domingo, 11 de mayo de 2014

CAPITULO 127



Me muevo tímidamente hacia él, ruborizándome a la décima potencia.

Miro a Pedro por debajo de mis pestañas y él está observándome con una pequeña sonrisa, arrogante y sin complejos, sus ojos brillando. 

Luciano me palmea en el hombro mientras me adelanta y le da un codazo a Pedro en las costillas.Pedro le da una palmada a Luciano en la parte posterior de la cabeza e intercambian un abrazo masculino. Es admirable de ver.

Cuando todo el mundo se ha ido, Pedro y yo nos dirigimos arriba.  

Las sábanas frescas nos engullen, enviando escalofríos por mi piel. Los brazos de Pedro se estiran alcanzándome, jalándome y felizmente me acomodo más cerca de él. 

Coloca un beso ligero en mi mandíbula y lo siento deshacer las cuerdas que están sujetando mis pantalones. Empuja hacia abajo un lado de ellos y levanto mis caderas,ayudándolo a deslizarlos fuera.

Los saco y tiro al suelo. Mis piernas rozan contra las de Pedro y mi pulso se acelera cuando me doy cuenta de que está desnudo.  Me monta encima de él sin ningún esfuerzo y sus manos recorren mi estómago y caderas. 

Estoy demasiado excitada para sentir el dolor de la contusión.  Empuja mi camisa más alta y yo la saco por encima de mi cabeza.  

―Necesitas dormir ―susurro.

―Todavía no. 

En la oscuridad, solo puedo distinguir su silueta debajo de mí,encendiendo el deseo dentro de mí. Entonces de nuevo, ¿alguna vez realmente se ve cuando él está cerca? La punta de sus dedos se curvan en el borde de mi sujetador y no hay ningún indicio de vacilación mientras lo jala hacia abajo rápidamente, forzando a mis pechos a derramarse sobre las copas inútiles ahora. Mi piel no tiene la oportunidad de registrar la sensación de ser libre antes de que repentinamente sean envueltos por su boca caliente y húmeda.

―¡Pedro! ―Jadeo mientras mi cuerpo empieza a temblar. 
Sus manos agarran mis omoplatos y me tironea rudamente hacia él,forzando mis tetas incluso más cerca de su cara. Mi espalda se arquea fuertemente y gimo hacia el techo mientras mi cabeza cae sin fuerzas. Puedo sentir su erección presionando contra los cachetes de mi culo y me estremezco al pensar en eso entrando en mí otra vez.

Empuja sus caderas, sacándome de encima y yendo sobre mí. Su boca hace contacto en mi labio inferior, antes de deslizar su lengua dentro. Sus manos se deslizan por mis costados, agarrando mis muñecas y fijándolas por encima de mi cabeza. Mi respiración se vuelve superficial al instante mientras su lengua húmeda traza mi mandíbula y cuello. 

Corre a través de mi clavícula y tiemblo ante la línea de hormigueo que deja a su paso. En este momento, estoy en el cielo y disfrutando cada segundo de esto.Pedro me hace sentir querida, hermosa y un millón de otras cosas. La lujuria es la más obvia, pero es mucho más que eso. Es amor. Sé que lo es. Lo he amado desde hace tiempo, sólo que no tenía idea de cómo describirlo o si siquiera era amor, pero ahora sé que lo es. Estoy segura. Tengo la clase de seguridad que hace que las personas juren sobre la vida de sus hijos o apuesten los fondos universitarios completos en una mano de póquer. Nunca había sentido algo tan fuerte y es amor, el amor real. El amor de corazón desgarrado, estómago agitado, dedo del pie curvándose.

He estado completamente consumida por él y ni siquiera lo sabía.

CAPITULO 126



―Entre.

Mis mejillas arden rojo. Si la gente está aquí… entonces me habrán escuchado.

Pedro, cuando estés listo ―resuena la voz de Damian a través del cuarto de baño, sonando tenso y cansado.

―Estaré bajando en un minuto.

Damian cierra la puerta y entierro mi cara entre las manos, más avergonzada de lo que nunca he estado en mi vida entera.  

