jueves, 3 de abril de 2014

CAPITULO 3



A la mañana siguiente, me levanto muy temprano para poder conseguir una sesión más larga en el gimnasio antes de trabajar. Mi gimnasio está a sólo unas pocas cuadras, pero conduzco de todos modos.
¿Por qué iba a querer quemar más calorías de las que necesito? Fue duro despertar temprano esta mañana. No conseguí dormir mucho anoche.
Terminé apagando mi teléfono después de las 11:00 p.m. y un millón de llamadas perdidas. Sonrío. 
Ramiro probablemente se está volviendo loco en este momento y lo tiene bien merecido.
Incluso después de que apagué mi teléfono el sueño fue escaso. Me quedé despierta toda la noche pensando, tratando de fijar el punto del momento exacto en el que Ramiro se dio vuelta y entró a un idiota. No podía,y me pregunto si ha sido así desde el instituto y sólo estuve demasiado ciega para darme cuenta.
Me detengo en frente del gimnasio, inclinándome saco mi mochila del asiento del pasajero. En el interior tenía una toalla, un par de zapatos de tacón, un bonito vestido negro de negocios, algo de maquillaje y un cepillo para el cabello. Después de mi entrenamiento necesito una ducha y vestirme para el trabajo. Desde que el gimnasio dispone de regaderas, me imaginé que mataría dos pájaros de un tiro esta mañana. Ajusto mi cola de caballo,tiro de mis mallas un poco más arriba y cubro mi ombligo con mi camiseta de color rosa. No es que eso ayude mucho. Es tan fuerte que sigue volviéndose a deslizar y dejando al descubierto mi barriga plana.
Entro en el gimnasio y un olor estéril llena mis fosas nasales. Ayer el gimnasio fue el anfitrión de un campo de entrenamiento y apestaba a sudor y vómito. 
Desagradable es una buena manera de decirlo.
Exploro el gimnasio tratando de decidir dónde quiero empezar hoy.
Por lo general, comienzo con la máquina para correr o la elíptica, pero estan mañana me siento algo un poco más… agresiva. Quiero algo que pueda sacar mi enojo. Tengo una gran cantidad de odio que quiero expulsar de mi sistema antes de trabajar. Mi mirada cae sobre el ring de boxeo, donde dos hombres firmes entrenaban. 
Es un comienzo, supongo, pero a lo mejor voy a ir con algo un poco más personal. Miro a las bolsas de boxeo y lo veo… a él.

