domingo, 4 de mayo de 2014

CAPITULO 104


Dejé que mi mente divagara mientras contemplaba la impecable limpieza y la organización de la misma. Una cama king size enorme parece atractiva desde el otro extremo de la habitación. El otro lado tiene una mesa de café y dos sillones de cuero negros que se sientan delante de una impresionante muralla donde está montada la televisión. 

Una bolsa de boxeo cuelga de la barandilla de madera en el centro de la habitación con un par de guantes de boxeo azules colgando de la parte superior.  

―¿Te gusta?  

Sacudo y asiento al mismo tiempo.  
 
―Es grande… y… hermosa.  

Sonríe arrogantemente y me doy cuenta de que acaba de entrar en uno de esos “¿qué es lo que ella dijo?” chistes. Frunzo el ceño hacia él. 
 
―No lo digas.

Me muestra sus grandes palmas hacia mí.  

―No iba a hacerlo. ―Señala su sofá―. Siéntate allí, voy a estar de vuelta enseguida.

Pedro desaparece a través de una puerta en el otro lado de la habitación y yo caigo en el sofá. Hay una revista de desnudos sobre la mesa de cristal y me río un poco. Este es sin duda la habitación de Pedro. Se asoma por la puerta y hace gestos para que me acerque a él. Nerviosa además de intrigada, me voy a la puerta. La abre de par en par mientras me acerco y su mano toma la mía. Me tira en un cuarto de baño y mis ojos se arrastre sobre la ducha de cristal y dos hermosos lavamanos cuadrados. Son agradables,pero la enorme bañera de hidromasaje en frente de mí capta mi completa atención. El agua se agita y crea burbujas gruesas a medida que aumenta el nivel del agua.


―¿Un baño?  
Los dedos de Pedro agarran la base de mi camisa y levanto mis brazos mientras la saca por encima de mi cabeza.  
―Sólo para ti. 
Sus pulgares se enganchan debajo de la banda de mis pantalones cortos y los empuja soltándolos al suelo, tomando mi ropa interior con ellos. El vapor caliente que emite desde la bañera flota para besar mi piel.

Me dirijo a Pedro.  
 
―No hacía falta que corriéramos por un baño. Estaba siendo tonta.  
Él sonríe, corriendo las puntas de sus dedos a lo largo de mi estómago.  
―¿Entonces un baño no te haría feliz?

―Lo haría pero… ¡ah! ―Sin ningún esfuerzo me toma en sus brazos y me lleva a la bañera.  
Los dedos de mis pies se sumergen primero en el agua abrasadora,seguido lentamente por el resto de mi cuerpo.

Mientras mi cuerpo se acostumbra a la temperatura.

―¿No vas a acompañarme? ―le pregunto a Pedro, tirando burbujas hacia mí para cubrir mis pechos.  
―No, quiero que lo disfrutes.

―Lo disfrutaría mucho más si estuvieras aquí conmigo. 
Niega.

Lo intento de nuevo. 
―Me haría más feliz, si estuvieras aquí conmigo. 
Barre con sus dientes su labio inferior y con una fuerte exhalación, se encoge de hombros en su chaqueta. Lo miro, consigo ponerme un poco demasiado excitada cuando tira de su camisa sobre su cabeza, dejando al descubierto todos sus tatuajes con dibujos intrincados y la piel deliciosamente suave. Su dedo se engancha alrededor del botón de sus vaqueros y los deja caer. Pongo las rodillas en mi pecho mientras él entra.

Silba por la temperatura, pero una vez que se sumerge en el agua su cuerpo se relaja. Hay una gran cantidad de espacio entre nosotros por lo que me deslizo hacia él y felizmente me tira entre sus piernas. Mi espalda se apoya contra su frente y cierro los ojos cuando los cálidos labios de Pedro presionan contra la parte trasera de mi cuello, enviando una oleada de placer a través de mí.

―Estoy disfrutando del baño más aún ―gimo, sintiéndolo sonreír contra mi piel.  

Sus manos se arrastran hacia abajo, rozando suavemente mis pechos.

―Tu casa es muy agradable ―declaro―. No tengo ni idea de cómo fuiste capaz de soportar mi pequeño apartamento.
―Tu apartamento es acogedor. Nunca he tenido una mejor noche de sueño que cuando estuve contigo.

Sus palabras son dulces, llenándome de un calor extraño y haciéndome sonreír.

