viernes, 4 de abril de 2014

CAPITULO 6



Me siento en el trabajo escribiendo nombres y tomando llamadas. Me esfuerzo duro para concentrarme en las tareas a mano, pero no puedo dejar de pensar en Seth, o en su cuerpo. O su cabello negro. O la forma en que sus labios se sintieron en mi mano. O sus ojos oscuros. Aprieto mi muslos más fuerte y, de repente, tengo un deseo insaciable por chocolate y miel. Sacudo la cabeza. Debajo de mi extraño y abrupto deseo por Ramiro, el desconocido del gimnasio, hay un sentimiento de culpa que gira alrededor de mi estómago como si hubiera hecho algo malo. 
Rompí con Ramiro anoche entonces técnicamente soy una mujer soltera… así que,  ¿por qué me siento tan sucia? Me gusta trabajar como recepcionista, pero he estado mirando alrededor de la misma sala de espera espaciosa y estéril por los últimos dos años y parece que no puedo encontrar la motivación suficiente para renunciar. Espero que algún día pueda hacer algo realmente diferente con mi vida como convertirme en escritora o dirigir películas. Siempre he querido ser capaz de contar una historia de alguna manera. La escritura parece más factible y, si tuviera opción, me gustaría ser una famosa escritora de romances. Hay algo acerca de un sano final feliz y de amor que me inspira. Por supuesto, mi madre no considera la escritura como una carrera real, ni tampoco Ramiro. “Escribir es una carrera sin salida. Te quedarás sin historias irreales eventualmente. 
Conviértete en terapeuta psicóloga,entonces siempre estarás ocupada. La gente tiene interminables problemas que quieren discutir todo el tiempo”, diría mamá. Al menos tenía un punto, no es que estoy de acuerdo con él. 
Ramiro decía cosas como: “La gente ya no lee”, o “Eso apesta”. ¿Desde cuándo leer apesta? ¿Quién dice eso? Si yo gobernara el mundo, las personas que no leyeran serían las primeras en irse. Boom. Los sacaría de su miseria.
Paso una hoja de papel a través de la trituradora y mi mente vuelve a caer en Pedro Alfonso. Aún siento sus manos sobre mi piel y sus labios sobre mis nudillos. Nunca he sido tan cautivada por el sexo opuesto antes. Estoy un poco enojada porque él coqueteara abiertamente conmigo cuando su novia estaba en el mismo edificio. Eso no está bien y me odio por ser débil. 
Nunca quise ser la chica con la que un chico engaña porque sé lo que se siente al ser engañada y eso apesta. 
Sin embargo puedo fantasear y mirarlo de forma pervertida en el gimnasio, ¿no? Quiero decir, ¿qué hay de malo en eso? La forma en que me observó con esa mirada sin complejos que me hace sentir mareada e inconscientemente aprieto mis muslos. Él es sin duda el tipo de hombre sobre el que las madres advierten a sus hijas; el tipo que rompe corazones y deja una larga lista de ellos a sus espaldas. Curiosamente, no parece el tipo de persona que puedes evitar. Imagino que sería implacable en búsqueda de lo que quiere. ¿A quién estoy engañando? No hay manera de que me quiera a mí. Tengo una imaginación demasiado activa… tal vez eso es lo que es. Golpeo mi pluma contra el escritorio a un ritmo desigual. Pero sí me atrajo hacia él…
Una mujer delante de mí se aclara la garganta, exigiendo mi atención, pero sigo mirando a través ella, imaginando todas las cosas enfermas y sexy que dejaría que Pedro me hiciera.
―¿Disculpa? ―pregunta ella. Su tono de voz es grueso y con actitud snob.
