viernes, 16 de mayo de 2014

CAPITULO 144



Salimos de la sala de duchas, nuestros dedos fuertemente entrelazados, y cuando entramos en la habitación principal, Damian nos da rápidamente un movimiento de cabeza una vez más. Los dedos de Paula aprietan los míos y le doy una mirada. Me mira brevemente, parpadeando una sonrisa avergonzada e inquieta. En respuesta, le doy mi mejor sonrisa de “no hicimos nada malo” y ella asiente levemente. A la mierda Damian por hacerla sentir tan incómoda.
—¿Pedro Alfonso? 


Mi mirada cae sobre el tipo alto en traje que me llamó por mi nombre.
Rápidamente se mueve hacia nosotros, dándole a Paula una doble mirada que me hace apretar mi mandíbula. Me recuerda a Carlos, ojos azules, cabello de oro y claramente interesado en mi chica. El hombre extiende su mano hacia mí y de mala gana me desprendo de Paula para saludarlo.
—Soy Mauro Sullivan. Es bueno conocerte por fin, Pedro.
Cuando termina conmigo, se mueve hacia Paula. 


—Usted debe ser la señorita Chaves —la saluda, tirando de su mano en la suya y dándole un saludo largo y lento.
Mis ojos chasquean a Damian, quién está dándome una clara advertencia con sus ojos y le frunzo el ceño. Necesita relajarse. No voy a hacerle daño a este tipo por estrechar la mano de Paula, pero si la mira así de nuevo, no puedo ofrecer ninguna garantía.



—Es un placer conocerte —dice, soltando su mano—. Quería hablar con ustedes acerca de tu campaña publicitaria. Ahora, sé que este gimnasio es el gimnasio oficial de Pedro Alfonso, pero el MMAC quiere que todo el mundo lo sepa.
Afuera, en la camioneta tengo una valla publicitaria, dos banderas, seis esculturas fotográficas de tamaño natural y cientos de volantes. Todo lo que necesito de ustedes dos es una firma y empezaremos a arreglarlo todo hoy.


—No creo que Pedro necesite grandes imágenes de sí mismo por todas partes. —Luciano sonríe disimuladamente, paseando a través de la sala de entrenamiento.

A mi lado,Paula se ríe una vez.

  
—Luciano está en lo correcto —dice, entrelazando sus dedos con los míos de nuevo—. El ego de Pedro es lo suficientemente grande.


Ruedo mis ojos mientras todo el mundo se ríe a mi costa. No tengo un ego grande. Solo soy confiado. Sé lo que quiero y cómo conseguirlo, eso es todo.
Demándenme. Mauro le da a Paula un portapapeles y un bolígrafo, y ella lo firma.
Hago lo mismo, y Mauro sale del gimnasio para decirles a los chicos que traigan los materiales. 

Paula se vuelve hacia mí.  


—Tengo que ir a ayudar a mamá con algunas cosas de la casa, pero, ¿te veo mañana?

Parece casi decepcionada y sonrió. Ella odia dejarme por noches enteras a la vez, pero tomamos la decisión de no dormir en las casas de los otros... maldito Damian.

—Por supuesto. 

Ella mira de reojo a Damian y luego a mí antes de acercarse y darme un beso ¿Qué coño ha sido eso? Si no en la mejilla. Mis ojos se estrechan mientras se aleja. estoy viéndola hasta mañana no hay manera de que este saliendo con un maldito beso como ese. Si voy a estar lejos, necesito un beso que me mantendrá saciado.
Arranco hacia ella, mis dedos envolviendo su diminuto codo y forzándola hacia mí. No tuvo tiempo de reaccionar antes de que cerrara mi boca contra la de ella.
Al instante, se derrite en mi contra, pasando sus manos alrededor de mi cuello y en la base de mí cabello. Lamo su labio y con una pequeña sonrisa, abre su boca para mí. La sangre se eleva a mi cabeza mientras su lengua se desliza contra la mía, masajeándome con confianza, como si nadie estuviera mirando. Teniendo en cuenta que la gente está de hecho viendo, me aparto manteniendo el más pequeño contacto con su labio inferior y me inclino en su oído.

