Llegamos al Bar Lux Lounge y el guardia de seguridad nos permite entrar directamente porque él y Vanesa son amigos.
Por supuesto que lo son.
Probablemente es amiga de todo el personal dentro. Nunca he estado en Lux antes y cuando entramos en el club estoy impresionada. No es como los otros clubes en los que he estado. Exclusivo es un eufemismo. Hay gente en los sofás que lo rodean y el piso está iluminado por luces LED azules que conducen hasta el bar justo delante de nosotras. Es imposible pasarlo por alto.
Es enorme, blanco y brillante. Cinco camareros atienden el bar y están rodeados de gente gritándoles órdenes. Ni una vez las sonrisas salen de sus caras.
Este lugar rezuma elegancia estéril y tal vez voy a pasarlo bien después de todo. Selena entrelaza sus dedos con los míos y me tira a su lado en el bar. Pasamos mucho tiempo allí, recibiendo bebidas gratis de los chicos que quieran bailar.
Algunos son calientes y otros… no lo son. De cualquier
manera, les prometemos que bailaríamos después. Sólo esperaba que se desmayaran antes.
Cuando probablemente tuve demasiado de beber,dejamos el bar y nos dirigimos a la pista de baile. Bailamos fuerte y rápido,balanceando nuestras caderas y sólo bailando una con la otra.
Me doy cuenta de que Vanesa está realmente tratando de hacerme pasar un buen rato. Ni una sola vez ha bateado un párpado hacia un chico a pesar de que un montón de ellos le daban su atención. Quiere que vea que esta noche se trata de mí, ella y nuestra amistad. Eso es exactamente lo que necesito.
Hablé demasiado pronto cuando grandes manos agarran mi cintura alejándome de Vanesa.
―Baila conmigo ―murmura él en mi oído.
La miro con los ojos abiertos mientras el tipo me agarra fuerte.
“Ayúdame” le gesticulo a Vanesa, pero ella levanta sus cejas y se encoge de hombros, señalándome que me dé la vuelta. De mala gana, me doy la vuelta y el hombre que prácticamente me está manoseando no está tan mal.
Tiene el cabello oscuro y largo que se enrosca debajo de la barbilla y sus ojos son de un hermoso azul que refleja el suelo radiante debajo de nosotros. Bajo su traje de negocios, siento su cuerpo duro como roca. Mi cabeza nada por el alcohol y a mi habitual ser cuidado en realidad no le importa. A la mierda.
Voy a aceptar. Bailo con él, dejando que sus manos recorran todo mi cuerpo.
No provoca una emocionante sensación en mi estómago como lo hacen los ojos de Pedro, pero es lo suficientemente caballero como para no sumergirse en mi sujetador o mi ropa interior y lo agradezco. El desconocido me gira por lo que quedó mirando a la otra dirección y mi culo presiona contra su… ya saben.
De repente me siento incómoda y me las arreglo para espabilarme un poco. Esta no soy yo. Trato de alejarme del hombre, pero sus manos me mantienen firme en el lugar.
Ansiosamente busco a Vanesa en la multitud, pero no puedo verla. Las luces parpadean encima de mí, capturando mi atención. Es la zona VIP. Unas pocas personas se inclinan en la barandilla mirando a los bailarines debajo de ellos. Otros están descansando en sofás riendo debajo de candelabros inmaculados.
Los examino con la visión borrosa hasta que atrapo un par ojos familiares, deteniéndome en seco al instante.
Pedro.
Su aspecto me golpea como una tonelada de ladrillos y me vuelvo aún más sobria. De repente, me da vergüenza estar moliéndome contra un extraño. El desconocido no se da cuenta que ya no quiero bailar y me jala aún más cerca de él. Coloca su cabeza en ángulo y su lengua caliente viaja por el lado de mi cuello antes de presionar sus labios con impaciencia contra mi piel.
