miércoles, 14 de mayo de 2014

CAPITULO 138



Mamá estaba un poco abajo cuando la trajimos a casa, que era de esperar. Fue directamente a su habitación, dejándonos a Agustin y a mí con Pedro y los chicos.

―Ocho días ―le aclaro a Pedro.  

Está apoyado en el coche sonriendo perezosamente hacia mí.

―Ocho días.

Sostengo sus caderas y me estiro hasta plantar un beso rápido en sus labios. No quiero hacer un espectáculo delante de mi hermano. Todavía no sé lo que piensa de Pedro y estoy deseosa de hacerle preguntas al respecto cuando entremos. Miro a Damian, a Luciano y a Pedro irse de la casa, y cuando me doy la vuelta para hablar con Agustin ya no está directamente detrás de mí, sino junto al árbol. Balancea el vaivén de neumático de ida y vuelta
sucesivamente. 

―¿Así que estás saliendo con Pedro? No con Ramiro.  

Me siento en la hierba.  

―Es correcto.  

―¿Qué pasó allí?


Mi hermano y yo siempre hemos sido cercanos, pero nunca ha existido el tiempo suficiente para saber en realidad algún detalle sobre mi vida y ponerse en contacto con él es casi imposible.

―Continué. 
 
Él se ríe y se agacha para meter el trasero en el columpio.  
Sorprendentemente, la vieja cuerda soporta su peso. 
 
―Vaga. ¿Desde cuándo eres vaga conmigo?  
Exhalo y recapitulo toda la situación.Agustin se burla y se ríe de manera apropiada. En el momento en que termino, lo he convertido con éxito al equipo de Pedro.  
―Parece un buen tipo. Quiero decir, a veces te mira como si quisiera consumirte, pero tú eres hermosa, así que no voy a sostenerme en su contra.

Mis mejillas se ponen al rojo vivo. Pedro no se preocupa mucho por la sutileza. El silencio cae entre nosotros y él oscila en el columpio. 
―Lo que daría por ver la cara de mi padre de nuevo. ―Pasa las manos por su frente―. Siempre pensó que estaba bien estar lejos de aquí por largos períodos a la vez. Supuse que cuando todo terminara, volvería y las cosas serían como si nunca me hubiera ido… 
Mi pecho se duele por Agustin. Vi a papá no hace mucho. 

Ha pasado mucho tiempo para él.

―Si hubiera sabido que iba a morir ahora hubiera hecho mi servicio a un lado simplemente para pasar un poco más de tiempo con él. Eso es todo lo que mamá y papá querían, sabes. Querían tiempo, querían amar, el tipo de amor que les dimos cuando niños. 
Nunca lo pensé de esa manera. Cuando mamá y papá me molestaban con mudarme de regreso siempre era tan brusca, tan grosera. Todo lo que querían era tiempo juntos. 

Que los visitara con regularidad, tal vez eso habría sido suficiente. Puedo oír a Agustin sorber y sé lo mucho que odia llorar delante de la gente, así que me pongo de pie y camino de regreso al interior, mi pecho aún está apretado por sus palabras.

En mi habitación, me quito el vestido, los zapatos y me deslizo en la cama. Estoy seca. No podría llorar incluso si me golpeara el dedo del pie con un ladrillo. Hoy enterramos a nuestro padre. Fue horrible, pero hizo que todo se cerrara. 

Todo lo demás, lo ordenaré mañana. Mamá, Agustin y yo
tenemos que trabajar en la reparación de nuestra familia.

 Tomará un tiempo,pero estoy segura de que vamos a salir adelante.

CAPITULO 137



―Vemos el lugar de descanso final de Ricardo Chaves.
  
Mamá se apoya en el hombro de mi hermano, llorando, mientras bajan a mi padre al suelo. Mis ojos están hinchados y pican de todo el maquillaje que llevo puesto. 

Me siento tan estúpida por llevar maquillaje. Por supuesto
que iba a llorar. ¿En qué demonios estaba pensando? 

