sábado, 10 de mayo de 2014

CAPITULO 124



Sus ojos son oscuros, más oscuros de lo que alguna vez los he visto y mi corazón se agrieta dolorosamente en mi pecho. Está enojado conmigo…

Poco a poco me alejo de él, subiendo por las escaleras de vidrio transparente, a mi izquierda. Mis tacones sonando contra ellas, haciéndose eco en la tranquila habitación de hotel. Cuando llego a la habitación, me dejo caer en la cama, presionando mi cara en la almohada de raso morado. 

¿Cómo esta noche se volvió una mierda? Sé que debería haberme quedado aquí en la habitación del hotel. Iba a hacerlo, pero Pedro insistió en que le hiciera compañía. Mira como resultó eso.

En algún lugar entre el llanto, escucho a Pedro romper cosas y gritar a la gente en el teléfono, caigo dormida. 

Cuando abro los ojos, sigue estando oscuro, pero la luz de la sala está filtrándose por las rendijas. Me deslizo fuera de la cama y me tambaleo vacilante en mis tacones. Agarro la manija de la puerta y la abro lentamente. Esperando que Pedro se haya calmado y quiera mi compañía.  


Al igual que antes, mis tacones suenan y bajo por la escalera. No puedo ver a Pedro en ningún lugar y no puedo oírlo tampoco. En la parte inferior de las escaleras, hay una pila dispersa de porcelana. Doy vuelta en el corto pasillo y abro el armario de la limpieza en búsqueda de un recogedor y un cepillo. El vidrio en tus pies no es una buena cosa. Me agacho y barro la mayor cantidad de vidrio en el recogedor como puedo. El suelo tiene una exuberante alfombra blanca que no lo hace más fácil. 
―No tienes que venir limpiando detrás de mí. ―Su voz calmada me asusta, pero no me volteo para mirarlo por miedo a que me aleje de nuevo.

―Quiero hacerlo ―contesto, pasando mis dedos con cuidado sobre la mullida alfombra.
Estoy segura de que tengo la mayoría de las grandes piezas de vidrio. 
Suelto una respiración calmada, controlada, y no tengo más remedio que dar la vuelta. Poco a poco, me enderezo y doy la vuelta. Mi mirada se posa sobre la apariencia perfecta y sin camisa de Pedro. Su expresión es ilegible y menea una copa en la mano. El hielo golpea contra el cristal llenando el incómodo silencio. Camino pasando a un lado de él y hacia la cocina de gran tamaño.

Abro el cajón de debajo del fregadero y lanzo los fragmentos de porcelana a la papelera.

Pedro coloca el vaso ahora vacío en la barra de desayuno en el centro de la cocina. Lo miro y cierro el cajón. Él todavía tiene sangre seca en su cara y quiero atenderlo, curar la herida en su ceja. Doy un paso adelante, una vez, haciéndole saber que quiero llegar a él. Asiente y prácticamente corro hacia él. Envuelvo mis brazos alrededor de su cuello, enterrando mi cara en su hombro.

―Lo siento mucho ―digo. Oh, Dios. Creo que voy a llorar de nuevo.

―Oye. ―Quita mis brazos de su cuello, obligándome a mirarlo a su cara―. Esto no es tu culpa. No hiciste nada. Todo esto soy yo. Sólo yo. ¿Entiendes?

CAPITULO 123



Pedro se pone de pie y el resto del equipo lo sigue. Vivian sonríe dulcemente y se va. La mirada de Pedro fluctúa de la mano de Dom a mi cadera a su cara. Damian le está hablando en voz baja a Pedro, pero él no parece que esté escuchando una palabra de lo que está diciéndole. Está en plena ebullición. Puedo ver su mandíbula moviéndose y apretándose, sus dedos se flexionan a los costados y el pecho sube y baja en jadeos profundos.

Trato de dar un paso adelante, pero Dom aumenta su agarre, limitando mis movimientos.

―Dom ―le advierte uno de los miembros de su equipo―. Deja ir a la chica.

Dom se ríe y no creo que le importe una mierda el torneo. Sólo quiere vengarse de Pedro. Normalmente, cuando me encuentro con Dom en las peleas, no está tocándome y soy capaz de escapar antes que lo haga… pero hoy es diferente y estoy preocupada de que si me muevo, Pedro va a hacer algo estúpido. Su grueso dedo aparta el cabello sobre mi hombro y me alejo de su toque


―Ella es un poco tímida, pero si la dejas conmigo por la noche estoy seguro de poder acomodarla para ti.
  
Pedro comienza a avanzar, pero Luciano y Damian lo detienen. Sus fosas nasales están resoplando, sus ojos queriendo sangre.

―Ya oíste a tu equipo ―gruñe él―. Déjala irse, esto es entre tú y yo.  
Una risa profunda retumba en el pecho de Dom, vibrando contra mi espalda. 
 
