martes, 22 de abril de 2014

CAPITULO 64



Mi teléfono vibra en el bolsillo de mis jeans y mientras mi atención se desvía a mi teléfono, mamá se acerca más a papá y lo insulta por no ayudarla. Ignoro su tranquila disputa y leo un mensaje de Vanesa.
 
DE: VANESA. HORA: 7:13 PM
¡Ya vamos! :)  
 
Me quedo mirando la pantalla durante un rato, confundida por el significado de su mensaje.
 
A: VANESA. HORA: 7:14 PM
Le enviaste tu mensaje a la persona equivocada, tonta.
Estoy con mis padres teniendo la cena.  
 
DE: VANESA. HORA: 7:14 PM
No. Estamos yendo por ti.
¡Pedro dijo que estás lista para salir!  
 
A: VANESA. HORA: 7:15 PM
Bueno, Pedro mintió. Estoy ocupada.   
 
DE: VANESA. HORA: 7:15 PM
Demasiado tarde. xox
 
―¿Qué es? ―preguntó mamá, mirando por encima del hombro a mi pantalla.

―Al parecer, estoy saliendo con Vanesa y algunos amigos esta noche.

Vacío tanta cantidad de papas y pastel de carne como puedo en mi boca. La única forma de salir de aquí sin ofender a mamá es comer cada migaja de comida.  
―Eso es bueno. Tal vez una noche de fiesta con amigos es exactamente lo que necesitas para despejar tu cabeza. 
Asiento, dejando de mencionar a propósito que Pedro probablemente va a estar allí, también. Miro de reojo a papá quien me sonríe. Él no es estúpido.Sabe que Pedro estará allí y le gusta que esté pasando tiempo con él… si supiera lo que Pedro le estaba haciendo a su pequeña niña ayer. No me lo puedo imaginar siendo del  “Equipo Pedro” después de eso.  
Media hora más tarde, hay un golpe con entusiasmo en la puerta.

―¿Ya están aquí? ―pregunta mamá, alzando las cejas. 
Me encojo de hombros, haciéndome la tonta. Sabía que estaban en camino, pero no quería que mamá pensara que lo planeé para arruinar su cena. Me levanto de mi silla y abro la boca para agradecer a mamá por la cena, sólo que ella se levanta de la silla también y camina por la habitación para tomar más platos de la alacena.

―Mamá, ¿qué estás haciendo? ―le pregunto con curiosidad. 
―Tenemos un montón de comida. Tus amigos pueden llenar sus estómagos antes de sumergirse en el alcohol. Siéntate.

La sangre se drena de mi cara y me siento de nuevo en la silla mientras mamá se apresura a la puerta. Gritos y aplausos ruidosos suenan en la casa y pronto mamá entra en la cocina con un puñado de muy ruidosos adultos ligeramente borrachos. El hermoso rostro de Pedro es uno de ellos y volver a verlo después de lo que pasó entre nosotros hace que mis mejillas ardan. Se ve tan bien en jeans oscuros y camiseta azul, arrastro mi vista del contorno de su duro pecho a su oscura mirada. Se enfoca en mí y la comisura de sus labios da un tirón.

Mamá tiene en la mira el vestido de Vanesa, en señal de desaprobación,pero me gustó, los amarillos y blancos contrastan de forma linda con su piel bronceada, rizos suaves y rubios. Claro, es un poco tirando al lado destapado, pero mamá tiene que esperar eso de Vanesa para ahora. Mamá se desliza en la silla y Vanesa cae junto a ella. Todo el mundo se las arregla para encontrar un asiento alrededor de nuestra mesa de comedor de diez plazas y Pedro se sienta junto a mí. Su pierna descansa contra la mía, enviando corrientes eléctricas a través de mi cuerpo y trato de ignorarlo, centrándome en todos los demás. Conocía a Vanesa y a Pedro, me di cuenta de Luciano en sus jeans sueltos y camiseta blanca, pero no tenía ni idea de quiénes eran los
otros cuatro hombres.

―Ese suéter es… interesante,Pau―dice Vanesa, ganándose una muecade mi madre. 
―Es un muy lindo suéter. Lo compré para ella para la Navidad del año pasado.  

El rostro de Vanesa palidece. Incluso ella está asustada de mi mamá.

―Quiero decir, curiosamente hermoso ―murmura, colocando verduras en su plato mientras mamá sonríe y asiente.

CAPITULO 63



 Las patatas son de color café dorado, con motas de varias hierbas y los bordes alrededor de la calabaza están oscurecidos a la perfección,haciendo a mi boca babear.  

―Tu padre no debería ir. No con su presión arterial alta de todos modos.  

Miro a mi padre y mi mandíbula se tensa.