―No puedo salir ahí.

Aleja mis manos de mi cara y dejo caer mi mirada al suelo.

―¿Disfrutaste?

Sus manos ahuecan mi cara, inclinando mi rostro hacia el suyo.
  
―¿Disfrutaste? ―pregunta de nuevo, haciendo hincapié en la pregunta.

―Sí.

Sonríe, juguetonamente.  

―Entonces eso es todo lo que importa. 

Puedo sentir alegría irradiando de él en olas mientras mis mejillas se vuelven más oscuras.


Nos envolvemos en toallas rápidamente y entramos en la habitación para vestirnos. Pedro me lanza un par de pantalones de cordón.

―Tengo ropa. ―Me río, cerrando el sujetador en su lugar. 
―Confía en mí ―dice, subiendo su propio par de pantalones de cordón gris, ocultando su deliciosa desnudez―. Son muy cómodos. 
Me pongo una camiseta blanca y me deslizo en los pantalones de Pedro.  

Tengo que atarlos bien apretados para que ajusten, pero no está equivocado.

La tela en el interior está más allá de suave, casi esponjosa.
―¡Vaya, son cómodos!

Él sonríe y mi corazón se derrite. Es tan guapo y me impacta cada vez que veo su cara. ¿Cómo me volví tan afortunada? 

El meñique de Pedro se engancha alrededor del mío y me lleva por las escaleras. Hay una asistente de limpieza, aspirando lo último del vidrio en la parte inferior de la escalera.

Ella nos hace un gesto molesto con la cabeza y saca su aspiradora por la puerta, dejándonos a Pedro y a mí solos con su equipo.

―Veo que seguiste adelante y redecoraste la habitación ―declara Damian, apoyado contra la barandilla en la parte inferior de las escaleras.

―Puedo haber perdido el control ―responde Pedro como si no fuera gran cosa.

―En más de un sentido, por lo que veo.

Pedro me jala detrás de él a lo largo de los sofás blancos. Me lleva a su regazo, envolviendo sus dos brazos alrededor de mi cintura. Si yo no estaba lo suficientemente avergonzada, de hecho, me siento ahora como si fuera a vomitar.

Pedro planta besos suaves en la parte posterior de mi hombro. No hay duda de que está tratando de aliviar mis nervios. 
Por desgracia, los ojos de todos están sobre nosotros… no hay alivio de mis nervios. 
―Cuatro ―anuncia Luciano, sosteniendo la mitad de una botella de bourbon en el aire. ¿Pedro se bebió todo eso?―. Lo del bourbon hace un total de cuatro veces esta noche en que no pudiste controlarte. Cuatro. ―Luciano está enojado. 

Sus ojos verdes están fijos en Pedro y no me gusta estar en medio de ellos. Realmente no puedo soportar otra pelea esta noche. 
―¿Qué carajo, Pedro? ―exige Damian. 

―No actúen como malditos santos. Yo no tenía que salir esta noche,pero ustedes me nombraron conductor designado, ¿recuerdas?  
Luciano exhala. 
―Y si tú no le hubieras pagado a esa desnudista, para que le diera a Paula un baile erótico, Dom no se habría puesto todo caliente y posesivo. No me arrepiento de golpear a ese hijo de puta en la cara y lo haría de nuevo justo ahora. 
Silencio. Nadie dijo una palabra ante la declaración de Pedro.  

―De todos modos ―continúa―. ¿Cómo se resolvió todo? ¿Estoy fuera del torneo o no?  
Puedo escuchar la amarga decepción en su voz y bajo la mirada hacia las manos de Pedro en mi cintura. 
 
―No.

Mi cabeza se levanta de golpe hacia Damian y Pedro me aprieta como reacción a sus palabras.

―Dom se niega a afirmar que esto sucedió, a pesar de que su equipo está tratando desesperadamente de que lo reconsidere, pero él no va a cambiar de opinión. Realmente debe odiarte.
Pedro se encoge de hombros. 
 
―¿Qué hay del Polaris? Van a tener una prueba en vídeo. 
―Puede ser un lugar con clase, pero aun así es un lugar de striptease manejado por proxenetas que van a mantener su boca cerrada por dinero.