―Has dicho que quieres deberme explicaciones, ¿verdad? ―le pregunto, tratando de hacerme sentir mejor acerca de lo que voy a preguntar.

Él no dice nada, sólo asiente.

―¿Cómo es que eres capaz de pagar un lugar así? 
Su dedo índice traza círculos a lo largo de mi costado, haciendo que mis pezones se endurezcan.

Mis padres hicieron un montón de dinero y eran muy inteligentes acerca de sus decisiones... cuando mi padre murió y mi madre se fue por el borde, me pusieron a cargo de las finanzas por el bien de mi hermana.

―¿Qué hizo que te mudaras a Portland?  
―Mi mamá llegó al punto de ruptura. Me prometió que conseguiría mejorar, pero la única ciudad que ofrecía el programa en el que quería ponerla era aquí en Maine. Ella todavía está asistiendo a su primer período de sesiones.  
―¿Y tu hermana ? ¿Vive aquí también?

―No, Maca está en Las Vegas viviendo con su novio estrella de rock.― Su tono se vuelve agresivo hacia el final―. Ella solía hacerlo, pero mi madre y ella no se llevaban bien. 
Debajo de mí, siento a Pedro ponerse un poco tenso y creo que he alcanzado el punto máximo de preguntas.

La última cosa que quiero hacer es empujar cuando ha estado tan dispuesto a responder a mis preguntas. Lo acaricio, dejando a mis uñas crear un patrón aleatorio en sus piernas. Detrás de mí, bajo mi espalda, me doy cuenta de lo mucho que le gusta y le sonrío. Me giro en el agua hasta que mi frente está contra él. Deslizo mi cuerpo con jabón contra su firme torso,presionando mis labios contra su pecho y luego su cuello. Gime cuando chasqueo mi lengua para saborear su mandíbula y arrastro su labio entre mis dientes cuando lo beso. Mi mano se desliza hacia arriba en su muslo,pero su mano se dispara rápidamente, atrapando mi muñeca. 
―¿Pensé que querías un baño? ―se burla de mí, ladeando su cabeza.

Sintiéndome audaz, le digo:
―¿No puedo tener los dos?

CAPITULO 103



Apenas me doy cuenta de los edificios y las calles que pasamos mientras conducimos. Toda mi atención se centra en mi muslo, el punto donde Pedro se mantiene dando vueltas con la punta áspera de su dedo índice. Es dolorosamente excitante y tengo que reprimir un grito de asombro cada vez que su círculo se desliza por encima de la cara interna de mi muslo.

Cuando quita la mano, mi mente se despeja y me doy cuenta que el desvió que tomamos es exactamente el mismo que tomé a principios de esta tarde.

Pedro… ―le digo, con cautela―. ¿A dónde vamos?
Estamos yendo en la misma dirección que su casa, pero él no me llevaría allí. ¿O sí lo haría?

―¿No es obvio? ―pregunta, alzando las cejas hacia mí―. Vamos a mi casa.  

Pedro me mira de reojo y por suerte no hay suficiente iluminación para que pueda ver que mis dedos están apretando con nerviosismo la fina tela de mi camiseta.

―Está bien. Dije que esto te hará feliz y confía en mí, lo hará.

Aunque no veo cómo, asiento de todos modos, poniendo toda mi fe en él.

La vista de las casas durante el día me dejó alucinada porque eran tan grandes e impresionantes. Ahora, son hermosas y elegantes. Hay algo acerca de la forma pacífica en que las luces de té brillan e iluminan las pasarelas.

Quiero luces de té para mi casa. Cuando giramos y nos dirigimos lentamente por la ligera pendiente del camino, apaga el coche y se detiene por un momento. 

―No tenemos que entrar si no quieres ―digo.


Pedro deja el coche y viene alrededor para abrir mi puerta.

 Extiende su mano hacia mí y me toma.  
―Vamos a entrar. ―Me sonríe. 
Trato de no mirar boquiabierta la forma en que las luces amarillas brillan hermosamente a lo largo de la pasarela de ladrillos de chocolate oscuros de su casa. Me hace anhelar pastel de chocolate y crema de vainilla.Yum.  
Los dedos de Pedro se entrelazan con los míos y sonrió hacia él. Pedro. Mi novio. ¿Cómo es que incluso pasó? ¿Cómo me siento tan afortunada? Él mete la llave en la puerta principal y ésta abre sin un crujido. Miro por el largo pasillo. Está vacío, no el tipo de vacío que se ve terrible y llano. Es el tipo de vacío que se las arregla para quitar el aliento. Pedro aparta su mano de la mía.  

