lunes, 7 de abril de 2014

CAPITULO 15



Llegamos al Bar Lux Lounge y el guardia de seguridad nos permite entrar directamente porque él y Vanesa son amigos. 

Por supuesto que lo son.

Probablemente es amiga de todo el personal dentro. Nunca he estado en Lux antes y cuando entramos en el club estoy impresionada. No es como los otros clubes en los que he estado. Exclusivo es un eufemismo. Hay gente en los sofás que lo rodean y el piso está iluminado por luces LED azules que conducen hasta el bar justo delante de nosotras. Es imposible pasarlo por alto. 

Es enorme, blanco y brillante. Cinco camareros atienden el bar y están rodeados de gente gritándoles órdenes. Ni una vez las sonrisas salen de sus caras.

Este lugar rezuma elegancia estéril y tal vez voy a pasarlo bien después de todo. Selena entrelaza sus dedos con los míos y me tira a su lado en el bar. Pasamos mucho tiempo allí, recibiendo bebidas gratis de los chicos que quieran bailar. 

Algunos son calientes y otros… no lo son. De cualquier
manera, les prometemos que bailaríamos después. Sólo esperaba que se desmayaran antes. 

Cuando probablemente tuve demasiado de beber,dejamos el bar y nos dirigimos a la pista de baile. Bailamos fuerte y rápido,balanceando nuestras caderas y sólo bailando una con la otra. 

Me doy cuenta de que Vanesa está realmente tratando de hacerme pasar un buen rato. Ni una sola vez ha bateado un párpado hacia un chico a pesar de que un montón de ellos le daban su atención. Quiere que vea que esta noche se trata de mí, ella y nuestra amistad. Eso es exactamente lo que necesito.

Hablé demasiado pronto cuando grandes manos agarran mi cintura alejándome de Vanesa.
―Baila conmigo ―murmura él en mi oído. 
La miro con los ojos abiertos mientras el tipo me agarra fuerte. 
“Ayúdame” le gesticulo a Vanesa, pero ella levanta sus cejas y se encoge de hombros, señalándome que me dé la vuelta. De mala gana, me doy la vuelta y el hombre que prácticamente me está manoseando no está tan mal. 
Tiene el cabello oscuro y largo que se enrosca debajo de la barbilla y sus ojos son de un hermoso azul que refleja el suelo radiante debajo de nosotros. Bajo su traje de negocios, siento su cuerpo duro como roca. Mi cabeza nada por el alcohol y a mi habitual ser cuidado en realidad no le importa. A la mierda. 
Voy a aceptar. Bailo con él, dejando que sus manos recorran todo mi cuerpo.

No provoca una emocionante sensación en mi estómago como lo hacen los ojos de Pedro, pero es lo suficientemente caballero como para no sumergirse en mi sujetador o mi ropa interior y lo agradezco. El desconocido me gira por lo que quedó mirando a la otra dirección y mi culo presiona contra su… ya saben. 

De repente me siento incómoda y me las arreglo para espabilarme un poco. Esta no soy yo. Trato de alejarme del hombre, pero sus manos me mantienen firme en el lugar. 

Ansiosamente busco a Vanesa en la multitud, pero no puedo verla. Las luces parpadean encima de mí, capturando mi atención. Es la zona VIP. Unas pocas personas se inclinan en la barandilla mirando a los bailarines debajo de ellos. Otros están descansando en sofás riendo debajo de candelabros inmaculados. 

Los examino con la visión borrosa hasta que atrapo un par ojos familiares, deteniéndome en seco al instante.

Pedro.  

Su aspecto me golpea como una tonelada de ladrillos y me vuelvo aún más sobria. De repente, me da vergüenza estar moliéndome contra un extraño. El desconocido no se da cuenta que ya no quiero bailar y me jala aún más cerca de él. Coloca su cabeza en ángulo y su lengua caliente viaja por el lado de mi cuello antes de presionar sus labios con impaciencia contra mi piel. 

Siento que voy a vomitar. Mi cabeza gira y mis piernas se tambalean. Los ojos de Pedro permanecen en mí todo el tiempo y su amigo, el que llevaba una gorra roja en el restaurante, se acerca a hablar con él. Su mirada es intimidante y una vez más no puedo mirar hacia otro lado excepto él. Se ve positivamente increíble en una camisa de manga larga negra levantada hasta los codos, exponiendo sus gruesos antebrazos. Lleva su botella de cerveza a los labios y bebe un sorbo. Desearía ser esa botella de cerveza.

Una mano cálida se envuelve con dureza alrededor de mi brazo, apartándome de las manos del desconocido y lejos de la cara de Pedro. 

