martes, 29 de abril de 2014

CAPITULO 87



Sus palabras me asustan. ¿Qué exactamente pasa en su mundo que es tan malo que no pueda contarme? Sé que debería verlo como una señal de advertencia, pero me siento obligada a conocer su historia. Quiero conocerla porque él me gusta, más que gustarme, y quiero ayudar. Quiero que sea feliz. 

Pedro pone sus manos bajo sobre mis caderas y tira de mí hacia él. Otra ronda de fuego pulsa a través de mí, derritiéndome. Baja su cabeza,colocando besos sobre mi cuello y dejo escapar un pequeño gemido mientras estiro la mano hacia su cabello, dejando las hebras deslizarse entre mis dedos.

―Te deseo demasiado ―gime.

Tres palabras son todo lo que le toma empapar completamente mi ropa interior y estoy lista para ir. Lo necesito y si no lo consigo sé que voy a sentarme en el baño bajo la ducha fría toda la noche.

―Vamos a mi habitación ―sugiero, mi voz tranquila y ronca.
Me deslizo de él y tiro de su mano. Sus ojos oscuros parpadean a la puerta de dormitorio de mi padre y luego voltea hacia mi rostro.  

―No podemos.

―Él no lo sabrá. Estaremos tranquilos y puedes marcharte justamente después, lo prometo. ―La mirada de Pedro se arrastra de regreso a la puerta de mi padre y luego de vuelta a mi rostro. Tiro de su brazo un poco más fuerte y se pone de pie.  
―Bien, pero si somos atrapados yo soy la víctima. 
―Trato.

Él sigue estrechamente detrás de mí y entra en mi habitación. Enciendo el interruptor de luz, revelando mi gran cama doble de caoba y paredes oscuras artesonadas. El piso es una alfombra de marrón chocolate y creo que pretende reproducir la piel de oso, pero no puedo decirlo. 

Pasé unos buenos veinte minutos esta mañana acariciándolo con mis dedos del pie. La habitación da la sensación como de una cabaña en las montañas, es romántico, realmente. Lo único que falta es una chimenea y una alfombra de tigre gigante, tigre falso, obviamente.

―Gracias por la habitación ―digo, oscureciendo las luces y aproximándose a mi cama―. Es muy acogedora.  
Lo siento presionar contra mi espalda y cierro mis ojos. Incluso un poco de contacto me trae cantidades locas de placer.

―No vamos a tener sexo en la cama ―declara, agarrando mis caderas e impulsándome hacia la mullida alfombra. No sé cómo me siento sobre tener sexo sobre la alfombra. Una cama ha sido el único lugar donde he tenido sexo… con la exclusión de la broma de esta noche en el banco en la habitación de Pedro
  
―Tú eres malo para mí. ―Me río mientras se arrodilla, trayéndome con él.

Él me sonríe, encantadoramente y arrastrándome más cerca llevando su liso pecho contra el mío. Su mirada arrogante se vuelve oscura y seductora mientras ladea su cabeza y se inclina más cerca. El calor se construye dentro de mí, ardiendo a fuego lento despiadadamente en la boca de mi estómago. Sólo cuando presiona sus labios con los míos, no es salvaje y apasionado como lo fue en la habitación antes de la pelea. Es suave… casi amoroso. Las sensaciones se deslizan suavemente por mi cuerpo, calentando todo y me tenso. Él se retira, sonriendo.

―¿Qué?

Niego, incapaz de ocultar mi propia sonrisa. Sus oscuros ojos color chocolate miran mi rostro mientras sus manos barren lentamente debajo de mi camisa y a través de cada centímetro de mi estómago. El calor de sus dedos contra mi piel ya recalentada es un propulsor para mis acciones, y tiro de mi camiseta sobre mi cabeza.

Las yemas ásperas de sus manos se sienten bien y quiero sentirlas por todas partes. Ellas siguen explorando la curva de mi cintura antes de moverse al sur sobre mis caderas. Sus pulgares se enganchan bajo mi pantalón y lo arrastra hacia abajo, exponiéndome completamente. La sensación de sus manos callosas contra mi cuerpo me conduce a un casi frenesí, y no puedo luchar contra el gemido que se me escapa cuando presiona sus labios llenos en mi clavícula. 

