Al cabo de unos segundos y unas cuantas respiraciones largas y profundas me doy cuenta de que podría haber sido un poco dura. Froto mi frente, lamentando todo lo que dije.
Lo siento por Luciano. Conversaciones serias como estas son algo que deben mantenerse en privado, no compartirlo.
Él debe estar tan incómodo en estos momentos. Mis manos y mis piernas tiemblan nerviosamente todo el camino a casa.
Ni una sola vez miro en la dirección de Pedro, incluso cuando siento su mirada en mi cara.
Cuando nos detenemos frente a mi casa, le digo un rápido adiós y me deslizó del coche. Apenas estoy empezando a caminar cuando oigo otra puerta del coche cerrarse. Por supuesto que me seguiría mientras no estoy de humor para su actitud. Me detengo de caminar y me doy la vuelta.
―No vas a llegar lejos con ese adiós de mierda ―dice, mientras me acecha.
―¿Qué es lo que quie…?
Sus manos circundan mi cintura y su boca se comprime contra la mía,tomando literalmente mi aliento. Él es cálido, es siempre cálido. Cuando se retira y me deja ir, casi me tropiezo hacia atrás. El beso fue tan intenso.
―Lo siento por hacer las cosas más difíciles para ti, pero no me arrepiento por presionar a ese idiota. ―Sonríe y juraría que no dije ni una palabra para molestarlo―. Ahora tengo que ir al entrenamiento, pero voy a estar de vuelta esta noche.
Sintiéndome desafiante, pongo mis manos en las caderas.
―¿Qué pasa si estoy haciendo algo?
Él arquea sus cejas una vez con engreimiento
―Vas a estar.
Arqueo una ceja.
―Yo ―añade con un guiño―. Te veré más tarde.
Miro el coche desde la base de mis pasos hasta que desaparece de mi vista. Al igual que la frustración que siento hacia Pedro se ha ido. Sólo hacía falta un beso y lo había perdonado. Soy como masilla cuando se trata de él y sabe exactamente cómo moldearme.