Su arrugado rostro envejecido aparece enfocado y estoy mirando sus labios color cereza que están fruncidos en una línea molesta. Su cabello blanco se sienta en la parte superior de su cabeza, como si fuera un caniche.
Sí, me recuerda a un caniche. Preparo mis dedos en el teclado desgastado.
―Nombre, ¿por favor?
―Miriam Matthews. ―Escribo mientras habla.Tildo su nombre como asistida y le digo que tome asiento. Con una exhalación frustrada, se aleja pavoneándose. Su vestido es de color rojo cereza, al igual que sus labios, y es apretado, forzando a sus gigantescas tetas falsas a estar tan altas como les es posible. Me pregunto si viene aquí a hablar de su incapacidad para soltar su juventud. Sonrío para mis adentros.
Tratar de leer a la gente sin siquiera conocerlos es una costumbre mía.
Frunzo el ceño. No pude conseguir una lectura completa de Pedro. Era difícil y eso me molesta. Con la anciana, por otra parte, creo que tengo una idea bastante buena de lo que de ella se trata. 
Miro por encima de mi escritorio a la mujer y a juzgar por la forma en que se sienta con las piernas cruzadas con fuerza mientras inconscientemente golpea su hermoso dedo cuidado en su reloj igualmente hermoso de diamantes, me dice que es impaciente. Eso no es demasiado sorprendente teniendo en cuenta lo ocupado que está todo el mundo en estos días. El par de tetas falsas duras como roca y sin vida que sobresalen de su vestido me hacen volver a mi punto sobre su incapacidad dejar ir su juventud. Echo un vistazo a sus manos. Hay una línea de bronceado en su dedo anular y voy a asumir que es recientemente viuda del último de sus cinco maridos. Miro la pantalla de mi ordenador y hago clic en su archivo. Casi cerca. Ha tenido tres cambios de nombre en los últimos dos años. Hago clic en “Juan Matthews” el nombre que está vinculado a su cuenta. Una gran marca de agua color roja que dice “FALLECIDO” atraviesa su archivo. A veces, soy demasiado buena en lo que hago.
―¿No estás violando algún tipo de ley de confidencialidad médico-barra-paciente? ―Salto y apago el monitor cuando Vanesa se desliza en mi escritorio.
―Jesús ―respiro―. Me asustaste como la mierda.
Vanesa se ríe y me da un codazo, recibiendo algunos ceños fruncidos de los pacientes en la sala de espera. Presiono mi dedo contra mis labios.
―Shsh, este es mi trabajo, ¿recuerdas? 
¿Qué está haciendo aquí?
Ella gira sus suaves rizos rubios para que cuelguen sobre su hombro y se inclina más hacia mí. El olor a cigarrillo en su aliento me da náuseas.
Ligeramente, la empujo hacia atrás.
―Tu aliento huele a humo. Es repugnante.
―Ups. ―Toma un trozo de goma de mascar de un bolsillo oculto en su bolso―. Lo siento. ―Mete la goma en su boca, arruga la envoltura y la lanza a la papelera, fallando terriblemente.
―¿Qué estás haciendo aquí? ―pregunto de nuevo mientras se aplica brillo labial en sus labios regordetes. ―Pensé en venir a verte. No has respondido a ninguno de mis textos.
―Se desliza fuera de su abrigo color beige y lo mete debajo de ella―. Estaba preocupada. Casi esperaba encontrarte muerta en alguna parte.
―Oh, claro. ―Después de literalmente chocar contra Pedro en el gimnasio, me olvidé por completo de responder el texto de Vanesa―.Apagué mi teléfono anoche y luego esta mañana quedé un poco atrapada en
el gimnasio de mi padre.
Ella pone los ojos en blanco.
―Aburrido. De todos modos, ¿realmente rompiste con RamiroAsiento.
―Síp.
―¿Y no hay forma de que vuelvas con él?
―No. No esta vez.