Guau. 
Al instante un escalofrío se dispara por mi espina dorsal, encendiendo algo oscuro y siniestro en lo profundo de mi interior. Sin poder hacer nada me como con los ojos los rasgos extraños, boquiabierta hacia él como una idiota. 
Las hebras de su cabello corto y negro se adherían a su frente por el sudor y tan pronto como lo noto, pasó los dedos a través de él, enviando pequeñas gotas de sudor en todas direcciones. Mi boca se seca y quiero pasar mis labios sobre su húmeda garganta. Repentinamente soy consciente de un extraño calor abrasador atravesando la parte trasera de mi cuello y una corriente eléctrica que nunca he sentido antes hormiguea entre mis muslos mientras observo su pecho sudoroso subir y bajar en un profundo jadeo. 
Él mira hacia el techo y cierra los ojos, forzando su manzana de Adán a sobresalir un poco. Sus anchos hombros y un lado de su pecho están cubiertos de intrincados tatuajes. A través de la cadera está otro tatuaje, es una frase, pero estoy demasiado lejos como para leerlo. Mi mirada cae sobre sus pantalones de cordón negro que cuelgan de sus estrechas caderas, exponiendo su deliciosa forma en “V”. Nunca he visto a un hombre tan…
tan… como él. Es como si viniera directamente de una película o de alguna tórrida revista erótica para mujeres, con six pack  y todo.
Él flexiona sus dedos y rebota ligeramente en los dedos de sus pies antes de cerrar sus manos en puños. 
Sus músculos se tensan y se contraen, trabaja y relaja, mientras golpea fuerte sus puños en la gran bolsa azul. Todo mi cuerpo se tensa y vibra de placer cada vez que sus grandes puños conectan. Y la forma en que sus cejas se juntan mientras balancea sus grandes brazos musculosos me hace retorcer donde estoy parada. 
Miro su rostro, sus ojos son oscuros y su expresión seria, como si la bolsa frente a él es alguien a quien odia. Involuntariamente, mis ojos caen de vuelta a su forma de "V" y reflexiono sobre qué exactamente hay debajo de la delgada tela. El pensamiento por sí solo es suficiente para que el deseo comience a poner humedad entre mis muslos. Pasan unos segundos y me doy cuenta de que el cordel en los pantalones no se balancea más hacia atrás y adelante, no se está moviendo. Lentamente arrastro mis ojos a lo largo de sus delgadas caderas y una cintura estrecha, un pecho bien formado rociado con una fina capa de sudor y, por último, un par de ojos de color marrón oscuro que están… mirando directamente hacia mí.
¡Mierda!
Las garras de mi estómago se abren paso hasta mi garganta con una velocidad tremenda y creo que voy a vomitar. Me siento como si estuviera de pie en el agua, en lugar de en tierra firme y mis ojos se abren mientras mi pulso se dispara instantáneamente. Quiero correr, pero me quedo congelada, clavada en mi lugar. Abro la boca para disculparme, pero estoy al menos a diez metros de él. Cierro mi boca de un golpe. Estoy avergonzada, pero al mismo tiempo, estoy excitada, completamente deshecha sólo porque él me
está mirando. Sus seductores y carnosos labios estallan en una sonrisa arrogante, como si oyera todo lo que pensaba de él. Bajo mis mejillas, mi sangre arde. No con miseria, sino de vergüenza, y odio eso. Bajo la mirada hacia mis zapatos deportivos blancos. Tal vez voy a empezar con la cinta de correr hoy. Fuerzo un pie delante del otro hacia las maquinas situadas una al lado de la otra. Le subo la velocidad a la máquina y pongo a trabajar mi trasero.
 Muy pronto mi cuerpo comienza a gemir y a quejarse,
probablemente porque se me olvidó calentar. Pitidos apagados suenan en la trotadora a mi lado.
―Hola, Paupy