―¿Tienes la presión arterial alta? ¿Estás bien? ¿Por qué no me lo dijiste?  

Papá ondea su mano hacia mí como si no fuera gran cosa.  
―Me siento bien. El médico sólo está siendo cauteloso.

Mamá pone la comida en lindos platos de patrón floral antes de colocarlos en la mesa frente a nosotros. Quiero preguntarle a papá más sobre él. Quiero saber cómo se siente, o si necesita que me ocupe del gimnasio un par de días a la semana. Cuando mamá se dirige de nuevo a la cocina, papá se inclina más a mí.  

―Tú madre no sabe que tú y Pedro están saliendo, así que… 

―No estamos saliendo, papá. Somos amigos. ―Amigos que sólo acaban por casualidad de sacudir el mundo del otro.

Rueda los ojos por segunda vez esta noche.  

―Sí, está bien. Sólo díselo con suavidad.


Mamá tira de su delantal sobre su cabeza, ajusta la forma en que su vestido rojo le sienta y luego se une a nosotros en la mesa.
Mamá nos dice todo acerca de su día en la ciudad mientras terminamos la comida en nuestros platos. He estado aquí veinte minutos y no ha habido ningún comentario de mudarme de nuevo a casa. Eso es algún tipo de récord. 
―Así que mamá ―le digo, vertiendo salsa en mis verduras al horno―Conociste a mi amigo Pedro ayer…   

―Lo hice. ―Sus ojos verdes evitan los míos y sé que no es buena señal―. ¿Ramiro y tú han hablado desde su ruptura?  
Incluso papá se queja a la mención de su nombre y no apreció que eluda el tema de Pedro para hablar de Ramiro.  

―Sí, de hecho, me llevó a trabajar ayer. ―Por el rabillo de mi ojo, veo a papá sacudir la cabeza―. Aun así no estamos juntos de nuevo. ―Afirmo con total naturalidad.

―¿Quieres que vuelvan a estar juntos? ―pregunta mamá. 
Hay un rayo de esperanza en sus ojos y me enoja por completo. Sabe lo que Ramiro me ha hecho y no debería tener ninguna duda sobre descubrir que ha hecho lo mismo en esta ocasión, también.

―No.

pueden solucionar lo que está pasando entre ustedes. 
―Esta vez es diferente. ―Me encojo de hombros, poniendo un bocado de patata en mi boca. 
―¿Debido a Pedro?   

Trago.
  
―No, no tiene nada que ver con Pedro. Ramiro…  

―Es un pedazo de mierda irrespetuoso y me alegro de que ya no está en la vida de nuestra hija. Ahora déjalo.

Papá me aprieta la mano antes de volver a su comida y asiento agradecidamente hacia él.

Las manos con manicure de mamá frotan sus sienes.  
―Tal vez si vivieras aquí…

―Mamá ―gemí. Mi tenedor se aferra contra mi plato mientras choca con el material de cerámica―. No vivo aquí y no lo he hecho desde hace tres años. No pienso mudarme de nuevo, nunca.  
Mira a papá y espera a que él intervenga y la respalde. Por lo general,es lo que hace, pero la semana pasada me prometió que no mencionaría nada acerca de mudarme de nuevo si venía a cenar.

―¿Realmente, Ricardo? ¿No vas a ayudarme? Es como si éste… éste…Pedro, los tuviera a ambos envueltos alrededor de su dedo.

―Es mi jefe ―murmura papá con indiferencia. 
―No me importa. Él es un problema.

―No ha hecho nada ―objeto. 
Ella desestima mi comentario. 
 
―Estás cegada por tus hormonas.  
―Sandra ―dice papá de golpe. Él consigue agitarse cada vez que mamá se refiere a mi vida sexual―Paula puede salir con quien quiera. Si quiere estar con Pedro 

―¿Estás con Pedro? ―Genial.  

―¡Papá! ―rompo, pero se encoge de hombros como si no fuera gran cosa―. No, no estoy con Pedro.

CAPITULO 62



Pedro y yo pasamos ayer el resto del día en la cama, pero hoy no lo he visto. Me envió algunos mensajes pidiéndome que vaya a su próxima pelea en Concord, New Hampshire, pero cada vez le respondí que “no”. Todavía estoy superando la última.

He estado manteniéndome ocupada hoy con la limpieza del apartamento de arriba a abajo y ahora tengo que prepararme para la cena con mamá y papá. Por el amor de mi madre, me pongo un par de jeans y el suéter verde de cuello alto que me compró para Navidad el año pasado.
Realmente no me gusta. El verde sin duda no es mi color y sólo hay unas pocas veces que puedo usar la excusa de “se encuentra en la lavadora”.