CAPITULO 5



El cuarto de baño es un poco estrecho y sólo hay dos cabinas de ducha.
Los otros cuatro son de regaderas a la intemperie. 
No soy lo suficientemente descarada para ducharme delante de otras personas, pero la anciana duchándose libremente cuando entré parecía no tener desacuerdo con que la viera desnuda. Yo, por otro lado, aprieto los ojos con fuerza y me lanzo a la cabina más cercana.
El agua es agradable en mi piel. Un poco demasiado fría para mi gusto, pero necesito que lo sea. Si iba a pasar el día sin tocarme a mí misma para aliviar lo que sea que me ha enrollado más apretada que una maldita caja-de-sorpresas, entonces necesito algo que me enfríe. 
Nunca he sido una persona sexual, pero en este momento estoy más caliente de lo que he estado en mi vida y todo es debido a un chico en el gimnasio que me miró.
Cuan débil.
Me gusta el sexo, pero Ramiro ha sido mi única pareja sexual y el sexo en realidad no es nada para presumir. Va por unos minutos y luego se acabó.
La única manera que he sido capaz de alcanzar el orgasmo es si lo hago yo misma.
Me seco y me meto en la ropa interior. Me pongo unas medias negras y luego mi vestido negro antes de ponerme un bonito par de calzados crema.
Después de recoger mis cosas, me dirijo a los lavamanos con los espejos empañados. Incluso después de la ducha fría mis mejillas están aún un poco sonrojadas. Me froto la base para disminuir el tono rosado y funciona hasta cierto punto. Después de aplicar un poco de sutil maquillaje en los ojos, me recojo el largo y húmedo cabello en un moño improvisado. 
Es un poco complicado, pero parece deliberado y realmente no puedo molestarme en arreglarlo. 
Saco mi teléfono celular y lanzo mi bolso sobre mi hombro. La anciana aún está descaradamente duchándose cuando salgo de la habitación y, mientras me paseo por el pasillo, enciendo mi teléfono e inmediatamente me bombardea con mensajes de texto y mensajes de voz de Ramiro, mi mamá y mi mejor amiga Vanesa.
 
DE: Vanesa 12:00 a.m.
¿Por qué me está llamando Ramiro sin parar?Por favor, dime que es verdad y has tirado su arrogante culo.
 
DE: Vanesa 12:15 a.m.
¡Contéstame maldita sea!No sé si debería abrir el champán o no.¡El suspenso me está matando!
 
DE: Vanesa 12:30 a.m.
Abrí el champán de todos modos.
 
Reír para mí misma. Vanesa siempre está buscando una excusa para beber alcohol. Creo que ya ha tenido tres cumpleaños este año a causa de eso. Le respondo. 

