miércoles, 9 de abril de 2014

CAPITULO 23


Mis ojos revolotean a sus labios y luego de vuelta a sus ojos.  

―Si nunca planeaste tener sexo conmigo, ¿por qué me dices esas cosas y me tocas y me besas?  

―Porque en el momento estaba tratando de probar un punto, pero se me fue un poco de las manos.  

Miro dentro de sus ojos chocolate y parece sincero, pero nunca se puede decir realmente con estos tipos playboy con exceso de confianza. 

Inesperadamente, él presiona sus labios secos y llenos contra los míos y mis ojos revolotean cerrados por instinto, las mariposas incrementándose cada vez más abominable. 

Sus condenados labios están causando que mis rodillas
se debiliten y que mi terquedad desaparezca. Es como si no pudiera controlar mi cuerpo. Mis manos se deslizan hacia arriba alrededor de su cuello y en su cabello. Siento su suave cabello húmedo deslizarse entre mis dedos y su lengua es resbaladiza por la humedad mientras me da latigazos con ella a lo largo de mi labio inferior. 

Un gemido se escapa de mi garganta mientras Pedro se empuja hacia atrás y con una sonrisa sensual, dice: ―Pero ahora que sé exactamente lo que hay entre esos muslos, no creo que vaya a ser capaz de detenerme de ir tras de ti.―Se estira en toda su altura y sale rápidamente, dejándome jadeando y mirando el espacio vacío delante de mí como una idiota, mis labios aún pesados con su beso. 
Para el momento en que encuentro el coraje para salir de la ducha, Pedro y su equipo se han trasladado a las habitaciones privadas de entrenamiento.Gracias a Dios. 

Felizmente me subo a una cinta de correr y caliento por
mucho tiempo. Todavía puedo sentir su calor sobre mí y no puedo pensar con claridad. 

Después de correr, me muevo hacia el banco de levantamiento y pesas. Demasiadas veces he perdido la cuenta de mis repeticiones porque estaba demasiado ocupada pensando en lo que dijo Pedro. 

Él es confuso. Me quiere, pero al mismo tiempo no lo hace, porque soy "demasiado buena". 

pensé que las mujeres eran confusas. 

No quiero volver a sentir como me sentí hoy nunca más.

Pedro no tendrá otra oportunidad de humillarme,incluso si esa no era su intención, en primer lugar. El bastardo arrogante necesita que le digan que no para variar y espero poder mantenerlo.

CAPITULO 22


Cuando me cambio por un par de leotardos y una camiseta sin mangas,salgo de un pequeño cubículo y Pedro con toda su gloriosa transpiración se apoya contra la pared por los espejos. Su presencia fuerza a una masa de mariposas en mi estómago, haciéndome sentir náuseas. Me detengo en seco y tomo mi bolsa un poco más apretada contra mí. 

Dejo que mi mirada se arrastre para encontrarme con él y trato de no abrir la boca en la perfección pura de su aspecto. 

Su cabello negro está desordenado y húmedo en la frente. Su piel está recubierta de una fina capa de sudor y por no mencionar los músculos que se ondulan debajo de su piel impecable. Es injusto que alguien pueda ser tan guapo y deseable, cuando lo único que quiero hacer es olvidarme de ello. 

Trago una y otra vez, tratando de librarme de la sequedad repentina en la parte posterior de mi garganta cuando lo miro cuidadosamente. 

―¿Estás bien conmigo contratando a tu padre? ―Su voz es baja y gruesa, enviando una ola de escalofríos por mi espina dorsal.

―¿Me estás preguntando ahora? ¿Después de que ya lo has contratado?

―No tenía ni idea de que era tu padre hasta que entraste y lo llamaste papá.

―Sí, está bien. Eso es un poco demasiado una coincidencia, ¿no crees?
Él no me responde, sólo mira y sigo.
―La lucha es su pasión y eso le hace feliz así que… gracias. 
Él asiente. 
―Me preocupaba que pudieras pensar que lo estoy usando para llegar a ti. 
Me río en seguida. 
―No, está bastante claro que no estás contratando a mi padre para entrar en mis pantalones teniendo en cuenta que me los quite anoche y tú lo rechazaste.
Él me está sonriendo ahora, pero hay algo crudo y hambriento en sus ojos. Está confundiéndome y lo odio.

Paso junto a él rápidamente, pero su mano agarra mi brazo, girándome de nuevo hacia él. Jadeo mientras mi espalda es presionada contra la pared y su rostro está a centímetros del mío.

