viernes, 9 de mayo de 2014

CAPITULO 121



 Boston es enorme comparado con Portland. Los edificios son más altos y más nuevos. Prácticamente aplasto mi rostro contra el frío cristal mientras trato de conseguir una mirada más cercana. Nunca he estado fuera de Portland. 

¿Por qué no he viajado? Ver nuevos lugares es increíble y es genial. Aunque la gente está recorriendo afanosamente las aceras para llegar a sus citas y reuniones importantes, siento que este lugar está intacto, como si acabara de descubrirlo. Pedro se detiene frente a un hotel muy lujoso y un hombre con un adorable sombrero negro me abre la puerta.

―Buenas tardes, señora ―me saluda, extendiendo una mano con guante blanco.

Echo un vistazo torpemente hacia Pedro, quien me está mirando con una expresión satisfecha. Tomo la mano del hombre y me ayuda a salir del coche. Pedro me separa del hombre y le habla de los bolsos.

Afortunadamente, el hombre asiente y recupera el equipaje del coche.

Entramos al edificio a través de una puerta giratoria dorada y Pedro mantiene sus dedos trabados con los míos mientras nos acercamos a su equipo en el vestíbulo. Damian, Luciano y los otros tres a cuyos rostros me he acostumbrado, pero no tengo ni idea de cuáles son sus nombres, están absolutamente encantados de ver que Pedro y yo llegamos a tiempo.


―Voy a registrarme ―dice Pedro, besando la parte superior de mi cabeza.

Admiro el vestíbulo mientras Damian explica los planes para esta noche y mañana. El vestíbulo es muy amplio y bien decorado con estatuas de mármol y adornos dorados. No hay alfombras que adornen el piso y los tacones de los zapatos hacen ruido contra las baldosas a mi alrededor. Hay un olor agradable, como vainilla y romero y la música clásica sonando suavemente a través de los altavoces ocultos me hace sentir ligera y relajada.  
Este hotel es sin duda el lugar más agradable en el que me he alojado. Oh, e imagina cómo el baño va a verse suponiendo que tengo uno.

―¿Dónde se están quedando Dom y Josh? ―le pregunta Luciano a Damian, sentado en la parte superior de su propia maleta y restregando sus manos sobre sus pantalones vaqueros.

―Josh y Dom están al otro lado de la ciudad en el hotel Plaza. Sus preparadores me han asegurado que no deberíamos tener ningún roce antes de la pelea. Es una gran ciudad. Las posibilidades de encontrarnos con ellos
esta noche son escasas.

―¿Esta noche? ―pregunto, viendo el sueño de un largo y caliente baño escaparse de las manos.
―Sí, todos vamos a salir esta noche ―responde Luciano―. Incluso Pedro.

Mierda. La idea de asistir a los clubes en una ciudad extraña me asusta mucho. Los clubes de Portland son malos y siempre llenos, lo que significa que los de Boston son probablemente el doble de malos y el doble de llenos.

La última vez que salí golpeé a una chica en la cara y no estoy muy dispuesta a pasar por eso otra vez. Sin mencionar que no empaqué nada para salir de noche. 
―No vamos a estar fuera por mucho tiempo ―dice Pedro, llegando a pararse a mi lado. Su brazo se engancha alrededor de mi cintura,presionando mi costado contra el suyo―. No puedo beber y necesito dormir tanto como pueda para mañana.

―Bien. ―Se ríe Luciano―. Necesitamos un conductor designado y puedes irte una vez que lleguemos a Polaris. 
 
―¿A qué hora? ―pregunta Pedro. 

―Queremos estar allí a las diez u once. En realidad no importa. Los buenos programas no se inician hasta la medianoche.- 
¿Las discotecas en Boston hacen presentaciones? Me relajo un poco. Tal vez vamos a un teatro o algo similar a eso. Ruego a Dios que sea el caso.

CAPITULO 120



Entonces, me besa, provocándome con los dientes mientras pellizca mi labio inferior. Da un paso hacia delante,deslizando su otra mano hacia abajo por mi lado antes de acunar mi trasero y estrujándome contra él. Sé que está haciendo esto para trabajarme, sabiendo muy bien que no puedo hacer ninguna maldita cosa al respecto. Se aparta y toma mi labio inferior entre los dientes.  

