miércoles, 7 de mayo de 2014

CAPITULO 115



He estado sentada alrededor de la habitación de mi papá por las últimas dos horas mientras duerme. Mamá trajo su estuche para uñas para tener algo que hacer y como se ha hecho las uñas dos veces ya, decide atacar las mías.

No puedo quejarme supongo, tienen la necesidad de un serio acicalamiento. Las he estado mordiendo mucho últimamente. 

Extraño a Pedro. Después del hospital ayer Pedro y yo estuvimos en su casa. Su mamá no estaba en casa y no tuvimos sexo porque Damian puso la restricción de “no sexo hasta después de la pelea”.

Él estaba un poco impaciente por irrumpir y decirle a Damian que no había tenido sexo, pero me sentí mal y le dije a Pedro que esperara. 

―Así que, tu jefe es un buen tipo ―dijo mi mamá 
casualmente.


Casi resoplé. 
 
―Sí, lo es.

Ella rastrilló la lima de uñas sobre mi piel e hice una mueca de dolor mientras su borde rugoso rasguñaba mi piel.  

―También es apuesto. 
Arrastré una respiración. 
 ―Sí, lo es. ―Suelo pensar que Carlos es tan, tan, tan apuesto y nunca me he sonrojado un poco cuando pienso en él, pero entonces Pedro aparece y en mi opinión, nadie está a la altura de su apariencia, ni siquiera el ojos azules y rubio Carlos. Carlos es radiante e inocente, demasiado caballero en algunos casos. Pedro es oscuro y confiado. No le importa ser sutil. No le importa cómo luce ante otras personas. Me excita.

―Has pensado acerca de…

―No vayas allí, Sandra ―interrumpe papá. Su voz es ronca por el sueño―. Es su jefe y es muy viejo para ella.

―La edad no define a un hombre. Él es exitoso y apuesto. Tú eres joven así que los hijos no serían un problema.

Alejó mi mano de ella, insultada.  

Pedro es joven, apuesto y exitoso.

―Pero el aspecto de Pedro no parece que vaya a durar mucho si constantemente logra ser golpeado por hombres más grandes que él. Solo puede ser exitoso por cortos periodos de tiempo en su estilo de vida y eso no es algo con lo que quieras criar a tus hijos. Quiero decir, ¿cuánto tiempo llevan de hacer el tonto? Es solo por diversión, ¿verdad? 
Papá presionó el botón en su cama y lentamente se levanta a una posición sentado. 
―A quién le importa si es por diversión o no.Pedro es un buen chico.Salvó mi vida.

―Sí, pero fue más una cuestión de “estar en el lugar y momento indicado”.

¿Está bromeando?

―Eso no significa que estén menos agradecida. 
Poderosa indignación arrasó a través de mí, cerrando mi garganta apretada alrededor de mis palabras. Mi mamá decía muchas cosas hirientes y sin sentido, todas con buena intención (o eso asegura) pero nada de lo que había dicho me había molestado al punto de volverme completamente iracunda con ella, hasta ahora. Miré a papá, él también le lanzaba dagas a mi mamá y me di cuenta que no era el momento ni el lugar de discutir con mi mamá sobre Pedro
 
Si ella quería ser esnob y malagradecida, bien. Dejémosla ser, pero eso no cambiaría mi opinión. Nunca. Yo había visto bajo la dura, cascara de engreído de Pedro. Había visto su lado suave. Lo había visto vulnerable y herido. 
Allí había más de él de lo que se podía ver. Un infierno más.
―De todas formas, papá, ¿cuándo puedes ir a casa?

El sonrojo rosa en la las mejillas de papá se destiñó y mamá resopló,odiando el cambio de tema.

 ―Con suerte después de almuerzo, debo esperar dos semanas antes de poder regresar al trabajo, pero después de eso estaré bien. Me alentaron a que haga más ejercicios cardiovasculares y coma mejores comidas también.

Boston definitivamente está fuera del juego para mí ahora.
Traté de darle una sonrisa alentadora, pero incluso yo sentía la simpatía rizarse.  

―Lo siento. Sé lo mucho que significaba ir a Boston para ti…  
Él movió rápidamente sus manos como si no fuera la gran cosa, pero yo sabía lo contrario. Él había estado tan molesto en el gimnasio ayer cuando Pedro y yo le habíamos dicho que no podía ir.  

