Su voz no es áspera o de mando, parece triste, quebrado. Entro y no miro atrás. Camino tan rápido como mis tacones me dejan subir al piso de arriba y hacia la ducha. Cuando salgo toda fresca y revivida, vestida con pantalones de chándal y una camiseta sin mangas, bajo las escaleras. Las luces son tenues y las luces de neón brillantes de Las Vegas se hacen evidentes, ya que se filtran a través de la gran ventana. Dudo en el último escalón cuando veo a Pedro sentado en el sofá con su cabeza entre las manos. Está a espalda de mí, las depresiones están oscurecidas por las sombras de la luz ausente. Tragando mi incertidumbre, bajo el último escalón y me muevo hacia el sofá que Pedro ha arrastrado hasta la ventana.
Mientras me acerco más a él, mi vista capta todas las gotitas de agua en la superficie de su piel. Él utilizó la ducha de la planta baja para evitarme y lo que tenga que decir acerca de la revancha con Don. No estoy herida. Necesita espacio
y respeto eso.
Antes de que diera un paso para rodear el brazo del sofá, dudé y por puro nerviosismo, me aclaro la garganta. Él levanta la cabeza de sus manos y mira por encima de su hombro a mí.
—Puedo irme… —murmuro con inquietud, cambiando mi peso.
Pedro mueve su cabeza, haciendo un gesto para que me uniera a él y no puedo moverme lo suficientemente rápido.
Se desliza al otro lado del sofá para hacerme espacio y cuando me siento, me agarra, tirando de mí hacia él y con un movimiento de sus caderas, me voltea, presionando mi espalda firmemente en el sofá. Desliza su cuerpo entre mis piernas y mis músculos se tensan, mientras deja caer una parte pesada de su peso encima de mí. Sus labios carnosos presionan contra los míos y ellos se funden en un ritmo lento. Cuando se separa, pregunto:
Se desliza al otro lado del sofá para hacerme espacio y cuando me siento, me agarra, tirando de mí hacia él y con un movimiento de sus caderas, me voltea, presionando mi espalda firmemente en el sofá. Desliza su cuerpo entre mis piernas y mis músculos se tensan, mientras deja caer una parte pesada de su peso encima de mí. Sus labios carnosos presionan contra los míos y ellos se funden en un ritmo lento. Cuando se separa, pregunto:
—¿Estás molesto?
Los brillantes rosas y amarillos afuera se reflejan en sus ojos oscuros.
—Sí.
—Tú puedes ir al gimnasio, no tienes que quedarte conmigo.
Niega con la cabeza.
—Cuando mire hacia atrás a la noche en que me declaré a mi esposa, no quiero recordarla así. Quiero que seamos felices y cariñosos por ahora... el resto puede esperar hasta mañana.
Deslizo mis dedos sobre sus hombros y abajo por sus brazos, saboreando la sensación de su cálida piel bajo mis dedos. Cuando mis manos suben a su cuello,veo mi anillo brillar en la luz y mi aliento se corta. Qué fácil es olvidar lo felices que fuimos esta noche antes de que Matthew Somers y la mención de Dom Russell lo destruyera. Pedro me pidió que me casara con él y le dije que sí... Dije que sí.
—Solo podemos yacer aquí en silencio y apreciar la compañía del otro —añade él con un suave suspiro.
Pedro descansa su cabeza en mi pecho y observa los coches conduciendo por el bulevar. Su pulgar se desliza atrás y adelante sobre mi cadera, enviando pulsos de energía placentera a través de mi estómago. Dejo que mis dedos se mueven suavemente por encima de su hombro, arriba a su cuello y en su cabello. Puedo sentir que sus músculos están tensos y alerta. Sé que él está comportándose tranquilo y contenido por mi bien, para demostrarme que puede cambiar, pero no quiero que él cambie si esto significa revolcarse en su propia ira y envenenándose a sí mismo con el estrés de adentro hacia afuera.
Flexiono mis caderas y Pedro se eleva por encima de mí.
—Tal vez deberías acostarte en el extremo —le sugiero—. Puedo ver el titular de la noticia ahora: “Peleador cae dormido y aplasta a su prometida bajo el peso de su cuerpo”.
Con una sonrisa de infarto, cambiamos posiciones y Pedro yace sobre su espalda con las manos metidas debajo de su cabeza. Vaya. Si obtuviera un dólar por cada músculo perfecto que veo en la parte superior de su cuerpo por sí solo sería rica o Pedro sería rico... porque le pagaría para dejarme lamerlas. Deslizo mis piernas sobre sus caderas y sin vergüenza paso mis manos sobre su estómago,sintiendo cada depresión y temblor. Echo un vistazo a su boca y él me sonríe. Es una sonrisa genuina, una que hace que todo mi interior se sienta ligero y feliz.
Corro las palmas de mis manos sobre su pecho y hacia sus hombros, ya no más mirando su cara. Me concentro en relajarlo y hacerlo sentir mejor acerca de esta noche. Puedo sentir sus intensos ojos en mí, observándome mientras continúo acariciándolo.
—Tus manos se sienten bien —murmura casi adormilado.
—¿Esto te hace sentir mejor?
Bajo mis dedos, sus músculos se relajan un poco.
—Mucho mejor. Me gusta cuando cuidas de mí.
Me inclino hacia delante y planto un suave beso en su tetilla, ganando un pequeño murmullo de aprobación. Si voy a ser su esposa, tengo que aprender cómo cuidar de él adecuadamente. Necesito dar un paso adelante y cuidar de él,de la forma en que merece ser cuidado.
—Voy a cuidar de ti para siempre —le susurro.
Pedro no dice nada a cambio. No estoy segura de sí siquiera lo escuchó y eso está bien. Nunca lo dije para obtener una respuesta. Lo dije porque lo quise decir y eso alivia la sobrecogedora burbuja de emoción en mi pecho.
Después de un largo rato, mis dedos están adormecidos y hormigueantes, y no estoy segura de donde termina su carne y empieza la mía. Me acuesto sobre él ahora y me levanto y bajo una fracción de una pulgada cada vez que respira. Hace cuarenta minutos, Pedro me quitó la camisa y vio mis pechos mientras lo masajeaba. Fue emocionante, por decir lo menos y la necesidad de convencerlo para tener sexo conmigo era casi insoportable, pero me contuve y mantuve la calma. Solo. Si él no hubiera caído dormido, estoy segura de que mi resistencia se habría derrumbado. Siempre lo hace cuando está cerca. Con una última caricia,
lenta y patética a sus antebrazos, mis manos se dan por vencidas y me derrumbo sobre su piel. Mis párpados están pesados, como que ellos tienen pequeños pesos atados a mis pestañas. Los dejo cerrarse y me acurruco aún más cerca hacia mi durmiente Pedro.
Comenzando mañana, él va a sumergirse en las intensas sesiones de entrenamiento diario y tener poco o ningún tiempo para mí. Afortunadamente, Vanesa está aquí y no voy a estar totalmente sola... pero a pesar de su presencia, sin embargo, sé que las dos próximas peleas de Pedro van a permanecer sobre mí como una nube oscura. Sé que Pedro puede vencer a Junior, pero estoy preocupada de que sus emociones vayan a superarlo cuando se enfrente a Dom. Si Pedro pierde con Dom, esto lo romperá.
Sacudo el pensamiento de mi cabeza. Pedro no va a
perder. Es el centro brillante de mi universo... intocable. Infalible. Él no puede perder.