―Mm. Sabes mejor que cualquier tipo de dulce. 

Me quejo.  

―Vas a hacer esto doloroso para mí, ¿no es así? 

Él asiente.  

―Imagínate lo que está haciéndome a mí. 

Doy un paso lejos y ruedo mi maleta hacia él. Cierro mi puerta y sigo a Pedro por las escaleras hasta el coche.

Mi maleta se desliza fácilmente sobre el asiento trasero vacío.

―¿Luciano no va a venir? ―pregunto en voz alta.


Pedro me abre la puerta y subo. 
 
―Sí, pero está viajando con Damian y los otros.

Sonrío. Tiempo a solas con Pedro sería muy agradable.

Apenas lo he visto esta semana y lo he extrañado como una loca. Estoy emocionada de estar dejando Portland y estoy especialmente emocionada porque la pelea de Pedro esté terminada. Ansío, no, necesito estar cerca de él, en todos los sentidos.

Mientras rodamos por la autopista, un tono de teléfono zumba en el coche y mi atención recae en la consola central. “Mamá” está llamando. Pedro rápidamente golpea ignorar.

―¿Cómo está? ―pregunto―. ¿Terminó yendo al programa?  
Miro de reojo a Pedro. Sus manos aprietan el volante brevemente.  

―¿Tú qué piensas? ―Su voz es casi triste, decepcionado. 

Miro mis manos también decepcionada.

―Estaba segura de que lo haría…

Sonríe una sonrisa dolorosamente falsa sin mirarme. 
 
―Está bien. He terminado. Cuando la recogí del hospital anoche…

―Espera, ¿el hospital? ―Sueno más ofendida que preocupada y tal vez  lo esté. ¿Por qué no me llamaste?
 
―Sí, se cayó por unas escaleras en un bar y se golpeó la cabeza. Está bien, es sólo un pequeño corte.

Al darse cuenta de mi aprensión, añade: 
 
―No te llame porque era muy tarde y no estaba de humor para alguien que sienta lástima por mí.

Un poco duro, pero es comprensible… supongo.  

―Sólo odio que hayas tenido que hacerlo por tu cuenta.
―He estado haciéndolo por mi cuenta desde hace años. ¿Qué es un poco más, no?

Mi corazón se tuerce en mi pecho. Hay tanta responsabilidad sobre sus hombros. Equilibrar las finanzas, su carrera, requerimientos de una dieta estricta y un entrenamiento intenso, ¿cómo incluso funciona correctamente?

―¿Has dicho que has terminado? ¿Qué significa eso? 
―Significa que me niego a llevarla por la vida como un niño durante un segundo más. Entré en contacto con un centro de rehabilitación en California ayer por la noche. La compañía la recogió esta mañana.

Espere un rato para que sus palabras penetraran. Envió a su madre a rehabilitación… ¿al otro lado del país?

―California es muy lejos, Pedro.  

Se encoge de hombros.  

―La necesito lo más lejos posible de mí. De lo contrario, va a rogar que vaya a visitarla y entonces me convencerá de firmar su liberación. No puedo… no esta vez.

¿No esta vez? ¿La ha enviado a un centro de rehabilitación antes? Miro hacia él. Su mandíbula se aprieta hacia adelante en un ceño fruncido. No le pregunto más. Puedo ver que es difícil para él así que digo lo único que puedo decir.  

―Hiciste lo correcto.

La arruga en su frente se suaviza. Dije exactamente lo que él quería oír.

No hay duda de que ha estado jugando una especie de tira y afloja emocional con su decisión y estoy contenta de haber podido aliviarlo un poco.

CAPITULO 119



Difícilmente veo a Pedro los próximos seis días. Está tan ocupado con la formación y la preparación para este fin de semana. Incluso estoy nerviosa.