CAPITULO 2


Voy furiosa alrededor de mi pequeño apartamento, con una gran caja arropada debajo de mis brazos, recogiendo las cosas de Ramiro. Él no vive conmigo, pero seguro que tiene un montón de artículos alrededor de mi apartamento. Cada uno que recojo me hace sentir más enferma a medida que empiezo a asimilar la realidad. Cuando estoy segura de que he agarrado todo, corro escaleras abajo y coloco la caja en el camino de entrada. Nunca he ido tan lejos como para eliminar realmente sus cosas antes, pero esta vez estoy harta. Ya he tenido suficiente. Me doy la vuelta, pero un conjunto de faros acercándose en el camino de entrada hace que me regrese. 
Es un taxi. Genial.
Ramiro salta del asiento trasero y saca un puñado de dinero en efectivo del bolsillo delantero de sus pantalones de mezclilla. Arroja el dinero en la ventanilla del conductor y trota hacia mí.
―Nena ―suplica, pasando sus dedos por su cabello rubio oscuro―. No hagas esto. Te amo.Me vuelvo sobre mis talones, sabiendo muy bien que si me lanza esos hoyuelos de niño voy a ceder. Su mano se envuelve alrededor de mi codo y un escalofrío de energía me atraviesa cuando me da la vuelta con una fuerza sorprendente. Bajo su agarre mi codo duele.
―Me estás haciendo daño ―gruño en voz baja para que los vecinos no puedan oír.
Él no suelta su agarre. Sus ojos miran dentro de los míos mientras se inclina cerca, para que pueda sentir y oler su caliente aliento alcohólico de lleno en la cara. No hay compasión en su rostro, sólo ira. Echo un vistazo a sus pequeños ojos azules, y luego bajo por su cara a sus labios delgados.
Lápiz labial rosado a lo largo de su línea de la mandíbula atrapa mi atención. Mi mirada sigue el conjunto de labios por su cuello, antes de desaparecer debajo del cuello azul de la camisa de polo verde.
―Eres asqueroso ―escupo.
Él me aprieta mi brazo más fuerte y me estremezco mientras mi músculo se comprime contundentemente bajo mi carne.   ―¿Qué harías sin mí? ¿Dónde estarías sin mí?  
Yo arranco mi brazo hacia atrás.  
―Ya no te necesito más. Necesito a alguien que me aprecie.
Ramiro ríe a carcajadas, echando la cabeza hacia atrás y mostrando sus dientes. 
Al parecer, dije la broma del año.
―No vas a encontrar a alguien que vaya a estar tan interesado en ti como yo. Eres simple, Paula, y aburrida. No tienes nada que ofrecer a nadie.
Soy lo mejor que alguna vez te ha sucedido.
Ouch, y pensar que esta persona amargada se supone que es mi otra mitad. Una extraña sensación de hormigueo se acumula en mi garganta como normalmente lo hace antes de que llore y presiono mi lengua en mi paladar para ayudar a aliviar la acumulación de lágrimas. 
Y lo hace en un grado.
―Si soy tan poca cosa, ¿entonces por qué estás tan enojado? ―pregunto, mi voz temblando ligeramente. ―No estoy enojado. Estoy feliz. Rompe conmigo, no me importa.
Vendrás arrastrándote de vuelta y cuando lo hagas voy a cerrar de golpe mi puerta en tu cara.
Me aparto de él. Si no me voy ahora, voy a llorar y no quiero que me vea hacerlo. Me dirijo a las pequeñas escaleras blancas y justo antes de dar un paso en mi apartamento su voz dice en voz alta por última vez.  
―¡No te necesito! ¡Maine esta atestado con mejores chicas y me levanté a dos de ellas esta noche!  
Golpeo mi puerta y me deslizo hacia abajo a la madera dura. ¿Cómo puede alguien que solía ser tan dulce ser tan malditamente hiriente? Si me hubieran preguntado hace un par de años dónde quería estar en la vida hubiera dicho “en cualquier lugar, siempre y cuando tenga a Ramiro”. Si hacen la misma pregunta ahora, he de responder “cualquier parte donde no vea la estúpida cara de Ramiro o escuche su estúpida voz”.  
Mi pecho palpita dolorosamente mientras lágrimas escapan de mis ojos. Las dejé caer con toda su fuerza, porque las había estado reteniendo desde el restaurante y ya no podía más. Me arrastro sobre mis manos y rodillas desde mi puerta principal, atravesando la sala de estar y dentro del dormitorio. Me las arreglo para meterme en mi cama y dejo que la fresca cubierta del edredón de satén acaricie mis mejillas ardientes. Después de unos minutos me doy cuenta que no estoy llorando porque rompí con Ramiro.
Estoy llorando porque sé que esto no es el final. Él va a volver. Continuará chantajeándome emocionalmente y desgastándome hasta que me fisure y lo acepte de nuevo en mi vida, pero eso no va a suceder esta vez. No lo recibiré de vuelta. Soy más fuerte ahora y me he estado preparando para nuestra inevitable ruptura durante mucho tiempo.Sólo porque elijo usar ropa más conservadora no me hace sencilla y sólo porque me gusta quedarme en casa casi todas las noches y leer y escribir no me hace aburrida. Le mostraré que no soy dependiente de él. Le mostraré que no puedo ser controlada. 
Lo trataré como si lo hubiera superado, porque definitivamente estoy por encima de haber sido tratada como si fuera nada. Yo no soy nada. Soy yo y me encanta ser yo.
Que se joda.

