viernes, 11 de abril de 2014

CAPITULO 29



He cambiado de atuendo como un millón de veces ya y Pedro debería llegar en cualquier momento. 

Primero, oscilé entre cuatro maxi-vestidos,pero decidí que eran demasiado seguros, de modo que me moví a los jeans y suéteres. 

Unos minutos más pasaron y no tengo más remedio que usar un par de jeans ajustados con un pequeño par de zapatos negros de tacón. 

Me saco un suéter lila y le doy una patada hacia el armario. El púrpura y cualquier variación del color no le sientan bien a mi tez blanca. Saco un top de encaje negro de las profundidades de mi armario, maldiciéndome por ser floja en la colada. 

No tiene mangas, un top de corte alto, deteniéndose justo antes de mi cuello. El tejido sólido cubre mi estómago y mis pechos. Desde el pecho para arriba es de encaje, dándole un estilo sofisticado, pero no de demasiado buena chica.
Sonrío para mis adentros y entro en el cuarto de baño. Seco y aliso mi cabello sin problemas y en el segundo que termino mi maquillaje hay un golpe firme en la puerta que me tira todo el camino hacia ahí. 

Enderezo mis jeans y muevo rápidamente mi cabello sobre mis hombros. Humedad inunda la palma de mis manos y siento náuseas. 
Oh, Dios. ¿Qué estoy haciendo? 
Agarro la manija y abro la puerta. Pedro se apoya contra el barandal, jugueteando con las llaves del auto en su mano. 

Doy un suspiro de alivio sutil cuando veo que está vestido de manera informal con un suéter negro que esta enrollado hasta los codos. 

Se ve tan deliciosamente guapo y mi interior aletea. Sus ojos rastrillan mis jeans ajustados y el top de encaje con aprobación. 

Una suave brisa empuja su aroma en mi dirección y me envuelve. Es una deliciosamente atrayente, nada como la loción que Ramiro acostumbraba usar. 

Me aclaro la garganta nerviosamente y salgo de mi casa,cerrando la puerta detrás de mí.
―Te ves bien ―dice, sonriéndome.

Jesús. Ni siquiera hemos salido de mi casa todavía y ya quiero arrojarme sobre él. 
 ―¿No te gustó el vestido que usé la otra noche? ―bromeo.
 ―Veo ese tipo de vestidos todo el tiempo. ―Su mano se envuelve alrededor de la mía y el gesto causa que mi corazón se acelere―. A veces, más es menos.
Me ayuda a bajar las escaleras y trato de controlar mi pulso bajo su toque. Pedro no me parece que sea un agarrador de manos lo que me lleva a mi siguiente pregunta, ¿a qué está jugando? No hace lo de novias y para alguien que está preocupado porque no puedo separar mis emociones del sexo, con seguridad está haciendo todo lo posible para asegurarse de trabajar su camino bajo mi piel. 

Abre la puerta del auto para mí, como lo había hecho la noche en el club y me subo.Pedro cierra la puerta y salta en el asiento del conductor antes de alejarse de mi apartamento.

El viaje hasta el restaurante es breve y me estremezco cuando rodamos dentro del estacionamiento de Salsa´s. Me duelen los músculos faciales por mantener una sonrisa amable en mi cara. No quiero volver a comer comida mexicana de nuevo, nunca. 
Me deslizo desde el auto y caminamos hacia el restaurante, de la mano. Estamos sentados inmediatamente en un lugar apartado de la esquina trasera y escondidos de los ojos evaluadores. 

Parece que mucha gente sabe quién es Pedro y las miradas empiezan a ponerme nerviosa. 

Me deslizo sobre el plástico negro sobre la mesa junto a mí mientras una joven viene y toma nuestra orden. 