―Está bien. Al menos uno de nosotros ira. 
Parpadeé. Oh. Se refería a mí.

―Yo tampoco iré, papá. 
―¿Por qué no? ―Estaba tan confuso como Pedro cuando se lo dije―¿Tuviste una pelea con Pedro?  

Juro que escuché a mi mamá respirar esperanzadoramente.
―No. Tengo trabajo.

―¿Y Pedro está bien con eso?  

Me encogí de hombros.  

―No está feliz sobre eso.

Mamá saltó en la oportunidad para entrar en la conversación.  

―Esos del tipo peleador son cabezas duras.

Papá rodó sus ojos. 
―¿Él no te ha golpeado ni nada?

―¿Qué diablos, mamá? No, no me ha golpeado. Nunca haría eso.

Ella cruza sus brazos sobre su chaqueta de punto azul y oigo tamborilear su tacón contra el piso duro. 
―Ellos se quiebran fácilmente, es todo lo que estoy diciendo.

―Cariño ―dijo papá, alejando mi atención del rostro de mi mamá―Deberías ir. Tienes poco tiempo antes que él sea profesional. Puedes saltarte las que quieras entonces, pero al menos sé parte de su inicio. ―Los ojos marrones de mi papá se movían rápidamente de sus manos a mi rostro de manera nerviosa―. Cuando estás en el gimnasio, se distrae contigo y cuando no estás allí durante el entrenamiento, se preocupa con sus pensamientos, atascándose en un mundo lejano. Tan pronto como Damian suena el silbato y el entrenamiento termina no puede llegar lo suficientemente rápido a la puerta. ―Sus palabras hacían hincharse mis entrañas. Al menos él podía ver lo mucho que Pedro se preocupaba por mí―No puede ir a una pelea sin llamarte desde los vestidores antes de ir. No creo que sea capaz de alejarse de ti. ―Gira su atención a mamá―. Si abrieras un poco los ojos, Sandra, verías que Pedro adora el piso que nuestra hija pisa.La admira. Inicialmente, yo sabía que ese no era el tipo de hombre que quería alrededor de mi hija, pero puedo decirte por sus peleas,entrenamientos, todo, que cuando se preocupa por algo, da todo lo que tiene. Deberías estar honrada de que Paula tenga alguien que la respete y proteja porque cuando muramos, y lo haremos, deberíamos querer que nuestra hija este protegida por alguien que la defienda con la misma ferocidad que sus propios padres lo harían… y Pedro es ese hombre.

CAPITULO 114



Sus iris chocolate cayeron de regreso en mí y le di una tensa sonrisa y un pequeño encogimiento de hombros. Una muy femenina enfermera metió su cabeza en la habitación.  
―La hora de visitas terminó ―nos dijo―. Solo uno de ustedes puede quedarse a acompañarlo.

Froté mis palmas sobre mi vestido para remover algo del sudor. Ahora que la conmoción inicial había desaparecido, solo me sentía con nauseas.

―Bueno, Pedro y yo nos iremos, pero regresé a primera hora en la mañana. Si necesitas algo, lo que sea llámame. De inmediato.

Besé a mi mamá y papá, persistiendo un segundo más en la barbilla sin afeitar de mi papá.

―Los amo ―digo mientras envuelvo un brazo alrededor de la cintura de Pedro. Él lanza su brazo sobre mis hombros, llevándome hacia él. No tengo que mirar a mi mamá para saber que no lo aprueba, incluso después que
Pedro básicamente salvo la vida de mi papá, aún no es suficiente.

Unas pocas personas se dispersan en el angosto pasillo mientras se despiden de sus familiares. Miro arriba hacia Pedro y su palillo gira rápidamente entre sus labios mientras juega con él con su lengua.

―Gracias.

―¿Por qué?


Dejo de caminar y me pongo frente a él. Él jala de su boca el delgado palillo de madera y sus ojos se enfocan en mi rostro.

―Por regresar al gimnasio y hablar con mi papá y por salvarle la vida.

Las cejas de Pedro se arrugan un poco, como si estuviera incómodo.  

―No tienes que agradecerme…

―Sí tengo. ¿Por qué agradecerte te pone incomodo?

Su mirada revolotea hacia el piso mientras pone el palillo de regreso en su boca. Después de lo que parece un eternidad de estar en silencio, eleva su mirada hacia mí, luciendo incluso más incómodo que antes.