CAPITULO 1



DE: RAMIRO 19:23  
Hey, nena. No puedo llegar a la cena. Los chicos y yo saldremos. No me esperes. X
 
Genial, malditamente genial.
Lanzo mi teléfono de regreso en mi bolso de mano y echo un vistazo alrededor de la habitación, frustrada por la cancelación de Ramiro.
Lamentablemente, esta no es la primera vez que me planta. Es la tercera vez en este mes que Ramiro me ha dejado en el restaurante mexicano de salsa esperándolo porque prefiere “pasar el rato con los chicos” sobre su novia por seis años. Para empeorar las cosas, el camarero que ha estado viniendo a mi mesa durante la última hora preguntándome si quiero ordenar es el mismo maldito camarero que ha tratado de atenderme las dos últimas veces que he sido plantada. Echo un vistazo a la barra y me encuentro con la cara de niño y ojos azules del camarero. Él me mira con simpatía. Sorprendida, miro rápidamente hacia abajo en mi menú, dejando las largas hebras chocolate de mi peinado como una cortina entre nosotros. Sólo el sonido característico de alguien despejando su garganta hizo que me asomara alrededor de mi cabello.
―¿Está usted lista para ordenar? ―pregunta el joven camarero, pasándose los dedos por el frente de su largo flequillo rubio. ―Uh. ―Un rubor surge instantáneamente a mis mejillas y me estremezco al pensar en lo roja que debo verme―. No, lo siento… mi pareja no va a venir.
Me pongo de pie y enderezo mi corto vestido negro. Saco mi abrigo negro a juego de la parte posterior de la silla, colocándolo sobre mis hombros. Me extiendo a través de la mesa por mi bolso y camino rápidamente hacia la salida. Mis mejillas se ponen más calientes y juro que puedo sentir los apreciativos ojos de todos en mí.
Afuera el aire es sorprendentemente frío. Extraño,considerando que estamos bien entrados en la primavera. El aire frío hace a mi nariz correr inmediatamente y siento el calor de mi rubor desvanecerse de mis mejillas Mis zapatos de tacón alto resuenan e incluso golpean a lo largo del concreto mientras camino a través del estacionamiento. 
Siempre he encontrado el tiempo tranquilo reconfortante, pero el frío de esta noche, incluso el tiempo no es suficiente para calmar la tormenta rabiando dentro de mí.
Mi sombra oscura se refleja en la pintura azul de mi sedán mientras desbloqueo el coche y me subo. Con un gruñido, lanzo mi bolso en el asiento del pasajero. Las lágrimas arden en mis conductos lagrimales, pero no me atrevo a dejarlas caer. No voy a llorar por él nunca más. Me inclino y cavo a toda prisa en el contenido de mi bolso hasta que localizo mi teléfono. Busco su nombre en mi lista de contactos y golpeó marcar. Resuena y soy saludada por su estúpido correo de voz.  
―Hola, este es Ramiro. No estoy aquí ahora mismo, obviamente. Llámame más tarde.
No dejo un mensaje de voz, pero sí lo llamo de nuevo. 
Y otra vez. Y otra vez. Cada vez que pasa al buzón de voz me pongo más y más furiosa, hasta que finalmente contesta.
―Shh. Shh. ―Escucho susurrar a alguien con una risita aguda. El ruido hace a mi estómago caer en mis intestinos―. Hola nena, ¿qué pasa?  
Eligiendo ignorar el ruido femenino hasta más tarde, le digo lo que pasa.  
―¿Qué pasa? ¡Estoy sentada en el estacionamiento de Salsa’s porque me plantaste de nuevo! ―Mi voz es fuerte, pero no me importa.
―¿Puedes dejar de gritar? En realidad no es un gran problema. Tú y yo pasamos el rato juntos todo el tiempo. ¿Qué clase de respuesta es esa?  