Su lengua se desliza contra mi carne y muerdo mi labio para impedir a un quejido escaparse. Pedro envuelve un brazo alrededor de mi cintura y me acomoda sobre mi espalda, la alfombra de piel se siente tan increíble sobre mi espalda como lo hizo en mis pies. La apreciación de la alfombra es efímera mientras Pedro liberando el resto de mis piernas de mis pantalones toma prioridad.  

Miro su rostro, de repente nerviosa cuando sus ojos se mueven gradualmente por mi cuerpo. Se detienen sobre mis pechos, luego mis labios y finalmente mis ojos. Siento mi humedad, fluyendo cálida y resbaladiza entre mis muslos. Nunca me han admirado con tanto cuidado antes. Nunca he empezado sexo de este tipo, lento y esto me entristece. ¿Por qué había seguido con Ramiro por tanto tiempo? Su toque nunca ha sido cuidadoso, no es como el de Pedro ahora mismo.

CAPITULO 86



Cosas traviesas que hemos hecho? Empujo el pensamiento a la parte posterior de mi mente. No es importante ahora. Extiendo la mano y froto mi pulgar a lo largo del pómulo de su mejilla y luego presiono un beso tierno en sus labios. Sé con certeza ahora que tiene sentimientos por mí y quiero nutrirlos.

Quiero hacerlo sentir seguro y que esté seguro de que yo nunca le haría un daño así.

―He hecho mucha mierda, Pau. Quién sabe qué va a aparecer después.  

―No me preocupa. 

―Eso dices ahora. 

―Pedro, en serio. No me importa. Sé exactamente qué clase de persona eres. Lo supe en el momento en que te vi.
Su sexualidad no es exactamente sutil. Desde luego las chicas lo quieren, demonios, los chicos probablemente lo quieran, también.  

Me deslizo sobre él, agarrando su rostro entre mis manos. No sé por qué, pero cuando lo veo tan en conflicto. Quiero ayudar. Quiero hacerlo feliz.

―Así que, has tenido sexo con muchas mujeres, gran cosa. ¿Entonces peleas con las personas para ganarte la vida, a quién le importa? Eso no significa que no me mereces. Eso no quiere decir que no te mereces algo bueno.

Él se encoge.


―Quiero estar contigo, realmente contigo, no está mierda de amigos con beneficios.

―¿Pero?

Una sonrisa triste tira de sus labios.  

―No puedes perder lo que no tienes, ¿cierto?

Frunzo el ceño.  

―Sí se puede. No podemos estar así para siempre. Hay cosas que quiero en la vida como matrimonio y niños… ―Mierda―. No es que esté pidiendo eso de ti. ―Me recupero rápidamente―. Y por mucho que me gusta el sexo y pasar el tiempo contigo, no puedo esperar para que decidas si me mereces o no. Necesito reiniciar mi vida… y cuanto antes, mejor. 
Él asiente lentamente, evitando mis ojos. Debajo de mí, puedo sentirlo tenso y volviéndose incómodo. Exhalo y me deslizo fuera de él.

―¿Así que eso es todo?

Nada.

―¿Cómo alguna vez esperas ser feliz cuando no te  permites tener las cosas que quieres? ―No tengo ni idea lo que estoy diciendo… trato de presionarlo en una relación para la que no estoy segura que estoy lista.  
―Tengo miedo ―dice finalmente―. Me asusta que una vez te deje entrar, tú correrás hacia otro lado.

Intento todo lo posible por mantener mi expresión tranquila, pero me río una vez de su comentario.  

―Creo que he visto lo peor de todo por ahora.

―No lo has hecho. Mi mundo está estropeado, Paula. La parte de mi mundo que tú has experimentado es la parte buena. La otra parte es jodidamente complicada. 
Exhalo. Terminar la conversación aquí es probablemente mi mejor opción. Si presiono más va a hacer más daño que bien.  
―Bien ―digo, resignada―. No te presionaré. 
Sus dedos se curvan alrededor de mi mano y me jala más cerca.

Comienzo a sentir que jugamos un molesto juego de tira y afloja con el otro.

Está tan cerca, que puedo sentir su aliento en mi mejilla y sus ojos oscuros parecen taladrar los míos, como si estuviera tratando de entender algo. 
―Necesitas respuestas y te las daré, lo prometo, pero tiene que ser bajo mis condiciones y cuando esté listo.