Nos vamos hoy y Pedro debería estar aquí dentro de veinte minutos para recogerme. Lamentablemente, Vanesa no puede venir esta vez. Su padre ha solicitado que empiece a hacer algo con su vida y haga horas extras en la empresa. Ella está angustiada por eso, pero ahora que ha investigado algunos cursos que puede estudiar, se siente un poco mejor, pero su padre aún sufre su frío trato. Mi teléfono suena, sacándome de mis pensamientos. 

Salto del sofá y corro al banco de la cocina donde estoy cargando mi teléfono. Quito el cable y lo contesto.


―¡Ey! ― chilla la alegre voz de Vanesa―. ¡Lo he conseguido! ¡Sé lo que voy a ser!

―¿Qué?

―¡Un oficial de policía!  
Casi me río a carcajadas.Vanesa, ¿un oficial de policía? No lo creo. Odia limpiar porque siempre se rompe una uña. Estoy bastante segura que no puede tener largas uñas pintadas con colores extraños como un agente de la policía… código de vestimenta y todo eso. 
―¿Un oficial de policía? ¿En serio?

Ella suena casi ofendida. 
 
―¿Qué hay de malo en eso?

―Estoy tratando de imaginarte al perseguir a los malos y disparar armas. No te ofendas, pero no luce bonito.  
Ella resopla. 
―Sí, bueno, te lo voy a demostrar. De todos modos, te vas hoy y estoy tan disgustada. Ojalá pudiera ir… voy a extrañar a Luciano.

Abro el refrigerador y agarro dos botellas pequeñas de agua. 
 
―Caramba, no me extrañes o cualquier cosa.  
Cruzo el suelo de la cocina y entro en la sala de estar. Pongo las dos botellas de agua en la parte superior de mi pequeña maleta de color púrpura.  
―¡Sabes que voy a extrañarte! Eso no hace falta decirlo. 
¿Cuánto tiempo vas a estar fuera?

―Ya te lo he dicho dos veces. Vamos a quedarnos unos días en Boston y si gana, la siguiente parada es Las Vegas por una semana o algo así.

―Sus peleas están realmente muy juntas… ¿no necesita tiempo para recuperarse o lo que sea?

No sé mucho sobre el torneo, pero Damian sí, me dijo que una vez que sea profesional pueden pasar meses entre peleas. Hasta entonces, Pedro tiene que evitar ser golpeado tanto como sea posible. Hasta ahora, todo bien.

Todavía estoy por ver un puño conectar con su rostro.
  
―No sé cómo funciona ―murmuro.

Hay un suave golpe en la puerta y mi nerviosismo se eleva a un nivel superior.  
―Oye, me tengo que ir ahora, pero llámame en un día o dos, ¿sí?

―Sí, está bien. Diviértete y no hagas nada que yo no haría. Te quiero.

―Te quiero. ―Cuelgo y deslizo el teléfono en el bolsillo delantero de mi cardigán color limón. Me gusta esta chaqueta de punto. Fue un regalo de mi abuela antes de morir. Mi conjunto favorito para usar con él, es un par de pantalones blancos y un top de encaje blanco. Corro hacia la puerta y la abro. Pedro parece digno de babear como siempre. Cómo se las arregla para llevar un par de pantalones vaqueros y una camiseta gris simple y todavía parecer increíble está molestamente más allá de mí. Su cabello brilla levemente, como si se hubiera duchado recientemente. Su piel parece lisa y suave y tengo muchas ganas de extenderme y tocarlo. Él me absorbe con una
sonrisa divertida en su rostro.

―Eres como un bombón de coco y limón. ―Se ríe,apoyándose en el marco de la puerta.

―Ja. Ja ―digo Inexpresiva.

Da un paso hacia adelante, con los ojos ardiendo llenos de confianza en los míos, no, lujuriosamente.  
―Me encantan los bombones de limón. ―Su sonrisa se vuelve engreída―. Se derriten en tu boca.

Siento un caliente sonrojo arrastrándose hasta mis mejillas y él lo nota.

Sus ojos brillan, viéndose perfectamente divertido con mi reacción y da un paso adelante, permitiendo que sus manos se deslicen en mi nuca.