―Las cintas han desaparecido.

―¿Eso es todo? ―pregunto, con impaciencia―. ¿Todo ha terminado?

―No. ―Los ojos marrones de Damian bajan a sus manos y luego regresan a mi cara―. Ya no puedo dejarte venir más entre bastidores. Es demasiado arriesgado con Dom acechando.

―De ninguna manera ―suelta Pedro―. La quiero en mi habitación.

Damian viene hacia adelante, irguiéndose hasta su altura máxima. Él está de pie firme y no va a ceder.  

―Lo que pasó esta noche no va a suceder de nuevo. ¿Entiendes lo cerca que estuviste de perderlo todo? Y por alguna pequeña tontería. ―Él sacude la cabeza―. ¿Qué diría tu padre? ¿Hum? Por eso es que estás haciendo esto,¿no es así? ¿Por tu padre?

Pedro intenta quitarme de encima, pero me aferro a sus manos lo más fuerte que puedo. Vuelvo mi cabeza tanto como puedo para conseguir mirar su rostro.

 ―Está bien ―le digo―. Me puedo sentar en la multitud por los dos siguientes encuentros. No es un gran problema.
―Por los próximos dos encuentros, hasta que Dom ya no está en el juego ―le asegura Luciano a Pedro.  

Pedro resopla.  

―Está bien. ¿Eso es todo? 
―Sí. Ahora déjame ver esa maldita ceja. ―Me quito de encima de Pedro mientras Damian se acerca.

Hace un gesto para que un miembro del equipo le entregue una pequeña caja. Damian saca cremas y pequeños pedazos de materiales y comienza a trabajar en la ceja de Pedro. Todo el tiempo Damian está maldiciendo y quejándose acerca de su posición, voy a buscar a Luciano quien se está sirviendo un gran vaso de bourbon en la cocina. Tomo una bandeja de cubitos de hielo del congelador y se la entrego.

―Gracias.  
―¿Por qué está Damian tan enojado? Es un pequeño corte… 
―Es en la ceja. ―Toma un gran sorbo de bourbon, derramando un poco en su camisa roja―. Josh Donskov utilizará eso contra Pedro. La ceja es un lugar de mierda para ser herido. Una vez golpeada, con el codo, mierda,
incluso una bofetada podría reabrirla. Si sangra mucho y gotea hacia el ojo,van a parar la lucha.  
―¿Cómo podemos evitar que eso suceda?

 Él se ríe. 
 
―No podemos hacer nada más que untarla con vaselina y esperar que los puños de Josh se deslicen lejos de esta. El resto depende de Pedro, que tendrá que vigilar esa ceja con su vida.

El pánico se levanta en la boca de mi estómago cuando me doy cuenta de la gravedad de la situación, de la cortada. Mierda.

―Vaya, parece que vas a vomitar. ―Él desliza su vaso hacia mí y yo lo recojo, tomando un gran sorbo. Lo trago, apretando los dientes contra la quemadura―. Relájate. Él es un gran chico. Sabe lo que está haciendo.  
Eso es reconfortante… más o menos.

―Lo siento si te hice sentir incómoda con la desnudista. Lo hice sólo como una diversión inofensiva, lo juro. 
Sus ojos verdes se encienden disculpándose.  
―Está bien. No quería molestarme, pero nunca he estado en un club de striptease antes y mucho menos besado a una chica. Eso es más del estilo de Vanesa.

Sus cejas color bronce alcanzan el nacimiento de su cabello. Mierda. 
Espero no haber acabado de alejarlo de ella.

―¿En serio?

Mi respiración se entrecorta ante él, tratando de retirar lo que he dicho y una enorme e inmensa sonrisa se desliza en su rostro. 
 
―Eso es bueno saberlo. Gracias. 
Luciano mira por encima de mi hombro y me vuelvo para ver la mitad del cuerpo desnudo de Pedro apoyado contra el marco de la puerta. Damian mete su cabeza en la cocina.  
―Vamos, Luciano. Hora de ir a la cama, tenemos un gran día mañana,tú también,Pedro. Les diría a ustedes dos que no tuvieran sexo, pero todo el mundo sabe que recientemente ustedes han hecho caso omiso de esa regla.
―Damian estrecha los ojos hacia mí antes de sonreír ampliamente―. Buenas noches, Paula.

