos segundos, rogando para que sus dedos se curven alrededor de mi ropa interior, pero no pasa nada.


No se mueve a despegar mi última pieza de ropa, así que me doy vuelta. Su mirada cae rápidamente a mis pechos antes de volver a mi cara. Doy un paso más cerca, feliz con el hecho de que me las arreglo para no tropezar o balancearme, y tomo su manos entre las mías. Lo acerco, poniendo sus manos justo debajo de mis caderas, justo en el borde de mi ropa interior.


―Una última pieza ―le digo, sonriendo diabólicamente.


Su rostro se aprieta junto con una ligera tensión que hace que mi corazón se acelere.


―¿Realmente necesitas mi ayuda con este pequeño pedazo de tela?


Asiento inocentemente.


―¿Qué pasa si me caigo? ―Él no se mueve y yo muerdo una sonrisa―.¿Qué pasa? ¿Tienes miedo de no ser capaz de salir una vez que esté desnuda?


Sus ojos se oscurecen al aceptar el reto. Nuestros ojos permanecen bloqueados mientras engancha sus dedos alrededor de mi ropa interior y los empuja de mis caderas y por encima de mi culo. Él se agacha mientras la arrastra suavemente hacia abajo de mis piernas para agruparla con el resto de la tela en el suelo. Casi inmediatamente, sus manos vuelan a mis piernas y siento su boca en la cara interna del muslo, besándome suavemente. Gimo y me apoyo en la pared mientras mis rodillas tiemblan, amenazando con doblarse. Empujo mis dedos por su cabello y deja de besarme para descansar su cabeza contra mi muslo.


―Cena. Tengo que ir a la cena ―murmura antes de empujarse sobre sus pies. Se gira y abre la puerta de la ducha.


―Oye. Vaya manera de ser un provocador.


Con un rápido gesto de su mano, desplomo mis hombros y paso en el interior. Empuja la cabeza de la ducha fuera del camino y abre el grifo. El agua fría rebota en las baldosas y pega en mi piel, haciendo que la piel de gallina entre en erupción. No mucho después, el agua se vuelve caliente y soy capaz de permanecer bajo el flujo. El agua se siente bien, ya que cae a plomo sobre mi cuello y mis hombros. 


Despeja mi cabeza y fuerza a algunos de los efectos del alcohol retroceder. Todo el tiempo que me encuentro bajo el chorro, mi cuerpo se niega a pasar por alto la presencia de Pedro. Él todavía está de pie con la puerta abierta, mirándome.


―¿No tienes una cena a la que llegar? ―pregunto, mordiendo una sonrisa.


―Voy a prepararme una vez que estés seca y en la cama. No quiero que resbales y fractures tu cuello mientras estoy fuera.


Tan dulce y cariñoso, como siempre. Me doy vuelta y me inclino para coger el champú, haciendo maldecir a Pedro detrás de mí.


―Disfrutas haciendo esto realmente doloroso para mí, ¿no?


Enderezo mi postura y miro por encima mi hombro, batiendo mis párpados.


―No tengo idea de lo que estás hablando.


Aprieto el champú en mi cabello y masajeo mi cuero cabelludo. Cierro sus ojos mientras inclino mi cabeza hacia atrás y dejo la cruda corriente de agua caer en mi cabello. 


Hago lo mismo con el acondicionador, pero mientras aprieto en mi mano, aprieto demasiado duro y el exceso de líquido se derrama. Se cae sobre mi pecho, cubriendo mi pecho izquierdo. Haciendo caso omiso de eso, pongo el acondicionador a través de mi cabello y masajeo los extremos antes de inclinar la cabeza hacia atrás bajo el agua. Mientras froto el jabón de mi cuero cabelludo, siento su cálida mano grande cerca alrededor de mi pecho. Me pongo rígida y salgo del flujo de agua y abro los ojos. Él está en la ducha, con ropa y todo. La imagen de su camisa medio húmeda y pantalones empapados envía mi ritmo cardíaco al cielo como cohetes, prendiéndome fuego. Cierra los ojos.


―Tengo una cena importan…


―Si dices cena una vez más, lo juro por Dios que voy a patearte el culo. ―Sus ojos se abren y las ramas de miel en sus irises brillan, haciendo que mis entrañas se iluminen, también―. No saltaste en la ducha completamente vestido para decirme que vas a cenar, ¿verdad?


Sacude su cabeza y doy un paso más cerca. Mientras choco contra él su camisa se pega a mi cuerpo mojado.


―¿Qué va a ser, Pedro? ¿Cena o postre?


Miro de cerca cómo se pasa su lengua por el labio inferior, pensando en qué hacer a continuación, y ruego que no escoja salir. Quiero que se quede aquí conmigo. Espero pacientemente en el exterior a que él diga algo, cualquier cosa.


Se mueve abruptamente luego, tirando de su camisa por la cabeza.


―Enviaré a Damian a la cena. Puede hablar en mi nombre.


Su camisa cae de su mano y golpea el suelo de la ducha con una palmada pesada. Su mano encuentra mi cadera y jadeo mientras me tira contra él.


―¿Segura que no estás muy borracha? ―pregunta, corriendo un mechón mojado de cabello fuera de mi cara.


Engancho mi dedo bajo su cinturón.


―Podría estar sobria o completamente intoxicada y todavía te querría.


Poco a poco, dolorosamente, baja su boca a la mía. Pero antes de que me toque, dice sonriendo diabólicamente:


―Date la vuelta, pon tus manos en la pared y abre las piernas.


Emoción burbujea dentro de mí. Debí haberme burlado de él demasiado.