Pedro ordena un gran plato de tacos de bistec, una ensalada y una porción de papas fritas mexicanas para nosotros dos. 
Cuando ella se va, su atención esta únicamente en mí y juego con mi tenedor, girándolo con mis dedos,pretendiendo que no estoy incómoda por su mirada cautivadora. Pedro parece un poco ansioso, su pecho subiendo y bajando un poco rápido y cada pocos minutos rastrilla sus dientes sobre su labio inferior. 
 ―Probablemente te estés preguntando por qué te invité a cenar ―dice,eventualmente.
La camarera vuelve y coloca dos vasos en la mesa, llenándolos de agua. Pedro se inclina hacia atrás en su silla, poniéndose cómodo y con su dedo índice acaricia lentamente el borde del vaso. Asiento.
 ―Estoy tratando de hacer las paces contigo. 
Nerviosa, alcanzo mi vaso y lo llevo a mis labios. Por desgracia, el agua fría no hace nada para aliviar el fuego ardiendo dentro de mí. 
―¿Para qué?

 ―Parece que has tenido una semana difícil y probablemente la hice empeorar. 
 ―Lo hiciste ―respondo. Realmente no quiero sonar como una perra,pero por alguna razón no puedo sacudirlo. Estar de vuelta en este restaurante me pone ansiosa. Se inclina hacia adelante en su silla. 
 ―Mira, no puedes seguir manteniendo un rencor contra mí porque no dormí contigo y antes de que tu cerebro de chica sobre-analice lo que estoy diciendo, no eres fea, no eres gorda y no es porque te lanzaste a mí.―Frunzo el ceño hacia él y la comisura de sus labios se tuerce antes de volver a ponerse serio―. Si te permito tenerme estoy casi seguro que no serías capaz de manejarme, ni siquiera me conoces y mira lo enojada que te pongo. Soy un desastre. Soy terco, egoísta, malcriado y un poco demasiado orgulloso. Actúo como si me importara un carajo, y la mayoría de las veces no lo hace, pero hay una pequeña parte de mí que se preocupa demasiado y por alguna razón… caes en esa parte. No me preguntes por qué, porque no tengo ni idea y me ha estado volviendo jodidamente loco. ―Se inclina hacia atrás en su silla y saca un palillo de su bolsillo. Se lo mete en la boca y lo muerde mientras piensa. Antes de que hable sus cejas se elevan―. No puedo tener algo bueno… porque no me merezco lo bueno. 
Frunzo el ceño un poco, pero nunca le quito los ojos de encima. Así que, ¿todo esto es realmente acerca de él, no de mí? ¿Por qué caigo en esa parte? ¿Por qué se preocupa por mí? Desde donde estoy sentada, parece tan vulnerable y joven. 
 ―Continúo tocándote porque no puedo parar y como he dicho antes,voy a hacerte daño y pronto vas a ser tú la que tenga que decirme a mí que retroceda porque mi resistencia se está acabando. ―Sus ojos se estrechan―.Si no me rechazas y te decides a dejarme entrar… Recuerda que no tengo novias y no creo sentimientos. Si sales lastimada, está en ti. No en mí.

El peso de sus palabras descansa sobre mi pecho y me siento frustrada porque piensa que le iba a dejar entrar después de todo lo que acaba de decir. Tal vez debería decirle que retroceda ahora… eso me ahorraría la molestia de hacerlo cuando decida dejarse ir tras de mí. 
 ―No quiero ser una de esas chicas ―digo en voz baja. Él levanta una ceja y continúo―: Las chicas en el gimnasio que vienen por ti y las alejas…No quiero ser una de ellas. Ofendes a las mujeres.
Sus ojos brillan y una amplia sonrisa se extiende por su rostro. Él realmente encuentra lo que dije divertido.

 ―No, las trato como quieren que las trate. Ellas quieren follar, así que las follo. Eso es todo.

―¿Y si una de ellas quiere más de ti?