―Porque no estoy acostumbrado a eso. 
―¿No estás acostumbrado a que te agradezcan? ―Rozó mi dedo a lo largo de su antebrazo.

―Usualmente soy la causa de los problemas, no la solución.

Frunzo el ceño. Él no se da cuenta lo mucho que me ha ayudado. Me ha ayudado a no regresar a las mismas rutinas con Ramiro. Me salvó de Jose y mejoró mi relación con mi papá. Antes de Pedro, mi papá era mucho más como mi mamá, siempre empujándome a regresar a casa y por todo eso las siguientes palabras salieron a través de mis labios. 
―Tú eres mi solución.

Sus labios se crisparon y retiró el palillo mientras la tensión en su expresión se desvanecía. Sus brazos rodearon mi cintura, llevándome más cerca. Verlo relajado y feliz envió un fuerte sentimiento fortaleciéndose a través de mi pecho. 

Todo lo que quiero para él es que sea feliz y nunca he
querido algo tanto en mi vida. Pedro me atrajo hacia él, descansando su cabeza en la mía y su mano trazó un sendero reconfortante arriba y abajo en mi columna. Me asusta alejarlo, no quiero hacerlo. No sé lo que está sucediendo, pero no es como nada que haya sentido antes.

Los sentimientos que tenía por Ramiro palidecen en comparación con lo que siento ahora.

¿Amor? No, sí, no lo sé. Estoy confundida. ¿Estar enamorada significa estar tan enferma? Me siento mal,siento que voy a llorar. Siento que debo aplastar Pedro en mis brazos y no dejarlo ir. Estoy casi inevitablemente segura que me volvería completamente nada sin él. Quiero huir porque estoy absolutamente muerta de miedo.

Le gusto a Pedro, lo sé, pero qué si no hay un futuro allí. No soy una lectora de mentes, pero estoy convencida de que esto no es lo que él estaba esperando después de apenas un día de estar juntos. No lo puedo espantar…

CAPITULO 113



Mi corazón inmóvil y mi garganta apretada. Empecé a sudar, un frío sudor que se desliza desde mi nuca bajando por mi espalda y tragué con fuerza mientras lagrimas brotaban de mis ojos.

―¿Paula? ―dijo Pedro mi nombre mientras lagrimas rebosaban el borde.

―¿Él-él está bien?

Mordí mi labio inferior tan duro que inmediatamente saboreé sangre.

Carlos se inclinó hacia adelante, pero no pude verlo. Todo lo que vi fue el rostro enojado de mi padre.  

―Está vivo y está en el hospital de Portland. Estoy aquí con él y tu madre. ¿Quieres que vaya por ti? 

―No, estaré pronto allí. ―No quiero que Pedro maneje todo el camino hasta aquí y de regreso al hospital. Colgué y limpié las lágrimas de mis mejillas.

―¿Está todo bien?

Lejos de eso. Negué.  

―Necesito un aventón al hospital. Mi padre tuvo un ataque al corazón.

Carlos trotó hacia su oficina y agarró su chaqueta y llaves.
  
―Vámonos.

Me levanté de manera insegura de la silla en completa conmoción. Me aliviaba que mi papá estuviera bien, pero el pensamiento de haber estado tan cerca de perderlo me consume. ¿Es porque le grité? El carro de Carlos está estacionado justo frente a la puerta de su tienda. Es un lindo carro, deportivo, brillante y rojo. Dentro, el material es cuero y cómodo. Gracias a Dios estoy usando un cinturón de seguridad. Cada vez que gira una esquina sujetó el asiento con miedo de deslizarme de él. Frenamos afuera del hospital y Carlos me sigue fuera del auto. En otras circunstancias estaría preocupada por la reacción de Pedro al mostrarme con Carlos, pero hay cosas más grandes por las cuales preocuparme ahora.

Corro hacia la portera. La mujer se alarma por mi frenético
comportamiento y controlo mi respiración, tratando de verme menos exhausta.

―Ricardo Chaves. ¿En qué habitación está?

Muerdo mis uñas mientras ella busca en la computadora. 
 
―4-3-0.

Carlos le agradece y yo lagrimeo por el pasillo. Tomó dos elevadores antes de conseguir encontrar su habitación.

Pedro está recostado contra el muro afuera. Está girando su teléfono en sus dedos y masticando un palillo.