—Si me necesitas más adelante, llámame. 

Sus manos se deslizan por mi cuello y sobre mi pecho antes de deslizarse arriba y abajo de mis brazos. Su toque me electriza... las cosas que haría en este momento si nadie estuviese mirando.

—Siempre te necesito —responde, su voz apenas un susurro—. Pero estamos haciendo esto por Damian.
Besa mi mejilla y se aparta de mí. Pongo mis manos en mis caderas y desvergonzadamente observo su espalda, su culo y sus piernas mientras se aleja. 
Ella es mía... y ni siquiera puedo tenerla.


Mauro regresa a través de la puerta, mientras Paula sale y mira por encima del hombro a su culo un segundo de más. Nunca he sido celoso antes, pero no hay duda en mi mente de que la rabia posesiva torciendo en el fondo de mi pecho es exactamente eso. Doy un paso hacia adelante, pero la voz de Damian me detiene en seco. 

—No lo hagas Pedro. 

Mauro se acerca a mí, ajeno a mi postura agresiva y aprieto mi mandíbula.
Hay una pequeña sonrisa en sus labios y quiero rompérsela a través de su cráneo.
Me lo imagino golpeándolo un poco, hasta que él esté llorando y suplicando que lo deje en paz. Y entonces le pegaré un poco más. 

—¿Te gusta boxear, Mauro? —le pregunto, mis dedos doblándose involuntariamente a mis costados. 

A mi lado, oigo a  Luciano reír y jurar por lo bajo.
Mauro mira torpemente alrededor del gimnasio y su nuez de Adán se mueve de arriba hacia abajo mientras traga saliva.  
—Sí, claro. Cuando tengo tiempo.


Mis labios se contraen mientras me da la respuesta exacta que quiero.  
—¿Quieres entrenar conmigo? 

—Pedro —me advierte Damian de nuevo, pero finjo que no lo escucho. No hay nada malo en un poco de combate amistoso, ¿verdad?

Mauro mira su reloj.  

—Umm, creo que tenemos un poco de tiempo.


Giro sobre mis talones y camino a través del ring, intentando con todas mis fuerzas no parecer demasiado ansioso por boxear al desgraciado en el suelo.

—Pedro, tienes aún medio entrenamiento que hacer y ya lo hemos discutido hoy —dice Damian, siguiéndome de cerca.
Lo ignoro de nuevo. Él no me va a hablar de esto. Solo le voy a pegar dos veces: una por las dos veces que miro a Paula justo en frente de mí y una vez por estar descaradamente mirando su culo, de nuevo justo en frente de mí.
Mauro arroja su chaqueta y Luciano le ayuda con un par de guantes. Agarro mis guantes y me deslizo en ellos mientras Damian se inclina hacia mí.

—Pedro, estás desperdiciando energía. A quién le importa si miró a tu chica,ella es hermosa, eso va a pasar —dice, en voz baja, así Mauro no escucha.

—Lo sé —le respondo—. Pero si alguien va a ver a mi chica mientras estoy sosteniendo su mano y él puede ver claramente que es mía, entonces hay consecuencias. —Para mí, la falta de respeto no viene más claramente.
—¿Te escuchas a ti mismo? Suenas como un loco.


Me río. A veces me pregunto si Damian me conoce en lo absoluto.  
—Estoy loco, Damian. Ahora, o me dejas golpear a este tipo o me voy a casa con Paula a romper tu por seis veces seguidas.

Sus gruesas y oscuras cejas se levantan hasta su línea del cabello.  
—¿Seis veces? ¿De verdad, Pedro? —Damian pellizca su nariz fina—. Eres un pedazo de trabajo, ¿lo sabías?
—Lo amas. —Sonrío, deslizándome en el ring. 
—Dos golpes. Eso es todo.


