lunes, 14 de abril de 2014

CAPITULO 38



Nos quedamos en silencio. No es embarazoso o incómodo. Es agradable y no quiero dormirme porque temo que nunca lo experimentaré de nuevo.
―Tengo una lucha clasificatoria mañana por la noche aquí en Maine. Si todo sale bien y gano, voy a estar en el torneo amateur de MMAC.
Eso explica todos los hombres de traje y entrenadores que han estado rondando a Pedro en el gimnasio, tomando notas.  
―Ven conmigo.
Una ráfaga de aire cayó de mi boca. Me sorprende que pidiera una cosa así. ¿Por qué me quiere allí? No puedo verlo pelear. Ni siquiera puedo soportar verlo en la TV.
―No puedo. No me gustan las peleas…
―Estabas golpeando una bolsa de boxeo en el gimnasio la semana pasada.
―Eso es diferente. Una bolsa es un objeto inanimado. Un ser humano es real… siente todo.
Me tira un poco hacia atrás e inclina su rostro justo encima del mío.
Traumatizada por Jose o no, mi cuerpo reacciona a él inmediatamente. Mi respiración se vuelve superficial y mis manos se mueven para jugar nerviosamente con el cordón de mis pantalones cortos.
―Quiero que estés donde pueda mantener un ojo en ti.
―Soy una niña grande. Voy a estar bien.
―Paula, las últimas dos veces que te he visto, te las has arreglado para meterte en algún lío. Primero fue el roofie y ahora esta noche… No voy a ser capaz de luchar lo mejor posible a menos que sepa que estás a salvo. ―Su dedo índice se desliza a lo largo de mi mandíbula y sus ojos se vuelven oscuros y serios―. Y eso es directamente en mi línea de visión.
―¿Por qué te importa?
―Te lo dije. Caes en la pequeña porción de mierda que me importa.
¡¿Pero por qué?!, quiero exigir. Hay tantas cosas pasando en la cabeza de Pedro que tengo que entender, pero él está haciendo que sea difícil para mí.
―Eres confuso.
Suspira y rueda hacia atrás sobre la almohada fijándome a su lado.
―Lo sé.  
―No quiero ir a tu pelea. ―Y eso es final.
―Tu padre vendrá.
Me quejo, cerrando brevemente los ojos.
―¿En serio?
Pedro asiente.
―Y le dije que vendrías así que está muy emocionado por toda la cosa padre-hija.
Me empujo sobre mis codos.
―¡Pedro! ¿Por qué hiciste eso?
―Tenía que tener un plan de respaldo en caso de que dijeras que no.
Me empujo lejos de él.
―No entiendes. No me gusta ver a la gente pelear. Es… bárbaro e inhumano. ―Carne magullada. Sangre. Huesos fracturados. ¿A quién le gusta eso?
―Es divertido ―argumenta, tirando de mí de nuevo hacia él―. Puedo decirle a tu padre que cancelaste. Estoy seguro de que no estará demasiado angustiado.
Sé que está jugando conmigo. Papá estará devastado si no voy. Toda mi vida ha tratado de convencerme de ver MMA con él o ir a pequeños eventos aquí y allá. No creo que Pedro se dé cuenta de lo alta que ha vuelto la
esperanza de mi papá.
―Bien… ―suspiro―. Voy a ir, pero no te enojes si mis ojos están cerrados todo el tiempo.
Pedro me abraza fuerte y me besa en la frente, dejándome sin aliento.
Cierro los ojos. No sé mucho acerca de Pedro Alfonso, pero sí sé que no es lo que parece. Sé que pone un frente fuerte, pero si esta noche es algún ejemplo, yo diría que no es lo que quiere que la gente piense. Hay una especie de
dulzura en él… y me gusta. No puedo tener nada bueno… porque no merezco lo bueno. Sonrío para mis adentros mientras sus palabras juegan a través de mi mente.
Merece lo bueno.