Sus labios carnosos están separados, como si estuviera a segundos de devorarme y odio que yo también lo quiera. La mirada en sus ojos se oscurece y presiona sus labios en una delgada línea.  
―¿Estás enojada porque no me acosté contigo?  
―No, estoy enojada porque me humillaste. Dejé que me tocaras…―Me estremezco―. Y luego te fuiste―Ruborizada y renuente, me deslizo fuera de su alcance―. Me alegro que no tuviéramos sexo. Puedes usar a mi padre para tu entrenamiento, siempre y cuando mantengas tu pecho firme y brazos gruesos… y tú… ―¡Concéntrate mujer! Me aclaro la garganta y la comisura de los labios dan un tirón―. Sólo mantente alejado de mí.
  
Él me agarra de nuevo, tirando de mí hacia atrás contra la pared. Sus fuertes brazos se apoyan en el hormigón a cada lado de mi cabeza y su rodilla se impulsa entre mis piernas, dominándome por completo. ―Déjame resarcirte. Ven a cenar conmigo esta noche.  
―No. 
Sus labios dan un tirón y sus ojos de repente son más brillantes. Le gusta que le digan que no y en secreto me emociona porque disfruto diciéndoselo.
  
―Confundes mi demanda con una pregunta.
  
―¿Tu demanda? ―Me burlo y le empujo, pero él no se mueve. 
―Paula ―Su voz áspera se envuelve alrededor de mi nombre y me lo imagino gimiéndolo en mi oído. Mis labios se separan y exhalo lentamente―. Ven a cenar conmigo
―No. ―Quiero sonar molesta, pero mi voz se quiebra y él sonríe. Va a romperme. Voy a ceder y él lo sabe. Voy a tener que cortarlo de raíz antes de que gane. 

Desde mi bolso,saco mi teléfono y marco el número de Vanesa. Lo puse en mi oído mientras Pedro me mira con curiosidad. 
―¿Hola? ―contesta. 
―Está bien ―digo, manteniendo mis ojos trabados con los de Pedro―Salgamos esta noche.  
Ella chilla y alejo el teléfono de mi oído, hasta que ha terminado. Los ojos de Pedro se estrechan en mí y puedo ver sus músculos contraerse y relajarse.

―Estaré allí a las nueve. ¡Te quiero! ―Ella cuelga.
Sonrío burlonamente. 
 
―Lo siento, pero estoy ocupada esta noche.  
Maldita sea. ¿Por qué soy tan terca? Quiero alejarme, pero su cuerpo está impidiéndome ir a cualquier parte.
―Estás jugando un juego peligroso. ―Él casi me gruñe―. No voy a parar hasta que… 
―¿Hasta qué? ―interrumpo―. Tú no me quieres.―Enfatizo cada palabra.
 
―¡Joder, Paula! Te he deseado desde el momento en que te atrapé mirándome hace días. ―Su dedo traza mi mandíbula y luego mi labio inferior antes de que lo deje caer a su lado―. ¿Quieres saber por qué no puedo dejarme tenerte? Debido a que durante todos nuestros encuentros al azar descubrí que eres el tipo de chica que no pueden separar las emociones del sexo y eso es todo lo que quiero de ti. ―Frunzo el ceño ante sus palabras,pero al menos gana puntos brownie por honestidad―. Y por alguna extraña razón… No quiero hacerte daño. Eres buena y no quiero arruinar eso para ti.

CAPITULO 21



Me pongo en la puerta del gimnasio, pero no se abre. 

Extraño. Papá nunca cierra temprano jamás. Uso la llave de repuesto que cuelga junto a mi llave del auto. Papá dice que puedo venir y usar el gimnasio cuando quiera, incluso si está cerrado. Supongo que esta es una de esas veces. 

Entro y cierro la puerta detrás de mí. Cuando me giro doy un brinco, viendo al menos ocho pares de ojos sobre mí. Están alrededor del ring de boxeo y mi padre es uno de ellos. Mis ojos se centran inmediatamente sobre Pedro. Está dentro del ring,sudando y jadeando. Es una vista asombrosa y mis rodillas tiemblan un poco. 

Quiero pegarme una palmada. 