Pedro sostiene mi mano en la suya y su pulgar acaricia la parte superior con dulzura. Levanto la vista hacia él. Las antorchas de fuego que lo rodean envían lucesparpadeantes a su rostro. Tiene una expresión triste y sé que la muerte de mi padre le afecta más de lo que le gusta aceptar. Al lado de Pedro y de mí, Luciano consuela a Vanesa que eligió para aparecer hoy en un par de pantalones negros,camiseta negra y una hermosa chaqueta de punto hasta la rodilla. Se ve elegante, pero informal y deseé que mamá me hubiera comprado algo más cómodo.

 Este vestido es tan delgado que puedo sentir la brisa fría golpear mi cuerpo. Bien podría estar desnuda. Cuando miro hacia atrás al ataúd y me doy cuenta por millonésima vez que mi padre, a quien vi hace unos días,está tumbado ahí con ausencia de latido, las lágrimas comienzan a fluir.  

Me apoyo al lado de Pedro mientras silenciosas lágrimas corren por mi cara y él pasa un brazo por encima de mi hombro. 

Una vez que mi padre está en el suelo, el ministro nos pide que tiremos un puñado de tierra y que le digamos adiós.

Uno a uno tiramos puñados de tierra y lloramos y hablamos con él.

Veo este tipo de cosas en la TV y siempre me parece extraño cuando la gente habla con un ataúd o una lápida. 

Nunca entendí realmente el objetivo de eso, hasta ahora.


―Te quiero ―lloro, salpicando el suelo de la caja negra―. Vendré a visitarte todo el tiempo, te lo prometo.

Me levanto para que la próxima persona diga adiós. Busco a mamá,que está rodeada de sus seres queridos y de miembros de la familia, por suerte ya me expresaron sus condolencias a mí y no tengo más para escuchar. El final de la muerte de papá apesta. Es todo un proceso enorme y agotador que no ofrece ninguna privacidad… pero sí ofrece un cierre y es mejor así, supongo. 
Camino fuera un poco para recuperar el aliento y decidir a dónde ir desde aquí. No puedo volver a mi apartamento y dejar sola a mamá. Dentro de unas semanas no podré pagar mi apartamento y, ¿qué pasará con el gimnasio de papá? Todavía hay luz, agua y todo lo demás que se tiene que pagar cada pocos meses. No puedo permitirlo. Mamá se verá obligada a buscar un empleo, pero nadie va a contratarla. No ha trabajado en más de treinta años, no es precisamente una ventaja. Exhalo y me siento en el pasto,
mirando la hermosa ceremonia de noche, en nombre de mi padre.

―¿Puedo sentarme? ―La voz de Ramiro me sobresalta. Ni siquiera vi que se acercara.

Ramiro apareció en el comienzo de la ceremonia. Es lo justo, supongo.

Conoció a mi padre por mucho tiempo.

―Por supuesto.  

Se sienta a mi lado y el claro olor a vodka se filtra a través de mi nariz.

Me entrega el frasco que está sosteniendo en su mano y lo tomo, dándole un gran bocado. Aprieto los dientes y hago un ruido extraño con la base de mi garganta. Ramiro se ríe.  
―Nunca pudiste manejar tu consumo de alcohol.  

Me río una vez.  

―Está bien, tú bebiste lo suficiente por nosotros dos.  
Sus hoyuelos se desvanecen junto con su sonrisa y aparta la mirada.  

―Realmente lo jodí, ¿no?  

Sí, lo hiciste. Todo esto con Pedro empezó porque quería vengarse de Ramiro. Ahora mira, estamos enamorados, más enamorada de lo que he estado nunca.  

―Dímelo tú.

―Así es. ―Toma un gran trago de su vodka―. Me diste tantas oportunidades… ―Ramiro niega―. Te sostuviste durante todo el tiempo que pudiste, no te culpo por darte por vencida.  

No respondo. Las conversaciones profundas y significativas con ex me parece ser un “no está bien en una nueva relación”. Sin embargo, aún aprecio su intento. Tal vez trate mejor a la próxima chica.