Debido a que es domingo y mi auto no será reparado hasta mañana,tengo que llamar un taxi. Cuando tiro de mi cabello en una cola de caballo, y aplico un poco de brillo de labios, el taxi se detiene fuera, haciendo sonar su bocina una vez.


El trayecto hasta la casa de mis padres es dolorosamente lento y me hubiera gustado sentarme en el asiento trasero en lugar del delantero. El conductor es viejo, demasiado viejo para conducir un auto y no deja de perderse los giros. Cuando finalmente nos estacionamos frente a la casa de mis padres, el conductor sólo necesita una pequeña parte del dinero adeudado y le doy las gracias, porque no había manera de que pagara el precio completo.

Me dirijo a la casa. El brillante atardecer naranja y rojo le da a la hermosa casa de un piso una sensación de calidez. Un gran árbol de roble se encuentra a la izquierda del patio, ofreciendo una sombra oscura sobre el columpio de neumáticos que mi hermano y yo construimos cuando éramos niños. La hierba está cortada y mantenida a la perfección, me pregunto si es tan suave como cuando era más joven. Abro la pequeña puerta blanca y paso al sendero rocoso. Las piedritas suenan bajo mis pies y el olor a pastel de carne y verduras asadas flota hacia mi nariz. 

Camino a lo largo de la calzada y en el porche de madera. Tan pronto como llamo a la puerta, oigo a mi madre dejar caer lo que sea que está haciendo en la cocina y se precipita hacia la puerta. La abre y soy recibida por su cara sonriente y suaves rizos chocolate que están metidos detrás de sus orejas.

―¡Querida! ―chilla, desbloqueando el mosquitero y tirando de mí en un abrazo. Huele a albahaca y sal―. Sabes que no tienes que tocar aquí.Entra directamente.

Me arrastra a la casa, sonriéndole alegremente a mi suéter. La primera habitación a la que entro es a la sala de estar y papá está sentado en su sillón viendo algunas luchas de la MMA, una repetición, probablemente.

―¡Ricardo! ―dice mamá de golpe, tirando del borde de su delantal demasiado lila―. Paula está aquí. Apaga esa basura.
Se marcha a la cocina y me uno a papá en la sala de estar. Apaga el televisor y se inclina hacia adelante en su silla mientras caigo en el sofá. 
―¿Cómo estás, chica?  

―Bien. ¿Te has divertido después de la pelea del viernes?  

―Lo habría hecho si tu madre no me hubiera prohibido beber.―Rueda sus ojos marrones y le sonrío.

―Siempre hay una próxima vez ―digo, recostándome en el sofá.

―Hablando de eso, ¿vas a Concord con Pedro y el equipo mañana por la noche?  

Niego.  

―No, gracias.  

―Vamos…

―Ricardo, no hagas a la pobre chica ir si no quiere ―grita mamá desde la cocina. Siempre está escuchando disimuladamente―. No la quiero ver pasando el rato en torno a esos tipos de combate. Son agresivos y peligrosos.
Estamos destinados a estar protegiendo a nuestra hija no a empujarla al peligro.  
Papá rueda los ojos y baja la voz.  
―Conoció a Pedro ayer cuando vino a recoger su auto.
  
―¿A ella no le agrada?  

Sus estrechos hombros se encogen.  

―Ya sabes cómo es. Tiene dificultades para tratar con la gente que no puede controlar.

Él tiene razón. Aunque amo a mi madre a morir, es demasiado controladora, demasiado establecida en sus maneras.  
―Y está contra la lucha como tú lo estás ―añade, tomando de nuevo el último sorbo de su cerveza.  
―No estoy en contra de ella, papá. Es sólo que no me gusta verla… es brutal.

―Es la vida. ―Aplasta la lata vacía de cerveza y se levanta de su silla―. La gente ha estado luchando entre sí desde el principio de los tiempos.  ―Desaparece a la vuelta de la esquina, hacia la cocina y miro el reloj grande de madera en la pared por encima de la televisión, odio cómo la lucha no es un gran problema para nadie excepto para mí. Incluso mamá las tolera sólo para pasar tiempo con papá. Me encantaría ir a Concord para apoyar a Pedro, pero simplemente no puede hacerle frente a los combates.
―¡Paula, la cena! ―dice la voz de mamá forzándome desde el sofá hacia la cocina. Junto a ella se encuentra el comedor y papá está sentado a la cabecera de la larga mesa de madera. Está sentado en esa misma silla para la cena durante todo el tiempo que puedo recordar.

―¿Vas a Concord? ―le pregunto, deslizándome en el asiento más cercano a él.

―Seguro que sí. Ellos planean estar en New Hampshire por dos noches