Siento que voy a vomitar. Mi cabeza gira y mis piernas se tambalean. Los ojos de Pedro permanecen en mí todo el tiempo y su amigo, el que llevaba una gorra roja en el restaurante, se acerca a hablar con él. Su mirada es intimidante y una vez más no puedo mirar hacia otro lado excepto él. Se ve positivamente increíble en una camisa de manga larga negra levantada hasta los codos, exponiendo sus gruesos antebrazos. Lleva su botella de cerveza a los labios y bebe un sorbo. Desearía ser esa botella de cerveza.
Una mano cálida se envuelve con dureza alrededor de mi brazo, apartándome de las manos del desconocido y lejos de la cara de Pedro.
Me tropiezo a través de la multitud, dejando que quien sea que esté tirando de mí me arrastre fuera de la pista de baile.
Cuando nos separamos de los bailarines, me sorprende no haber trastabillado con mis tacones ridículamente altos. La persona que me arrastra se vuelve hacia mí.
―¿Ramiro? ―le pregunto, confundida de que esté aquí.
Nunca viene aquí. Lleva su habitual equipo de levante: una extraña camiseta con chicas desnudas en ella y un par de jeans sueltos. Sus labios se mueven rápido, pero no puedo escuchar nada. La música está ahogando sus palabras.
―¿Qué?
Me toma del brazo de nuevo y me tira fuera del club a través de una puerta lateral. Tropiezo hacia un callejón vacío que huele a alcohol, orina y vómito.
Sus ojos se estrechan hacia mí, sus fosas nasales están dilatadas. Vaya,uno pensaría que acabo de engañarlo.
―¿Qué demonios estás haciendo, Paula?
―Estaba bailando.
―Eso no es bailar. ¡Tenía la boca sobre ti!
¿Es repugnante que me sienta un poco contenta de que Ramiro esté tan enojado?
―¿Y? Puedo hacer lo que quiera. Soy soltera.
―No, no lo eres. ¡Eres mía!
Doy un paso hacia él, apuntando mi dedo a menos de un centímetro de su nariz. Él agarra mi mano, presionándola contra su pecho. Su cuerpo se siente completamente diferente ahora que he tocado el enorme pecho de Pedro. Ramiro se siente como un niño bajo mis nudillos.
―No soy tuya. No soy algo que se puede poseer. ―Trato de alejarme de él, pero su mano libre se apodera de mis caderas y me tira hacia él.
―Bebé, por favor. Lo siento… verte con ese tipo me hizo daño. Me estás haciendo daño.
Aprieto los puños hasta que la piel sobre mis nudillos se vuelve blanca.¿Cómo se atreve decir una cosa así? Lo empujo con fuerza y se tropieza lo suficiente como para soltarme.
―¿Te estoy haciendo daño? ¿Y yo qué? ―Estoy gritando y ni siquiera me importa. Las lágrimas llenan mis ojos, pero me niego a dejarlas caer―¡Tú me has hecho daño! Es por eso que estamos en este lío. No te importo.Sólo estás cómodo… atrapado en una rutina.
―Paupy, bebé…
Tengo que hacerle ver que no estoy jugando esta vez. Tengo que golpearlo donde más duele.
―No te amo y no lo he hecho desde hace un tiempo. Sólo me tomó mucho tiempo darme cuenta de ello.
Voy a alejarme, pero él me agarra otra vez, sosteniéndome con fuerza contra él.
―No voy a dejar que vuelvas ahí.
―Que yo sepa este sigue siendo un país libre. ―La voz profunda de Pedro suena en todo el callejón. Ramiro me libera y tropiezo hacia atrás cuando unas cálidas manos femeninas se envuelven alrededor de mis hombros.
―¿Estás bien? ―susurra Vanesa, tirando de mí hacia ella y yo asiento.
Ella me tira hacia atrás hasta que estoy de pie con seguridad al lado de Pedro.
―Se me olvidó que tenías novio ―expone Ramiro, escupiendo el suelo.
Mierda.