―Tú la trajiste a esto, no yo.

Echo un vistazo alrededor del club, algunas personas están observando, pero están intrigados, no asustados o preocupados.

Quieren ver que algo suceda aquí. Trato de dar un paso adelante de nuevo y la mano de Dom aprieta. Hago una mueca de dolor ante la presión y Pedro se impulsa hacia adelante, arrastrando a un inútil Damian y a Luciano detrás de él. Dom me empuja a un lado y caigo hacia el suelo. La cadera que había sujetado choca contra las baldosas, enviando un fuerte dolor en mi pierna. Me empujo sobre mi codo y observo el puño cerrado de Pedro conectar con el lado de la cara de Dom. Las desnudistas empiezan a chillar y llamar a seguridad mientras Dom y Pedro intercambian golpe por golpe, sus equipos impotentes para detener a las dos bestias. Pronto, todo el mundo está en esto, equipo contra equipo, golpeándose unos a otros sin sentido. Mis nervios están electrificados y mi corazón está empujando rápidamente la sangre alrededor de mis venas. Me siento mareada con la adrenalina y el miedo. Esto es todo. Pedro está fuera de la competencia y todo es mi culpa.


―¡Pedro! ―grito sobre los gruñidos y gritos.

Las lágrimas amenazan mis ojos y me obligo a levantarme.

―¡Pedro! ―grito de nuevo. 
Los guardias de seguridad están sobre ellos como moscas,
apartándolos los unos de los otros. Los ojos de Pedro se encuentran con los míos y cuando veo su rostro, las lágrimas se vierten sobre el borde de mis ojos. Hay un corte en su ceja y está derramando sangre por su mejilla.

―¡Pedro, vete! ―grita Damian―. Yo me encargo de todo aquí.

Pedro se dirige hacia mí, recogiéndome en sus brazos como si tuviera toda la energía en el mundo. Yo envuelvo mis brazos alrededor de su cuello y este está húmedo de sudor.
―Lo siento mucho. ―Lloro en su hombro.

Me jala más fuerte contra él y cierro los ojos. Muy pronto, el ruido de la concurrida calle y el fresco aire nocturno me llevan a abrir los ojos. El valet trae el coche de Pedro y nos miran, pero no son lo suficientemente valientes como para hacer preguntas. Pedro me sienta en el asiento del pasajero y cierra la puerta con un golpe, sobresaltándome. Se sube en el asiento del conductor y se aleja rápidamente, sin decir nada por todo el camino de regreso al hotel.

No tengo ni idea de lo que está pasando por su cabeza y quiero entrometerme, pero, respetuosamente permanezco en silencio. Nos detenemos en el hotel y salta del coche y se dirige a mi lado. Abre la puerta y me levanta del coche antes de llevarme al vestíbulo. Me siento tonta porque soy más que capaz de caminar. Otros residentes intentan no mirar mientras algunos abiertamente nos miran y Pedro los ignora a todos. Cuando estamos a salvo en nuestra habitación, finalmente, me baja.
―¿Estás bien? ―demanda con urgencia y yo asiento.  
Pedro se detiene delante de mí. No puede respirar. Él no quiere que lo sepa, pero puedo decirlo. Su pecho se está moviendo superficialmente y su rostro está tenso, casi desesperado. Levanta el adorno de un Dios griego y lo  lanza contra la pared de la sala de estar. Salto mientras la porcelana se rompe en cientos de pedazos y se vuelve hacia mí, sus ojos estrechados en rendijas ardiendo oscuramente.

―Vete a la cama ―ordena.
Doy un paso hacia atrás.
  
―Pero tú no estás…

―¡Mierda! ¡Dije que fueras a la cama! ―grita, pasando su dedo con impaciencia a través de su cabello.

CAPITULO 122



 Ese no es el caso. Polaris es un club de striptease. ¿Cómo diablos no vi venir esto? Pedro me empuja más en el club mientras observo torpemente a las mujeres bailando en los postes y los hombres en las cabinas. Quiero decir, es sin duda el mejor club de striptease que he visto, corrección, club de caballeros como dice Damian, pero eso no me hace sentir menos incómoda.

Toco los orificios de los botones de mi blusa de seda blanca, nerviosamente,mientras Pedro coloca su mano en mi espalda y me escolta a un gran espacio al otro lado de la habitación. 

Tan pronto como nos sentamos, una mujer en topless con tetas falsas camina casualmente hacia nosotros. Su falda es corta y a cuadros, apenas cubriendo sus nalgas. Sus pezones están duros y apuntando directamente a mi cara. 

Me pregunto si tiene frío. Se presenta como Vivian y se inclina para ajustar una de sus medias hasta la rodilla, mientras sus pechos se apoyan en la mesa. Los chicos están babeando absolutamente y cuando se endereza le lanzan sus pedidos de bebidas. 

―¿Algo para ti, cariño? ―me pregunta. Su voz es alta y almibarada.  