Asiento con la cabeza y él me entrega mi equipo de la cabeza, pero no lo tomo. Este chico no conseguirá un golpe en mí.

—Viste tu equipo —demanda Damian, pero niego con la cabeza.

Me encojo de hombros.  


—No lo necesito.
Jura en voz baja, dejando caer al frente de su cabeza el protector de la boca antes alejarse. Pobre Damian, siempre está poniéndose al día con mi mierda. Llevo mi atención hacia el ring y veo como Luciano mantiene abiertas las cuerdas mientras que Mauro sube. Él viste su equipo completo y sonrío porque definitivamente va a necesitarlo. Coloco mis puños hacia arriba y él hace lo mismo. Nunca he visto a un oponente menos intimidante en mi vida.
Con pasos lentos, cada vez me acerco más a él y analizó su rostro. Sus ojos azules se estrechan en mí, decididos a conseguir por lo menos un golpe. De repente, me lanzo hacia adelante, atrapándolo con la guardia baja y cerrando el puño enguantado en su estómago. Aire sale de sus pulmones y se encorva con un fuerte gruñido. Doy un paso hacia atrás, dándole tiempo para recuperar el aliento.
Su cara se pone roja mientras lucha por volver a llenar sus pulmones de aire y sonrío. De hecho, jodidamente sonrío ante su dolor.Luciano está en la línea de banda riéndose y golpeando el ring con las palmas de sus manos. A Luciano le encanta esto porque él haría exactamente lo mismo por Vanesa, infiernos, Luciano habría perforado los dientes de Mauro a través de su cabeza si sus ojos se detuvieran en el rostro de su chica un segundo de más. Él es protector, al límite del control y eso no es solo en general, pero cuando se trata de sexo lo es también.
He visto su dormitorio, las correas y cadenas extrañas y látigos... asusta a la mierda fuera de mí. Estoy a favor de tomar el control en el dormitorio y conseguir lo que quiero, pero Luciano... él lo necesita. Si él no está en control, no puede manejar la situación y no lo puede terminar.
Mauro endereza su postura y trae sus puños de nuevo a su cara.  
—No me lo esperaba... —se queja.

Ese fue el punto. Sonrío, tambaleándome hacia delante de nuevo. Golpeo mi puño y se conecta con el lado de su cara. Con un gruñido, su cabeza se lanza a un lado y él se cae de culo. Bueno... eso fue más rápido de lo que esperaba. Me saco mis guantes y los lanzo a través del ring. A pesar de mi disgusto con Mauro, extiendo mi mano y lo ayudo a ponerse de pie. No soy un completo idiota. Se encoge,sacudiendo la cabeza y llevándose las manos a su estómago. 

—Creo que esta es la razón por la que estoy en el lado promotor de la MMAC —bromea con una risita nerviosa. 
—Sí. —Suelto su mano y me giro hacia él. Por un segundo, me gustaría que sea un luchador. Entonces podría ir en contra de él y lo castigaría con todo mi potencial. Tiene suerte de que lo golpeé con mis guantes puestos.
Me deslizo del ring, dejando a Mauro recoger su orgullo roto en paz. Entonces necesita volver al trabajo para que pueda terminar rápidamente y obtener el infierno fuera de mi gimnasio. No puedo prometer que no seré tan duro con él la próxima vez.