―Tendrían que ser muy especiales para cambiar mi postura de las relaciones. ―Lanza su palillo de dientes en la mesa―. Nadie ha tratado de llegar a conocer el verdadero yo, pero puedo tomar toda la culpa por eso. 
 ―Así que, háblame de tu verdadero yo.
 Él me guiña un ojo.
―Buen intento. 
―Me trajiste a cenar pero, ¿no podemos hablar de ti?
 Niega.
―Te traje a cenar para disculparme y para darte una advertencia. Eso es todo.

Presiono el tenedor en mi dedo para aliviar un poco de mi ira. 
¡Dios! ¡¿Por qué este hombre es tan difícil?! 
―Bueno, mensaje recibido. ―Dejo caer el tenedor, agarro mi bolso de mano y me levanto, pero antes de irme me giro hacia él―. No necesito a un tipo como tú en mi vida. 
 ―¿Un tipo como yo?
 ―Sí. Ya he tenido a alguien que se acuesta con todo lo que se mueve y, francamente, no creo que pueda soportar otro. Puedes tomar tu cena, tu disculpa y tu advertencia y te las puedes meter por el culo porque no te quiero. No te quiero ahora y no te voy a querer la próxima semana. Me odio por pensar que puedo tener un pequeño bocado de diversión después de romper con mi novio de seis años.

CAPITULO 28


Cuando mi padre se va, Pedro le ordena a su gente salir y pronto sólo somos él y yo. 

Cuando la puerta se cierra Pedro viene enfurecido hacia mí, cada paso que da se vuelve más decidido, más frustrado. 

Estoy dolorosamente consciente que la gente está mirando a través del cristal transparente y me siento como un animal en un zoológico. 

―¿Podemos tener más privacidad? ―pregunto antes de que me alcance y su gran cuerpo se mueve hacia la pared para encender el botón. La lámina de vidrio se oscurece y podemos ver a las personas en el gimnasio,pero nadie puede ver hacia adentro.

Nadie puede vernos. 

Trago saliva al darme cuenta. Él me observa desde la pared y no puedo hacer otra cosa que mirarlo de vuelta. Damian dijo que Pedro está de mal humor hoy, y no está mintiendo.

Mis manos están sudando en mis guantes y no puedo limpiarlas en mis pantalones.

―Te ves sexy con un par de guantes. ―Su voz es insoportablemente íntima, pero sus ojos son inquietantemente oscuros. 

No respondo. No tengo ni idea de qué decir a eso. Su pecho todavía se está moviendo rápidamente y estoy un poco preocupada. ¿Qué tan duro están entrenándolo? 

―¿Estás bien? ―me pregunta. 

Asiento. 

―¿Algo malo… te pasó?

¿Malo? ¿Se refiere a algo sexual porque estaba drogada? 

Niego.
―No, Vanesa me llevó directamente a casa y me desmayé.
Sus cejas se levantan y caen ligeramente con alivio. ¿Por qué le importa? 
―Si hubieras venido a cenar conmigo nunca hubiera pasado. 
―Eso es verdad, pero no lo hice.

Sus gruesos brazos se balancean ligeramente cuando camina hacia mí. 
Mi corazón se detiene en frío, y siento la humedad pegajosa que comienza a extenderse por mis palmas mientras mantengo mis ojos pegados a su figura
acercándose. 

Cada paso decidido y frustrado lo trae más cerca de mí hasta que nos presionamos alineados uno contra el otro. 

Tengo que obligarme a respirar lentamente, mientras sus manos ásperas se deslizan en la nuca a cada lado de mi cuello. 
Él presiona su frente con la mía y su cabeza está húmeda con sudor,pero no me importa. 

Él exhala por la nariz, controlando su respiración rápida y luego me deja ir. Mi cabeza gira un poco y tengo que cambiar mi postura para que vuelva a enfocarse. 
―Uno de mis amigos, en el restaurante, vio a Vanesa arrastrarte desde el club. Dijo que estaba en muy mal estado. ―Él tira de la cinta,desenvolviéndola de su mano―. Estaba preocupado. 
Me siento conmocionada de que su amigo nos viera a Vanesa y a mí en el club. Parece que todos tienen un ojo en alguien en esta ciudad. 