Siento que mis mejillas se calientan por la vergüenza ante su mirada. Él me rechazó anoche. Trago el sabor amargo.
―Lo siento ―anuncio, haciendo contacto visual con papá―. No sabía que había alguien aquí. Puedo ir… 

―No seas tonta, Paupy. ―Me llama papá, caminando hacia mí. Genial,ahora Pedro sabe mi apodo―. Este es tanto tu gimnasio como lo es mío.

Lo considero curiosamente. Está optimista lo cual es extraño en él y hay una enorme sonrisa extendiéndose sobre su rostro. Me tira en un abrazo y el olor paternal ha sido sustituido por el sudor. 

―Hueles. ―Me río mientras se aleja.
Él me ignora. 
―Cariño, tengo buenas noticias.
Echo un vistazo a Pedro que ahora está apoyado en los antebrazos sobre la tercera cuerda mirándonos, mirándome, para ser más exacto. 

Las otras personas que rodean el ring son personas que nunca he visto antes y dos de ellos están usando cascos y guantes de boxeo, obviamente compañeros de contienda de Pedro. Otro está usando ropa deportiva y una gorra blanca que se bajó sobre la frente complementando su oscura tez. Alrededor de su cuello hay un cronómetro y en sus manos un portapapeles. Los otros llevan trajes. Miro a papá y estoy oficialmente confundida.

―¿No estás vendiendo el gimnasio? ―le susurro.
Papá se ríe a carcajadas.

―Nunca, ni en un millón de años. 
Me mete bajo su brazo y me dirige a la gente. Lucho contra el impulso de enterrar mis pies. No quiero ir a ninguna parte cerca de Pedro. 
―Pedro me ha contratado como asesor de táctica.
―¿Y qué es eso? ―le pregunto, volviéndome hacia mi padre y evitando que él me empuje más cerca. Nunca lo había visto tan feliz. Sus mejillas prácticamente revientan de tanta felicidad. 
―Tu padre tiene un buen ojo cuando se trata de MMA―dice el chico con el cronómetro―. Un asesor de táctica ayudará a Pedro a identificar ciertos movimientos antes de un takedown  o una sumisión. El asesor de tácticas también identificará los puntos débiles en un asimiento o de una sumisión de modo que Pedro sea capaz de explotarlos.
Siento que él ha aprendido de memoria un pasaje de un manual y me lo repitió. Sí, todavía sigue siendo igual de aburrido.
―Papá, no tienes formación en nada de eso. ―La preocupación engruesa mi voz. Sé que él no necesita más estrés en su vida y puedo prever que esta adquisición será muy agotadora para él… o tal vez sólo estoy amargada porque Pedro está involucrado. 
―¿Cuántos DVD de Mixed Martial Arts poseo? ¿Cuántas peleas he grabado o descargado? Todas. Las he visto de atrás hacia adelante y sé todo lo que hay que saber. Este deporte es mi pasión y siempre he querido trabajar en un equipo detrás de un luchador y tengo uno de los  mejores aquí en mi gimnasio. ―Hace un gesto a Pedro y ruedo los ojos. 

Lo último que él necesita es su ego inflado aún más―. Esto es lo que estoy destinado a hacer con mi vida. 
―¿Y qué tiene que decir mamá acerca de todo esto?
Papá se frota la parte posterior de su cuello. 
―Esa es la cosa… no se lo he dicho aún. 
―Papá…

―Lo haré esta noche. La voy a llevar a ese lugar de fantasía que le gusta, uh… ―Él estalla los dedos tratando de recordar el nombre.

―Phillip´s Gourmet ―respondo por él.

―Exacto.

Sus enormes ojos marrones me miran fijamente, esperando que le diga algo más. 
―Bueno ―empiezo―. Si esto te hace feliz, entonces yo soy feliz. 
―Beso su mejilla caliente y cabeceo hacia el baño para cambiarme la ropa de gimnasia. No voy permitir que la presencia de Pedro me impida ejercitarme.

CAPITULO 20



El trabajo es incómodo, por no decir más. Carlos sale a cada hora y recoge un nuevo paciente sin parpadear en mi dirección. 

Cuando se le pase el rechazo volverá a hablarme en dos días. Suspiro y  tamborileo con mi pulgar en el teclado. 

El trabajo está lento hoy, el cual es inusual para un miércoles y porque no tengo nada de que ocuparme no dejo de pensar en Pedro. 

Imágenes de sus labios sobre los míos destellan por mi mente y juro que puedo sentirlos. Un dolor familiar pulsa entre mis muslos y exprimo mis rodillas juntas, reclinándome en la silla. 