―¿Lo amas? ―Hay amargura en su tono, pero no puedo no responder a la pregunta, cuando sé la respuesta.

―Sí, por supuesto. 
 
―¿Y él? ¿Te ama también?  
Contuve una sonrisa. No puedo evitarlo. Sonrío cada vez que hablo de Pedro o del hecho que me ama. 
―Lo hace.  
Él suspira y se obliga a ponerse de pie.  

―Entonces definitivamente perdí. Cuídate. ―Se pasea lejos de mí.

Pedro pasa junto a Ramiro en su camino hacia mí y no perdona una mirada en su dirección. Está sonriendo y me siento aliviada de que no esté confundido acerca de Ramiro y de mí sentados aquí solos.

―Hay algo que tengo que decirte. ―Extiende su mano a mí y la tomo mientras me pone de pie.

Antes de que diga alguna otra cosa se encoge de su chaqueta y la coloca sobre mis hombros. Siempre pensando en mí.
―Me estás poniendo ansiosa, ¿qué sucede?  

―Hablé con tu madre acerca de ello y me dio el visto bueno, pero quiero hablar contigo acerca de eso antes de hacer alguna cosa.  
―Está bien…

―¿Cómo te sientes acerca de que compre el gimnasio de tu padre? Lo mantendré exactamente igual durante todo el tiempo. 
Estoy sorprendida.  

―¿Quieres comprar el gimnasio de papá?

―Así es. Me encanta el gimnasio. Me enamoré de él en el momento que lo vi.  

Tantos pensamientos pasan por mi mente, pero sigo cayendo de nuevo a un pensamiento en específico. No puedo darme el lujo de mantenerlo

―Puedes comprarlo. Es tuyo. ―Aunque estoy triste de que no estará en nuestra familia nunca más. Estoy feliz de que alguien como Pedro lo quiera. Él no haría nada para estropearlo.  
Su sonrisa se ensancha. 
 
―Hay una cosa más. Quiero que lo manejes. 
Me ahogo.
  
―¿Yo?   
Se estira y agarra mis hombros.   
―Será tuyo. Podrás controlar todo lo que sucede en él. Sé que te encanta ese lugar…  

Lágrimas en mis ojos. Maldita sea. ¿Cuántas veces me sorprenderá este hombre?  

―¿Harías eso por mí?  

Pedro se adelanta, plantando un beso en mi frente. 
 
―Haría cualquier cosa por ti.

Pongo mis brazos alrededor de su cuello tirando de su boca a la mía. Si mi familia no estuviera aquí y no estuviéramos en un cementerio, lo tomaría aquí, ahora mismo. Pero, lamentablemente, hay ocasiones y lugares para todo. Él se aleja, dejándome sin aliento.  
―Tengo que estar en el aeropuerto a las tres para tomar mi vuelo, pero regresaré en ocho días y me podrás agradecer entonces. ―Incluso en la tenue luz puedo ver sus ojos con una llamarada de placer.

Suspiro. 
 
―Estaré contando los días
―Wow, vaya manera de hacerme sentir loco ―dice, inclinándose y besando mi cuello.

―¿Cómo?  

―Porque estaré contando los segundos. ―Su lengua se dispara fuera de su boca y se desliza contra mi piel. Inclino mi cabeza hacia un lado,dándole más carne para lamer. Cuando llega a mi lóbulo de la oreja lo toma en su boca, provocando un gemido de mí. Se ríe profundamente mientras endereza su postura―. Vamos. Vamos a ayudar a tu mamá en la casa.

CAPITULO 136



Me deslizo en el vestido largo, negro que mamá me compró para el funeral. Se adhiere fuertemente a mis curvas y me siento extraña vistiendo algo como esto para el funeral de mi propio padre. No es nada llamativo o algo así.
  