Me tropiezo a través de la multitud, dejando que quien sea que esté tirando de mí me arrastre fuera de la pista de baile. 

Cuando nos separamos de los bailarines, me sorprende no haber trastabillado con mis tacones ridículamente altos. La persona que me arrastra se vuelve hacia mí.

―¿Ramiro? ―le pregunto, confundida de que esté aquí.
Nunca viene aquí. Lleva su habitual equipo de levante: una extraña camiseta con chicas desnudas en ella y un par de jeans sueltos. Sus labios se mueven rápido, pero no puedo escuchar nada. La música está ahogando sus palabras.

―¿Qué?  
Me toma del brazo de nuevo y me tira fuera del club a través de una puerta lateral. Tropiezo hacia un callejón vacío que huele a alcohol, orina y vómito. 
Sus ojos se estrechan hacia mí, sus fosas nasales están dilatadas. Vaya,uno pensaría que acabo de engañarlo.
―¿Qué demonios estás haciendo, Paula? 
―Estaba bailando.

―Eso no es bailar. ¡Tenía la boca sobre ti!

¿Es repugnante que me sienta un poco contenta de que Ramiro esté tan enojado?
―¿Y? Puedo hacer lo que quiera. Soy soltera. 
―No, no lo eres. ¡Eres mía!

Doy un paso hacia él, apuntando mi dedo a menos de un centímetro de su nariz. Él agarra mi mano, presionándola contra su pecho. Su cuerpo se siente completamente diferente ahora que he tocado el enorme pecho de Pedro. Ramiro se siente como un niño bajo mis nudillos.

―No soy tuya. No soy algo que se puede poseer. ―Trato de alejarme de él, pero su mano libre se apodera de mis caderas y me tira hacia él.

―Bebé, por favor. Lo siento… verte con ese tipo me hizo daño. Me estás haciendo daño. 
Aprieto los puños hasta que la piel sobre mis nudillos se vuelve blanca.¿Cómo se atreve decir una cosa así? Lo empujo con fuerza y se tropieza lo suficiente como para soltarme.

―¿Te estoy haciendo daño? ¿Y yo qué? ―Estoy gritando y ni siquiera me importa. Las lágrimas llenan mis ojos, pero me niego a dejarlas caer―¡Tú me has hecho daño! Es por eso que estamos en este lío. No te importo.Sólo estás cómodo… atrapado en una rutina. 
―Paupy, bebé…

Tengo que hacerle ver que no estoy jugando esta vez. Tengo que golpearlo donde más duele. 
―No te amo y no lo he hecho desde hace un tiempo. Sólo me tomó mucho tiempo darme cuenta de ello. 
Voy a alejarme, pero él me agarra otra vez, sosteniéndome con fuerza contra él. 
―No voy a dejar que vuelvas ahí.

―Que yo sepa este sigue siendo un país libre. ―La voz profunda de Pedro suena en todo el callejón. Ramiro me libera y tropiezo hacia atrás cuando unas cálidas manos femeninas se envuelven alrededor de mis hombros.  
―¿Estás bien? ―susurra Vanesa, tirando de mí hacia ella y yo asiento. 
Ella me tira hacia atrás hasta que estoy de pie con seguridad al lado de Pedro.

―Se me olvidó que tenías novio ―expone Ramiro, escupiendo el suelo. 
Mierda.


CAPITULO 14


Ella responde al instante.
 
DE: VANESA HORA: 9:40 A.M.
¡Mierda, sí! ¡Cuenta conmigo!
Te quiero, Pau.
XO
 
En el gimnasio, me quedé en la oficina de mi padre hasta que volvió. 

No vino mucha gente hoy así que nada estaba fuera de lugar. Pedro se fue después de la ducha y me las arreglé para pagarle siete dólares a un niño para que limpiara las máquinas con un antiséptico bueno para el medio ambiente, mientras su madre corría en la cinta. 

―Gracias de nuevo, Paupy ―dice papá cuando abro la puerta para salir de su oficina.

―En cualquier momento, pa. Sabes que estoy aquí siempre que me necesites.


Voy a salir de la puerta, pero su voz me detiene. 

―¿Has pensado en la cena del domingo?

Mierda. Es incómodo cuando alguien te lleva a un gesto vacío. Quiero ir a cenar a casa de mis padres, lo hago, pero no quiero tratar con ellos uniéndose contra mí para que vuelva a casa sólo para llenar su nido vacío.

―Te prometo que no te voy a molestar sobre mudarte―dice,metiendo sus manos en los bolsillos de sus pantalones de chándal―Aunque no puedo hablar en nombre de tu madre. Ya sabes cómo es. 