A: Vanesa 8:15 A.M.
Síp, todo ha acabado entre nosotros.El hijo de puta me dejó…
 
―Unf. ―Gruño cuando camino contra un cuerpo duro. Mi teléfono se desliza de mis manos y golpea el suelo. Afortunadamente, la pantalla permanece libre de grietas―. Lo siento. ―Me quejo, arrodillándome para recoger mi teléfono. Lo tomo del suelo y luego me congelo. 
Mi mano se aprieta convulsivamente alrededor del dispositivo cuando me doy cuenta de que la persona que está delante de mí es el que llevaba un par de pantalones de cordón negro. Lentamente, mis ojos viajan por su cuerpo. No, no, no, no.
Por favor, Dios deja que sea alguien más excepto él. 
Mi mirada se encuentra con su fuerte y sudoroso pecho y luego se disparan rápidamente hasta un par de ojos de chocolate que tienen pequeños surcos de oro miel que se ramifican a lo largo de ellos. 
Trago fuertemente. Está a centímetros de mí, de pie tan inmóvil como la piedra y la mirada fija en mí. 
Siento que mis rodillas comienzan a temblar mientras escudriño tímidamente hacia él entre mis pestañas oscuras. Extiende una mano de dedos largos hacia mí y la tomo instantáneamente.
―¿Te puse mojada? ―pregunta él con una voz que es 
tan pecaminosamente profunda que tengo inmediatamente un escalofrío bajando por mi columna. 
Me ayuda a levantarme, pero no me suelta la mano. 
Su piel está caliente y mi sangre hierve a fuego lento como resultado.Hundo mis dientes en mi labio inferior,mientras un rubor delator aparece en mis mejillas.
―¿Qué?
―¿Te puse mojada? ―repite esta vez más despacio, enfatizando cada palabra―. Estoy cubierto de sudor. ―Oh, correcto. ―Le echo un vistazo a mi vestido. Hay algunas manchas de humedad que son más negras que el resto, pero nada demasiado serio o grave. Ni siquiera creo que la palabra grave pueda ser utilizar en una oración con este hombre―. No mucho.
―¿Cuál es tu nombre? ―pregunta, inclinándose más cerca de mí. ―Paula.
La boca de Pedro se moldea en una sonrisa impresionante y fracaso en arrancar mis ojos de los suyos mientras arrastra mi mano a su boca y suavemente coloca sus labios sobre mis nudillos. Jadeo ya que tira de mí acercándome. 
Mi mano libre vuela y se apoya contra su duro pecho en un intento de detenerme de presionarme completamente contra él. 
Pura lujuria candente desgarra mi cuerpo y se derrama sobre todos los órganos y todos los huesos antes de establecerse entre mis muslos. 
Nuestros cuerpos están tan cerca y me quedó mirando fijamente en sus oscuros ojos, completamente desarmada y confundida. ¿Estoy soñando? Puedo sentir el calor de su cuerpo irradiar hacia mí, entrando en mí. Miro más allá de él y la morena, su novia, nos está frunciendo el ceño.
 Tomo una profunda respiración controlada antes de tirar de mi mano. Si mi mano tuviera una mente propia, sin duda,me habría abofeteado. Parece divertido por la manera en que lo contemplo y se muerde los labios conteniendo una sonrisa.
―Si me disculpas ―digo, dejando caer el contacto visual―. Se me está haciendo tarde para el trabajo.
¡Maldita sea! Si no tuviera que trabajar, me gustaría permanecer en el gimnasio todo el día. Doy un paso por delante de él y mantengo mi cabeza hacia abajo mientras paso a su novia. Detrás de mí, la enojada voz de la morena divaga sobre cuán irrespetuoso es con ella y creo que lo escucho soltando una risita. Sin mirar sobre mi hombro, huyo del gimnasio.