―¡Pedro! ―digo en voz alta.

Su cabeza vuela hacia mí y sus ojos se derriten de preocupación a alivio, eso es hasta que pasa de mí y ve a Carlos. Envuelvo mis brazos alrededor del cuello de Pedro y lo traigo hacia mí. Sus fuertes brazos se enrollan en mi cintura y coloca suaves besos en mi cuello.  
―Estaba tan preocupado ―dice―. Pensé que estabas tomando un bus.

―Carlos me trajo… eso parece un poco más realista. ―Le di mi mejor “se bueno” cara y me alejé de Pedro para entrar a la habitación de mi papá. 
Maquinas hacen bip alrededor de él y mi mamá lee un libro en el sillón reclinable de la esquina.

―¿Paupy? ¿Pensé que tenías trabajo? ―pregunta papá mientras me aproximo a su cama. Su voz está un poco cansada, pero aparte de eso luce bien. Mamá baja su libro y salta de la silla a abrazarme. Cuando me lleva entre sus brazos, las lágrimas se derraman bajando por mis mejillas y no puedo detenerlas. Son lágrimas de júbilo, lágrimas de tristeza. Estoy tan aliviada de que él esté bien, pero aún me siento culpable. Si no hubiese discutido con él tal vez esto se habría evitado.

―Lo siento. ―Lloro. 
Él se mueve en su cama incapaz de sentarse.
  
―Esto no es tu culpa. Debería haber escuchado a los doctores y a tu madre, y a ti en primer lugar. 
Las manos de mi mamá frotan mis hombros mientras trata de calmarme. 
 
―No es la culpa de nadie. Tuvimos suerte y cuando regresemos a casa no tendremos más que vegetales y alimentos a la parrilla. 
Papá asintió avergonzadamente.

―Si no fuese por Pedro―dice―. No sé si estaría aquí.  

―¿Pedro?

Sus ojos se mueven rápido a la cama, nerviosamente.  

―Vino a mi oficina a darme una charla de “sin resentimientos” y no sé lo que sucedió. Mi mandíbula empezó a doler y creí que era por la estúpida carne que estaba comiendo, pero entonces hubo esta demoledora sensación en mi pecho…

―No necesitas revivirlo, cariño ―dice mi mamá,inclinándose sobre la baranda blanca, para besarlo―. Debemos animarnos desde aquí.

Carlos golpeó la puerta, atrayendo nuestra atención y caminando dentro.

―Uh, Paula, debo regresar a la oficina. No tienes que venir. Me haré cargo de todo.

Mamá sonrió ampliamente hacia él y yo la miré suspicazmente. Si ella está así…

―Y eso es muy amable de su parte, ¿no es así Paula? 
Wow. En verdad está jugando a casamentera ahora. 
―Sí, lo es ―contestó, casi entre dientes apretados―. Pero debo trabajar. He tomado mucho tiempo libre y necesito pagar la renta y la electricidad.

―Si te regresas… ―levanto rápidamente mi mano hacia ella y corto sus palabras. Estoy tan no iré allí, no ahora mismo.
―Puedo cubrir eso ―ofreció Pedro casualmente, recostándose contra el marco de la puerta. Cómo alguien puede casualmente ofrecerse a respaldar a alguien está más allá de mí. Es una gran cosa. 
―No es necesario ―digo. 
―Paula, no te permito regresar al trabajo. Todavía tienes doce días de paga restantes de tus vacaciones anuales. Solo te pondré en ellos. ―Carlos se inclinó y presionó un beso en mi mejilla.

Mis ojos se movieron rápidamente del rostro de Carlos. Esto no era un gesto sexual, no creo que lo haya hecho para molestar a Pedro a propósito. 
Solo está siendo amigable y comprensivo, creo.

―Dame una llamada cuando estés lista. ―Salió por la puerta, pero no sin ganarse una muy sutil mirada con furia de Pedro. 

CAPITULO 112



Pedro insistió en acompañarme a la oficina esta mañana, para gran consternación de Carlos. Desde entonces no ha hecho nada, además de ladrarme órdenes. Le he enojado a lo grande y sé exactamente por qué.