Suspiro.

―Bueno, iré a cenar, pero dile a mamá que no tiene que dejarlo todo y una pequeña cena estará bien. Además, si puedes decirle que mantenga las películas infantiles en su caja será más probable aparezca. 

Papá sonríe. 

―Veré lo que puedo hacer. Te quiero.
Se vuelve para mirar por la ventana. 

―Yo también te quiero ―digo mientras cierro la puerta detrás de mí.



No me gusta ir a las discotecas. La última vez que fui a una discoteca, era el cumpleaños (real) de Vanesa, hace seis meses y porque no suelo ir a bailar, mi gama de vestidos cortos y atractivos, es limitada. Tengo que elegir entre uno negro de cuello sin mangas y un vestido de coctel color coral sin hombros. 

Personalmente, preferiría no ponerme ninguno. 
Tiro ambos vestidos en el suelo y me dejo caer de nuevo en la cama con un fuerte suspiro. El sol se puso hace una hora y Vanesa tiene la intención de estar aquí dentro de tres horas. 

Me pregunto si me odiará si cancelo. Un golpe en la puerta me saca de mis pensamientos. Me pongo una bata encima de mi ropa interior de encaje negro y me dirijo a la puerta. 

Cuando la abro,veo a Vanesa con la cara libre de maquillaje. Eso es una primera vez para ella.
No necesita maquillaje, tiene uno de esos rostros de belleza natural. ¿Saben?,los que tienen pestañas espesas, pómulos altos, labios gruesos y una perfecta tez para arrancar.
―Llegas temprano. Muy temprano.
Se encoge de hombros.

―Estoy muy emocionada por esta noche. Deja de mirarme. Estoy horrible.
Me ahogo con una carcajada mientras se empuja más allá de mí. Vanesa tira de una pequeña maleta púrpura detrás de ella.
―¿Tu papá finalmente te dio una patada en el culo a la acera?―pregunto, cerrando la puerta.

―No, esto es para esta noche. ―Vanesa hace rodar la maleta en mi habitación y la sigo muy de cerca. Ella toma un vistazo de los vestidos en el suelo y me sonríe―. Gracias a Dios que no estarás usando ninguno de esos. 
Fingiéndome insultada, exijo:
―¿Qué hay de malo con ellos? 
―Son del año pasado. Eso es lo que hay de malo.

Abre la cremallera de su maleta y saca un corto vestido rojo y ajustado,sin duda. Lo veo y lo único que viene a mi mente es: PUTA. 
―No voy a usar eso.
Ella pone mala cara. 
―¿Por qué no? 
―Porque es demasiado escandaloso… Quiero divertirme y hablar con chicos, no terminar en una zanja al final de la noche.
Pone los ojos en blanco.

―Dios, suenas como tu madre. ―Abro la boca para protestar, pero levanta la mano―. Tienes que relajarte. Este es manso en comparación con lo que otras chicas visten, confía en mí.

Selena sostiene el vestido delante de ella y en un examen más minucioso puede que haya exagerado. No es tan malo. 

Es decir, el pequeño recorte en medio de los pechos no expone demasiado, supongo. Y asumo que Vanesa no me está dando opción. Tomo el vestido y dejo caer mi bata.
―¡Mírate, bombón! ―Rió Vanesa―. Ir al gimnasio está realmente dando sus frutos. ¡Estás tan en forma y has logrado mantener animados esos grandes pechos ole' tuyos! Tal vez debería empezar a ir al gimnasio. 
Da un paso hacia adelante, con las manos extendidas para tocarme y yo la aparto de un golpe, incapaz de evitar la risa en mis labios.

―Eres una lesbiana, basta.

Me deslizo en el vestido y hago que Vanesa suba la cremallera. Cuando está puesto y hago un pequeño giro, su boca se abre y coloca las manos sobre su pecho.

―¡Te ves increíble! ―chilla―. Sabía que este vestido se vería bien en ti. 
Me acerco a mi espejo y estoy absolutamente anonadada por lo bien que se ve en mí. El rojo es sin duda mi color.
―Ahora siéntate ―demanda Vanesa y doy unos pasos hacia atrás para sentarme en el borde de mi cama. Saca una gran caja de metal de la maleta y la abre. Estoy sorprendida por la cantidad de maquillaje que tiene.
Inmediatamente se pone a trabajar con sus bases, polvos, cosas rosadas y cosas negras. Estoy segura de que tienen nombres formales, pero se pierden en mí. No tengo ni idea.
Cuando Vanesa termina la creación de su obra maestra se aleja de mí,dándome la vista de mí misma en el espejo. No me reconozco. 