Lo que me confunde más es el hecho de que Pedro está preocupado por mí. Parece excesivamente nada característico para un hombre que parece evitar sus sentimientos y sólo quiere sexo de mí lo que, por cierto, traté de darle. ¿Soy la única que no puede darle sentido a toda esta situación?
Me pregunto si la razón por la que ha estado de tan mal humor hoy es por mi culpa. 
 ―¿Por qué? ―pregunto sin rodeos. Sin payasadas.
 ―Porque eres una buena chica. 
 Ruedo los ojos. Ahí está esa maldita palabra de nuevo.
 La voz de Pedro se oscurece con mi rodada de ojos ―¿Sabes lo que le pasa a ingenuas, chicas buenas que se desmayan en los clubes? 
 ―Tal vez tienes una idea equivocada sobre mí… tal vez no soy tan buena como quieres que sea. 
 Arroja sus muñequeras el suelo, con los ojos ardiendo.
―No quiero que seas buena. Quiero que seas mala, así puedo hacer todas las cosas que he querido hacerte desde que te vi y no me sienta jodidamente culpable por ello.
 ―Era mala, ¿recuerdas? Aun así me rechazaste.
 Agarra mi cintura, tirando de mí en él. Aprieto los guantes contra este pecho y trato de retroceder, pero su agarre es firme. Mi cara está en calma,pero por dentro mi cuerpo es un caos. 
 ―No, estabas tratando de ser mala, pero no lo eres. ―Su mano se desplaza hacia arriba, a mi lado y me acaricia la mejilla. 
Un atisbo de tristeza llena sus ojos y frunzo el ceño.
―Estaba decidido a tenerte, pero luego me encontré contigo en el restaurante de carnes y no pude hacerlo. Estabas sentada allí toda nerviosa e incómoda con tu lindo libro y… ―Exhala, quitando su mano de mi mejilla y pasándose las manos por su cara―. Además, todavía no estoy al cien por cien seguro de que incluso me querías esa noche o si estabas tratando de vengarte de tu ex.

Sus palabras tranquilas y vulnerables roban el aire de mis pulmones. 
Sí, estaba tratando de demostrar algo esa noche, pero no a Ramiro, sino a mí. 
Quería ver si era capaz de ser divertida y espontánea. Casi lo logré hasta que Pedro decidió desarrollar valores morales.
―Sí te deseaba ―mi voz es apenas audible, casi sin aliento, pero él lo oye alto y claro. 
La mano de Pedro acaricia el hueso de mi cadera y cierro los ojos. Sí te deseo. Las palabras caen silenciosamente en el fondo de mi mente. Una sensación de calor me inunda, casi llenándome completamente mientras la necesidad palpita entre mis piernas. 

Dejo caer mi cabeza. ¿Qué demonios estoy haciendo? Debería estar escudándome de este hermoso hombre, porque si lo dejo entrar, me lastimará… pero, ¿por qué esto se siente tan bien, tan reconfortante? 
Su mano callosa rastrilla a través de mi cuello y luego a lo largo de mi mandíbula. Dejó escapar una exhalación lenta mientras levanta mi cabeza hacia arriba y abro los ojos.
 ―¿Por qué me haces esto? ―exijo. 
 ―¿Qué? 
 ―¿Tocarme y actuar como si no te importara?
El frunce el ceño y su lengua se desliza abruptamente por su labio inferior. Me doy cuenta de que no tiene idea de por qué está siempre en mis talones. Mi mirada parpadea por su cara, esperando que me conteste, pero nunca lo hace.
 ―Esto es un extraño giro de acontecimientos. ―La voz de mi padre resuena a través de la habitación y de inmediato salto lejos de Pedro. 
Cualquier sentimiento de deseo se disipa cuando su súbita entrada sacude un poco de sentido de nuevo en mí. Estoy molesta conmigo. ¿Por qué soy tan malditamente débil? 