―Espera. ¿Debido a que nos vemos con frecuencia eso te da el derecho de plantarme?  
Puedo imaginarlo haciendo ese estúpido encogimiento de hombros que siempre hace.  
―Algo así. Sabía que lo entenderías.
Él cuelga, dejándome mirando fijamente por el parabrisas delantero. La ira hierve al extremo en mi pecho y puedo sentir mis orificios nasales expandirse mientras mi pecho se eleva y cae rápidamente. 
Con las manos temblorosas,golpeó remarcar.
―¿Hola? ―responde una ronca voz femenina, atrapándome con la guardia baja.
―¿Estás jodidamente bromeando? ―exijo, sintiéndome enferma instantáneamente―. ¿Quién habla?  
―Marisa.
―Pon a Ramiro en el teléfono ―chasqueo.
En el fondo claramente escucho la música del club y las risas. Me alegro de que este fuera teniendo un buen rato mientras yo estoy sentada sola en un maldito estacionamiento.  
―Mierda. Paula, no es lo que piensas. Ella tomó mi teléfono de la barra.
He alcanzado el punto de ebullición. He terminado.   ―¿Crees que soy tonta? ―ladro en el teléfono. ¿Qué clase de pregunta es esa? Por supuesto que lo cree.
―No, en absoluto. ―Puedo escuchar el leve insulto en su voz. Típico―. Quiero decir, a veces haces cosas que me hacen preguntar…
―¡Sólo cállate! Ya no quiero hablar contigo por más tiempo y no quiero volver a verte nunca. ¡Puedes encontrar tus cosas en cajas y en la entrada de mi casa! ―Dios sabe cuántas veces he dicho eso.
―Paupy, vamos. No seas así ―suplica él a través del teléfono, llamándome por mi apodo―. Estás exagerando.   Cuelgo. Cómo es eso para jodidamente exagerar. Apoyo mi cabeza en el volante mientras un par de lágrimas caen sobre mi muslo desnudo. Ramiro y yo hemos estado saliendo desde que teníamos diecisiete. Tenemos veintitrés ahora. Siendo realistas, deberíamos haber salido solo por dos años. Esa fue la primera vez que me engañó. Desde entonces he perdido la cuenta de cuántas veces me ha traicionado. 
Lo sé. Soy una idiota por aceptarlo de vuelta y debería respetarme más, bla, bla, bla. Escúchame, estar con Ramiro es todo lo que conozco. Nunca he estado con nadie más. La idea de no tenerlo en mi vida me aterroriza, pero sé que él estando en mi vida va a seguir destruyéndome una y otra vez y no puedo hacerlo más. Si estar con Ramiro significa que me sentaré en los restaurantes sola por el resto de mi vida o preocupándome de que podría atrapar alguna condenada ETS de él… entonces no quiero ser parte de eso.



SINOPSIS



Paula Chaves nunca ha sido de las que pisan el lado salvaje, al menos no
hasta que conoce a Pedro Alfonso… un engreído y atractivo luchador en el
gimnasio de su padre. Es exasperante, asquerosamente adictivo y
simplemente parece no poder sacárselo de encima. Él ha estado en la ciudad
por poco tiempo y su nombre ya está en boca de todos. Es el tipo de hombre
sobre el que las madres advierten a sus hijas... de la clase que deja un
reguero de corazones destrozados detrás de sí y tiene a Paula en la mira.
Paula nunca ha conocido a nadie tan confuso como Pedro y su actitud
temperamental constantemente la desorienta. Nunca en su vida ha deseado
el toque de alguien tan desesperadamente, pero habiendo salido
recientemente de una relación a largo plazo sumergirse en otra es algo que
preferiría evitar.
Decidida a tener su toque, pero a no dejarlo meterse bajo su piel, Paula 
se embarca en el viaje más emocionante de su vida.