CAPITULO 4



Es mi papá. No debería estar demasiado sorprendida de encontrarme con él aquí. Es su gimnasio, después de todo. Reprimo un gemido. Papá y yo hemos tenido un camino lleno de unos pocos baches desde que me mudé.La única vez que encuentra el tiempo para hablar conmigo es cuando está tratando de hacerme tropezar en la mudanza de vuelta. Mi hermano mayor Agustin logró recorrer el mundo sin ser importunado por nuestros padres porque está sirviendo a nuestro país. Dios no quiera que yo haga algo por mí misma.
Pongo mi máquina a un ritmo más lento para que coincida con la suya.
Odio mi apodo. He sido referida como Paupy durante tanto tiempo como puedo recordar. Papá y Ramiro son los únicos que se salen con la suya.
Ver a papá esta mañana es un poco conmocionante. 
Él estuvo ausente del gimnasio durante unos días y su asistente Esteban ha estado manejando las cosas.  
―¿Papá? No te he visto en el gimnasio por un tiempo. Me estaba preocupando.
―¿Pero no te preocupó lo suficiente como para ir a casa y ver cómo estaba?  
Ruedo mis ojos mientras él levanta su gorra de jugadores de bolos con una mano y se rasca el aplastado cabello gris con la otra. Él sabía muy bien que si yo apenas apuntaba un dedo del pie en dirección a la casa, nunca me permitirían salir.
―Estuve ocupado visitando a tu tía Cata―me informa―. Tu prima Pamela dio a luz un niño ayer. Él tiene mi nariz.
―Pobre chico ―bromeo, incapaz de contener una risita.
―Sí, sí, eres hilarante, lo entiendo.  
Le sonrío.
―¿Que ha estado pasando contigo? ―pregunta.
Me quejo y lanzó mi larga cola de caballo sobre mi otro hombro.  
―Rompí con Ramiro anoche. Él me dejó en Salsa's otra vez.
Papá sacude la cabeza.  
―Te dije que él era malas noticias. Ese chico no tiene respeto. Sabía que era un estúpido ingrato al momento en que puse los ojos en él. ―Pone una mano suave en la parte superior de la mía―. Él se lo pierde, cariño. Eres una buena chica y si los hijos del socio no estuvieran ya casados intercedería por ti.  
Me río.  
―La intención es lo que cuenta. ―Miro más allá de papá y el extraño ha vuelto a la perforación del saco. Sus duros pectorales contrayéndose cada vez que entra en contacto y me imagino pasando mi lengua lentamente sobre sus pezones erectos. ¿Qué está mal conmigo?
―Oye, ¿quién es ese tipo? ―pregunto, moviendo la cabeza en su dirección.
Papá se da la vuelta.  
―¿El chico con los músculos? ―Él me enfrenta y yo asiento―. ¿De verdad no sabes quién es?
―¿Se supone que deba?
―Es Pedro Alfonso. ―Jesús, incluso su nombre hace que mi interior se funda―. Se acaba de mudar a Portland desde Seattle. Es un gran luchador de las Artes Marciales Mixtas, o por lo menos lo fue.  
Yo arqueo una ceja.
―El tipo estuvo tan cerca de convertirse en profesional cuando cumplió los veintiuno. Participó en una competición amateur de la AMM,pero abandonó segundos antes de la pelea de campeonato. Tuvo algo que ver con un drama familiar. Su regreso ha estado en todo Internet.  
Suspiro.  
―Honestamente, no reviso mucho Internet.
―Sí, bueno, no distraigas al chico. Él tiene una dura competencia en el próximo torneo del que necesita un triunfo si quiere entrar en los profesionales. ―Papá apaga su caminadora―. Me tengo que ir, chica. Ya hablaremos luego.  
Antes de alejarse por completo, se vuelve bruscamente.
―Ven a cenar el próximo domingo. Tu mamá me está matando. Quiere verte más a menudo.
Asiento.  
―Veré lo que puedo hacer.
Papá rueda los ojos y me permite mirar hacia Pedro. Es, literalmente,sexo envuelto en la mano y de la manera en que él me sonrió quemó mi cerebro. 
Mirándolo ahora, con la forma en que sus cejas se juntan y sus labios apretados en una línea, nunca habría pensado que él fuera capaz de sonreír. Apago mi máquina de correr y agarro mi mochila. Ya he terminado de trabajar por el día, no es que ayudara en nada. Incluso estoy más tensa ahora de lo que estaba antes de llegar al gimnasio y tengo la extraña sensación de que la única cosa que me va a ayudar es Pedro y su lengua.
Exhalo, tirando de mi camisa de nuevo. ¿A quién estoy engañando? Nunca me acercaría a un tipo como él. Hay demasiado macho alfa por ahí. Exuda autoridad y agresión. Él es un león y yo soy un ratón, me tragaría por completo y no en el buen sentido. Me vuelvo hacia las duchas para mujeres,manteniendo la cabeza hacia abajo y en línea recta, hasta que una morena enérgica entra en el gimnasio y exige atención. Con su vestido de tubo estrecho y con tacones, sin duda mayor que su moral (soy consciente de que no es una forma aceptable de medición, pero me hace sentir mejor pensar eso), se pavonea directo hacia Pedro. Por supuesto que él está con ella. ¿Por qué no iba a estarlo? Su cuerpo es delgado y sus tetas son grandes y falsas.
Él me parece el tipo de persona que disfruta de ese tipo de cosas y ella es bonita en esa clase de falsedad.
Ella está de espaldas hacia mí mientras envuelve sus largos y delgados brazos alrededor de su cuello, tirando de él hacía sí, por lo que la cabeza de él queda apoyada entre la nuca y su hombro. Desde debajo de su entrecejo,sus ojos parpadean hacia mí y… ¡Maldita sea! Estoy mirándolo fijamente de nuevo, sólo que esta vez no puedo apartar la mirada. Su oscura e hipnotizante mirada me ha atrapado. Ellos se abrazan por un momento y todo ese tiempo me mira con un brillo de complicidad, pero curioso en sus ojos. Pedro se aleja de ella y cuando sus ojos finalmente me liberan, me vuelvo sobre mis talones y prácticamente corro a las duchas.