Pedro solo es controlador y exigente en el sexo por dos motivos: uno, que no hemos tenido sexo en mucho tiempo, o dos; me he estado exhibiendo delante de él durante demasiado tiempo y ya no puedo esperar. Sin ninguna queja de mi parte, me doy la vuelta y hago exactamente lo que me dice.

CAPITULO 244




PAULA


Luciano y Maca ocupan la mitad delantera del coche, dejándonos a Pedro y a mí solos en la parte de atrás. Tiro del botón de los pantalones de Pedro y me palmea. No puedo evitar una risita mientras trato de conseguir sus pantalones abiertos otra vez.


―Paula ―me advierte, con voz baja y áspera―. Mantén tus manos para ti misma.


Me hubiera sentido amenazada si no estuviera mordiendo una sonrisa. Me siento en mi silla, me agacho, y silenciosamente desengancho mi cinturón de seguridad. 


Entonces, me retuerzo en mi asiento y miro a Pedro. Él mira pasar los edificios más allá de nosotros, completamente ajeno a mi próximo ataque. No voy a hacer nada, al menos no mientras Luciano y su hermana estén aquí, pero me gusta hacer que se sienta incómodo, como tantas veces lo hace conmigo. Pongo mi mano en su rodilla, y sus labios se contraen. Subo aún más, moviendo mis dedos a lo largo como una costura. Me mira de reojo y le sonrió inocentemente.


Cuando llego a la mitad de su muslo, Pedro desabrocha su propio cinturón de seguridad y yo grito cuando me sujeta, me sostiene en sus fuertes brazos, y me empuja de plano contra el asiento de atrás. Me aplasta bajo su peso hasta el punto de no poder respirar, y trae su boca junto a mi oreja.


―¿Esto es lo que quieres?


―Quería atención ―le digo, sin aliento―. Pero esto es bueno, también.


Me estremezco cuando su cálida lengua traza el lóbulo de mi oreja y mi cabeza da vueltas, la mayor parte es debido al alcohol, que yo sepa, pero hay una pequeña parte de mi cerebro que se siente como que está separada y girando en dirección opuesta. Esa sección gira solo porque él está cerca. Su limpio aroma llega a mí e inhalo pesadamente.


―Te olvidaste ―susurra, besando el lóbulo de mi oreja.


―¿Me olvidé?


Pedro se levanta a sí mismo de mí y mis pulmones se inundan de oxígeno.


Uso mis codos para empujarme en una posición sentada y apoyo mi cabeza contra el respaldo del asiento para evitar que me vuelque de nuevo. La expresión de Pedro se comprime; sus labios fruncidos en una delgada línea.


―Te olvidaste que tenemos la cena en una hora.


Me tenso. Luciano se agacha y enciende la radio, dándonos a Pedro y a mí un poco más de privacidad. Maca mira por encima del hombro, con los ojos abiertos y preocupados. Oh no. Tiene razón, lo olvidé. Durante dos semanas he recordado esta cena... ¡Y jodidamente la olvidé!


―Mierda ―pronuncio, presionando la palma de mi mano en mi frente―.Me olvidé. Lo siento mucho. No me…


―Está bien ―dice simplemente.


Me muevo en mi asiento, acercándome a él. Rastrillo mis dedos por mi cabello y palmeo mi cara un par de veces. Pedro agarra mis manos en las suyas grandes y cálidas y tira de ellas en su regazo con una risa gutural.


―¿Qué estás haciendo?


―Estoy despertándome ―le digo.


―No hay necesidad. No vienes. ―Estira su mano y me acaricia la mejilla―. Vamos a llevarte a casa, ponerte en la ducha, y llevarte a la cama. Voy a ir solo.


Aprieto su mano antes de dejar caer mi cabeza en su hombro. No voy a discutir. No estoy en estado para estar caminando en un vestido ajustado y tacones.


―Realmente lo siento.


―Sé que lo haces, pero no lo hagas. Está bien, de verdad.


―¿De verdad, de verdad?


Reflexiona por un segundo antes de sonreír.


―De verdad, de verdad. Te llevo a todas mis presentaciones. Te mereces una noche libre.


Mi corazón se hincha. A veces, tengo miedo de la reacción de Pedro a las cosas.


Puede ir en cualquier dirección, y la mayoría de las veces, sus reacciones van al sur, pero de vez en cuando me lanza una bola curva. Son las bolas curvas por las que vivo. Me mantiene en ascuas y mantiene nuestra relación impredecible...como a mí me gusta. Agarro su cara y lo jalo hacia mí antes de aplastar mis labios a los suyos. Espero que él se aparte, en cambio, abre la boca para mí y sumerjo mi lengua dentro. Todo mi cuerpo vibra cuando su mano áspera se desliza por uno de mis muslos, corriendo la tela más y más alto. Quiero más. Mi corazón amenaza con abrirse camino fuera de mi pecho y sé que si abro los ojos y veo su cara, voy a estallar en llamas.


―¿En serio? ¿Ahora? ―se queja Maca desde el asiento delantero, poniendo la música más fuerte―. Ustedes dos son asquerosos.


Pedro muerde mi labio inferior y aleja su deliciosa boca. 


Hago pucheros y me acurruco de nuevo en él. Quiero darle un beso para siempre. Quiero sentir la adrenalina que su cuerpo crea dentro de mí. Cuando me toca, me siento como un volcán a punto de estallar, y cuando finalmente se desborde, todo mi ser estará caliente. El calor no puede ser apagado, se vierte lentamente, burbujeando y quemando todo a su paso. Es una fuerza imparable... un efecto secundario inevitable del potente toque de Pedro Alfonso.


Y no puedo tener suficiente.