―Disculpe. ―Una mujer de edad avanzada exige. Mete un corto rizo blanco alrededor de su oreja. Los pacientes han sido extraordinariamente perros hoy―. He estado sentada en esta sala de espera una hora. Mi cita debería haber sido… hace cuarenta minutos. ―Ella no dijo nada ofensivo o fue una perra, pero todo se trata de su molesto y agudo tono. Lucho con el impulso de fruncir el ceño y le sonrío cálidamente en su lugar.

―Gracias por ser tan paciente. ―Sí, claro―. Usted será la próxima. El Dr. Peterson no tardará mucho más tiempo. 

Con un suspiro alargado, se aparta de mí. Carlos sale de la sala de terapia con un paciente. El hombre que sale es Gary Voss, quien mantiene la cabeza gacha y se pasea nerviosamente por la oficina.

La anciana salta a sus pies cuando Carlos la invita a la sala de terapia, mientras dirige las hojas de los análisis de Gary Voss hacia mí.

―Archiva esto. ―Lo desliza hacia mi mesa y se va. Yo hago lo que me dice, y sin una mirada entro en el archivo.


Cuando termina con la mujer y ella se va, me doy cuenta de que no hay nadie más reservado como hasta mediados de la tarde. En mi bolsillo mi teléfono vibra. Lo saco y echo un vistazo a la pantalla. Pedro. Golpeo ignorar. No puedo hablar ahora. Además, realmente no hablamos después de la ducha en el gimnasio y no quiero molestar a Carlos más aún.
Hablando de Carlos, sale de su oficina, con las manos metidas en los bolsillos de sus pantalones negros.
―¿Cómo estuvo Concord? ―me pregunta lo suficientemente amable.

Sus cejas rubias se fruncieron ligeramente, pero sé que está tratando de aclarar las cosas entre nosotros.

―Bien ―respondo―Vanesa y yo pasamos mucho tiempo juntas, así que estuvo muy bien.

Mi teléfono vibra otra vez, haciendo un sonido de zumbido sordo.  
―Tu teléfono va a reventar. 
―Estoy en el trabajo. Tendrá que esperar.

Los labios de Carlos se curvan en una sonrisa juguetona.
  
―¿Te sientes bien? ¿Cuándo has ignorado un texto o una llamada de teléfono en el trabajo?

―Bueno, te lo debo ahora. Te has puesto al día con un montón de mi…

―Maldita sea. No puedo encontrar la palabra correcta.

―Mierda.

―Así es. ―Me río―. Es hora de que te lo devuelva y actué como una empleada adecuada.

Se inclina sobre el escritorio y al momento la animosidad entre nosotros se va.

―Por favor, no empieces a hacer las cosas para las que te contraté,las hago por mi cuenta.

Me río.  

―¡No soy tan mala!

Mi teléfono se pone en marcha de nuevo, vibrando contra mi muslo.

―Respóndele. Voy a ignorarlo sólo por esta vez.
Sonrío con gratitud hacia él y saco mi teléfono de mi bolsillo. 

Es Pedro de nuevo. Inclino mi pantalla hacia mí un poco, por lo que Carlos no puede ver.

―¿Hola?

―Paula, ¡Jesucristo! ―Su profunda y furiosa voz me sobresalta.
Incluso Carlos oyó. Sus cejas se levantan un poco y su mandíbula se tensa―¿Por qué no has estado contestando el teléfono maldito Dios?

Siento que mis mejillas se calientan y mi corazón bombea la sangre con rapidez a través de mis venas. ¿Qué podría tenerlo tan al borde? Él parece desesperado y preocupado. Su voz hace que mi estómago se contraiga,amenazando con devolver los arándanos y yogur que tuve para el desayuno.

―Estoy en el trabajo, recuerdas. ¿Qué está pasando? ¿Por qué estás tan enojado?  
―Lo siento. ―Toma una profunda respiración para calmarse―. Tu padre ha tenido un ataque al corazón.

CAPITULO 111



―Has estado en dos de mis peleas. Sin duda, es más fácil para ti ahora.

―No se trata de la pelea. Se trata de mi trabajo. Tengo un trabajo y me he tomado demasiado tiempo libre ya. Cuento con mi trabajo para pagar el alquiler, la comida y un millón de otras cosas.

―Está bien, voy a cubrir todas esas cosas por un rato. No es un gran problema.

¿No es un gran problema? Es un problema muy grande. Soy un adulto, lo que quiere decir que soy responsable de ciertas cosas.

―Carlos probablemente me despedirá si…

―Entonces deja que te despida.