Los eróticos sentimientos que tengo por Pedro esta mañana me decepcionan porque estoy humillada y frustrada. 

Quiero chocar con la caminadora o golpear algo, cualquier cosa que me ayude a relajarme. 

En el bolsillo mi teléfono vibra y eso me sacude de mis menos-que- sanos y menos-que-pacíficos pensamientos. Lo saco y compruebo. 

Vanesa llamando.

―¿Hola? ―contesto. 

―¡Ahí lo tienes! Jesús. He estado tratando de llamarte desde que llegué a casa anoche. Empezaba a pensar que tal vez hubieras terminado en una zanja justo como temías. De todos modos, hablando de anoche, ¿cómo te fue? ―Su “tienes que decírmelo todo” tono no pasó desapercibido.
―Esto no fue. Pedro me dejó y fue todo. ―Decido excluir la parte sobre nosotros besuqueándonos y dejar que me tocara entre los muslos. Me daba vergüenza decirle a Vanesa lo que pasó porque sé que algo así nunca le ha ocurrido. 

―¡Eres una mentirosa! ―chilla, cacareando como una loca.
―No lo soy. Te juro que no tuve relaciones sexuales con él.
Su risa se detiene abruptamente.
―¿Juras por nuestra amistad?
Lo que sea que eso significa. 
―Sí, lo juro. 
―Oh. ―El entusiasmo en su tono desaparece―¿Es gay? ―Su pregunta me saca un bufido―. Porque te veías sexy con ese vestido…

―No es gay, Vane. Te puede ser difícil de creerlo, pero algunas personas que no se conocen bien no tienen relaciones sexuales en la caída del sombrero.   
Ella se ríe frenéticamente otra vez y puedo imaginarla haciéndolo, la cabeza inclinada hacia atrás, la boca amplia, exponiendo sus dientes perfectos. 
―Había un montón de gente hablando en el club después de que te fuiste. Pedro parece bastante conocido para un tipo que se acaba de mudar aquí y el consenso es que tiene sexo en cualquier momento. Estaba casi segura que conseguirías algo.
Frunzo el ceño. Si le gusta el sexo tanto ¿por qué no podía tenerlo conmigo? Tal vez su excusa era una manera de escabullirse… tal vez soy simple, aburrida y sin atractivo para la mayoría del sexo opuesto. 

Tan rápido como el pensamiento entró en mi cabeza, lo aplasté. Él estaba en todas partes de mí al principio.
―Sí, bueno, pues no lo hice.
Ella suspira. 
―Yo tampoco. Hey, te divertiste anoche, ¿verdad?
―Sí… 
―¿Quieres salir esta noche?
Me desplomo en mi asiento. 
―No lo sé, Vanesa. Ayer por la noche con Ramiro…
―Ramiro es un pendejo. Vamos a ir a otro lugar, en algún lugar bajo llave. Oh, vamos. No tuvimos suficiente tiempo para salir anoche.
Hago una pausa durante unos segundos, sopesando mis opciones. Si realmente salgo, quién sabe a qué hora voy a volver o si incluso saldré  de la cama para el trabajo mañana por la mañana. Si no salgo voy a estar atrapada en casa pensando en Pedro y eventualmente recurriré al auto-placer. Pero si lo hago… tendré lo suficiente para mantener mi mente ocupada. 
―Me siento muy indecisa en este momento, me llamas más tarde. 
―Está bien, pero, ¿me prometes qué pensarás en ello? 
―Te lo prometo ―respondo, recordando cruzar los dedos.
―¡De película! Te quiero, perra. 
Ella cuelga y deslizo el teléfono en mi bolsillo. Estoy de un humor horrible para pensar en algo en este momento.
El día es una mierda.

CAPITULO 19




Abro los ojos. El despertador de la mesilla de noche dice que son las 9 a.m. Bostezo, froto el sueño de mis ojos y miro de nuevo.

9 a.m.

¡Joder! 

Me siento de golpe y el edredón se cae, exponiéndome al aire fresco de la mañana. 

Golpeo parada en mi iPod, demasiado cara de sueño y desorientada para darme cuenta de la canción que estaba sonando. 

Brinco fuera de la cama y me muevo tan rápido que juro que mis pies no tocan el suelo. Carlos se va enojar. Me dio dos días libres y todavía no puedo conseguir mi mierda junta. 

