jueves, 24 de abril de 2014

CAPITULO 72



Son bien pasadas las once de la Mañana cuando me despierto. Pedro todavía está durmiendo profundamente a mi lado y no me muevo, en vez de eso lo miro por un momento. Mis sábanas blancas están cubriendo sus caderas, exponiendo todos sus músculos y tatuajes. Nunca he querido un tatuaje. Siempre me han parecido tan… sucios, pero complementan a Pedro.  

Su rostro está libre de cualquier intensa emoción, parece tan tranquilo y quiero tocar su hermosa cara, pero no lo hago. Odiaría despertarlo.  

Puedo sentir mi vejiga apretarse dentro de mí. Realmente necesito hacer pis, pero no hay forma de que vaya a dejar esta habitación por mi cuenta. No quiero ver a Luciano y Vanesa todos juntos enredados en una gran bola de recientes relaciones sexuales en mi sofá.  

Juntando mis piernas, alcanzo debajo de mi cama y saco mi portátil, lo enciendo y pronto estoy mirando el salvapantallas de Ramiro y yo. Realmente necesito cambiarlo… y lo hago. Lo cambio por una foto de un gatito intentando comerse un gran ovillo de lana. Es monísima.

Puedo seguir escribiendo mi relato, pero la necesidad de orinar es demasiado fuerte y no puedo pensar en ninguna otra cosa. Cierro la tapa y lo deslizo debajo de mi cama.

Tendré que ser valiente y dejar mi habitación.

Me pongo la camisa de Pedro encima de mi piel desnuda y mis pies abandonan la cálida alfombra a medida que doy un paso hacia el frío suelo de madera. En puntillas, lentamente camino hacia el baño. 

Mantengo mis ojos en frente de mí todo el tiempo, no atreviéndome a dejarlos vagar hacia el salón. Después de hacer pis, me siento un millón veces más ligera. Y cuando entro en mi habitación el rostro adorable y adormilado de Pedro me está mirando. 

―¿Sabes qué hora es? ―Apunta a mi despertador blanco.

―Sí… nos quedamos dormidos.

Él pasa sus grandes dedos por encima de su cara y después por su cabello.

―Damian me va a matar. Me perdí el entrenamiento.

Oigo un golpe seco venir del salón y luego unos pasos pesados.Luciano entra en nuestra habitación, abrochándose sus pantalones.

―¡Mierda, Pedro!  

―Lo sé. ―Pedro gime, balanceando sus piernas al borde de la cama y agarrando sus jeans. Saca su teléfono del bolsillo trasero y maldice en voz baja. Lo pone en su oreja―. Sí, Damian… lo sé. Sí. Bien.

Deja su teléfono en el suelo y cae hacia atrás en la cama.

―¿Qué dijo? ―pregunta Luciano, pasando sus dedos por su cabello.

―Los directivos están enojados y tengo que hacer el doble esta noche antes de marcharnos a Concord.

―Bastante fácil. ―Luciano se encoge de hombros y frunzo el ceño.

¿Bastante fácil para quién? Pedro será el único haciendo todo el trabajo.

―Hey, estoy hambriento, ustedes chicos, ¿quieren tomar algo de desayuno?

―Sí, danos unos pocos minutos.

Luciano deja la habitación y cierra la puerta detrás de él.

―Lo siento ―digo, a pesar de que lo de salir no fue mi idea. En absoluto.

―No es tu culpa ―responde, irguiéndose hasta una posición sentada.

Sus ojos me repasan en su camiseta y jala de la parte baja, arrastrándome más cerca―. Te ves bien en mi camiseta. 
Sonrío cuando me da la vuelta, empujándome contra mi espalda. Sus manos acarician mi cadera y luego suben por mis pechos, levantando la camisa cuando avanza. Su boca me reclama y su lengua se desliza por mis labios. Abro mi boca para él, y así me toca y saborea con su lengua. Pronto su boca se aparta de la mía cuando llega a ser distraído por la vista de mis pechos. Toma mi pezón en su boca y me estremezco por la sensación.

