domingo, 13 de abril de 2014

CAPITULO 35



Jose tiene la puerta abierta para mí y me esfuerzo para no mirar por encima de mi hombro mientras salimos del restaurante. El estacionamiento está vacío de cualquier persona y la iluminación es tenue. Me estoy pateando por no haber conseguido un espacio más cerca de la puerta. Puedo oír sus pies rayando molestos sobre algunas piedras y creo que le oí tropezar un par de veces, también. A lo lejos puedo ver mi auto y casi corro hacia él.
Desbloqueo la puerta y agarro la manija. Jose agarra mi otra mano y presiona sus labios en ella.
―Fue un placer conocerte. ―Su voz se arrastra y sus ojos se diluyen en rendijas borrachas.
Me duele la cara de tantas sonrisas falsas.
―A ti también.
Trato de retirar de mi mano, pero no la suelta. Tomo una respiración profunda para calmarme.
―Jose, suéltame ―digo con la voz más tranquila.
―No voy a hacerte daño. Sólo quiero un beso de buenas noches. ―Tira de mí hacia él y sus manos se empujan hacia mi culo mientras me aprieta con fuerza contra él. Me giro y me vuelvo todo lo que puedo para escapar de su rostro. Como resultado, su boca se encuentra con el lóbulo de mi oreja y un repugnante escalofrío me abruma cuando su lengua recorre mi oreja.
―Eres tan hermosa. ―Su aliento es cálido y pegajoso en mi piel.
Lo empujo, pero él no se mueve. Mi corazón golpea contra mis costillas y dolorosos zarcillos de miedo se clavan en mi estómago.
Trato de levantar mis rodillas, pero está demasiado cerca y se ha posicionado en un ángulo extraño. No tengo impulso y no hay manera de golpear su porquería.
―¡Jose! ―le susurro con urgencia cuando veo la feroz figura de Pedro aproximándose―. ¡Suéltame!
―Sólo quiero un beso. Sólo uno. No voy a hacerte daño.

CAPITULO 34


Jose se desliza de nuevo en su asiento junto a mí y yo empujo mi teléfono en mi bolso. No tengo tiempo de responderle a Pedro. Una mesa para dos queda libre frente a nosotros y soy consciente de que es la única disponible en todo el restaurante. Miro la línea de espera… sólo familias
grandes esperan. En silencio, rezo para que llegue una pareja y tome la mesa antes de que Pedro aparezca. Él probablemente se sentará justo frente a mí y hará esto tan tortuoso como pueda. El camarero trae nuestra comida y me ocupo de comer mi ensalada. Mientras llevo lechuga y pollo a mi boca, no puedo dejar de notar los ojos de Jose clavados en mí. Trato de ignorar la forma en que me mira de cerca mientras como las piezas de un delicioso pollo a la parrilla o duros tostones. Lo miro y sus ojos están siguiendo el tenedor cuando lo llevo a la boca y se queda mirando mis labios cuando se cierran alrededor de la comida. El pollo, el tomate y la lechuga forman una barricada en mi garganta, luchando su camino hacia abajo mientras me obligo a entablar una conversación con Jose. Voy a hacer cualquier cosa para conseguir que deje de mirarme fijamente.
―Háblame de ti.
El Sr. Escalofriante me dice todo sobre su vida. Tiene un niño llamado Jonathan y no puede verlo porque la “perra puta” de su ex no se lo permite.
Aparte de eso, no le estoy prestando mucha atención a lo que está diciendo… Estoy demasiado concentrada en la puerta principal. Cada vez que alguien entra mi corazón se salta un latido. Estoy inquieta porque no sé qué va a pasar…
No es hasta que terminemos la cena y circula el postre que veo el gran marco de Pedro entrar en el restaurante. Sus ojos me encuentran inmediatamente y el alivio se apodera de sus características. Parece que ha llegado del gimnasio. Lleva una sudadera con capucha blanca y pantalones
deportivos negros. Incluso poco arreglado provoca un travieso calor dentro de mí. Me aclaro la garganta. Todavía estoy enojada con él.
Pedro ve a Jose y sus ojos se oscurecen cuando Jose roza su mano sobre mi hombro antes de descansar en la parte posterior de mi silla. Jose huele a alcohol. Él se ha tomado innumerables cervezas y está hipando por todo el lugar. Genial. Va a tratar de besarme. Dejo caer mi mirada a la mesa.
Jose está mascullando acerca de algún evento de motocross y cuando levanto la mirada Pedro se está sentado a la mesa frente a nosotros. Su espalda está hacia mí, pero sé que está escuchando.
―¿Quieres venir?
Giro la cabeza hacia Jose.
―¿Hm?
―¿A motocross mañana por la noche?
Me pongo colorada. Esto es incómodo.
―No… No me gustan las motocross.
―¿Podemos hacer otra cosa si quieres? ―Su silla raspa el suelo mientras se arrastra más cerca de mí. No puedo respirar mientras frota mi espalda y su otra mano acaricia mi rodilla. Se balancea ligeramente en su silla y ya he tenido suficiente.
―Me voy a ir ―murmuro, deslizando mi silla hacia atrás.
―Bueno ―exhala imitándome y poniéndose de pie―. Por lo menos deja que te acompañe a tu auto.
Pedro gira su cabeza y puedo ver todo el lado de su cara. Su mandíbula se flexiona bajo su piel y sé que quiere que le diga que no.
―No, está bien. Quédate y termina tu cerveza.
―Oh, por favor ―dice riendo―. Insisto.

CAPITULO 33



Los siguientes veinte minutos se llenan de sórdidos comentarios,lamentables líneas de levante y en ocasiones su mano roza mi muslo.
Cuando se excusa para ir al baño, saco mi teléfono de mi bolsa. Mis dedos tocan la pantalla rápidamente mientras compilo mi mensaje de texto.
 
PARA: PEDRO. HORA: 7:00 PM
¡Voy a matarte! ¡Este tipo es escalofriante! No puedo esperar a que la cena termine. ¡Voy patearte el trasero!
 
Tengo una respuesta casi de inmediato.
 
DE: PEDRO. HORA: 7:01 PM
¿Dónde estás?
 
Mis cejas se juntan y respondo.
 
PARA:PEDRO. HORA: 7:01PM
¿Estás drogada? Estoy con Jose... TU cita en Phillip’s Gourmet.
 
Tecleo enviar y leo de nuevo los mensajes. Es extraño, incluso para ella.
Mi estómago se hunde a mis zapatos y mi mano vuela hasta taparme la boca.
―Oh, no. ―No, no, no, no… Pedro está directamente sobre el de Vanesa en mi lista de contactos y debo haber hecho clic en su nombre sin darme cuenta.  
Siento ganas de vomitar. Una súbita sensación de calientes lágrimas nerviosas atraviesa mi cuerpo cuando mi teléfono vibra y veo el nombre de Pedro.
 
DE: PEDRO. HORA: 7:03 PM
Estoy en camino.