Puedo sentir a Pedro observándome, sin sentirse avergonzado de que mi padre está aquí. 
 ―¿Mi hija con un luchador? ¿Quién lo hubiera imaginado? ―Papá está sonriendo, por supuesto. Un combatiente prometedor es,probablemente, el único hombre al que daría el visto bueno.

 ―No estoy con él ―declaro con orgullo―. Sólo que él no sabe cómo mantener las manos quietas.

La misma sonrisa arrogante de la que fui testigo cuando vi por primera vez a Pedro se extiende sobre sus labios y siento que mis mejillas se calientan.
―La cena es a las 7:00, te recogeré ―es su única réplica.
 Abro la boca para declinar, pero papá interviene para mí.
―Eso suena genial. Déjenme saber cómo va. ―Vuelve su atención a Pedro―. Damian está pateándome el culo. Tenemos que volver a entrenar.
Pedro asiente y pisoteo desde la sala de entrenamiento, enojada. 
Cuando toda su gente está de vuelta en la habitación y la puerta está cerrada, Vanesa se lanza a mí, balbuceando como una idiota. 
 ―¡Oh, Dios mío! ―chilla en mi hombro. Se tira hacia atrás y me mira con impaciencia―. ¡Él es un maldito animal!
 ―Ni que lo digas. ―Parece que no puedo alisar la arruga en mi frente y Vanesa se da cuenta de mi frustración.
 ―¿Qué pasa? ¿Estás enojada porque accidentalmente le dije a tu papá sobre el roinol?

―Es parte de ello.

 ―Oh, lo siento, cielos. Relájate un poco. Es despistado. No tenía la menor idea de lo que estaba hablando. 
 ―Por suerte… ―Si mi padre supiera lo que era un roinol, me arrastraría de nuevo a la casa y nunca me dejara salir.
 ―Pedro es tan… ―Su rápido cambio de tema no pasa desapercibido―Dios, ¿Lo has visto?

―Sí, lo vi Vane, no estoy ciega.
 Me mira furiosa y cruza los brazos sobre su pecho. ―Lo siento, ¿Pedro te atasco un palo por el culo por lo que estás siendo una perra en estos momentos?

Golpeo mis puños en el saco de boxeo, sin seguir ningún ritmo simplemente golpeando con pura frustración. 
―Lo siento. ―Me las arreglo para respirar después de un combo―. Es Pedro. Él me pone de nervios.
 ―¿Qué hizo? 
 ―Cree que me va a llevar a cenar. No quiero ir. 
Vanesa me mira con ojos amplios y la boca abierta como si fuera la mayor idiota que alguna vez haya conocido.
 ―Um, está bien… ―Se cuela entre el saco de boxeo y yo, apretando su pecho, para que no la golpee en las bubis―. ¿Estás tonta? ¡¿Hola?! Ese tipo es sexo con piernas. ¡Tienes que ir, si no por ti misma, entonces por mí!

Me paso el guante sobre mi frente para limpiar un poco de sudor, sólo que el material lo extiende en lugar de absorberlo. 
 ―Es como una gran paleta de azúcar y nosotras, las chicas somos las hormigas sólo muriendo por una probada. Un día, la paleta viene a nuestro hormiguero viéndose toda azucarada e irresistible e invita a una pequeña hormiga a venir a chuparla y obtener tanta azúcar como quiera, pero la hormiga no acepta y la estamos mirando como, que demonios y…

 ―Está bien. ―Me río, cortando su historia―. Creo que lo entiendo.

 ―Bueno. Así que, ¿qué vas a hacer? 
Arrastro el guante sobre mi frente otra vez y jadeo ligeramente.
―Bueno, no voy a plantar al hombre. Sé lo que se siente.
 Ella chilla, llamando la atención sobre nosotras. 
―¡Vas a conseguir un poco de azúcar!

CAPITULO 27



El gimnasio es un hervidero de fanáticos del fitness esta tarde y Vanesa quiere sentarse cerca de la sección de boxeo para conseguir una mirada más de cerca a todos los chicos musculosos golpeándose entre sí. 

