domingo, 27 de abril de 2014

CAPITULO 81



Cuando la abro, los miembros del equipo afuera no se dieron cuenta.

Ellos no tienen la menor idea de lo que pasó hace segundo en el otro lado de la delgada puerta de madera. 

Afortunadamente, papá prefiere sentarse en la multitud conmigo y no en la habitación con Pedro. Mantengo mi cabeza hacia abajo mientras camino por el pasillo de concreto. Puedo oír a la multitud ahora y la idea de estar fuera de este pasillo con olor a sangre y sudor me hizo sentir mejor… hasta que Dom Russell sale de su habitación y se pone directamente en mi camino. Al instante, la humedad entre mis piernas se disipa y reprimo el impulso gruñir.  

―¿En serio? ¿Otra vez? ―me quejo, tratando de dar un paso alrededor de él, pero no me deja.

Arrastro mi mirada de su bajo vientre a su cara. La sangre salpica su pecho y él está cubierto de una capa de sudor aceitoso. Los ojos del tatuaje de dragón que se enrosca alrededor de su bíceps brillan hacia mí.

―¿Qué puedo decir? Me atraen las cosas bonitas.
Ruedo los ojos.  

―Sí, bien amigo.  

Trato de caminar alrededor de su enorme cuerpo de nuevo, pero su brazo cubierto de sangre se dispara hacia afuera y retrocedo alejándome, con cuidado de no conseguir nada en mi vestido.

―Retrocede, Dom ―gruño, entrecerrando los ojos en él. 

Sus labios se curvan en una sonrisa. 
 
―Me gusta cómo dices mi nombre. Es apasionado. 

―Confundes mi disgusto por pasión.


Se inclina hacia mí y juro que puedo oler el olor cobrizo de la sangre de su oponente en su aliento. 
―Entonces, ¿qué pasa con ustedes dos, hum? En Portland afirmó que no eras de él, pero ahora está cantando una melodía diferente.

Sus ojos verdes brillan con la determinación y me estremezco. No hay manera en que pudiera elegir este animal sobre Pedro.  

―Soy suya. ―Las palabras que ruedan de mis labios me emocionan, pero no dejo que se muestre―. Lamento que tu novia te engañara con Pedro.―Él se estremece―. Sí, lo sé todo sobre eso y tal vez es por eso que estás siendo tan irrespetuoso hacia mí. Cualquiera sea la razón, conoce esto, no soy como esa chica. No estoy interesada en ti. Nunca voy a estar interesada en ti y estás jodidamente loco si piensas que alguna vez te elegiría sobre Pedro.  

Parpadea hacia mí como si hubiera dicho algo en otro idioma. Unos segundos más y su expresión confusa se derrite en una sonrisa lobuna.  
―Ya veremos. Si Pedro gana esta noche, va a estar luchando en Boston y si gana eso, él va a estar peleando conmigo en Las Vegas por el campeonato amateur. He estado esperando mucho tiempo para golpear su cara bonita.―Da un paso más cerca y mi espina dorsal duele mientras me esfuerzo por inclinarse lejos de él―. Y cuando lo haga, te darás cuenta de que necesitas un verdadero hombre, no un niño.  

Mi cara se arruga y uso dos dedos para apuntalar su resbaladizo, hombro mojado.  
―Lo que te ayude a dormir por la noche.  

Sus finos labios se contorsionan en un gruñido. Le he enojado, mierda.

Abro la boca para disculparme, pero la música de introducción de Pedro corta mis palabras. Me vuelvo hacia atrás para verlo salir de su puerta y siento a Dom merodeando muy cerca de mi trasero.

Mientras se acercaba, esperaba que siguiera caminando pasándonos, su canción de introducción estaba sonando después de todo, pero su mano enguantada se dispara, tomándome por la muñeca. Me jala a su lado. Su agarre es posesivo y dominante mientras él me mete bajo su brazo, fijándome a su lado.