CAPITULO 125



No estoy asintiendo. Si no me hubiera asustado y prácticamente corrido de la desnudista que me besó, no le habría dado a Dom una oportunidad para agarrarme.Pedro envuelve sus dedos alrededor de mi muñeca y lo sigo por las escaleras a nuestra habitación, sólo que no se detiene allí. Me jala por todo el camino detrás de él hasta el baño.

Él enciende la luz, trayendo el cuarto oscuro a la vida. Las manos de Pedro se envuelven alrededor de mi cintura y me levanta para sentarme en el mostrador del baño. Miro su cara y él no habla mientras sus manos rozan mis tobillos y sacan mis zapatos. Me levanta del banco y engancha sus dedos bajo el borde de mis pantalones, empujándolos al suelo. Mi ritmo cardíaco se acelera, como siempre lo hace cuando me toca. Me da vuelta y tira de mi camisa empujándola por encima de mi cabeza. Mi sujetador es la última pieza de tela que cae de mi cuerpo y cuando me vuelvo para enfrentarlo, sus ojos me beben, incapaz de ocultar el destello de deseo en sus ojos. Luego se estrechan sobre mi abdomen y me doy cuenta de su cuerpo tenso y la mandíbula apretada. Miro hacia abajo. Es mi cadera. Hay una sombra oscura formándose donde Dom me agarró y donde caí. 

―No es tan malo como el tuyo ―murmuré débilmente.
Él suspira, pasándose una mano por su cara.
  
―¿Es eso lo de su mano?  
Me encojo de hombros.  
―Un poco, supongo. La mayor parte es de cuando me caí después de que me empujó.

Su voz se eleva unos pocos decibelios.  
―¿Él te empujó?

Asiento mientras pasa sus manos por el cabello. Con una sacudida de cabeza me agarra, jalándome hacia él.

 ―Maldita sea, lo siento, Paula.

―No es tu culpa. 
Él me deja ir. Sé que no quiere escuchar que no es su culpa. Puedo verlo en su cara, realmente cree que lo es. Doy un paso hacia atrás mientras se baja sus pantalones y se mete en la ducha. Deja la puerta abierta para que me le una y enciende el agua. El rugido de la ducha hace eco en las baldosas y el aire se vuelve rápidamente pesado y caliente, llenando mis pulmones con el vapor. Entro y cierro la puerta detrás de mí. Los ojos de Pedro con avidez se posan en mi cuerpo, haciendo que mis pechos se sienten pesados e hinchados. Mis pezones ya duelen por su boca, para que los engulla, y para distraerme tomo el baño de espuma y lo aprieto en mis manos. Me aparto de él y masajeo una espuma abundante sobre mi estómago,frotando lentamente sobre la contusión en mi cadera.

Pronto, las manos de Pedro están deslizándose sobre mi piel, también, evitando cuidadosamente mi cadera adolorida. Pone besos en mi hombro y mi cuerpo comienza a tararear. Jugueteando, sus manos se mueven alrededor de mi pecho haciendo que mis pezones se endurezcan al punto máximo y comiencen a hormiguear en doloroso previsión. Por último, sus manos se deslizan a lo largo de mis pechos,ahuecándolos con la cantidad perfecta de presión.

 Me siento como que estoy en peligro de derretirme y mi
respiración se corta mientras sus pulgares frotan mis pezones puntiagudos.Dejo que mi cabeza se incline atrás para descansar contra su pecho.

―¿Damian y tu equipo van a estar bien? 
Sus manos amasan mis pechos. 
―Sí, ellos van a estar bien.
Vuelvo la cabeza. 
 
―¿Y tú? 
Presiona sus labios en mi mejilla. 
 
―Estoy bien ahora. 
Me doy la vuelta, presionando la parte frontal de mi cuerpo contra el suyo. 
―Te necesito, todo de ti ―exijo, aplastando mis labios a los suyos.