CAPITULO 85



Es muy tarde para el momento en que papá y Pedro retornaron y los escuché mucho antes de que llegaran a la puerta. Sus voces son bajas y sus risas melodiosas. El sonido de sus tonos profundos entrelazados es música para mis oídos. Balanceo mis piernas sobre el borde del sofá y dejo caer mi libro sobre la mesa de centro.
Echo un vistazo a la cubierta, nunca voy a terminar La Expiación y es una lástima porque está realmente bueno hasta ahora. Me precipito a la puerta y logro conseguir abrirla antes de que papá gane el acceso con su tarjeta llavero. Ambos ríen y sus ojos brillan con evidencia de su felicidad.  

Pedro estudia mis pantalones de chandal negros y mi camiseta sin mangas con una mueca sutil. Él parece decepcionado no estoy más en mi vestido. 

―¿Cómo les fue? ―le pregunto a papá mientras me aparto para dejarlos entrar en la suite. Ambos se quitan sus zapatos y los alinean prolijamente contra la pared.
 
―Bien, Pedro ganó mucho más. 
 
―Pero tu papá me dio un paseo por mi dinero ―Pedro añade, besando mi frente cuando me pasa. La acción me hace ruborizar. Últimamente, sus acciones se ven como “novio/novia”.

―¿Tú no saliste?  

Niego, cerrando la puerta.  
―No tenía ninguna necesidad de hacerlo. 
Papá se sirve un vaso con agua del refrigerador del bar y aclara su garganta.

―Voy a ducharme y luego me acuesto. Gracias de nuevo, Pedro.  

―En cualquier momento. ―Pedro da un paseo hacia el sofá y se sienta mientras papá agita la mano hacia ambos y desaparece en su habitación.

Despacio me dirijo hacia el sofá y Pedro me mira atentamente. Cuando mis ojos encuentran los suyos, una sonrisa brillante, juguetona se desliza a través de su rostro y cuando me siento a su lado, se inclina más cerca, su calor envolviéndome.

―Te gusto la pelea?

―No me gusto.  
Él sonríe completamente, obviamente emocionado por mi respuesta. 
Planta su mano firmemente sobre mi muslo, encendiendo el fuego que pensé que extinguí con la ducha fría. Me acaricia de arriba hacia abajo y nos sentamos en silencio,disfrutando de la compañía el uno del otro.  
―Pensé que el tipo iba a morir ―añado, sintiendo la necesidad de tener una razón para mi descontento. 
Pedro se ríe a carcajadas y la idea de provocar un sonido tan hermoso de un hombre tan hermoso me intriga. Quiero hacerlo una y otra vez. Él llega a mí, halándome más cerca y trato desesperadamente de seguir respirando.  
―Nadie lo habría dejado morir.
―Aun así… fue horrible. 
―¿Qué quería Dom? ―pregunta, cambiando el tema bruscamente. Su sonrisa está todavía en el lugar, aunque ahora parezca forzada.

―Sexo por venganza, al parecer.  
Pedro se mofa, su sonrisa se desvanece y sus ojos se reducen a líneas.  
―¿Puedes creer las malditas pelotas de ese tipo?
Me encojo. La última cosa que quiero imaginar son las pelotas de Dom Russell.

―Nunca podría tener sexo con él… ―contesto, sintiendo que debería tranquilizarle―. Es espeluznante y su tatuaje de dragón me asusta.

Estoy distraída por su mirada. Está fija en una pequeña pelota de pelusa sobre mis pantalones. Él la recoge, tratando de sacarla, pero sus dedos son demasiado gruesos.

―Nunca realmente me he preocupado por mis acciones… hasta hace poco ―me confiesa, devolviendo su atención a mi rostro. Sus ojos están nublados con arrepentimiento y estoy perdida, insegura acerca de lo que está hablando―. Carlos y ahora Dom. Todo está volviendo para morderme el trasero y ahora que finalmente tengo algo que me importa… tengo miedo de que esto me vaya a ser arrebatado. No me preocupa lo que me pase… pero me preocupa lo que te pase. No quiero que mis comportamientos pasados se reflejen negativamente en ti. Eres buena y no quiero corromper eso.