Mi piel cremosa es perfecta y mis ojos verdes están resaltados por un color negro al que Vanesa se refiere como “ónix reluciente”. Mis labios están brillantes y mi largo cabello chocolate cae en cascada en línea recta por mi espalda.

―Vaya. ―Es todo lo que puedo decir.

―Lo sé. Soy buena. 
Encuentro un par de tacones de aguja blancos en mi armario y me deslizo en ellos. No soy de halagarme, pero joder que me veo sexy. De hecho, me siento tan bien conmigo misma que podría incluso considerar la idea de traer un extraño a mi casa conmigo.

O no.

Lo más probable es que no.

Vanesa pasa casi dos horas preparándose y si me veía como una supermodelo cuando terminó conmigo, ella parecía una súper-supermodelo.

Su vestido violeta oscuro sin tirantes tiene un corte en forma de corazón y termina a mitad del muslo. Sus largos rizos rubios caen rectos contra su espalda y sostiene su cabello a ambos lados mientras se coloca dos aros de oro. 
―Programé un taxi para que venga por nosotras a las nueve.

Miro el reloj.

―Eso es ahora.

Efectivamente un bocinazo suena en el exterior y Vanesa me lleva por el codo. Ansiosamente me arrastra desde la casa antes de tener la oportunidad de cambiar de opinión acerca de esta noche.

Estamos en el taxi y cuanto más me alejo de casa, más fuerte crece la inquietante sensación en mi estómago. Ahora que estoy fuera y de camino a un club, me hubiera gustado no haberle enviado el mensaje a Vanesa y sugerirlo.

CAPITULO 13



continuo caminando con papá al coche y lo saludo antes de volver a entrar en el gimnasio. Mi teléfono vibra y lo saco de mi bolsillo trasero.
 
DE: Ramiro 08:59 A.M.
Esta es la última vez que te advierto Deja de ver a ese tipo.
 
Vaya. No hay nada como un texto de un ex que te diga cómo vivir tu vida para ponerte de mal humor. Siento mi cara con el ceño fruncido y me duele. Odio el ceño fruncido. 


PARA: Ramiro 9:00 A.M.
Déjame tranquila.
 
Siento que mi teléfono vibra una y otra vez en el bolsillo, pero no contesto. Tengo mierda que hacer. Son sólo las nueve de la mañana y ya hay unas toallas cubriendo los equipos. Hago una ronda rápida por el piso,recogiendo las toallas y limpiando el equipo húmedo. Pronto, voy a tener que rociarlos para que estén limpios y estériles para la siguiente persona.

Alegría.

A propósito dejo las salas de entrenamiento y boxeo para el final. En secreto, espero que Pedro haya terminado para cuando tenga que ir a esa sección. 

No quiero sentir… lo que sea que siento cuando estoy cerca de él.

No soy esa clase de chica, pero me hace desear que lo fuera… y odio eso. Me hace sentir barata y… sucia.
De mala gana, entro en su área. Hago un rápido escaneo y por suerte no hay toallas. Me vuelvo sobre mis talones, sonriendo. Creo que es hora de un merecido descanso en la oficina de papá. 

―Espera ―la profunda voz de Pedro me llama y me congelo mientras el pavor se desliza a través de mi estómago. 

Me vuelvo hacia él y su expresión sería totalmente sexy, si la mirada en sus ojos no fuera tan ilegible. La toalla blanca que sostiene en su mano cae al suelo. 

―Se te olvidó una.

Echo un vistazo a la toalla y luego de vuelta al rostro severo de Pedro. 
No tengo idea de lo que está haciendo o qué juego está jugando.

Lentamente, me dirijo hacia él. Su rostro no tiene remordimientos, como de costumbre. Frunzo el ceño. No hay movimiento de su labio o calor en su mirada. Debe estar realmente enojado. Por desgracia no me siento con ganas de hacer lo que él dice, hoy no. Estoy enojada, también. 

Podría haber recogido la toalla si otro masculino ya no me hubiera demandado que hiciera algo, o dejara de hacer algo en el caso de Ramiro. 

Estoy parada ante el enorme trozo de músculos y de ninguna manera soy repentinamente inmune a la autoridad que emana de él, pero no me gusta la forma en que me habló. Presiono mi dedo índice contra su pecho duro y húmedo,haciendo todo lo posible por ignorar la corriente eléctrica disparándose a través de la punta de mi dedo y produzco mi mejor sonrisa de “vete a la mierda”.
―Recoge tu maldita toalla. 
No me alejo, a pesar de que lo planeaba en mi cabeza. No puedo y no tengo ni puta idea de por qué. Él está en mi espacio personal de nuevo y no creo que vaya a ser capaz de escapar esta vez. Nuestros ojos permanecen fijos, manteniendo al otro en su lugar. 

