sábado, 26 de abril de 2014

CAPITULO 78



¿Lo hicimos? Quiero decir, él dijo que yo era suya, pero eso realmente no significa nada. Él podría ni preocuparse por los créditos, pero yo lo hago. 

El sexo con Pedro es genial, más allá de genial, es absolutamente alucinante,pero eventualmente voy a querer una relación más profunda. Seguro, me dijo que su padre murió y que durmió con la esposa de Carlos, pero se niega a decir algo sobre su madre o su hermana, ni siquiera sé sus nombres.No habla sobre su tiempo en Seattle o algo. 

No sé nada sobre él, aún él sabe mucho sobre mí. Conoce a Ramiro y a Vanesa. Ha conocido a mis padres y ha estado en mi casa.

Los hechos están contra sus palabras y tengo que jugar a lo seguro porque me preocupo por él. Me gusta, más que un amigo y necesito ser cuidadosa porque no parece como si fuera a estar en su vida mucho tiempo.  

―Caí en la porción de “sobre la mierda que te preocupas”, lo sé,pero… ―Sacudo mi cabeza―. Mira, vayamos a Concord, divirtámonos y luego pongamos en orden las cosas cuando volvamos porque no puedo seguir jugando juegos. Es el momento de que ponga en orden mi vida. 

Me puse nerviosa cuando su tensa cara estudia mis gestos. Sé que probablemente arruiné su viaje, pero le dije y ahora es demasiado tarde para retirarlo. Solo tengo que seguir recordándome que voy a Concord por papá,para mantener un ojo en él y sus niveles de presión sanguínea, no para meterme más profundo con Pedro.  

―¿Dónde está papá? ―le pregunto, cambiando de tema y actuando como si la conversación que acabamos de tener no tuviera lugar.

―Vamos que se nos hace tarde!― grita Luciano desde el auto.


―Él es tu Vanesa ―afirmo, sonriéndole.

Él ríe bajo su respiración, devolviendo mi sonrisa con una de las suyas.

―No. Luciano me ayuda a mantener mi cabeza atornillada y clara,Vanesa te hace todo lo opuesto. 
Me río porque es cierto. Vanesa vive muy despreocupada y la envidio. 
Subo al asiento trasero con Vanesa. Ella me mira y casi me atraganto en una risa. Hay una línea adhesiva de brillo labial corriendo desde sus labios a la parte superior de su pómulo. Quiero preguntar cómo llegó tan lejos por su cara, pero decido lo contrario. No me preocupo por los detalles. Limpio mi pulgar a lo largo de mi mejilla, intentando mostrarle que hay algo en su cara,pero ella no comprende lo que estoy intentando decir. Después de tres intentos, me rindo.

―Hay brillo labial extendido a través de tu cara ―medio gimo, medio río.

El mismo sonrojo rosa que se extendió sobre su cutis en su dormitorio vuelve y usa la manga de su chaqueta para limpiarlo.

―Mejor ―le digo cuando su piel ya no está brillante.

―¿Cuánto tiempo vamos a estar conduciendo? ―pregunta Vanesa a Luciano quién parece disfrutar estando detrás del volante.

―Poco menos de dos horas, depende del tráfico.

Concord, New Hampshire no está lejos de Portlan, Maine, pero si alguien decide tener un accidente en la autovía, Dios sabe cuánto tiempo llevará.

Luciano alcanza el radio y lo sintoniza en una estación de rock. Tan pronto como los neumáticos golpean la autovía, los ojos de Vanesa se cierran y cae dormida. Yo descanso mi cabeza contra su hombro. Una siesta suena bien y estoy por caer dormida cuando la gentil música rock interrumpe y el nítido teléfono sonando se hace eco a través del coche.

Me enderezo,intentando averiguar qué infiernos es el ruido y veo “MAMÁ” escrito a través de la pequeña pantalla en el centro del salpicadero. Luciano mira de reojo a Pedro. El dedo de Pedro golpea su pierna cuando considera responderlo.Después de cinco o seis timbres, se inclina hacia delante y golpea ignorar.

La música comienza otra vez.

―¿No quieres hablar con tu madre? ―pregunto, incluso si sé que es mejor preocuparme de mis propios asuntos.

―Es una larga historia, Paula ―responde Luciano por él―. No necesita hablar con ella ahora mismo.

Por la manera que escupe “ella” me hace inclinarme más cerca.

―Quizá ella quiera desearle suerte.

Pedro ríe una vez y gira su atención a la ventanilla. La mandíbula de Luciano se aprieta y sus nudillos se vuelven blancos cuando aprieta el volante. He golpeado un tema irritante.

