Sus palabras me asustan. ¿Qué exactamente pasa en su mundo que es tan malo que no pueda contarme? Sé que debería verlo como una señal de advertencia, pero me siento obligada a conocer su historia. Quiero conocerla porque él me gusta, más que gustarme, y quiero ayudar. Quiero que sea feliz.
Pedro pone sus manos bajo sobre mis caderas y tira de mí hacia él. Otra ronda de fuego pulsa a través de mí, derritiéndome. Baja su cabeza,colocando besos sobre mi cuello y dejo escapar un pequeño gemido mientras estiro la mano hacia su cabello, dejando las hebras deslizarse entre mis dedos.
―Te deseo demasiado ―gime.
Tres palabras son todo lo que le toma empapar completamente mi ropa interior y estoy lista para ir. Lo necesito y si no lo consigo sé que voy a sentarme en el baño bajo la ducha fría toda la noche.
―Vamos a mi habitación ―sugiero, mi voz tranquila y ronca.
Me deslizo de él y tiro de su mano. Sus ojos oscuros parpadean a la puerta de dormitorio de mi padre y luego voltea hacia mi rostro.
―No podemos.
―Él no lo sabrá. Estaremos tranquilos y puedes marcharte justamente después, lo prometo. ―La mirada de Pedro se arrastra de regreso a la puerta de mi padre y luego de vuelta a mi rostro. Tiro de su brazo un poco más fuerte y se pone de pie.
―Bien, pero si somos atrapados yo soy la víctima.
―Trato.
Él sigue estrechamente detrás de mí y entra en mi habitación. Enciendo el interruptor de luz, revelando mi gran cama doble de caoba y paredes oscuras artesonadas. El piso es una alfombra de marrón chocolate y creo que pretende reproducir la piel de oso, pero no puedo decirlo.
Pasé unos buenos veinte minutos esta mañana acariciándolo con mis dedos del pie. La habitación da la sensación como de una cabaña en las montañas, es romántico, realmente. Lo único que falta es una chimenea y una alfombra de tigre gigante, tigre falso, obviamente.
―Gracias por la habitación ―digo, oscureciendo las luces y aproximándose a mi cama―. Es muy acogedora.
Lo siento presionar contra mi espalda y cierro mis ojos. Incluso un poco de contacto me trae cantidades locas de placer.
―No vamos a tener sexo en la cama ―declara, agarrando mis caderas e impulsándome hacia la mullida alfombra. No sé cómo me siento sobre tener sexo sobre la alfombra. Una cama ha sido el único lugar donde he tenido sexo… con la exclusión de la broma de esta noche en el banco en la habitación de Pedro
―Tú eres malo para mí. ―Me río mientras se arrodilla, trayéndome con él.
Él me sonríe, encantadoramente y arrastrándome más cerca llevando su liso pecho contra el mío. Su mirada arrogante se vuelve oscura y seductora mientras ladea su cabeza y se inclina más cerca. El calor se construye dentro de mí, ardiendo a fuego lento despiadadamente en la boca de mi estómago. Sólo cuando presiona sus labios con los míos, no es salvaje y apasionado como lo fue en la habitación antes de la pelea. Es suave… casi amoroso. Las sensaciones se deslizan suavemente por mi cuerpo, calentando todo y me tenso. Él se retira, sonriendo.
―¿Qué?
Niego, incapaz de ocultar mi propia sonrisa. Sus oscuros ojos color chocolate miran mi rostro mientras sus manos barren lentamente debajo de mi camisa y a través de cada centímetro de mi estómago. El calor de sus dedos contra mi piel ya recalentada es un propulsor para mis acciones, y tiro de mi camiseta sobre mi cabeza.
Las yemas ásperas de sus manos se sienten bien y quiero sentirlas por todas partes. Ellas siguen explorando la curva de mi cintura antes de moverse al sur sobre mis caderas. Sus pulgares se enganchan bajo mi pantalón y lo arrastra hacia abajo, exponiéndome completamente. La sensación de sus manos callosas contra mi cuerpo me conduce a un casi frenesí, y no puedo luchar contra el gemido que se me escapa cuando presiona sus labios llenos en mi clavícula.
Su lengua se desliza contra mi carne y muerdo mi labio para impedir a un quejido escaparse. Pedro envuelve un brazo alrededor de mi cintura y me acomoda sobre mi espalda, la alfombra de piel se siente tan increíble sobre mi espalda como lo hizo en mis pies. La apreciación de la alfombra es efímera mientras Pedro liberando el resto de mis piernas de mis pantalones toma prioridad.
Su lengua se desliza contra mi carne y muerdo mi labio para impedir a un quejido escaparse. Pedro envuelve un brazo alrededor de mi cintura y me acomoda sobre mi espalda, la alfombra de piel se siente tan increíble sobre mi espalda como lo hizo en mis pies. La apreciación de la alfombra es efímera mientras Pedro liberando el resto de mis piernas de mis pantalones toma prioridad.
Miro su rostro, de repente nerviosa cuando sus ojos se mueven gradualmente por mi cuerpo. Se detienen sobre mis pechos, luego mis labios y finalmente mis ojos. Siento mi humedad, fluyendo cálida y resbaladiza entre mis muslos. Nunca me han admirado con tanto cuidado antes. Nunca he empezado sexo de este tipo, lento y esto me entristece. ¿Por qué había seguido con Ramiro por tanto tiempo? Su toque nunca ha sido cuidadoso, no es como el de Pedro ahora mismo.