No expone mi escote o muestra demasiado, pero es demasiado estrecho, muestra la forma de mi cuerpo y la curva de mi trasero. Mamá quería que papá tuviera un elegante lazo negro, la noche del funeral en una hermosa ceremonia en el cementerio con vista al puerto. Al parecer, mamá y papá solían tener picnics bajo el pequeño roble que es un árbol de roble grande. Cómo podían soportar comer en un cementerio está más allá de mí.

Me arreglo el cabello y lo acomodo, por lo que puedo utilizarlo como una cortina si la necesito.

Me pongo dos pendientes de perlas de clip y escucho un golpe en la puerta. Salgo de mi habitación, pero mamá se precipita por el pasillo delante de mí. ¿A quién estamos esperando en un día como hoy?

Oigo su voz profunda y áspera. Mi cuerpo no es estúpido. 

Encuentra la atención en el reconocimiento de la voz inmediatamente. Marcho por el pasillo y veo su hermosa figura de pie delante de mí en un ambiente informal, todo en traje negro. Las caras de Damian y Luciano me sonríen desde detrás de Pedro. Los ojos de Pedro me acarician, obviamente, gustándole mi vestido y si a Pedro le gusta, entonces definitivamente no es algo que debería llevar a un funeral.

―¿Qué estás haciendo aquí? ―le digo, casi sin aliento.  

―Pregúntale a tu mamá. 
 
Ella sonríe dulcemente hacia mí.  

―Yo los invité. Sé lo importante que eran para tu padre. 
Todo el mundo que lo amaba debería estar aquí hoy.  
Mis ojos hacen agua y me apresuro a ella, apretándole contra mí. El hecho de que hiciera algo tan desinteresado en un día como hoy significa más para mí que cualquier otra cosa, y hoy irá mucho más suave debido a ella. Me dirijo a Pedro, limpiándome los ojos con cuidado de no manchar mi maquillaje.

―Se supone que debes estar en Las Vegas.  
Se encoge de hombros.  

―Entonces iré mañana.

Sostengo mis brazos y él viene a mí. Envuelvo mis brazos alrededor de su cintura. No había oído su voz desde la noche en que hablamos por teléfono. Cada vez que llama, lo echo de menos y cada vez que llamo de vuelta, no responde. Es agotador, pero ahora está aquí y mi día acaba infinitamente de mejorar. 
Luciano y Damian dan a Mamá y a mí un ramo de flores. Las azules, rojas, amarillas, rosas y naranjas engranan tan bellamente en su envoltura verde.

Mamá las deja caer en jarrones y las coloca alrededor de la casa.

Luciano y Damian se sientan en el sofá, con una conversación en voz baja mientras yo estoy sentada en el brazo del sillón de papá, inclinándome hacia Pedro. Su pulgar se desliza sobre mi muslo en pequeños círculos y cierro los ojos absorbiendo todo su toque. Otro golpe en la puerta me obliga a abrir los ojos.

―¿A cuántas personas más llamaste? ―le pregunto a mamá mientras corre a la puerta. Cuando se abre, no puedo creerlo.

―¡Agustin! ―chillo, saltando del sillón. Mamá lo aprieta y espero en fila con impaciencia. Ha pasado mucho tiempo desde que vi a mi hermano,demasiado tiempo. Se ve exactamente como lo recuerdo, afeitado cabello oscuro, ojos grandes de color verde brillante y aún mucho más alto que yo.

Él tira de mí hacia él y casi lloro. El verlo trae el impacto de la muerte de nuestro padre. Está tan contento de vernos, pero lleva la misma tristeza en sus ojos como mamá y yo. 
―Te he echado mucho de menos ―se queja, me exprime hasta que estoy segura de que me he quedado sin aliento.

 Damian, Pedro y Luciano se ponen de pie mientras mi hermano interviene para saludarlos. Agustin se reúne con gente todo el tiempo, así que conversar y ser amable viene fácil para él. Damian y Luciano vuelven a sentarse y a hablar en el sofá, pero mi hermano se cuelga alrededor para charlar con Pedro. 

Doy un paso más cerca de ellos, tratando de espiar la conversación. 