―Lo siento, me preocuparé por mis asuntos ―murmuro, sentándome de vuelta contra mi asiento.

Pedro apaga la música y habla sobre su hombro.

―Mi madre no quiere desearme suerte. No se preocupa por nadie excepto por ella misma. Dirá cualquier cosa que pueda para entrar en mi cabeza y no necesito tratar con su mierda ahora mismo.

Vuelve a encender la música, dejándome mirando el lateral de su cara.

Sabe que le estoy observando, puedo decirlo por la manera en la que los músculos de su mandíbula se flexionan incómodamente. De repente, estoy frustrada de que él parezca tan molesto por la llamada de teléfono de su
madre. No creo que sea tan simple como “ella es una bruja”. Hay más.

Mi necesidad por saber su actitud me come, pero sé que acercarme a Pedro con algunas preguntas sobre su familia le envían al modo enfado y no puedo enfadarle tan cerca de una pelea. Vuelvo a descansar mi cabeza contra el hombro de Vanesa y cierro mis ojos. Quiero despertarla para que
ella pueda aclarar la incómoda y frustrada tensión que flota alrededor del coche.

CAPITULO 77



Vanesa empaqueta una pequeña bolsa de viaje con dos vaqueros, dos camisetas blancas, una chaqueta de punto beige y dos sudaderas. Una es de un azul claro bonito y la otra es un extraño tono de rosa. Encima de sus ropas tira un alisador de cabello y una bolsa de maquillaje más pequeña que la mía. Realmente está intentando hacer una declaración.

―Esperemos escaleras abajo ―dice después de cambiarse a un pants negro―. Si me quedo en esta habitación algo más voy a revertirlo.  

Agarro a Vanesa por la cintura y la arrastro de su habitación. Cuando nuestros pies tocan las baldosas de mármol en el vestíbulo un alto timbre se hace eco a través de la casa. 

Vanesa desliza su bolsa de mano en su brazo y mete sus manos en los bolsillos de sus pantalones. Puedo decir que llevar un pants fuera de la casa va a matarla. 

―Me siento como una idiota ―se queja.

―Relájate, te vez bien. 

Abro la puerta a Luciano y Pedro. Ellos se han cambiado sus ropas,también. Luciano lleva un pantalón de cordón sueltos y una camiseta. Se ve cómodo, pero Pedro se veía alucinante en su chaqueta con capucha negra y pantalones flojos. Eso no está abierto y exponiendo su abdomen como lo hacía cuando corríamos juntos hacia el Steakhouse, pero no obstante aún hacía que mi boca se aguara. Luciano mira a Vanesa curiosamente.

―¿Te sientes bien?

Pedro y yo hacemos contacto visual y él me da una tensa sonrisa. Aún está molesto por lo de esta mañana. Puedo verlo en sus ojos.

―No estoy enferma ―dice bruscamente Vanesa―. Estoy cómoda.

Luciano y yo nos mordemos nuestros labios contra una risa, incluso Pedro se ríe. Él ha conocido a Vanesa el tiempo suficiente para saber exactamente qué tipo de chica es. Se viste para impresionar, cualquier otra cosa está por debajo de ella. 
Ella golpea su largo cabello rubio sobre su hombro.

―Estoy llevando un pants, genial. Todos me están mirando como si fuera algún tipo de bicho raro con dos cabezas.

Ella empuja al pasar a Pedro y a Luciano y se marcha hacia el coche.

Luciano la sigue de cerca por detrás, apretando su trasero y ella le golpea antes de plantar un beso en su mejilla. Sonrío, hacen la pareja perfecta. Pedro se gira de mí, pero agarro su brazo, intento agarrar su brazo, pero es demasiado condenadamente grueso para entrar en mi mano.

―¿Estás bien?

―Estoy un poco cansado de entrenar, aparte de eso, estoy bien.

Cierro la alucinantemente enorme puerta de Vanesa detrás de mí y me giro otra vez hacia Pedro.  

―Solo pensaba que quizá estás enfadado conmigo o algo, lo cual comprendo totalmente. Sé que arruiné el desayuno porque Ramiro se presentó y todo eso, pero no sabía…

Pedro levanta una mano hacia mí y me empuja hacia él. Su boca desciende sobre la mía y él está demasiado caliente.
Solo quiero acurrucarme contra él y dormir. El aire frío acaricia mis labios cuando se aparta y parpadeo hacia él, completamente aturdida.

―¿Por qué fue eso?

Un mechón de mi cabello vuela a mi cara y sus dedos lo alejan.

―Porque te eché de menos.

―¿Me echaste de menos? ―No puedo evitar el tono escéptico de mi voz.

