Pedro
La sala está inmaculada y a mi lado escucho a Paula contener la respiración.
Tomo nota de todas las cosas en las que sus ojos permanecen más de cinco segundos, los candelabros de cristal con forma de gota de agua, los grandes ventanales y los bordes dorados de una pintura de algún paisaje. Todas esas cosas las iba a encontrar y a ponerlas en nuestra casa.
Quiero ver su sonrisa y oírla contener la respiración cada vez que entre a nuestra casa. Rápidamente noto que tampoco soy el único mirando a Paula. Hay un montón de mujeres aquí vestidas más provocativas y radicales que Paula; y sin embargo, todas las miradas indiscretas de los hombres están sobre ella. Cada ojo en esta habitación está sobre ella, devorando cada depresión y curva de su cuerpo, pero ella no les presta atención. Me mira y siento la tensión abandonando mis hombros una vez que nuestros ojos se encuentran. Bajo mi codo y agarro su cintura, guiándola con mi mano fuera del centro del salón antes de arremeter contra alguien que no debería.
Vanesa y Luciano inmediatamente desaparecen y Damian va a hacer sus rondas, presentándose a todas las personas “correctas”, personas que podrían ayudar a mi carrera profesional con sus conocimientos, habilidades, e interminable cantidad de dinero. No necesito nada de eso, pero Damian piensa que siempre es bueno tener contactos.
"Nunca sabes cuando las cosas se pondrán feas y si lo hacen, es bueno para ti tener personas poderosas detrás de ti". Damian siempre dice eso y quizás tenga razón.
Una mujer, sosteniendo una gran bandeja con copas de vino, se detuvo en frente de nosotros, Paula y yo nos alejamos, sintiendo los efectos de la noche pasada, técnicamente, de esta mañana. Hay una razón por la que evito el alcohol...la resaca. El peso de mi cerebro contra el frente de mi cráneo duele.
Mis ojos se mueven hacia un traje gris claro, empujando en el mar de trajes negros y vestidos coloridos. Reconozco al hombre alto y gordito al instante.
Matthew Somer, el CEO de la MMAC. Lo está haciendo muy bien para alguien tan joven, cuarenta y tres quizás. Se pasa rápidamente los dedos por su cabello negro/gris y se acerca a nosotros. Paula se desliza un poco de mi agarre, pero aprieto mi mano y la sostengo contra mí. No la quiero caminando al rededor sin mí.
—¡Paula! —saluda Matt, aplaudiendo dos veces antes de extender su mano hacia mí—. Es bueno verte, hombre.
—A ti también —le digo. Solo me encontré con Matt una vez y fue cuando estábamos firmando mi contrato de seis cifras de la MMAC. Sus ojos pasan sobre mí hacia Paula.
—Soy Matt —dice, con una sonrisa amplia y lobuna,haciendo su piel arrugarse alrededor de sus ojos.
Paula sonríe de regreso, tan amigable y hermosa como
siempre.
—Paula —le dice mientras extiende su mano hacia ella.
—Paula, es agradable conocerte. —Se aclara su garganta y sacude sus manos brevemente—. ¿Te importaría si Pedro y yo tenemos una rápida discusión privada?
Bajo mi mano, siento su cuerpo ceder con alivio, pero nunca lo muestra en su cara.
—No hay problema. —Se gira hacia mí—. Encuéntrame luego.
Asiento y toma toda mi fuerza sacar mis dedos de su cómoda posición en su cadera. Matt observa a Paula alejarse, disfrutando sin reparos el modo en que mueve sus caderas al irse.
Sacude su cabeza y se gira de nuevo a mí.
Afortunadamente para él, otra bandeja con copas de vino pasa y agarro una para mantener mis manos ocupadas
Afortunadamente para él, otra bandeja con copas de vino pasa y agarro una para mantener mis manos ocupadas
y evitando que arremetan contra él.
—Las mujeres de este deporte te vuelven loco. Jodidas nueve y diez, lo juro.
Como si supiera algo de nueve y diez. Para él, nueve y diez eran las chicas que todos habían tenido, las chicas que todos querían. Esas no eran nueve y diez, un diez es una chica que se respeta, que no arruina su cuerpo con vanidades y una interminable cantidad de penes.
—Ella era mi mujer antes de que me hiciera profesional —le digo, evitando el contacto visual. Llevo el vaso a mis labios y le doy un trago. No puedo creer que este bebiendo jodido vino para evitar golpear a mi jefe. Odio el vino. Odio el vino, y todavía dejo en líquido afrutado permanecer por unos segundos en mi lengua antes de tragarlo
—¿Querías una discusión privada? —lo apuro, deseoso de deshacerme de él,deshacerme del vino y encontrar a Paula.
Me sonríe y su mirada llamea hacia mi
—Vaya, tú realmente eres el no-tan-sutil idiota arrogante del que todos me han estado advirtiendo.
Me encojo de hombros. Por lo menos va directo al punto.
Puedo admirar eso.
—Lo soy.
—Autoproclamado, ya veo.
Le sonrió.
—Si el zapato te queda, ¿por qué no usarlo?
—Me gustas —dice Matt, ajustándose los puños de su traje—. Y es porque me gustas que estoy eligiendo no sacar el tema de que destrozaste tu habitación del hotel anoche. —Cruza sus brazos—. Eres un luchador, estás lleno de testosterona, energía e ira, lo entiendo.Cambia su peso, inclinándose más cerca de mí.
—Pero si reflejas algo negativo de este deporte o mi compañía, te acabare tan rápido como te hice ¿Entiendes?
Acerco la copa de vino a mis labios para ocultar una sonrisa. Ya había molestado al jefe y todavía ni siquiera había empezado a trabajar. Sorbo el líquido asqueroso y lo trago. En todo el tiempo la mirada de Matt nunca deja la mía.
—Entiendo.
—Bien. —Se da vuelta y luego regresa—. Oh, a propósito, si quiero que pelees con Dom, pelearas con Dom. Soy el que hace las reglas de este juego. Las creé y puedo cambiarlas. —Se frota los dedos juntos, haciendo el gesto de todo el dinero que podría hacer con nosotros—. Piensa dos veces antes de ir contra la MMAC. Dom puede fácilmente terminar en la cima, tu no.