lunes, 12 de mayo de 2014

CAPITULO 130



Sus cejas se arrugan, pero no me contradice. Sabe cómo se siente mamá sobre él y ahora no es momento para frotar el "nosotros" en su cara. Por no hablar de que Pedro tiene que estar en el entrenamiento de Boston con su equipo y preparándose para Las Vegas. No necesita esta distracción.  
―Está bien. Voy a llamar a Vanesa, pero deja que te lleve al hotel primero.

Tira de mí apretadamente cuando se pone de pie. Me siento pesada,pero Pedro me lleva sin esfuerzo. Puedo mantener mi cara enterrada en su cuello para evitar los ojos de las personas cuando estamos fuera de la habitación. Oigo a la gente hablar y susurrar, probablemente mirar también. Me aferro más duramente a Pedro y su pulgar acaricia mi espalda baja. Oigo a Damian y Luciano preguntándole a Pedro qué me pasa y él sólo sacude la cabeza.


Damian y Luciano ayudan despejando nuestro camino de todos y se siente como una eternidad hasta que llegamos al auto. Pedro me empuja en el asiento trasero y sube detrás de mí, tirándome sobre su regazo. Las lágrimas caen en silencio y mantengo los ojos cerrados mientras sus labios se presionan firmemente contra mi cabeza. 
―Los llevaré de vuelta al hotel. Damian se quedará y se ocupará de las entrevistas ―dice Luciano mientras sube en el asiento delantero.

Sollozo suavemente mientras el auto nos lleva fuera del centro y se adentra en las calles de Boston. Pedro cae un poco contra la ventana, dejando que el aire frío golpee mi cara. Levanta mechones de cabello que se aferran a mis mejillas y seca mi cara.

No sé por cuánto tiempo conducimos, pero se siente como sólo unos segundos más tarde cuando estoy siendo arrastrada fuera del auto por Pedro . Me pregunto qué estarán pensando los otros residentes, viendo a Pedro llevarme dentro del hotel otra vez. Estoy casi segura que el hotel nos prohibirá la entrada pronto. Luciano no nos sigue arriba a nuestra habitación, gracias a Dios, abro los ojos cuando Pedro me acuesta en la cama y oigo la ducha abrirse. Unos segundos más tarde, Pedro se inclina sobre mí.   

―¿Vas a dejar que me ocupe de ti antes de que te vayas? 
No espera una respuesta. Me alza de nuevo, llevándome al cuarto de baño. Odio que tenga que verme así y cuidar de mí. Sube el dobladillo de mi vestido, tirando de la tela por encima de mi cabeza. Lo dobla y lo pone en el lavabo detrás de mí.

Lo observo con los ojos legañosos mientras sus dedos se enroscan alrededor del elástico de mi ropa interior y la desliza por toda la longitud de mis piernas. La pateo fuera cuando llegan alrededor de mis pies. Las manos de Pedro acarician mis tobillos y suben hasta la parte posterior de mis pantorrillas, sobre mis rodillas y por los costados de mis muslos.  

Dejo escapar un sollozo que no puedo suprimir y él se estremece. Le molesta que esté tan angustiada, pero entiende. Ha pasado por esto antes. Me pregunto si él tenía a alguien que lo acariciara cuando su padre murió. 
 
Sus brazos me rodean, descanso mi cabeza contra su pecho mientras desabrocha mi sujetador y lo deja caer al suelo entre nosotros. Me sujeta durante un poco más de tiempo, dejándome llorar en su hombro. Entonces, me hace ir hacia la ducha y estoy directamente debajo de ella, dejando que la cascada de agua caiga sobre mi cabeza y por el resto de mi cuerpo.

Pedro se une a mí, dejando a un lado sus propios pantalones. Alcanza el gel de baño y enjabona sus manos. 

Salgo del flujo de agua y presiono la palma de mi mano contra las frías baldosas, dándole un mejor acceso a mi espalda. Él corre mi cabello sobre uno de mis hombros y lentamente masajea el jabón en mi piel. Dejo caer mi cabeza, sus dedos se deslizan hasta mi nuca y hasta la línea de mi cabello. Cierro los ojos, tratando de bloquear el dolor, pero no está funcionando. Cuanto más trato, más profundo corta.

Sus manos jabonosas corren debajo de mis axilas y por mis costados. Mi cuerpo tiembla un poco mientras trata de reprimir los sollozos acalambrando mi garganta. Pedro da pasos acercándose, presionando su frente contra mi espalda. Detiene el lavado para abrazarme y me alegro de que esté aquí conmigo. No hace mucho para aliviar el dolor, pero me está ayudando a lidiar con él. Me hace sentir como si no fuera la única.  