Pedro… ―gimo entrecortadamente.

―¿Mm?
―¿Pensaba que no podías?

Sus labios liberan mi pezón para besarme por todo mi pecho. Hizo un ligero rastro bajando por el centro de mi cuerpo, parando en mi ombligo. 
―No puedo pero tú puedes.

Mis manos se abren paso por su cabello, y dejo que sus suaves hebras se deslicen entre las puntas de mis dedos. Pedro me mira, sonriéndome y haciendo que mi estómago se contraiga. Sus ojos están entrelazados con los míos cuando llega con su lengua, corriendo el borde caliente de ésta a lo largo de la línea de mi bikini. Tiemblo y sonríe mientras sus manos acarician cada parte de mi muslo antes de enganchar por debajo el dobladillo de la tela de mi ropa interior y arrancármelas. Me pongo tensa cuando su mano se desliza bajo mi pierna, y luego la enrolla alrededor de mi rodilla. Mi respiración queda atrapada en mi garganta cuando alza mi pierna,tendiéndola encima de su hombro. Sus ojos color chocolate se oscurecen y permanecen en mi rostro.

―Relájate ―gruñe entre mis muslos.

Un grueso dedo se desliza entre mis húmedos pliegues y gimo tan bajito como puedo. Sus dedos empujan dentro de mí se curvan, forzando el aire desde mis pulmones.
Él baja su boca y tan pronto como su lengua toca mi centro… estoy perdida.

CAPITULO 71



Ahora que he cedido por él, he terminado de hablar. Quiero ser física.
Puedo sentir mi interior pulsando con necesidad y curvo mis dedos bajo el dobladillo de su ropa interior. Tiró de ellos un poco, haciéndole saber exactamente lo que quiero. Al instante, lo siento ponerse duro y apuntalarse hacia mí. Deseo caliente quema a través de mí, pero Pedro parece más reservado. Toma mis manos de su ropa interior,mientras gruñe.  

―No puedo.   

Estoy desconcertada.  

―¿No puedes?  

―Tengo una pelea por delante y no suelo tener sexo antes de una pelea. Ayuda a mis niveles.

―Tuvimos relaciones sexuales ayer. No creo que un día vaya a hacer diferencia.  

―Lo sé, ayer me olvidé por completo. Estaba demasiado excitado y estabas tan segura y… ―Exhala―. Damian me mataría si se enterara.  

―¿Tienes que informarle sobre tus aventuras sexuales?  

―Cerca de las peleas, sí. No estoy de acuerdo en que el sexo cambie la manera en que peleo, pero hasta que me haga profesional, él quiere que esté comprometido con la forma en que hago las cosas. Lamentablemente, fue
jodidamente mucho más fácil antes de conocerte.

―Bueno, eso apesta. ―Hago pucheros. 

Sus manos se deslizan sobre mis pechos, haciéndome estremecer antes de que él atrape a sus manos debajo de su almohada.

―No tienes ni idea. 
 
Dado que el sexo no está en el menú, cambio mi posición y presiono mi espalda contra el pecho de Pedro. Cierro mis ojos, haciendo caso omiso de la necesidad que late entre mis muslos. Al parecer tengo que esperar. Si no me hubiera provocado toda la noche con su toque y sus besos estaría bien en este momento. Mis párpados se vuelven pesados y cuando el sueño está a punto de llevarme, claramente escucho gemidos. Pedro y yo nos levantamos al mismo tiempo, forzando a nuestros oídos para escuchar si viene desde la sala de estar o de la habitación de al lado. A través de la delgada pared, oigo a Luciano gemir el nombre de Vanesa y su gemido en respuesta. ¡OH DIOS MÍO! ¡Mi pobre sofá! No creo que se den cuenta de lo ruidosos que están siendo.  