Afortunadamente, Pedro no está allí, así que estoy de acuerdo con eso. Ella se acomoda en un asiento detrás de una bolsa de repuesto y observa el espectáculo a través de sus gafas de sol.

―Hey, Perver. ―Me río―. Estás aquí para trabajar, no comértelos con los ojos. 

Ella lleva sus rodillas hasta el pecho y se inclina hacia atrás en su silla de una manera que es, sin duda, horrible para la columna vertebral. Me duele la espalda mirándola sentada así. 

―Incorrecto. Tú estás aquí para trabajar. Yo estoy aquí para apoyar. 

El largo cristal de la pared al lado de nosotros nos da una buena parte de este lado del gimnasio. En el interior hay salas de entrenamiento de artes marciales mixtas o yoga o cualquier otra cosa relacionada con el deporte o categoría. 

Gente en trajes se alinean en la pared de vidrio de la sala junto a Vanesa y yo. Me empujo en las puntas de los dedos de los pies, curiosa de echar un vistazo.

Por lo general, cuando la habitación está ocupada, el vidrio se vuelve negro impidiendo que nadie mire hacia adentro. 

Hoy, a las personas usándolo no parecía importarles que el cristal estuviera todavía transparente.

Saco las muñequeras deportivas de mi bolsa. Los recibí cuando tenía dieciséis años. Solía tomar clases de boxeo cuando era más joven. 

Vanesa también lo hizo hasta que lo dejó porque pensó que sus bíceps se estaban haciendo más grandes. 

He tenido la intención de sustituir estas muñequeras con unas más nuevas, pero me gusta cuán ligeras son y vinieron con un orificio de pulgar y velcro, haciéndolas más fácil para envolver. 

Vanesa me ayuda a deslizarme dentro de un pequeño par de guantes. Son apretados, pero puedo sentir el apoyo en torno a mi muñeca. Doblo mis rodillas ligeramente y cierro mis puños enguantados en la bolsa. 

Cuento incluso ritmos y números en mi cabeza. Me encanta el boxeo. 

No lo he hecho mucho en los últimos años, aún menos ahora que Pedro domina esta zona, pero es una buena liberación para mí. 

A Ramiro no le gustan las mujeres boxeando, al parecer, hay algo castrante y varonil al respecto. Pfft.

―¿Paupy? ―Echo un vistazo para ver a papá salir de la sala de entrenamiento. Lleva una chaqueta con capucha y un par de pantalones negros de deporte, algo que realmente no he visto que use por un tiempo. 
―Buenos días Sr. Chaves ―lo saluda Vanesa, deslizando sus gafas de sol a la parte superior de su cabeza. 
Ella siempre se refería a mi padre como el Sr. Chaves a pesar de que se han conocido el uno al otro desde que estaba en la escuela primaria.

―Hey, Vane. ¿Cómo estás? ¿Cómo está tú papá?

―Estoy bien y él está genial, gracias por preguntar.
Papá vuelve su atención hacia mí.
―No te he visto boxear por un tiempo. 
Echo un vistazo a los guantes.
―Sí, me sentí con ganas esta mañana. 
―Ven, quiero mostrarte algo. ―Me agarra por el brazo y me empuja hacia la sala de entrenamiento. 
―¿No puedes decirme lo que quieres mostrarme? Tengo una buena imaginación ―digo, sabiendo muy bien que papá quiere que vea algo que tiene que ver con Pedro.

Vanesa salta de su silla para seguirnos de cerca. Un hombre de piel oscura impecable sale de la habitación, lo que nos impide entrar. Sus ojos son de un bonito color dorado con manchas marrones oscuras. Son reconfortantes. 