CAPITULO 143



Pedro 

A menos de una semana para las Vegas
 
Ella salta delante de mí, sus pechos elevándose un poco más alto cada vez que se empuja fuera del suelo. Resulta que, Paula es muy competitiva.Luciano había apostado cien dólares a que no podía darme un golpe. Decidida a demostrarle que se equivocaba, se coloca un par de guantes y sube al ring de boxeo conmigo. Sus maravillosos ojos verdes se encienden hacia mí desde debajo de sus espesas pestañas oscuras y sonríe alegremente antes de saltar hacia mí.
Rápidamente, doy un paso fuera del camino y toco su hombro. Ella se arroja hacia mí y su cabello oscuro sigue su ejemplo, dando vueltas a su alrededor de manera sexy antes de deslizarse a través de la parte superior de sus pechos. Arrastro mi mirada de sus pechos a su cara. La expresión traviesa de Paula, ahora, se convirtió en frustración. Realmente pensó que esto iba a ser fácil... Luciano y Damian ríen en el banquillo, molestándola aún más. 


—Me subestimaste. —Me río de ella, haciéndola sonreír de nuevo.


Dios, amo hacerla sonreír.


Se lanza hacia mí de nuevo, y la eludo, como la última vez y mantengo mis puños en alto a pesar de que no tengo la intención de utilizarlos en ella.


—¿Estás huyendo de mí, Pedro? —bromea, tratando de conseguir una reacción de mí—. ¿Tienes miedo de que te lastime?


No puedo detener la risa que retumba en mi pecho.  

—Estoy aterrorizado. 


Arquea una ceja. 


—Estoy aterrorizado de que te lastimes intentando lastimarme.


Paula niega, entrecerrando los ojos. Se lanza hacia delante, enviando un puño hacia mi sección media, pero muevo mis caderas hacia atrás y el puño no conecta. Ahora me tiene en el pie de atrás y sonríe mientras salta hacia adelante.
Oigo a Luciano jurar por lo bajo, pero no estoy sudando. Él no va a perder un centavo contra Paula y si no tiene cuidado, va a hacerme venir con toda su fuerza en el segundo en que estemos fuera de este ring. Envuelvo mis brazos alrededor de ella, sujetándola de lado y sonrío hacia ella mientras su pequeño cuerpo lucha contra mí.
Siento a mi polla sacudirse y trato de calmarme, manteniendo mis ojos en su cara y no en los montículos voluptuosos que presionan firmemente contra mi pecho. No sé cómo lo hace, pero cuando estoy con ella es como si fuera un adolescente fuera de control que nunca antes ha tenido sexo con una chica. 

—Esto no es justo —gruñe, dejando caer su cabeza contra mi pecho y relajando su cuerpo. 

Luciano tira de las gruesas cuerdas del ring, gritando y animando mientras entierro mi nariz en su cabello y beso su cabeza. 

—Tal vez, la próxima vez —le digo, dejándola ir.

—Tal vez. —Da un paso atrás y sostiene sus guantes hacia mí—. ¿Puedes ayudarme a salir de esto? 

Esas siete palabras incitan algo salvaje dentro de mí, y no tengo ni idea de por qué. Todo se reduce al hecho de que ha pasado un tiempo desde que tuvimos sexo, gracias a Damian y sus reglas. No creo que pueda aguantar un minuto más sin poner mis manos sobre ella... o en ella.
Deslizo mi lengua por mi labio inferior para humedecerlo y Paula observa de cerca. La repentina tonalidad rosada en sus mejillas no se me pasa de largo y sé que ella me desea tanto como yo la deseo. Estiro la cinta en mis manos y las desenvuelvo con facilidad mientras Luciano y Damian dejan la sección de boxeo y entran en la sala de entrenamiento, listos para iniciar el resto de mi sesión de entrenamiento. Por el momento, no voy a entrar ahí. Estoy llevando a mi chica a la ducha y voy a cuidar de ella. Miro a Pau y engancha su mirada con la mía mientras saco sus guantes, liberando sus manos. Muerde su labio inferior con sus dientes y se acerca unas pulgadas, mirándome a través de sus pestañas oscuras.


Está prácticamente rogándome que la tome. 

