Recupero mi teléfono de mi bolsillo trasero. Carlos va a odiar lo que tengo que decir. La lucha de Pedro es en seis días.
Marco el número de Carlos y contesta inmediatamente.
―¿Paula? Hola. ¿Cómo está tu papá?
―Él está bien. Lo están dejando ir a casa hoy. ―Damian mete la cabeza en el cuarto de baño, aliviado al vernos en lados opuestos. Me siento sonrojar porque Pedro está muy expuesto, pero a ninguno de los hombres parece importarle. Damian engancha una toalla azul en un sostenedor de la toalla y con un gesto rápido se va.
―¿Cómo lo llevas? ―pregunta Carlos.
Pedro cierra la ducha y se acerca a su toalla. Admiro su cuerpo mientras camina. Es perfección. Cada fuerte músculo revestido es perfectamente ajustado, formado y poderoso. Pasa la toalla sobre su cabeza, sobre su pecho y brazos antes de envolver la toalla alrededor de sus estrechas caderas.
―Ella está… él está… estoy bien ―tartamudeo,poniéndome nerviosa por Pedro. Me siento como una idiota. Él ni siquiera me está tocando y mi cerebro es brumoso.Pedro se da cuenta del desliz y me sonríe con su sonrisa de marca.
―Hay algo que tengo que decirte.
―Estoy escuchando ―responde Carlos con cautela.
―Voy a ir a Boston y necesito algo de tiempo libre.
Silencio.
Silencio.
―Y después de eso, suponiendo que las cosas van de acuerdo al plan,necesito más tiempo libre para ir a Las Vegas.
Silencio.
―¿Carlos?
―Sí, te escuché. ―Exhala―. ¿Vas a poner su carrera por delante de la tuya?
―En realidad no es una carrera, quiero decir, no soy más que una recepcionista.
El tono de Carlos se oscurece.
―¿Sólo una recepcionista? ¿Qué negocio funciona sin problemas sin una recepcionista? En lo que a mí respecta tienes el trabajo más importante en esta práctica y, ¿qué hay de tu padre? Va a necesitar tu ayuda.
No quiero develarle todo a Carlos. Él es mi jefe. Cuando un empleado pide tiempo libre el único papel que el empleador tiene que decir es sí o no.
Nada de este desenterramiento de mierda de información personal.
―Mi padre fue quien me convenció para ir a Boston.
―¿Y si digo que no?
Ahí está.
―Entonces no tengo más opción que renunciar…
―¿En serio? ¿Así de fácil?
Asiento, consciente de que no puede verlo.Pedro se inclina contra la pared, junto a mí, cruzando los brazos sobre su pecho.
―Sabes, estaba equivocado acerca de ti. Aquí estaba pensando que eras una adulta madura, pero estas muy lejos de eso. Arriesgar tu trabajo sólo para seguir a tu nuevo novio en todo, es en realidad inmaduro. Estás tan temerosa que va a serte infiel, ¿es por eso que vas? ¿Porque es un animal y no puede mantener su polla en sus pantalones durante cinco malditos segundos? ―El tono de Carlos está cubierto de hielo y envía un terror frío a través de mi oreja y a la boca de mi estómago. Curiosamente, hay una necesidad de llorar empujando en la base de mi garganta, pero presiono mi lengua en el techo de mi boca para detenerlo. No se trata de Pedro. Sé que él no sería infiel. Claro que su pasado promiscuo hace que las probabilidades se apilen altamente contra mí, pero son invisibles para mí. Quiero llorar porque me enoja tanto a Carlos. No es su culpa que esté tan enojado. Lo he estado molestando mucho las últimas semanas y ha sido más que complaciente. Esa cantidad de estrés podría llegar a cualquiera.
―Sí o no, Carlos. Eso es todo lo que quiero que digas.
Toma una eternidad para contestarme.
―No.
Y eso es todo. Mis dos años de empleo continuo está terminado y estoy oficialmente desempleada… realmente no se siente bien. Trago saliva.
―Gracias.
Cuelgo y doy golpecitos en el teléfono en la palma de mi mano.
―Así que eso es todo. ―Suspiro.
Los brazos de Pedro me arrastran, tirando de mi acercándome.
―Vamos a trabajar en algo una vez que el torneo haya terminado en un par de semanas. Hasta entonces déjame cuidarte. Voy a cubrir el alquiler y la electricidad, comida, lo que sea que necesites. Es lo menos que puedo hacer.
Eso suena bien, pero no puedo hacerlo. La idea de ser tan dependiente y sanguijuela me da náuseas.
―Está bien. Tengo una buena cantidad de ahorros. Debe cubrirme por un mes como máximo. Puedo arreglar algo para entonces.
Él se ríe y su pecho vibra bajo mi mejilla.
―Eres terca. ―Me aprieta más contra él―. Lo que sea que elijas hacer,te tengo cubierta. ―Inclino mi cabeza y miro sus ojos marrones―. Siempre.