Desnuda, busco mi teléfono por la casa. Lo encuentro sobre el banco en la cocina y reviso mis mensajes. 

Hay un montón de Ramiro, un montón de Vanesa y millón y uno de Carlos. Mierda. Esto es malo. Rápidamente le marco.
―Buenos días, Guyer y Peterson psicología, soy Carlos.
Retuerzo los dedos en mi desordenado cabello. 

―Carlos, hola.

―¿Paula?

―Sí, me quedé dormida, lo siento mucho. ―Mastico mis uñas. 

―Te di dos días Paula. Tenías dos días para despejar la cabeza y volver al trabajo. No pienso… 

―Me encontré con Ramiro anoche y él se metió en mi cabeza.―Interrumpo. No era del todo una mentira. Me encontré con Ramiro, pero no se metió con mi cabeza… no como Pedro lo hizo de todos modos. 

―¿Ustedes dos aún no han terminado?

―Por supuesto que sí…
Exhala.

―¿Puedes llegar en media hora?

―Voy estar ahí en veinte.

Cuelgo y corro a mi cuarto poniéndome ropa interior, un par de jeans ajustados, una blusa de seda blanca y una chaqueta de color azul claro. Mi cabello es un nido de pájaros porque me acosté con él mojado y el cepillo lo arranca cuando pasa por los nudos. Casi lloro, ya que hace que mi cuero cabelludo queme. Me unto un poco de base y algún maquillaje de ojos.

Lanzó en mi bolsa unos leotardos y una camiseta para que pueda ir al gimnasio después del trabajo. Con suerte, Pedro pasará por la mañana por el gimnasio y así podemos evitar un encuentro difícil más tarde.

Huyo de la casa y prácticamente me zambullo en mi coche. Estoy con tal prisa que ni siquiera me molesto en ponerme el cinturón de seguridad, y cuando llego al trabajo mis mejillas están ligeramente enrojecidas por tener que estacionar varias calles abajo y correr el resto del camino.
―Paula, lo hiciste. ―Carlos me sonríe cuando paso por la puerta principal. Se levanta de la recepción y endereza su traje azul marino―¿Puedo hablar contigo en mi oficina un momento? 
Astillas de temor perforan mi estómago. Mierda… tal vez seré despedida. 
Lo sigo a su despacho y cierra la puerta detrás de mí, haciendo un gesto hacia el asiento frente a su escritorio. 

Me siento y abro la boca para hablar,pero levanta un dedo para hacerme callar. Se sienta en el borde de la mesa frente a mí. Está tan cerca que su rodilla casi toca la mía.
―Relájate, no te voy a despedir. ―Casi me hundo aliviada―. Quería saber cómo lo estás haciendo…

―Estoy bien ―contesto, sonriendo ampliamente. 
―Define bien.

―No lo sé… Estoy bien. Feliz. Libre. 
Cruza los brazos:
―¿Estás lo suficientemente bien para ir a cenar conmigo?
Siento que mi sonrisa se desvanece.
―Carlos... hemos hablado de esto antes. 
―Lo sé, pero tenías un novio entonces. 
―Sólo rompí con él hace dos días. ―Señalo. Gracias a Dios que no sabe que casi dormí con alguien anoche―. Además, sigo siendo tu empleada.

Se inclina hacia mí. 
―Paupy…
―Paula ―Le advierto tal vez un poco demasiado duro. No suporto que me llamen Paupy.

―Lo siento,Paula, es una cena. No te estoy pidiendo que te cases conmigo. 
―Lo sé, pero siento que al salir contigo estaría cruzando una línea.Eres mi jefe y no quiero mezclar negocios con el placer. ―También quiero añadir que es demasiado viejo para mí, pero decido no hacerlo, para no herir  sus sentimientos.

Sus cejas se juntan y sus ojos azules me miran suplicantes.
―Una cena. Eso es todo lo que pido. 
―Lo siento ―digo, finalizando nuestra discusión. Empujo mi silla hacia atrás y me levanto―. Voy a empezar a trabajar ahora, si es que todavía tengo un trabajo. 
Él asiente y se pasa las manos por el cabello y dejo la habitación. 
Cuando salgo de su oficina puedo respirar mejor, pero no me siento mejor porque sé que esto va a suceder una y otra vez hasta que ceda. Odio romper el corazón de Carlos, pero la idea de salir con él realmente me pone fuera de mi zona de confort independientemente de lo guapo que es.