Agarro su mano y la llevo hacia el borde del ring. Estiro las cuerdas, abriéndolas, lo que le permite deslizarse a través de ellas con facilidad y la sigo de cerca.


—Pedro, ¿a dónde vas? —me llama Damian después que le sonría por encima de mi hombro. 

—Estaré fuera un minuto. 

Él jura por lo bajo.


—Puse reglas para ayudarte a ti, no a mí. 

Paula mira por encima del hombro a mí y yo asiento para que siga caminando.
A pesar de la protesta de Damian, la sigo a las duchas femeninas. En el interior, entramos en una cabina y lo bloqueamos detrás de nosotros. Cuando estamos solos en el gimnasio, nos bañamos en el abierto, pero cuando hay otras personas alrededor nos duchamos en una de las cabinas, incluso si es solo Luciano y Damian quienes están afuera. Eso es lo que más me gusta de Paula. Se respeta a sí misma y a mí. Las chicas que tenía normalmente alrededor eran generalmente rápidas en mostrar sus tetas a cualquiera que pasaba, pero no mi Paula.

Ella es la primera en arrojar su ropa y observo de cerca cómo se saca su sujetador deportivo sobre su cabeza,dejando al descubierto sus duros pezones rosados. Necesito de toda mi fuerza para permanecer apoyado contra la pared y no descender con avidez sobre ella, tomándola con fuerza, atrayendo sus picos en mi boca. Mi mirada va desde sus pechos a sus caderas mientras sus dedos se enroscan alrededor de sus diminutos shorts negros. Observo como los arrastra por sus largas piernas. Mi mirada revolotea sobre su cuerpo, sin saber en qué concentrarse primero. Disfruto de todo, cada uno de sus poros, cada uno de los folículos de su cabello y pecas. Es mío.

Alcanza el grifo de agua fría y enciende la ducha. Todo su cuerpo se tensa mientras se encuentra justo debajo de la corriente fría.
 
—¿Vas a tomar una ducha fría? —le pregunto, incapaz de contener una risita.


Se estremece, dejando a las corrientes frías correr por su cuerpo y haciendo arder mi sangre.


—Bueno, sí, ¿de qué otra manera voy a aguantar el resto del día?


Piel de gallina erupciona sobre la superficie de su piel, convirtiendo a sus pezones en guijarros. Listo para unirme a ella, bajo de un jalón mis pantalones e inmediatamente veo sus ojos descendiendo por mi longitud. Estoy tan duro que todo me duele, pero no trato de ocultárselo. Sus ojos atrapan a los míos cuando alcanza el soporte de la ducha y le da un codazo, volviéndola al grado extra frío.
No tiene sentido para mí tener una ducha ahora, cuando salga voy a tener que empezar la otra mitad del entrenamiento, pero quiero complacerla,satisfacerla, antes de que se vaya de aquí hoy. A paso lento me acerco a ella e incluso por encima del ruido de la ducha oigo el aliento en su garganta. Tiembla ligeramente cuando llego a su alrededor, colocando poco a poco la ducha en caliente y más caliente, hasta que el vapor comienza a llenar la cabina a nuestro alrededor. La deseo caliente y nerviosa. Quiero que me suplique que la folle y hacerla venir. Me apoyo muy cerca, presionando cada centímetro de mi cuerpo contra el suyo hasta que presiona su espalda firmemente contra el cemento frío. 

Bajo mi boca a su cuello, lamiéndola lentamente.


—Por favor,Pedro —gime en mi oído. 

Jodido infierno.