Su mano encuentra mi cadera y mi respiración queda atrapada en mi garganta cuando la agarra, tirando de mí hacia él. Estoy sin aliento por su contacto y él no parece en lo más mínimo afectado por mí. Se siente como si mi pecho estuviera a punto de explotar mientras mi corazón tartamudea, se detiene, y luego se acelera de nuevo en un ritmo errático. 

Me quedo mirando sus labios, sabiendo exactamente cómo se sienten contra mi propia piel. Su cara todavía está enojada, pero un toque de placer destella en sus ojos oscuros mientras sigo a su mano y doy un paso más cerca de su cuerpo. 

El dedo que tenía en su pecho se aplana por lo que toda mi palma presiona firmemente contra su carne y puedo sentir el latido de su corazón, golpeando tan rápido como el mío. 

El silencio entre nosotros se carga de electricidad y una sensación de hormigueo comienza en el centro de mi estómago, irradiando hacia el sur. 
A nuestro lado, una mujer se aclara la garganta y yo salto, sin saber que he perdido completamente la noción de dónde estoy. 

Pedro tensa la mandíbula perceptiblemente cuando desplaza su mirada hacia ella. La chica es rubia y hermosa, definitivamente material de supermodelo. 

Su vestido azul ajustado se aferra perfectamente a su construcción y acentúa sus tetas falsas de tamaño medio. Síp. Definitivamente está aquí por él. Mueve sus largas pestañas negras hacia él, pero incluso puedo ver los ojos azules que brillan fijamente desde debajo de ellas. 

Miro a Pedro, pero él no quita su mano de mi cadera y ahora que ella está aquí decido que me siento incómoda.

Hago palanca en sus dedos apartándolos de mi cadera y él deja caer su mano de nuevo a su costado. Me aparto de ellos y hago mi mejor esfuerzo por parecer casual, mientras camino fuera de esa sección. 

Él habla en voz baja con la chica y ella responde en una voz que es tan vinosa y azucarada que me da náuseas. 

Mis pasos casuales se vuelven rápidos cuando muevo las piernas tan rápido como puedo, sin llamarlo correr, todo el camino a la oficina de mi padre. Una vez allí, cierro la puerta y me apoyo contra ella. 

Ni en un millón de años hubiera pensado que la espeluznante oficina-santuario MMA de papá me traería comodidad. Siento presión en mi cadera, como si su mano todavía estuviera allí y estuviera irradiando placer a través de todo mi ser. 

Cierro los ojos y tomo unas cuantas respiraciones profundas. Cuando recupero la compostura, me dirijo a la ventana. Pedro se dirige a las duchas con sus ropas en la mano y la chica está abandonando el gimnasio con líneas de rímel corriendo por su rostro. 
Pobre chica.

Realmente siento pena por ella y la que vino por él ayer. Nunca quiero ser una de esas chicas. ¿Él siquiera les deja claro de antemano que no quiere tener nada que ver con ellas después de tener sexo… suponiendo que siquiera han tenido sexo? Niego. Por supuesto que ha tenido sexo con todas las chicas que han venido por él hasta ahora. 

Pedro parece una persona muy sexual y probablemente tiene un apetito sexual que yo nunca sería capaz de saciar. 

Caigo en la silla de mi padre y pongo mis pies sobre su gran escritorio de roble. Reflexiono sobre lo que voy a hacer esta noche cuando salga de aquí. Vanesa no va a querer sentarse a ver películas de nuevo.

Incluso ayer por la noche estaba teniendo dificultades para sentarse en un solo lugar. 

Normalmente me paso las noches esperando por Ramiro o con Ramiro. Generalmente, vemos películas y cocinamos juntos. A veces, jugamos a las cartas o un juego de mesa… 

Me doy cuenta de que estoy atascada en una zona de confort, una rutina. La idea de ir a casa para hacer nada me aterra. Me pone ansiosa y por eso decido hacer algo completamente impropio de mí. No puedo romper mi “rutina Ramiro” en casa sola. Tengo que salir. 

Saco el teléfono de mi bolsillo y borro todas las llamadas perdidas de Ramiro de mi barra de notificaciones. Luego, le envío un mensaje de texto a Vanesa.
 
PARA: Vanesa HORA: 9:40 A.M.
En mi casa a las 10 esta noche.
¡¡Vamos a salir!!