Cuando lo logro escucho las excusas de mi propio hermano para ir a vestirse en su habitación. Abro la boca para preguntarle a Pedro lo que pensaba de mi hermano, pero la entrada de mamá en la habitación con una gran bandeja de  porción de bocadillos jala mi atención. 


―Mamá, nos iremos en quince minutos. Eso es un poco excesivo. 

Ella se ríe y es una risa genuina que calienta mis oídos.
  
―Los chicos se harán cargo de eso, ¿verdad? 
 
Luciano y Damian se sientan adelante, lamiendo sus labios en las frutas,las patatas fritas en rodajas y la salsa. Tener una casa llena es hacer feliz a mamá y me hace feliz. A ella le encanta estar ocupada y si eso hace hoy más fácil para ella, entonces entre más, mejor.

CAPITULO 135



Salpicaduras de alimentos y vidrios rebotan en mi piel mientras ella grita, escupiendo y llorando por todas partes. 

Nunca he visto algo tan desgarrador en mi vida. Se desliza por el armario, llorando tan fuerte que su cara se vuelve roja. Tiene la boca abierta y los ojos cerrados con fuerza, líneas de saliva están cayendo. Arrastra las piernas hasta el pecho y descansa su cabeza contra ellas.   

Doy un paso a través del vidrio y la comida sólo para llegar a ella. Tengo que abrazarla, hacerle saber que estoy aquí para ella. La pongo contra mí y llora en mi hombro. Nunca me he sentido tan impotente como en este momento. No puedo ayudar a mi mamá, ni siquiera puedo ayudarme a mí misma.
 
―Está bien ―lloro, acariciándole el cabello―. Vamos a estar bien.  

Técnicamente, mentí. No tengo ni idea de si vamos a estar bien. No tengo ni idea de lo que deparará el mañana o si esto llegará a ser más fácil, pero ahora, a pesar de que hemos perdido a un miembro importante, seguimos siendo una familia y eso no va a cambiar. El proceso va a ser largo y doloroso, pero sé que vamos a salir de esta. Eso es lo que hacen las familias, ¿no es así? ¿Se ayudan mutuamente en los momentos difíciles?

―Debería ir a la cama ―solloza mamá―. Quiero estar sola.
Se aleja de mí y sube tambaleándose sobre sus pies. 

―¿Quieres una ducha?

No me responde y la sigo a su dormitorio, pero no pongo un pie en la puerta antes de que la cierre en mi cara. Apoyo la frente contra la fría madera. Esto va a ser mucho más difícil de lo que pensé que sería… tal vez no debería haber vuelto a casa.


Camino por el pasillo y entro en mi antigua habitación. 

Enciendo la luz. Está exactamente como la recuerdo, la cama blanca doble con sábanas rosadas, el tocador blanco y la gran estantería marrón.  
No es mucho, pero es familiar. Apago la luz, utilizando la que se filtra desde la calle para guiarme. Saco mi teléfono de mi bolsillo, deslizo mis pantalones fuera y me saco mi camiseta. Las sábanas limpias y frescas me dan la bienvenida cuando me deslizo entre ellas. Esta puede ser mi habitación, pero huele muy fuerte a la casa, que a su vez huele a mamá y papá, no sé, no puedo explicar el olor. Es un olor único de la casa. Huele a casa. A través de mis ojos borrosos puedo desbloquear mi teléfono y ver que
tengo un mensaje de texto de Pedro.  
 
DE: PEDRO.  
HORA: 12:36 a.m.
Te extraño…
 
Lo llamo. Sé que necesita dormir y sé que hablé con él hace unas horas, pero tengo que escuchar su voz. Mi corazón envía un pulso rápido alrededor de mi cuerpo cuando escucho la respuesta de su voz ronca.

―¿Pau?
 
―Hey. ―Retuerzo un mechón de mi cabello alrededor de mi dedo índice. 
―¿Cómo te fue?

Ahí está la pregunta que tenía la esperanza de evitar. Por otra parte, si eso fuera cierto no lo habría llamado. No puedo decírselo. No puedo hablar de eso todavía. Ver a mamá perder el control y descomponerse me mató. Cuando lo imagino en mi mente, mi corazón se rompe de nuevo. 