De nuevo la miro a los ojos y descanso mi frente contra la suya. Corrientes de agua sobre nuestras cabezas se deslizan por la piel y fluyen fuera de los ángulos de nuestras caras. Sus iris verdes me queman desde debajo de sus pestañas oscuras y me están pidiendo que la devore mientras sus manos se deslizan por las crestas de mis brazos y sobre mis hombros antes de parar alrededor de mi cuello. Lentamente, mueve su boca hacia la mía y cuando me presiona contra sus labios flexibles y rosados, lo pierdo. Necesito tenerla y no hay reglas que vayan a detenerme. Fuerzo mi lengua entre sus labios y voluntariamente abre su boca. Arrastra sus dedos por mi cabello, apretándome con más fuerza contra ella y deslizo mis manos por la curva de sus caderas, agarrando su culo desnudo. Gime en mi boca mientras engancha un delicioso muslo alrededor de mi cadera. Mi pene presiona ansiosamente contra su coño caliente y resbaladizo y ahora no hay manera de que me detenga.


—Hazlo —jadea contra mis labios, flexionando sus caderas hacia mí—. Por favor, hazlo. 

―¿Lo quieres? —le pregunto, sonriendo—. ¿Me quieres sentir dentro de ti?
—Sí —respira, capturando mi labio entre sus dientes—. Ahora.


Me agacho y me posiciono justo donde quiero estar y entro despacio, sabiendo que si voy demasiado rápido todo esto habrá terminado antes de que comience. Se siente tan bien, más allá del bien y un bajo gutural gemido se libera de mi garganta. Siento que las paredes de su coño suave aprietan la punta de mi polla y esta late en respuesta. Ha pasado demasiado tiempo desde que la he tomado.


—¿Pedro? —Una voz profunda familiar hace eco por toda la habitación y Paula libera mi labio mientras su cuerpo se pone rígido. 

Cierro los ojos por un momento, rogándole a Dios, o quien coño este escuchando, que haga desaparecer a Damian. 

—Hay un promotor de la MMAC aquí. Quiere hablar con el dueño y el gerente del gimnasio sobre la publicidad —llama Damian por encima del rugido de la ducha y Paula se muerde el labio inferior conteniendo una risita mientras una tonalidad rosa destella a través de sus mejillas—. Así que ustedes dos animales tienen que ponerse algo de ropa y salir aquí Con una exhalación fuerte alcanzo el grifo, girando el de agua caliente fuera y sumergiéndonos a ambos en agua fría. El agua se conecta con mi cuerpo, y Paula y yo saltamos, presionándonos a nosotros mismos con más fuerza contra lo demás mientras el agua lleva nuestra caliente sesión por el desagüe, llevando mi erección con ella. Bueno, fue divertido mientras duró. Una amplia sonrisa se extiende sobre los labios de Paula y sus manos se disparan para cubrirla mientras risitas brotan de ella. Supongo que vamos a tener que esperar.

CAPITULO 142



PEDRO 
 
He estado golpeando mis puños en esta maldita bolsa durante la última hora, esperando que Paula termine de limpiar el gimnasio. No hay nadie más, las puertas están cerradas y las persianas bajadas, pero ella insiste en tener todo en la mejor forma para cuando se abre por la mañana.

No puedo decir que no disfruto viéndola caminar por el lugar con un pequeño mohín determinado en sus sexys labios rosados, porque lo hago.

Hace una ronda, recogiendo algunas toallas de aquí y allá. 

Me acuerdo del día en que dejé caer mi toalla y le exigí recogerla. Fue un movimiento estúpido, pero estaba tan enojado con mi madre y creyendo que iría al programa de alcohólicos. Estaba decepcionado, de nuevo.


La compra del gimnasio fue un buen movimiento de mi parte. Paso la mayor parte de mi tiempo aquí y me da la oportunidad de ver a Paula todo el día y aunque no puedo tocarla, ella es siempre agradable a la vista. Ella entra en la sección de boxeo del gimnasio y le hablo. Dejo que la toalla que tengo en mi mano caiga de mis dedos y sus gloriosos ojos verdes, la siguen todo el camino hasta el suelo. 
―Se te olvidó una ―digo, incapaz de contener mi sonrisa.
Ella chasquea su larga cola de caballo color chocolate por encima de su hombro y se acerca hacia mí con una pequeña sonrisa de suficiencia,dispuesta a jugar mi juego. 