―¿Que me despida? ―No sueno tan enojada, que es como me siento―. ¿¡Que me despida!? ¿Estás loco? Necesito mi trabajo. 

Los ojos de Pedro se oscurecen y sus labios se transforman en una línea recta, impasible. Toda la atención está en nosotros.


―Papá ―gruñó sin querer―. Tú no vas a ir a Boston. Te vas a quedar aquí en Portland conmigo. Tu presión arterial es alta y hay que empezar a tomar eso en serio. 
―Paupy 

Pedro, dile que no puede ir. ―No lo miro, pero puedo sentir su mirada airada en mi cara. Exhala y gira a mi padre.
―Lo siento, Ricardo.

―¿Hablas en serio? ―Él se burla―. Todo porque un doctor loco piensa que mi presión arterial es alta. ―Lanza sus manos en el aire antes de irrumpir en la habitación. Me dirijo a Pedro que está enfadado, pero yo estoy más enfadada.

―Tengo que tomar una ducha y prepararme para el trabajo, para así poder pagar la renta la próxima semana. Avísame cuando hayas terminado aquí ―murmuro, marchándome después de mi padre.

Papá está enojado en su oficina. Lo sé porque las persianas están cerradas. Cada vez que las persianas están bloqueando la ventana, es que no quiere ver a nadie y está bien para mí.

Mis dedos se enredan en mi cabello y silbo cada vez que mi cuero cabelludo se quema debido a eso. Me pareció que la ducha me ayudaría,pero todavía estoy enojada. Entonces deja que te despida. Pfft. Es como si mi trabajo no fuese un gran problema para él. Bien, yo no podría hacer tanto dinero como él, pero eso no significa que mi trabajo no era importante.

Restriego el jabón en un paño y froto a toda prisa debajo de los brazos y sobre mis pechos. El olor de la toronja y granada me alivian un poco,quitándome un poco de mi agitación. Papá va a estar enojado conmigo por un tiempo, pero sé que mamá me respaldará, por una vez.

Llaman a mi puerta y sacudo la cabeza. Este es el baño de las señoras.  
Por suerte, el gimnasio está cerrado y soy la única aquí.
―Me estoy duchando. ―La puerta traquetea y luego se desbloquea. 
Pedro entra con su expresión frustrada―. Por favor, pasa de todos modos 
―¿Crees que esas palabras podrían hacerme ir a otro lado?
Me encojo de hombros.

―Te han enojado. 
―¿Soy tan obvio?

Él se baja los pantalones cortos y los echa a un lado.  
―No seas así.

Le doy mi paño y se estruja el jabón. Él deja rastros de burbujas de dulce olor por toda su piel mientras la lava. Yo estoy bajo el chorro caliente,dejando que el agua enjuague todo el jabón de mi cuerpo.

―No pensé que tendría que obligarte a venir a mis peleas ahora que eres mi novia. ―Ni siquiera me mira. Sus ojos están puestos en la esponja mientras gira alrededor de su estómago.

―No pensé que tendría que dejar mi trabajo y llegar a ser una triste mujer dependiente que te llevas contigo a todas partes.  
Su mirada se ajusta a mi cara. 
 
―¿Es eso lo que realmente sientes?  
Niego. 
 
―Por lo general no, pero esta mañana me lo estoy empezando a preguntar.  
―No se trata de dependencia. Se trata de apoyo. Me alivia y quiero que estés ahí cuando gano.  
Suspiro, saliendo de la corriente de agua para que él pueda entrar a enjuagar sus burbujas. 
―No puedo estar allí todo el tiempo. No es realista.
Intento con todas mis fuerzas mantener mis ojos en los suyos. Es doloroso no mirar en todas partes. 
―Voy a estar viajando mucho, Paula y te quiero conmigo en todo momento

Estoy tratando de ser tan amable como puedo, pero todavía estoy demasiado enojada. 
―Sí, bueno, no siempre tenemos lo que queremos. ―Saco mi toalla de mi bolso y la paso por encima de mi cuerpo mojado, secando todas las gotitas―. No es demasiado tarde para echarse para atrás, ya sabes ―le digo,en referencia a nuestra relación.

―Yo no voy a ninguna parte. ―Apaga la ducha y le doy mi toalla. 
―Eres persistente.

―Consentido. ―Sonríe, corrigiéndome―. Estoy acostumbrado a conseguir lo que quiero