Aspiro temblorosamente, sin saber que he empezado a llorar. Pedro no dice nada más, sólo escucha.

―¿Cómo lo hiciste? ―pregunto, mi voz temblando―. ¿Cómo manejaste ver a tu mamá tan rota?

Lo oigo expulsar un suspiro.  
―No lo hice. Me quité, dejándola lidiar con todo por su cuenta. 
―Pero tú…  
―Trato con eso ahora, pero al principio no pude. Era muy duro para mí. Supongo que por eso me siento responsable de ella… 
Dejo que sus palabras se hundan en mí. Pedro se culpa por la adicción al alcohol de su madre, porque no estaba allí para apoyarla cuando lo necesitaba. Tal vez haya sido una buena idea regresar a casa después de todo. ¿Se habría mantenido en la cocina si no lo hubiera hecho? La idea me
aterra.

―¿Cómo estaba tu mamá cuando llegaste a casa? ―me preguntó.
Me estremezco, imaginando su inquietante sonrisa feliz. 
 
―No puedo siquiera… No me creerías si te lo dijera.  
―Pruébame. 
Revuelvo mi cerebro tratando de pensar en una manera de describir lo que pasó. Fue una locura. Caótico. Rompe corazones.   
―Estaba feliz… y yo estaba tan enojada, pero cuando entré, en la cocina, estaba llena de todos los alimentos preferidos de papá y… entonces perdió completamente el control. ―Me trago un sollozo―. N-no puedo…

―La gente tiene diferentes maneras de hacerle frente. Si ella está expresando sus emociones, entonces eso es una buena señal.

Asiento a pesar de que no puede verme.  
―Ya te extraño. Es una locura ―dice con una risita. Su voz es baja como si estuviera avergonzado y mi corazón se hincha.

―También te extraño. No debería estar reteniéndote despierto…  
Puedo oír la sonrisa en sus labios.

―Esta no es la primera vez que me mantienes despierto sólo en mi cama durante la noche.

Sus palabras hacen que mi estómago haga volteretas. 
 
―Y yo que pensaba que era el único bicho raro que se queda despierta por la noche pensando en ti.

Se ríe.  
―Definitivamente no.

Mis párpados se vuelven pesados cuando me acurruco más abajo en mi cama.  

―¿Cuándo te veré de nuevo?

―Esta noche. Mañana. Te lo dije, si me necesitas, estaré allí.
―Me refiero a después de haber hecho todo lo que necesitas. Si todo va según lo previsto para ti, ¿cuándo te veré de nuevo?

―En diez días. Estaré en Boston durante dos días más y luego iré a Las Vegas para luchar con Dom. .

―¿Estás nervioso?

Se ríe en voz alta y tengo que alejar el teléfono de mi oído.  
―De ninguna manera. Voy a romperlo.
Medio sonrío, medio bostezo.  
―Bien. 
―¿Vas a ir a ver?  
No lo sé… ¿lo haré? No hay nada que me obligue a ver esta vez, pero sé que significaría mucho para Pedro, y para papá, si lo hago.

―Claro, iré a ver. No voy a disfrutarlo, pero iré a ver.  
Lo escucho sonreír de nuevo.   
―Ya no tienes que jugar ese juego, sé que te gusta verme pelear.

―Verte ir como una tormenta alrededor del ring medio desnudo y verte vencer a alguien con los puños son dos cosas completamente diferentes. Me gusta el primero, no el último.

Su soñolienta risa me hace sonreír.  
―Debería irme… No sé qué esperar de mañana, pero probablemente tendrá que ver con los planes para el funeral. Te amo.
―También te amo y recuerda que si me necesitas, para cualquier cosa, sólo debes llamarme. Estoy a sólo dos horas de distancia.  
Le aseguro que lo llamaré si lo necesito y nos despedimos. 

Tan pronto como cuelgo y me pongo cómoda, me quedo dormida, temiendo el mañana.