jueves, 8 de mayo de 2014

CAPITULO 118



Recupero mi teléfono de mi bolsillo trasero. Carlos va a odiar lo que tengo que decir. La lucha de Pedro es en seis días.

 Marco el número de Carlos y contesta inmediatamente.  

―¿Paula? Hola. ¿Cómo está tu papá?

―Él está bien. Lo están dejando ir a casa hoy. ―Damian mete la cabeza en el cuarto de baño, aliviado al vernos en lados opuestos. Me siento sonrojar porque Pedro está muy expuesto, pero a ninguno de los hombres parece importarle. Damian engancha una toalla azul en un sostenedor de la toalla y con un gesto rápido se va.

―¿Cómo lo llevas? ―pregunta Carlos.

Pedro cierra la ducha y se acerca a su toalla. Admiro su cuerpo mientras camina. Es perfección. Cada fuerte músculo revestido es perfectamente ajustado, formado y poderoso. Pasa la toalla sobre su cabeza, sobre su pecho y brazos antes de envolver la toalla alrededor de sus estrechas caderas.

―Ella está… él está… estoy bien ―tartamudeo,poniéndome nerviosa por Pedro. Me siento como una idiota. Él ni siquiera me está tocando y mi cerebro es brumoso.Pedro se da cuenta del desliz y me sonríe con su sonrisa de marca. 

―Hay algo que tengo que decirte.

―Estoy escuchando ―responde Carlos con cautela. 

―Voy a ir a Boston y necesito algo de tiempo libre.

Silencio.

―Y después de eso, suponiendo que las cosas van de acuerdo al plan,necesito más tiempo libre para ir a Las Vegas. 
Silencio. 
―¿Carlos?

―Sí, te escuché. ―Exhala―. ¿Vas a poner su carrera por delante de la tuya?

―En realidad no es una carrera, quiero decir, no soy más que una recepcionista.

El tono de Carlos se oscurece.  

―¿Sólo una recepcionista? ¿Qué negocio funciona sin problemas sin una recepcionista? En lo que a mí respecta tienes el trabajo más importante en esta práctica y, ¿qué hay de tu padre? Va a necesitar tu ayuda.

No quiero develarle todo a Carlos. Él es mi jefe. Cuando un empleado pide tiempo libre el único papel que el empleador tiene que decir es sí o no.

Nada de este desenterramiento de mierda de información personal.

―Mi padre fue quien me convenció para ir a Boston.  
―¿Y si digo que no?

Ahí está.  

―Entonces no tengo más opción que renunciar…

―¿En serio? ¿Así de fácil?

Asiento, consciente de que no puede verlo.Pedro se inclina contra la pared, junto a mí, cruzando los brazos sobre su pecho.

―Sabes, estaba equivocado acerca de ti. Aquí estaba pensando que eras una adulta madura, pero estas muy lejos de eso. Arriesgar tu trabajo sólo para seguir a tu nuevo novio en todo, es en realidad inmaduro. Estás tan temerosa que va a serte infiel, ¿es por eso que vas? ¿Porque es un animal y no puede mantener su polla en sus pantalones durante cinco malditos segundos? ―El tono de Carlos está cubierto de hielo y envía un terror frío a través de mi oreja y a la boca de mi estómago. Curiosamente, hay una necesidad de llorar empujando en la base de mi garganta, pero presiono mi lengua en el techo de mi boca para detenerlo. No se trata de Pedro. Sé que él no sería infiel. Claro que su pasado promiscuo hace que las probabilidades se apilen altamente contra mí, pero son invisibles para mí. Quiero llorar porque me enoja tanto a Carlos. No es su culpa que esté tan enojado. Lo he estado molestando mucho las últimas semanas y ha sido más que complaciente. Esa cantidad de estrés podría llegar a cualquiera.  
―Sí o no, Carlos. Eso es todo lo que quiero que digas. 
Toma una eternidad para contestarme.   
―No.  
Y eso es todo. Mis dos años de empleo continuo está terminado y estoy oficialmente desempleada… realmente no se siente bien. Trago saliva.  
―Gracias.

Cuelgo y doy golpecitos en el teléfono en la palma de mi mano.  
―Así que eso es todo. ―Suspiro.
Los brazos de Pedro me arrastran, tirando de mi acercándome. 
  
―Vamos a trabajar en algo una vez que el torneo haya terminado en un par de semanas. Hasta entonces déjame cuidarte. Voy a cubrir el alquiler y la electricidad, comida, lo que sea que necesites. Es lo menos que puedo hacer.  
Eso suena bien, pero no puedo hacerlo. La idea de ser tan dependiente y sanguijuela me da náuseas.

―Está bien. Tengo una buena cantidad de ahorros. Debe cubrirme por un mes como máximo. Puedo arreglar algo para entonces.

Él se ríe y su pecho vibra bajo mi mejilla. 
―Eres terca. ―Me aprieta más contra él―. Lo que sea que elijas hacer,te tengo cubierta. ―Inclino mi cabeza y miro sus ojos marrones―. Siempre.

CAPITULO 117



Sé que Pedro estará terminando en el gimnasio en cualquier momento y quiero atraparlo con la guardia baja.  

Cuando veo el coche de Pedro en el estacionamiento, me estaciono a su lado y prácticamente salto por la puerta antes de que ponga mi coche en detenerse. El cinturón de seguridad me engancha a mi asiento y gruño.

Probablemente debería quitármelo. Desabrocho mi cinturón de seguridad y me las arreglo para salir del coche en el segundo intento. Empujo las puertas de cristal y entro en el área principal. Veo a Pedro sentado contra el ring de boxeo en frente de todo su equipo y la atención de todos está en mí. Mi entrada no fue exactamente sutil. Pedro está cubierto de un sudor glorioso y brilla por todas partes. Se pone de pie bruscamente, con clara preocupación en su rostro y da un paso adelante.Voy corriendo hacia él, mi aliento saliendo en respiraciones intensas y cortas.  