―Tú primero. 
No me muevo.  

―¿Tu madre está en casa? No quiero molestarla…  
―Mi mamá difícilmente está en casa por la noche. Esta noche no es diferente.

Su mano se desliza hacia la parte baja de mi espalda y presiona sobre mí.  
―Sólo estamos nosotros. Adelante. 
Entro en la casa y deslizo mis sandalias junto a la puerta. La mano de Pedro asegura la mía otra vez y me jala detrás de él por el largo pasillo. A unos pocos metros por delante del pasillo se detiene y comienza el salón, con sofás oscuros de cuero, alfombras rojas y blancas, una gran TV y esculturas extrañas esto es mucho para digerir. Nunca he visto una casa tan… pensada. 
Sé que el exterior es hermoso, pero estaba esperando que el interior fuera,bueno, de chico. Ya sabes, ropa y comida por todas partes, un extraño olor a zapato viejo y cárteles de chicas desnudas. Evité la habitación de mi hermano a toda costa por esas razones exactamente.

―¿Qué, sin cárteles de chicas desnudas? ―bromeo.

Se ríe sin mirarme. 
 
―No, no tengo doce.

Me arrastra a través de la monstruosa cocina, llena de ollas y sartenes colgando, los bancos de acero, las encimeras con detalles en madera y luego por otro pasillo. Éste no está vacío como el primer pasillo. Cuenta con cuadros colgados a lo largo de sus paredes blancas.

―Nunca habría adivinado que te gustara el arte ―le digo en voz alta. 

―Son mis papás, en realidad. 

Oh. 
 
―Lo siento.

Él pone los ojos marrones en mí.  

―No tienes nada que lamentar.

Pedro me escolta hasta una escalera en otro mini salón. A un pasillo que se desvía en tres direcciones diferentes y me lleva por uno en el extremo izquierdo. Abre la puerta al final.
―¿Esta es tu habitación?

CAPITULO 102



Mi boca se abre y todo lo que le doy a cambio es una mirada con los ojos abiertos. Me sorprende que haga eso por mí.

―No me esperaba eso… ¿Qué pasó con tu “yo no hago la cosa de novias”?

Sus labios se contraen.  

―Tú pasaste.

Maldita sea. Es guapo y romántico. A veces, realmente no puedo quejarme de este tipo.

―Te das cuenta de que eso significa que estás oficialmente fuera del mercado ―digo, empujándolo en el estómago duro.

Sus cálidas y anchas palmas de sus manos envuelven mi cara y mi aliento se traba.

―Cariño, he estado fuera del mercado desde el momento en que estas mejillas se volvieron del color rosa más sexy. 

Llamaradas de calor se encienden debajo de mi piel y aparto la mirada  

―¿Y cuándo fue eso?

―Cuando te encontré follándome con los ojos. 

Le empujo y él suelta mi cara.


―No lo hice.
Se ríe a carcajadas y me aprieta contra él.

―Lo hiciste. Admítelo. 
Lo miré un poco por demasiado tiempo, pero ciertamente no hice eso de  “follármelo con los ojos”.

―De todos modos… ―Se ríe, besando mi nariz―. Hay una cosa más que quiero hacer para hacerte feliz pero tenemos que entrar en el coche.

―¿En el coche?

Él asiente.  

―No tienes que traer nada. Vamos al coche. 
Las manos de Pedro descansan sobre mis hombros y vuelve mi cuerpo todavía confundido hacia la puerta. Camina detrás mí, empujándome más cerca y más cerca de la salida.

―No estoy vestida adecuadamente ―digo, mirando hacia abajo a mis pantalones cortos y camiseta sin mangas. Me liberé hace siglos de la chaqueta delgada―. Mis pantalones cortos son demasiado cortos.

Deja caer sus manos de mi hombro y salto cuando siento un deslizamiento de su grueso dedo a lo largo de la base de la mejilla de mi culo.

―Creo que son perfectos ―gruñe.

Siento su respiración en mi cuello y me humedezco inmediatamente.

Abro la puerta de entrada y antes de darme cuenta estamos en su coche y conduciendo lejos de mi casa.