Me gira así puedo mirarlo y su mano se desliza de la nuca a mi cuello, tirando de mi cabeza hacia adelante para que nuestras narices se toquen. Abro los ojos y sus labios se tuercen con simpatía hacia mí.

―Se pondrá mejor ―dice―, lo prometo.

CAPITULO 129



Miro hacia delante sin ver nada. El público se está volviendo loco, pero parece mudo para mí.

―¿Señorita Chaves?

Dejo caer mi mano a mi regazo. Creo que voy a vomitar. Mi teléfono es apretado con fuerza en mi mano mientras salto de mi asiento y paso a través de la multitud. Tengo que salir de aquí. No tengo ni idea de a dónde voy, pero sigo por un pasillo a ciegas hasta que me detiene un grupo de guardias de seguridad. Les muestro mi pase y me dejan pasar.  

Se hunde en mí ahora y el corazón se me aprieta en el pecho. Me lanzo rápidamente por el pasillo, salvajemente, sin saber a dónde ir. Giro a la izquierda, luego a la derecha, luego otra vez a la izquierda. Puedo oír el retumbar lejano de una multitud sedienta de sangre. Sus pasos martillean contra el techo por encima de mí.   

Veo el nombre de Pedro en una puerta y me sumerjo a través de ella,cerrándola detrás de mí con un ruido sordo. 

No quiero estar aquí, pero no tengo otro lugar a donde ir. Me tropiezo hacia la pared del fondo y empujo mi cuerpo contra su cemento frío. Me deslizo hasta el suelo, con los brazos cerrados fuertemente contra mi pecho mientras las primeras oleadas de angustia me golpean. Sollozos ahogados escapan de mi pecho mientras las lágrimas se vierten sobre el borde de mis ojos. Ni siquiera trato de contenerlas mientras mi pecho palpita. Me tapo la boca con ambas manos y llevo las rodillas hasta mi pecho. Estoy en Boston. 

Tengo que estar en Portland.


Ni siquiera me sobresalto cuando la puerta se abre de golpe,golpeándose contra el hormigón. No veo cómo Pedro grita a su equipo que nos dejen en paz. Siento sus húmedas y cálidas manos tocando mis hombros,levanto mi rostro de mis manos para mirarlo a la cara. Su ceja sangra y hay un nuevo corte en su labio inferior. Sus labios se mueven, pero no sé lo que está diciendo.

―Paula ―dice de nuevo y puedo oír su tensión, su voz
preocupada―. ¿Estás bien? ¿Qué pasa? ¿Él te ha herido?
Niego.  
―Es papá… él… ―No puedo terminar la frase y entierro mi cabeza en las palmas de mis manos.  
―Lo siento tanto,Pau ―susurra. Sus suaves labios rozan la cima de mi cabeza. Tomo una bocanada de aire mientras trato de controlar mis sollozos. Sus manos se curvan alrededor de las mías, tirando de ellas fuera de mi cara. Escondo mi cabeza. No quiero que me mire. Sólo puedo imaginar cómo lucen mis ojos hinchados o cómo de corrido debe estar mi maquillaje. Las puntas de sus dedos se curvan debajo de mi barbilla, forzándome a mirarlo. Me observa con una expresión triste que grita lo impotente que se siente y me jala hacia él, acunándome en sus brazos mientras lloro en su pecho ya mojado. La punta de su pulgar acaricia mi mejilla, enjugándome las lágrimas. 
―¿Ganaste? ―pregunto, sollozando. 
Todo lo que hace es asentir.
―T-tengo que ir a casa.  
―Por supuesto. Te llevaré. 
Niego.  
 
―¿Puedes llamar a Vanesa y pedirle que venga a buscarme? ―Pedro abre la boca para protestar, pero lo interrumpo―: Quiero estar con mi mamá…

CAPITULO 128



Largos escalofríos de energía nerviosa pasaron a través de mí mientras Pedro rebota en las puntas de sus pies en frente de mí. Estoy más que ansiosa,incapaz de experimentar una emoción específica. Todo está hecho puré junto, emoción. Nerviosismo. Frustración. Anticipación. 
 
Sus ojos marrones caen sobre mí y puedo ver la ansiedad en su rostro. No le gusta que no haya estado en su habitación antes de la pelea y tampoco quiero saber lo que está pensando. Quiero ayudarlo a aliviarse. Una gruesa capa de vaselina brilla en su ceja y ruego a Dios que esto ayude. Pedro y yo estamos tan atrapados en nuestro pequeño mundo que ni siquiera notamos a su oponente, Joshua Donskov, yendo hacia el ring con un pisotón enojado. Es un gran chico, uno grande en serio, no sólo de alto sino también de ancho. Sus cortos rizos rubios rebotan en la cima de su cabeza y engancho mis manos entre las rodillas para evitar morderme las uñas.  

