Sorpresivamente, Pedro no se lanzó sobre Carlos y de alguna manera logré colocarme en medio de los dos hombres, presionando mis manos firmemente contra el pecho de Pedro. Bajo mis manos, sus músculos estaban enrollados, a la espera de saltar contra Carlos… pero por suerte, nunca lo hicieron.
―No vales la pena para que tire por la borda la competición ―gruñe Pedro―. Pero si hablas con tu ex esposa otra vez, dile que le mando saludos.
Se vuelve y sale enojado de la oficina, vuelvo mi atención a Carlos.
―¿Su padre? ¿En serio? Eso es bajo, Carlos.
―No, salir con alguien como Pedro es bajo. ―Carlos camina hacia su oficina y cierra la puerta. No pierdo tiempo en perseguir a Pedro. Está fuera caminando por la acera con las manos en su cabello. Su cara está enrojecida,casi como si estuviera demasiado caliente al tacto. Unas pocas personas paseando pasan a su alrededor esquivándolo con cautela, como si se fuera a quebrar en cualquier momento.
―¿Pedro? ―Mi voz sale más tranquila de lo que me propongo―.Podemos almorzar en mi casa… lejos de la gente.
Me lanza las llaves de su auto y lo sigo hasta él sin decir nada más. En el auto, Pedro mantiene sus ojos por la ventana.
―Pedro ―le digo, rompiendo el silencio.
No me responde.
―No me gustó eso. Nunca más me uses contra otra persona.
Todavía no responde y no me importa, siempre y cuando sepa que no estoy de acuerdo con lo que acaba de suceder. Miro a Pedro de soslayo. Su pecho sube y baja más rápido de lo normal, sus puños se mantienen apretados. Lo que Carlos dijo realmente lo ha afectado y no estoy segura si puedo ayudar esta vez.
Cuando llegamos a mi casa, hay una nota en la puerta de Vanesa diciendo que su padre la llamó para que fuera a trabajar y que tomó prestada un poco de ropa. Busco debajo de la maceta rota de la planta y recupero la copia de la llave. Está marcada con tierra, porque no la he utilizado en mucho tiempo. Abro la puerta y pongo la llave sucia en el bolsillo. Mientras me dirijo a la cocina para hacer sándwiches Pedro se sienta en el sofá, apoyando su cabeza hacia atrás. Sus ojos están cerrados, dándole un borde vulnerable. Saco mis zapatos en medio de la cocina y camino hacia él. Mientras permanezco encima de él, muerde su labio inferior, pensando.
Todavía está enojado… y tengo miedo de que tome su auto y vuelva allí.
―Lo que dijo… no le hagas caso ―le digo.
―Tiene razón ―responde Pedro sin abrir los ojos―. Mi padre estaba decepcionado de mí. ―Sus ojos se abren y mi corazón se aprieta ante su brillo triste―. No podía hacer nada bien… así que hice de mi misión todo mal. No soy una buena persona, Pau.
Agarro su cara entre mis manos, obligándolo a mirarme.
―Pienso que eres buena persona.
―Una chica de las millones de personas que he conocido piensa que soy bueno. ―Sacude la cabeza―. Esas probabilidades no son reconfortantes.
―Pero al menos es algo.
Saca la cara de mis manos.
―No tengas una idea equivocada de mí. No dejes que te seduzca pensando que soy bueno, porque no lo soy.
Me niego a ceder.
―Lo eres.
Hace un ruido frustrado en la base de su garganta y se inclina hacia adelante.
―Me acosté con la esposa de Carlos cuando vivía en Seattle, años atrás. Es por eso que se divorciaron. Fui con mi padre a una de sus sesiones y entré en la oficina de Carlos para ver si estaba allí, pero estaba su esposa en su lugar. Ella me provocó, se burló de mí hasta que cedí. Estaba follando a su mujer sobre su escritorio cuando Carlos y mi papá entraron. ―Sacude la cabeza, disgustado consigo mismo―. No soy una buena persona, Paula.
Destruí un matrimonio… cientos de matrimonios, probablemente.