―Pau, está todo…

Yo salto y me estrello contra él, aplastando mi boca a la suya e ignorando nuestra audiencia. Envuelvo mis piernas alrededor de su cintura y le aprieto contra mí con todo lo que tengo. Mis dedos recorren su cabello húmedo y ruedo mi lengua por su labio inferior mullido.

―Tal vez deberíamos irnos ―sugiere Luciano mientras me alejo.

Los ojos de Pedro buscan los míos, tratando de descifrar qué demonios está impulsando mis acciones.

―Voy a ir a Boston contigo ―le digo.

Él trata de reprimir su sonrisa, pero se extiende por su cara con toda su fuerza.

―¿Y Carlos?


Sus ojos marrones nunca se alejan de los míos. Me están penetrando,persuadiéndome a decir exactamente lo que quiere que diga. Y lo digo.

 ―A la mierda Carlos.

Su boca reclama la mía de nuevo y lo siento cargarme lejos de nuestra audiencia en silencio. 
―Si ustedes dos no están fuera en cuatro minutos. Voy a entrar ―nos anuncia Damian.

Nuestras bocas se mantuvieron unidas hasta que mi espalda es presionada contra el hormigón frío. Abro los ojos y me apartó. Estamos en el cuarto de duchas, en el cuarto de duchas de los hombres. Se ve exactamente como el aseo de las mujeres… qué elegante.

―Dime otra vez. ―Pedro gime, besando mi cuello y haciendo a mi cabeza flotar.

―Voy a ir a Boston contigo ―digo, haciendo hincapié en las palabras. 
Su lengua se desliza contra mi piel, encendiendo la sangre por debajo de ella. Le he extrañado tanto a pesar de que me dejó en casa antes de ir al gimnasio esta mañana. 

Gustosamente paso mis manos sobre su resbaladizo cuerpo húmedo, alrededor de su cuello, sobre sus hombros y brazos,provocando un gemido desde la base de su garganta. Pone un suave beso en la punta de mi nariz y apoya su frente contra la mía.

―¿Qué te hizo cambiar de opinión? ―Sutilmente me deleito con la sensación de su aliento caliente en mi cara. No quiero decirle a Pedro lo que dijo mi papá. Papá no es alguien que exprese pensamientos de ese tipo y quiero conservarlo en estado puro directamente de la fuente. Siento que si lo repito, va a perder su sentimiento.

―Sólo digamos, que un pajarito me ayudó a decidir lo que es importante.

Me deslizo por su cuerpo hasta que mis pies están firmemente en el suelo.  

―Me siento honrado de que tu papá piense tan bien de mí.
Pedro sabe que estaba en el hospital con mi padre esta mañana y supongo que sumo dos más dos. 
Me encojo de hombros, tratando de no reírme.  
―La belleza y el cerebro, eso es raro. Tal vez fue mamá. 
Se ríe una vez.  

―No, tu madre piensa que soy el gran lobo feroz. 
―No, no lo hace… ―Sí. No estoy convenciendo a nadie.

Para un ama de casa, mamá es muy agresiva.

―De cualquier manera, estoy feliz de que hayas decidido venir conmigo. Ahora puedo dejar de volverme loco con complots.

―¿Complots?

―Sí ―dice sonriendo, dejando caer sus shorts para bañarse en la habitación muy abierta. El calor se mezcla con la sangre debajo de mis mejillas―. He estado tratando de pensar en formas de conseguir que vengas a Boston. Algunos eran tontos, algunos eran extraños y algunos eran francamente ilegales.

Sus palabras provocan una risa de mí y observo cómo se acerca a la pared del fondo y enciende la ducha. El agua se derrama sobre su cuerpo y pronto vapor envuelve la habitación.

―¿No vas a acompañarme? ―pregunta con una sonrisa perversa.

Quiero. Quiero desnudarme y sentir sus manos por todo mi cuerpo,pero no hay forma con la duchando al aire libre. No cuando hay una habitación llena de chicos junto a nosotros. Niego. 

 
―Estoy bien sólo viendo.

CAPITULO 116


Nunca respeté más a mi papá que en ese momento. Sabía que le agradaba Pedro, pero no sabía que le confiaba completamente a su única hija y eso significaba más para mí de lo que las palabras podían expresar. Besé a mi papá en su mejilla y Salí de prisa de la habitación de hospital, dejando a mi mamá con un derrotado puchero detrás de mí. El  estrepito de mis zapatos sonó en mis oídos mientras corría a toda velocidad por el pasillo.

―¡No correr! ―me dijo un portero desde detrás, pero lo ignoré. Si me detengo antes de llegar a mi auto podría de mala gana regresar a mi juicio.

Después de ver a Pedro, voy a llamar a Carlos y decirle que necesito algo de tiempo libre porque quiero estar con Pedro. Quiero estar ahí apoyándolo,lluvia o sol, gane o pierda. Si Carlos no me deja… entonces renunciaré porque la vida es muy corta para no tener lo que se quiere.

Cuando piensas en tu infancia o incluso en tu vida la semana pasada,no recuerdas las horas esclavizadas en el trabajo o haciendo cosas que odias.


Recuerdas salir. Recuerdas estar con tus amigos y disfrutar la vida. Quiero mirar atrás en mi vida y no arrepentirme. Si Pedro se vuelve una memoria lejana quiero ser capaz de decir honestamente que me divertí como nunca. 
Carlos puede quitarme mi empleo, pero seguiré viva. Viva. 

Esa es una gran oportunidad y odiaría perderla.