―No, gracias ―respondo, sin poder mirarla a la cara. Estoy tan fuera de mi zona de comodidad que esto incluso no es divertido.

―Eso no es divertido ―responde, haciendo un mohín con sus labios rojo cereza excesivamente brillantes. Da un paso más cerca, y se agacha. Sus pechos rozan mi brazo y una punzada de nauseabunda vergüenza rueda a través de mi estómago―. Voy a tener que mostrarte un buen momento de otra manera. 

―Ah…

A mi lado Pedro se ríe, haciendo que el calor se filtre en mis mejillas.

―Estoy bien.

Su cálido y suave pulgar roza mi mejilla. 
 
―Cuando vayamos a hacerlo, déjamelo saber, cariño.

Sus ojos oscuros caen sobre Pedro. 

―¿Y tú, guapo? ¿Puedo ofrecerte algo?  
Él le habla con tanta indiferencia como si ella no estuviera en topless y frotando sus tetas en mi brazo. 
 
―No. Estoy bien. 
Con un asentimiento rápido, Vivian se encamina al bar y estoy agradecida de pronto de que mi papá no esté aquí. Lo que habría hecho de este momento único, el más embarazoso de mi vida.  
―¿Nunca has estado en un club de striptease antes? ―dice Luciano desde el otro lado de la cabina. Su cabello está peinado en un revoltijo de puntas en la parte superior de su cabeza y me está sonriendo como si fuera algún extraño cangrejo ermitaño.  
―No… nunca he sentido la necesidad de hacerlo. 
Pedro me mira, muy divertido y está sonriendo con esa amplia sonrisa que me gusta tanto.  

―¿Qué? ―le digo―. ¿Soy tan rara?  
―No. ―Engancha su brazo alrededor de mi cuello y lleva sus labios a los míos―. Eres buena.

Sólo nosotros entendemos el doble sentido de esa palabra. 

Cuando Vivian vuelve con nuestras bebidas,Luciano nos arrastra a todos desde la cabina y otra vez a los elegantes salones frente al gran escenario. El piso está iluminado con luces blancas y tres chicas bailan lentamente con la música, sacudiéndose y meneando todo.

―¿Quién de ustedes está listo para un buen momento? ―Vivian se ríe,inclinándose sobre nuestra mesa. 
Sus ojos parpadean sin dudar entre Pedro y Luciano. 

Realmente no sé cómo voy a manejar que Pedro o Luciano consigan un baile de regazo. Voy a tener que decirle a Vanesa… código de chica y todo eso y tal vez a ella no le
importe.

Luciano le entrega el dinero y mueve sus cejas hacia mí. Lo miro, confundida por su gesto. Una vez más, Pedro se está riendo a mi lado mientras Vivian pone su mirada en mí. Hay una seductora sonrisa en sus labios rojos y se inclina justo hasta mi oreja.  
―Sólo relájate ―dice ella en voz baja.

Inmediatamente, me pongo rígida y miro con los ojos abiertos cómo las mejillas de su  trasero se restriegan contra mi regazo. Luciano y todos los demás, incluyendo a Pedro, están teniendo el momento de su vida observando y riéndose de mi expresión asustada. Esto no está pasando justo ahora. ¿Qué debo hacer? ¿Cuánto tiempo dura esto? ¿Cuándo va a parar?, las preguntas llenan mi mente una tras otra y estoy demasiado temerosa para expresarlas. Ella presiona su espalda contra mi pecho y frota sus manos alrededor de mi cuello. Trago saliva, manteniendo mis manos cerradas en puño a mi lado. No me gusta esto. Esto no es divertido… no para mí. Se vuelve hacia mí, frotando sus duros pechos contra los míos. Miro a Pedro,  
quien aún está sonriendo.

Pedro… ―le digo, dándole mi mejor expresión de “maldita sea sácame de aquí”. Él asiente y se mueve hacia mí, pero es demasiado tarde para detenerla cuando ella lleva sus labios a los míos y chupa mi labio inferior en su boca. Yo jadeo. ¿Qué carajo? ¿A las desnudistas les está permitido siquiera hacer eso? ¿Cuánto le dio Luciano? Instintivamente, me salgo de debajo de ella y mis manos vuelan hasta cubrir mi boca. Ella sonríe inocentemente hacia mí y Luciano, y el resto del equipo, agarra sus costados muertos de la risa. 

Seguí con esto tanto como pude, pero una línea ha sido
cruzada y quiero ir a casa.

―Bueno, bueno, bueno. ―Una voz profunda, y que eriza la piel, ríe desde atrás. Una mano pesada se planta en mi cadera, tirando de mí hacia atrás ligeramente. Yo lanzo mi cuello hacia un lado, viendo inmediatamente la cabeza calva y la mandíbula desaliñada de Dom―. Eso fue un buen espectáculo. No me importaría ver otro.