Mis ojos se caen al cronómetro que cuelga alrededor de su cuello y me doy cuenta que él estuvo aquí ayer, también.
―Uh, Ricardo. No creo que sea una buena idea. Está en un estado de ánimo bastante asqueroso esta mañana ―le dice a papá. 
―¡Es sólo mi hija, Damian. Él va a estar bien. 
Los pasos de papá pasan a Damian, tirando de mí en la sala de entrenamiento y yo jadeo en voz alta mientras atestiguo cómo Pedro conduce su rodilla en la cara de su compañero de práctica. 

Mis manos cubren inmediatamente la boca y mi pulso golpea a un nivel superior, enviando niveles peligrosos de náuseas a través de mi estómago. 

Pedro se mueve hacia mí al oír mi grito de asombro. Sus ojos son tan oscuros como vidrio volcánico y me sobresaltan. 
No me gustan las peleas, de juego, de práctica o de otra manera y estar en la presencia de alguien que lo hace para ganarse la vida me pone incómoda. 

Afortunadamente, el compañero de práctica tiene un protector facial puesto y no está herido tan mal, pero todavía no puedo alejar mis manos de mi cara. 

El compañero, o la víctima, más bien, se pone temblorosamente de pie y pasea tranquilamente para unirse al resto del equipo en el otro lado de la habitación.
―Increíble ―susurra Vanesa a mi lado. 
El pecho de Pedro se eleva y cae rápidamente. Bajo las luces, veo el sudor relucir en su cuerpo. Lleva un par de pantalones cortos con la abertura en el lado y las manos están vendadas en blanco. 

Si tuviera que adivinar,diría que es una gasa suave y cinta quirúrgica. 
Cuando alejo la mirada de Pedro me doy cuenta de todos los demás en la sala. Tiene que haber al menos una veintena de personas aquí. Doce se encuentran en trajes y alineados contra la pared tomando notas y discutiendo cosas en voz baja. 

Uno de ellos es el entrenador y los demás son compañeros de práctica maltrechos desplegando sus heridas y gimiendo en el rincón más alejado. 

¿Pedro había hecho daño a todos?
Por supuesto que lo hizo.
Junto a mí, papá está todo vertiginoso y emocionado, me hace sentir aún más nauseas. Dejo caer las manos a mis costados mientras papá me mira. ¿Esto es lo que quería mostrarme? 
―No te ves muy bien ―dice papá, riéndose de mí. Él sabe exactamente lo que siento por los combates.
Siempre que me hizo ver sus peleas de MMA, me sentaba a su lado,con los ojos fuertemente cerrados. No sé lo que es, pero cada vez que carne se conecta con carne… Me siento enferma.

―Si piensa que eso es malo, debería haberla visto la noche anterior.―Se ríe Vanesa. Giró de golpe la cabeza sobre mi hombro, disparando dagas en su dirección, pero no parece captar el mensaje―. Ella tuvo roinol en Lux´s.
Las cejas de papá surcan.
―¿Qué es roinol?

―Es un… 
―Una bebida alcohólica ―interrumpo rápidamente, cortando a Vanesa―. Una fuerte. 
Papá se ve completamente perdido. 
―Todas las cosas de la nueva época son confusas. Recuerdo entrar en un bar, cuando era joven y sólo tener tres opciones. ¿Qué hay de malo con un buen clásico Jack Daniels? ―Se ríe él―. Siempre y cuando te diviertas y
tengas cuidado, no me importa cuántos roinoles bebas.
Vanesa resopla mientras contiene una risa en su garganta. Niego y ella hace gestos con su boca disculpándose hacia mí antes de girarse y salir de la habitación. 

Mi mirada se encuentra la cara de Pedro de nuevo sus ojos están pegados a mí. 
El calor se extiende debajo de mi piel, me doy cuenta que su mirada es todo menos alegre. 
―Papá, ¿puedes darme un minuto con Pedro? ―pregunto, en voz baja.

No tengo idea de lo que estoy haciendo o lo que voy a decir, pero me da la sensación de que si Pedro no habla conmigo en este momento va a enloquecer.
Papá asiente con curiosidad.
―Está bien…