A mi lado, hay un asiento vacío. Está reservado para papá. Qué no daría por tenerlo a él y a Vanesa aquí conmigo. 

Cuando termino el pensamiento, un largo cuerpo cae en el asiento junto a mí, pero no le prestó atención. Al menos, no hasta que los ojos de Pedro se estrechan sobre quien sea que es. Vuelvo lentamente la cabeza y en realidad no me sorprende ver al molesto de Dom sonriéndole a Pedro. Dom luce peor de lo que lo hace Pedro. Tiene un labio partido y un corte en la mitad de la nariz, que se mantiene unida con puntadas de mariposa. Miro a Damian y Luciano. Están
rígidos y echan un vistazo con ansiedad entre los dos combatientes. Damian se inclina y habla a través del comunicador de Pedro.  

―No te vi salir de la habitación de Pedro. Estaba preocupado de que hubiera abierto una brecha entre ustedes dos ayer por la noche.  

Me trago mis nervios.  

―Sí, te ves verdaderamente devastado por eso. 
Su gruesa pierna vestida en mezclilla se inclina contra mi piel desnuda, siento como si hubiera metido mis pies en una caja de crías de araña y ahora estuvieran corriendo por mi pierna. Me estremezco y me inclino lejos de él.

―Vamos. ―Ríe―. No soy tan malo. Dejé que tu pequeño novio continuara en el torneo. Deberías estar de rodillas, dándome las gracias.

Me estremezco, pero no le respondo. No voy a alimentar el fuego entre Pedro y Dom. Pedro flexiona los dedos,poniéndolos en puños y relajándolos de nuevo. 

Asiento hacia él, asegurándole que no debe preocuparse por mí. Gira sus hombros hacia atrás y se centra en Josh. Josh mantiene sus ojos fijos en Pedro, sin apartarlos ni un segundo. El locutor está recitando un montón de patrocinadores, pero no puedo oírlo. Estoy demasiado ocupada concentrándome en Pedro y haciendo caso omiso de la presencia de Dom.

―Si estás aquí para distraerlo, no va a funcionar―murmuro, tirando de mí vestido hacia abajo para cubrirme las rodillas. 

Dom apoya un brazo en el respaldo de mi silla, con el dedo índice rozando a lo largo de mi hombro y me inclino hacia adelante para alejarme de él.

―Hagámoslo ―dice el árbitro. 
Una vez que empieza el partido, es más fácil hacer caso omiso de Dom y engancho mis manos entre las rodillas de nuevo, manteniendo los ojos bien abiertos. No puedo mirar a otro lado, no esta vez. Las manos de Pedro están arriba, cubriendo su rostro, sobre todo sus cejas. Josh ataca fuerte y rápido, Pedro se las arregla para bloquear la mayoría de los golpes.

Los golpes al cuerpo, sin embargo, no puede evitarlos a menos que quiera exponer el corte en su ceja.

―Es una pena lo de la ceja. Eso tiene que ser un poco incómodo, sobre todo cuando va en contra de un luchador. 

Con ellos no hay ninguna técnica real, ya ves. Todo lo que hacen es golpear.

Pedro y Josh rebotan por todo el ring, dando puñetazos y más puñetazos. Me estremezco en mi asiento cada vez que Josh aterriza un golpe. Sabe que Pedro tiene una ceja rota y está realmente tratando de conseguir que deje caer su guardia.Pedro patea las piernas de Josh para tirarlo y se lanza sobre él. Comienza a golpear su rostro contra el suelo del ring. Las manos de Josh están arriba y tratando de proteger su cara.  

En mi bolsillo, mi teléfono vibra y realmente no quiero contestar, no ahora, pero no puedo ignorarlo. La última vez fue algo serio. Lo saco de mi bolsillo y miro en la pantalla un número privado. Lo traigo a mi oído,bloqueando el otro con el dedo índice.  

―¿Hola?

―Hola, me pasa con Paula Chaves, por favor. 
Mi pecho se aprieta. 
―Ella habla.

―Señorita Chaves… soy la doctora Monica Falen. ―Mi corazón se detiene―. Su padre fue traído esta tarde después de sufrir un segundo ataque al corazón… Lo siento, pero no hubo nada que pudiéramos hacer.

No lo registro. No entiendo lo que está tratando de decir.
  
―¿Qué quiere decir? ―pregunto, con la esperanza de haberla oído mal. Dom se acerca más para decirme algo, pero pongo mi mano en su cara para que se calle.

―Su padre ha fallecido.