Pump.Pump. Pump. Pump.Pump. 
Los golpes y los gemidos continúan durante mucho tiempo, impidiéndome conciliar el sueño. Después de veinte minutos Pedro consigue dormirse. Parece acostumbrado a los ruidos fuera de lugar. Yo no. Me recuesto despierta hasta que el sol apenas se filtra por los bordes de la cortina. Horas. Estoy segura de que follaron por horas y ahora los dos están satisfechos y durmiendo. Mientras tanto, todavía estoy despierta, aún frustrada sexualmente y me voy a Concord esta noche.

Genial.

CAPITULO 70


Pedro me sigue de cerca y cierra la puerta detrás de él.

Coloco el agua en la mesita de noche y pateo mis zapatos mientras desabrocho mis aretes.  

Puedo oír a Vanesa y Luciano hablando y riendo en la habitación contigua.

Gracias a Dios no tengo trabajo mañana, porque puedo ver que no voy a dormir mucho esta noche.Pedro viene detrás de mí e inclino la cabeza hacia adelante mientras él desata el nudo que sostiene mi blusa que cae, dejando al descubierto mis pechos desnudos. Sus dedos se enganchan alrededor del dobladillo de mi falda de tubo y arrastra la cremallera, dejando que la tela se deslice fuera de mi cuerpo y flote alrededor de mis pies. Estoy desnuda
ahora. La única pieza de tela que me cubre es mi endeble, ropa interior de encaje negro. Subo a la cama y entro bajo las sábanas mientras Pedro apaga la luz. Lo oigo quitándose su ropa antes de que se meta en la cama. En la oscuridad, sus cálidas manos recorren mi estómago plano, por lo que me estremezco. 

―He estado sudando ―le advierto.  

Él se ríe.  

―Eso está bien, las mejores cosas de la vida suceden cuando sudas.

Giro mi cuerpo hacia él, presionándolo ligeramente contra su pecho desnudo. Mis dedos se arrastran hacia arriba y abajo de sus lados, siguiendo todos sus protuberantes músculos. Su mano descansa sobre mi cadera y me vuelvo vorazmente hambrienta por su toque. Lo beso, lentamente al principio y luego deslizo mi lengua en su boca. Me quejo en protesta mientras se aleja de mí.   
―Quiero que vengas a Concord conmigo.
  
Me dejo caer de nuevo en mi almohada.
  
Pedro, ya dije que no.  
―Eso fue antes de que casi noquearas a una chica en un club.  
Mi puño duele mientras habla. Todavía no puedo creer que haya hecho eso. Esa no soy yo en absoluto.  
―El hecho de que golpeé a alguien no significa que quiero ser la chica cartel para la MMA. Debería haberla ayudado a levantarse… o disculpado, o algo así.  
Se ríe una vez y me tira más cerca.  
―Sí, porque eso habría ayudado a la situación.
  
―Me sorprende que incluso hayas notado lo que estaba pasando conmigo. La rubia con la que estabas sentado parecía bastante insistente en conseguir tu atención.  

Se encoge de hombros.

―La rubia era mediocre a lo mucho. Mi atención estaba en ti, toda la noche.  

Siento el calor subir a mis mejillas. La idea de alguien como Pedro deseándome como él lo hace es emocionante. 
―Tu papá está viniendo ―dice Pedro, cambiando de tema de nuevo a su lucha en Concord.

―No me imp… mierda. ―Papá tiene la presión arterial alta. No puedo dejar que se vaya por sí mismo, ¿qué si le pasa algo?―. ¿Puedes decirle a papá que no puede ir a Concord contigo?  
Pedro se apoya sobre sus codos.  

―¿Qué? No, no le puedo decir eso. Él pobre tipo estará devastado. 
Suspiro, tirando de Pedro hacia abajo.   

―Tiene la presión arterial alta y estoy un poco preocupada por él.  

―Podrías venir y mantener un ojo sobre él. 
―Mírate, manipulando la situación para conseguir lo que quieres.

―Exhalo―. Está bien. Voy a ir. 
Pedro me aplasta hacia él, apretándome tan fuerte que mis costillas empiezan a doler.  

―Gracias.