Él sonríe.

―¿Qué? Soy capaz de echar de menos a alguien, Paula. No estoy cerrado completamente a mis emociones. 
Sus brazos aún me sujetan contra él y la necesidad de tenerle tan cerca de mí que puedo arder muy profundo por dentro.

―Lo sé… solo que nunca esperaba oír palabras así viniendo de alguien como tú.

Sus manos se deslizan lejos de mí y su sonrisa se derrite en una línea recta e impasible.

―¿Alguien como yo?

Oh, mierda. Elección equivocada de palabras.

―Sabes lo que quiero decir. Tú eres tú y realmente no echas de menos a las chicas con las que duermes. 
―¿Creía que aclaramos que tú quieres más de mí que eso?

CAPITULO 76



Me detengo frente a la gran casa de Vanesa. Grande es una sutileza. Su casa es gigantesca, demasiado grande para la gente que vive dentro. Como adolescente, la casa de Vanesa fue mi refugio. Nunca quise dejarla, también es el lugar en el que perdí mi virginidad con Ramiro. Un recuerdo de que estoy más que lista para olvidar. Vanesa aún vive con su padre y ella lo adora. Él la da su dinero, mantiene la nevera llena y no le importa qué hace ella tanto como sea responsable. Le recuerdo a menudo que necesita
comenzar a vivir por su propio pie, pero a ella no le importa. Le gusta donde está.

Cuando salgo del coche, le escribo a Pedro la dirección de la casa de Vanesa. No sé si estará aquí, pero sé que es pronto y espero que Vanesa pueda empaquetar rápidamente. Rápidamente subimos las escaleras serpenteantes y la tercera puerta a la izquierda es su dormitorio. Ella la ha cambiado un poco desde que estuve la última vez aquí. La cama de madera tamaño rey está sobre un pequeño levantamiento a la izquierda de la habitación,
envuelto en transparentes cortinas de cada color. En el centro de la habitación hay dos sofás blancos que se sientan sobre unas alfombras marrones peludas y en el medio de eso hay una larga mesa de café de cristal.
Ninguno de los colores en su habitación hace juego, haciendo que todo parezca fuera de lugar, pero al mismo tiempo… parece impresionante.

―¿Me recuerdas por qué no vivo aquí? ―jadeo, pasándola y entrando en la habitación.

Ella pone su mejor voz de “Paula.”

―Porque eres una adulta y te gusta vivir por tus propios pies.

―Eso no suena casi tan divertido cuando lo dices asi ―digo cayendo en uno de los sofás y recorriendo mis manos sobre la superficie de cuero. 
Vanesa corre al armario y vuelve con un simple par de vaqueros negros ajustados y una sudadera gris en sus manos. 

―¿Qué piensas de esto?

La miré con los ojos abiertos de par en par.

―¿Me castigas por querer llevar seda y tú quieres llevar vaqueros?

Su mirada flaquea y se desploma en el otro sofá con un resoplido.

―¿Qué pasa? ―pregunto, inclinándome hacia delante―. Si quieres llevar vaqueros, ¿quién soy yo para detenerte?

―No es eso… ―Mete la etiqueta en la parte de atrás de los vaqueros―Escuché por casualidad a Luciano diciéndole a su amigo la pasada noche que cree que lo exagero algunas veces.

―Puedo responder por eso. ―Río, contoneando mis cejas. 
Vanesa me lanza su sudadera y la suave tela se pega a mi cara antes de caer en mi regazo.

―¡No estoy hablando de eso! Estoy hablando de mi ropa, mi maquillaje y probablemente mi cabello, también.

Me vuelvo a apoyar contra el cuero blanco.

―¿Estás segura? ¿Quizá le oíste mal?
―No lo hice. ―Se mueve hacia delante―. Hazme como tú, solo durante los próximos dos días y le mostraré que puedo ser normal.

Guau. ¿Vanesa Graham quiere consejos de moda de mí? ¿El infierno acaba de congelarse? 
―Honestamente, no hay mucho en eso. Vestirse para la comodidad, no para impresionar. Llevar vaqueros ajustados, pero no esa sudadera Dios horrible. El color es la clave.

Ella me frunce el ceño.

―No puedo creer que esté haciendo esto por un chico.
―Él debe ser especial.
Veo una tonalidad rosa extenderse a través de su pecho y subir por su cuello.

―Lo que sea. ―Se encoge de hombros y se pone de pie. 
Sonrío intencionadamente hacia ella. Nunca se ha preocupado por lo que un chico piense de ella antes de Luciano. Sé que se preocupa por él más de lo que quiere decir.