CAPITULO 80



Me paro en la esquina de la habitación de Pedro mientras que dos funcionarios evalúan la envoltura de sus manos. 

Trato de concentrarme en lo que los dos hombres están diciendo, pero no puedo ignorar la forma en Pedro ha estado mirándome desde que entré en la habitación. Sus ojos son tan oscuros como la medianoche, destellando peligrosamente hacia mí desde varios metros de distancia. 

Ordenan atención, manteniéndome atrapada en su mirada y me distrae. Sé que mi vestido es bonito, pero la forma en que Pedro me mira con ojos intensos, llenos de pesada lujuria me hace sentir que estoy aquí de pie desnuda.

No me está tocando, sólo observando y ya estoy más que excitada. Su pecho se mueve rápido y todo lo que quiero hacer es tocarlo para ayudar a aliviar su ansiedad. 

―Está bien, Pedro―El funcionario anuncia, empacando su mini-caja de herramientas―. Ya estás todo listo. Buena suerte.

Los dos funcionarios caminan con pasos largos fuera de la habitación con sus uniformes blancos.

―Déjennos solos ―ordena Pedro a su equipo como la última vez. 

Cuando la puerta se cierra detrás de ellos, instintivamente me acerco a él y él refleja mis movimientos, su avance se vuelve casi depredador con cada paso. Mis entrañas se aprietan y me preparo para el impacto mientras su boca se estrella con la mía y me levanta en el banco. Está entre mis piernas al siguiente latido, su lengua saboreándome desesperadamente. Sus manos cubiertas tiran de mi vestido hacia arriba de mis caderas, exponiendo mis bragas negras de encaje. Un hambre, profunda y primitiva corre a través
de mí mientras él baja sus pantalones y su larga y dura longitud salta fuera. 
Se presiona ansiosamente contra mi muslo interior y tiemblan mientras jala mi ropa interior a un lado. Una mano se envuelve alrededor de mi cintura, la otra se aprieta debajo de mi muslo y con un empuje rápido está muy dentro de mí, llenándome por completo.

―¡Oh, Dios mío! ―gemí en su boca mientras me estiraba para acomodarlo.

Mi espalda se arquea y planto mis manos en el banco frío junto a mí para ganar estabilidad. Siento que mis paredes lo aprietan con fuerza y se inclina hacia mí. Su lengua se desliza por mi clavícula y luego sube para hundirse en mi boca, obteniendo un gemido de mí.

―Te ves tan jodidamente bien. ―Respira, moviendo sus caderas más y más rápido en mí.

―No puedes… ―susurro sin aliento, aferrándome fuertemente a sus costados―. No puedes hacer esto antes de una pelea.   
―Lo sé, pero te ves tan sexy ―dice jadeando fuerte y empuja más profundo―. Tenía que estar en ti.  
Su mano se apodera de mi cadera mientras me sujeta en el banco. Sus embestidas son rápidas y duras, y me muerdo el labio inferior contra los gritos que amenazaban con derramarse fuera de mí. Me duele el labio. Me estoy mordiendo con suficiente presión para extraer la sangre. 
Todos los músculos en el cuerpo de Pedro parecen contraídos en un esfuerzo por mantener el control y está mirándome a través de parpados pesados cargados de lujuria. Su mandíbula esta distendida con la intensidad de su placer y no quiero que pare. Mierda. Realmente no quiero que se detenga, pero necesita toda la testosterona que pueda conseguir.  
De mala gana, empujo contra su estómago con mis puños, ralentizando su velocidad de empuje. Cuando frena, muevo mis caderas hacia atrás de modo que pierde el contacto. Él se queja, apoyando su frente contra la mía.  
―Estamos continuando esto en el momento en que mi lucha esté terminada. ―Él jadea, forzando su lengua de nuevo en mi boca.

Sus manos rastrillan por mi cabello, instando mis labios contra los suyos y cuando se retira, digo la única cosa que puedo decir.  
―Así lo espero.