Sabe agridulce, como el bourbon y mi corazón se aprieta. Si ha probado alcohol, debe estar en un lugar muy malo.Pedro no vacila y no hay jugueteo en la forma en que sus manos me acarician toda. Me hace retroceder y me quedo sin aliento cuando mi espalda presiona contra las baldosas frías. Ignoro la forma en que mi cadera duele mientras me aplasta contra la pared con su cuerpo. Su mano corre a lo largo de mi costado y engancha mi pierna alrededor de su cadera. Su boca besa mi cuello y sus dedos se deslizan firmemente entre mis piernas, enviando una oleada de excitación a través de mí. Ha pasado tanto tiempo desde que hemos tenido sexo y lo quiero ahora, pelea o no. Mi cuerpo va a toda marcha y mis nervios están muy conscientes de él. Su toque caliente es como un choque eléctrico corriendo a través de mi cuerpo.  
Pedro ―Su nombre es un sonido susurrante de anticipación.

Él gime, pasando la punta de un dedo sobre mi clítoris. Le hace al pequeño manojo de nervios unos círculos y luego sumerge un dedo en mi calor. Jadeo con fuerza, hundiendo mis dedos en sus hombros mientras me acaricia cuidadosamente desde el interior. Me arqueo contra él, mis ojos sintiéndose pesados.

―Tan sexy ―murmura, atrapando mi labio entre sus dientes.

―Más. ―Suspiro, empujando mis caderas contra él. Estoy tan excitada,así que me retuerzo apretadamente y lo necesito para aliviarme. Él, sólo,saca sus dedos de mí. La decepción me llena y gimo con molestia.  
―¿Alguna vez te he dicho que eres impaciente? ―Se ríe en mi oído.  
Sonrío y asiento. 
 
―No puedo evitarlo a tu alrededor. 
Estira su mano entre nosotros, frotándose sobre mi entrada y capturándome con la guardia baja.  
Mis caderas se presionan más cerca de él y parece que no tengo control sobre mi cuerpo, éste hace lo que quiere. Se empuja dentro de mí con una fuerte inhalación de aire, enviando mi pulso deslizándose por todo el lugar.  
Envuelvo mis brazos alrededor de su cuello y sus manos agarran mi culo,me levantó hacia él y me llena completamente. Bloqueo mis tobillos detrás de él mientras envuelvo mis piernas alrededor de su cintura. La fría sensación de las baldosas se siente deliciosamente erótica contra las sensaciones cálidas dentro de mí. Pedro se retira hasta que sólo la cabeza se queda dentro y luego la mete hasta el fondo, obligándome a gritar. Empuja superficial y rápidamente, unas pocas veces, antes de salirse casi todo el camino de nuevo y luego meterse con un gemido decadente. Lo aprieto tan fuerte como puedo mientras un orgasmo se enrolla en mi estómago como una cobra. Ha pasado tanto tiempo desde que ha estado dentro de mí y mi cuerpo está disfrutando de las sensaciones.

―Oh, mierda… ―gruñe contra mi carne―. No voy a durar mucho tiempo, cariño.

Su voz me empuja cada vez más cerca del borde.  
―Más duro. ―Me las arreglo para exhalar―. Más rápido. 
Me presiona más duro contra la pared y establece un ritmo más rápido y más fuerte. Mis brazos se aprietan alrededor de su cuello. Aprieto mis muslos alrededor de él, inclinando mi pelvis. Mis pechos rebotan mientras me mece. Estoy sorprendida cuando mi orgasmo me desgarra sin sospechar nada y no puedo evitar los gritos saliendo de mi boca junto con éste. Los bíceps de Pedro se aprietan cuando agarra mis caderas y me sostiene todavía mientras se empuja desigualmente dentro de mí, encontrando su propia liberación. Me sostiene contra la pared por un poco más de tiempo,apoyando su frente contra la mía. Mis manos acarician su cuello y sus hombros. Cierra los ojos,disfrutando de la atención. Me deslizo fuera de él justo cuando suena un golpe en la puerta y Pedro escuda mi cuerpo con el suyo.