miércoles, 4 de junio de 2014

CAPITULO 204




Siento que mi coño late ante la idea. Claro, estoy celosa, y sí, hay una masa de nauseabundas mariposas arremolinándose en mi estómago al pensar en él tocándolas como me toca, pero debajo de todo eso, hay deseo... deseo de ver este otro lado de él, de experimentar este otro lado. 


Traigo la bebida más cerca de él,levantándola hacia su boca. 


—¿Todavía quieres que beba? —pregunta Pedro con curiosidad—. Más y creo que voy a estar en camino de superar mi límite de seguridad.


Empujo el vaso un poco. 

 
—Sólo si prometes poner todo tu enojo y pasión en mí y no en tres mujeres extrañas. 


Sus cejas se arquean con incredulidad antes de poner un ceño decidido.
Arrebata la copa de mi mano y la traga en unos rápidos segundos. Se inclina sobre mí, su cuerpo casi aplastándome cuando pone su vaso sobre la mesa.


Cuando se aleja, arrojo mis brazos alrededor de su cuello y fuerzo mis labios contra los suyos. Normalmente no soy dada a las demostraciones públicas de afecto, pero hay suficientes tetas desnudas en esta sala para desviar la atención a una pareja besándose en la esquina trasera de la sala. 


Pedro se aleja mientras los altavoces anuncian a una nueva bailarina y sus ojos se dirigen al escenario. Después de unos segundos, siento que todo su cuerpo se pone rígido y arrastro mi mirada de sus labios a sus ojos. La chispa colorida de lujuria, ida; reemplazada por rabia oscura. En un movimiento rápido, se sale de debajo de mí, poniéndome rápidamente de espaldas en el sofá. ¿Qué demonios?



A lo lejos, oigo el sonido de un taburete de metal chocando con el costado de la barra y esto me obliga a salir de mi estupor confundido, cuando Damian pasa justo por mi sofá y detrás de Pedro, con Luciano a remolque.  

Me levanto sobre mis codos antes de sentarme y balancear mis piernas por el borde del sofá. Miro a Pedro abrirse paso entre las sillas, hombres de negocios encaprichados y solteros ruidosos para llegar al escenario. La chica solitaria en el escenario, hacia la que él parece estarse dirigiendo, es ajena a su acercamiento,


Luciano y Damian son incapaces de alcanzarle antes de que salte sobre el escenario de un solo salto. 

—¿Qué diablos está pasando? —exige Vanesa mientras ella cae en el asiento de al lado mío.


Las dos miramos a Pedro agarrar a la chica en el escenario. 


Ella se ve genuinamente aterrorizada al verle y desesperadamente intenta cubrir sus pechos y la pequeña tanga de tiras azul claro.  

—¿Qué mierda, Pau? —Vanesa respira, agarrando mi muñeca.


No hablo mientras observo a Pedro y a la chica gritarse silenciosamente el uno al otro. En el momento en que Luciano y Damian llegan al escenario, los porteros ya están allí, tratando de contener a Pedro, pero él es demasiado poderoso para ellos.  

Cuando los empuja, ellos tropiezan varios metros hacia atrás antes de encontrar su equilibrio de nuevo. La chica intenta huir a través de las puertas por las que vino, pero agarra su muñeca, obligándola a quedarse con él. Su largo cabello negro azota alrededor y su rostro está enrojecido tanto por la vergüenza como por la ira. No puedo ver todos los mínimos detalles desde aquí, pero no me gusta quemella sea tan bonita.


—¿Quién es esa? ¿Sabes quién es?


Una vez más ignoro a Vanesa, desconsoladamente inmersa en la escena delante de mí. Seguramente me estoy imaginando esto. Quien sea esta chica, a Pedro no le gusta que se desnude en frente de toda esta gente, y la forma en que la maneja con tanta agresividad y posesión pone nudos en mi estómago. Desde los oscuros rincones del club, seis guardias de seguridad marchan al escenario e inmovilizan a Pedro. Ellos se devuelven, arrastrando a un Pedro cabreado desde el escenario mientras la chica desaparece detrás de las puertas del personal. Salto del
sofá y me dirijo a las puertas mientras Pedro es forzado a salir del club.


Fuera, Damian tiene a Pedro contra la pared, tratando de calmarle, y Luciano está en la acera, llamando a un taxi. 


Todo está sucediendo tan rápido y mi cerebro mareado no puede procesarlo todo. Mi cabeza gira como resultado de todo el alcohol y la escena que acaba de suceder ante mí. 


No puede ser lo que creo que es... No hemos estado en Las Vegas el tiempo suficiente para que él encuentre a alguien más... ¿no?


Un taxi se detiene casi de inmediato y es blanco, completamente diferente a los amarillos que tenemos en Portland, no que eso sea una pieza importante de
información en este momento. Pedro empuja a un lado a Damian y veo como se dirige furiosamente hacia el taxi. Él jala la manilla abriendo la puerta y se vuelve hacia mí.  


—Entra.


Doy un paso hacia adelante y entonces me detengo.  


Pedro


—Jesús-maldito-Cristo, —espeta él—. ¡Dije que entres!


Echo un vistazo por encima de mi hombro a Vanesa y ella cruza los brazos apretados sobre su pecho.


—Paula, no tienes que ir con él, —me dice, escupiendo la palabra “él” como si esta llenara su boca con un mal sabor.

—Mantente fuera de esto, Vanesa —exige Luciano y Vanesa abre la boca, a  punto de protestar.  

—Está bien —le digo, orgullosa de cuan estable sale mi voz—. Te llamaré más tarde.

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