A medias,Pedro da un paso atrás dándome espacio para deslizarme del banco y ajustar mi vestido mientras él sube sus shorts. Todo lo que sentí cuando estaba dentro de mí todavía se recrudece implacablemente y puedo decir, con sólo mirarlo a la cara, que si no salgo de aquí ahora, vamos a terminar de nuevo el uno sobre el otro.

―Buena suerte ―digo, caminando hacia la puerta.

CAPITULO 79



Nos detenemos fuera de un sofisticado hotel en Concord. Damian mi padre y otros dos ya están aquí.

Cuando ven nuestro coche, vienen directos. Papá abre mi puerta antes de que el coche llegue a una completa parada y me empuja a un abrazo.


―Sabía que vendrías. ―Él ríe y no puedo evitar sonreírle. 

Estar en este ambiente con Pedro y los otros le hacen más feliz de lo que le he visto nunca.Calienta mi corazón saber que está consiguiendo todo lo que quiere fuera de la vida.

Me libera cuando su teléfono suena―. Es tu madre. ―Gira sus ojos―. Mejor toma esta.

Él se aleja y puedo sentir a Pedro presionado ligeramente contra mi espalda. Mi cuerpo entero presta atención.

―Él es muy feliz ―suspiro.  
―Lo sé.  
Me giro alrededor y él está muy cerca de mí. Puedo oler su colonia y siento la calidez que irradia de él. Levanto la mirada y encuentro sus oscuros y seductores ojos.

―No le dije que estoy aquí para mantener un ojo sobre él. Estará más feliz si cree que estoy aquí solamente por ti ―le digo a Pedro.  

Esa es otra cosa que me mata. Si las cosas no funcionaran entre Pedro y yo, si decidimos terminar la diversión e ir por nuestros caminos separados, mi padre va a estar desconsolado. Papá mira a Pedro. Él representa todo lo que mi padre adora.

―No se lo diré, pero tienes que hacer algo por mí. ―Él rastrilla sus dientes a través de su labio inferior y luego recorre su lengua a lo largo, la misma lengua que corrió a lo largo de mi carne esta mañana. Tiemblo con el pensamiento y sus ojos brillan con placer.

―¿Qué quieres que haga? ―El pensamiento de su respuesta hace que mi interior se tense.  
―Bésame.
Él sonríe por mi expresión confusa y miro torpemente a nuestro alrededor.

―¿Ahora?

―Ahora es tan buen momento como siempre.

Sus manos abrazan mi cintura, empujándome incluso más cerca para que nuestros cuerpos estén presionado fuerte el uno contra el otro. No creo que actualmente me dé una elección. Su cabeza se angula hacia abajo, hacia la mía y precavidamente le abrazo el cuello con mis manos. Su piel está caliente y no se encoge por mis dedos fríos. Nuestros labios se tocan y siento una chispa que va a través de todo mi cuerpo, embarazosamente jadeo y me aparto. Miro a los ojos de Pedro preguntándome si él lo sintió también, pero 
todo lo que veo es ese mismo brillo engreído que tanto adoro. Lleva su boca a mi oreja y su cálida respiración envía calor entre mis piernas. 

―Te quiero desesperadamente. 
Intento sacudir mi cabeza, pero mi cuello no me deja. Le quería. Quiero hacer lo que hicimos el sábado y quiero hacerlo ahora. Él también lo sabe. 

Cuanto más le miro más engreída su sonrisa se convierte. Sus labios firmes,tocan mi mejilla y le deja ir. Cuando me vuelvo a girar hacia mi padre, él está hablando a otro grupo de chicos y reconozco al líder como Dom Russell. 
Los ojos de Dom están en Pedro y en mí y está mirando. Yo miro a Pedro 

―¿Ese es el por qué querías besarme? ¿Para que Dom pudiera verlo? 

―Él te ha estado mirando desde que salimos del coche. ―Él toma mi mano en la suya y la lleva a sus labios―. Solo estoy haciendo una declaración. 
―No, estás declarando sesión abierta sobre mí.