Su lengua se dispara para humedecer su delicioso labio inferior y lucho contra el deseo de hacerlo yo mismo.

Presiona su dedo índice firmemente contra mi pecho sudoroso.

―Recoge tu maldita toalla ―declara, haciendo que mi polla dé un tirón.

Mi mirada cae a su pecho. Veo sus pezones presionando con fuerza contra su camiseta sin mangas de color rosa. Su sostén deportivo falla al ocultar su evidente excitación.

Agarro su cadera, acercándola más a mí y ella felizmente accede. Siempre pienso en lo que hubiera pasado entre nosotros si esa mujer rubia no hubiera aparecido. 
¿Me habría dejado tomarla? Me gusta pensar que sí.
En el principio, odiaba Portland, pero en el momento en que vi a Paula sabía que ella iba a cambiarme.

Verla una y otra vez me volvió loco y ella rápidamente se convirtió en una obsesión. Obligándome a mantener mis manos lejos de ella cuando estaba tan dispuesta a entregarse a mí fue, sin duda, una de las cosas más difíciles que he hecho, pero valió la pena. Ella es buena y yo estoy… bueno,estoy trabajando en ello.

Me sonríe a través de sus pestañas oscuras y trazo mi pulgar a lo largo de su mandíbula. Quiero pasar mi lengua a lo largo de ella y saborearla.

Quiero recostarla en la colchoneta debajo de mí y hacerla suspirar y gritar mi nombre, un sonido del que nunca me cansaré.

―¿Qué estás pensando? ―me pregunta, buscando mis ojos.

Si presiono más fuerte contra ella, será capaz de sentirme y sumar dos más dos. En su lugar, yo sonrío.
 
―No es muy PG , te diré eso.(parental guide)

Paula arrastra sus dientes sobre su labio inferior y la palma de su mano se aplana contra mi pecho.  

―Entonces deberíamos ducharnos y salir de aquí.

Mi piel bajo su mano se estremece cuando ella se aleja y la sigo a la sala de duchas.

Mantener los ojos delante de mí y no en su apretado trasero cubierto resulta ser difícil, hasta que llegamos a la sala de ducha. Tantas veces que he estado a solas con ella aquí y ni una sola vez la he tomado con fuerza contra la pared de cemento, a pesar de que he querido, desesperadamente.

Normalmente, Paula se baña en una casilla, al parecer es tímida. Dios sabe por qué, tiene el cuerpo más perfecto, desde las pantorrillas bien formadas hasta sus grandes pechos turgentes con sus grandes pezones rosa claro.

Pensándolo bien, tal vez es bueno que se bañe a puerta cerrada.

Odiaría que los ojos de alguien más la vieran como lo hago yo.

Cuando enciende la ducha, el vapor se acumula rápidamente. Ella se saca sus zapatillas de deporte y poco a poco se baja sus mallas. Permanezco quieto, mirando como revela su piel lechosa para mí, pieza por pieza, y sigo viendo hasta que está completamente desnuda y de pie bajo el flujo del agua. El agua rueda por su cara y labios carnosos.

Viaja sobre los picos de sus pechos y por su vientre plano.

Niego un poco. No puedo ayudar, pero verme envuelto en los pequeños detalles cuando estoy cerca de ella… ella
simplemente tiene ese efecto en mí.

Ella me afecta y me encanta. La amo. Cuando alguien te afecta tanto que no puedes dormir por la noche sin ellos, no puedes pensar con claridad cada vez que están en la habitación y lo has arriesgado todo por ellos, vas por ello. 

No tomas ningún riesgo. Paula sabe que la amo. Sabe que arriesgue todo mi futuro por ella, pero no sabe acerca de mis planes para hacerla mi esposa.

Paula Alfonso.

¿Tiene un bonito sonido? ¿No es así?