CAPITULO 37



Pedro me ayuda a subir al auto y maneja fuera del restaurante. Sigo repitiendo lo que casi ocurrió una y otra vez en mi cabeza. ¿Hice algo mal?¿Le di una señal equivocada en alguna parte? Una lágrima rueda por mi mejilla y rápidamente la limpio. No quiero llorar delante de Pedro.  
―No es tu culpa, Paula ―afirma, como si hubiera leído mi mente.
―Lo es. Vanesa me dijo que podía ser toquetón cuando bebía… Y sin embargo fui.
Frunció el ceño, sus manos agarraron el volante con más fuerza.
―¿Por qué?
―Porque le dije a Vanesa que lo haría y pensé que sería capaz de evitarlo.
Incluso me doy cuenta de lo completamente idiota que suena. Pedro y yo no hablamos durante el resto del viaje y cuando nos detenemos frente a mi casa, me ayuda a bajar del auto. A veces, para un hombre con problemas de actitud, es un amor. Me acompaña a las escaleras y yo abro la cerradura.
Antes de abrir la puerta, me doy vuelta para mirarlo y él me mira a través de sus pestañas desde un escalón inferior. Desde este ángulo parece tan vulnerable, tan inocente.
―¿Puedes quedarte conmigo? ―Las palabras salen de mi boca antes de que tenga la oportunidad de pensar en ellas. Se endurece notablemente y su mirada cae de mi cara a la escalera.
―No creo que…
―Por favor... no quiero estar sola. Puedes irte cuando esté dormida, si quieres….
Me analiza por un rato antes de asentir y subir el resto de la escalera.
Cuando entramos en mi casa, Pedro se quita sus zapatos y yo paso la sala de estar con poca luz hacia mi dormitorio. Enciendo el interruptor y miro a Pedro. Parece incómodo y no tengo ni idea de cómo hacerlo más fácil para él.
Dudo que alguna vez haya mantenido compañía femenina de forma no sexual hasta que se duerma y el pensamiento me hace sonreír un poco.
Agarro un par de boxers y una camiseta sin mangas del final de mi cama y me los pongo en el baño. Me lavo los dientes para eliminar el sabor de la cerveza de segunda mano y cuando vuelvo a mi habitación veo que Pedro se ha sacado su sudadera, pero se ha dejado puesta la camiseta blanca. Todavía está parado en el mismo lugar, incómodo y reprimo una sonrisa mientras apago la luz del techo. Cruzo la habitación para encender la lámpara y luego me meto en la cama. Para mi sorpresa, los brazos de Pedro me agarran de forma que mi cara está en su pecho y su nariz está enterrada en mi cabello.
Él es tan caliente, quiero acurrucarme más cerca y envolver mis piernas a su alrededor. Toma todas mis fuerzas no recorrer su cuerpo con la mano libre que se apoya en mi pierna.
―Lo siento mucho, Paula ―dice. Sus labios se mueven contra la parte superior de mi cabeza.
―¿Por qué?
―Por no esforzarme más en aclarar las cosas entre nosotros después de la cena. Si lo hubiera hecho, tal vez esto podría haberse evitado.
―Lo que pasó con Jose no es tu culpa… ―Me detengo a contemplar mis próximas palabras―. No debería haber estado de acuerdo en ir y definitivamente no debería haber aparecido a pesar de que sabía que iba a ponerse toquetón. Todo esto grita yo, no tú.
Mis dedos se crispan cuando levanto la mano de mi pierna y la muevo hacia su cuerpo. Quiero frotar su pecho y sentir el calor de su piel bajo mi mano, pero la apoyo en su cadera en su lugar y Pedro se tensa debajo de mi contacto.
―Puedes relajarte. ―Me río―. No voy a arrojarme encima de ti otra vez.
En mi cabeza siento que sus labios sonríen.
―No eres tú quien me preocupa.
Él tira de mí apretándome más y me siento segura. Sólo espero poder pagarle a Pedro por esta noche, en algún momento. 
―Siento haber huido de la cena la semana pasada ―murmuro.
―Está bien, no te culpo. Puedo ser un poco idiota.
―¿Realmente no te gusta hablar de ti mismo?
―No.
El silencio llena la habitación y, normalmente, me gustaría presionar,pero no quiero arruinar esto. Mi ritmo cardíaco se acelera en el silencio y la adrenalina de esta noche comienza a desaparecer. Hay un estrechamiento en mi garganta y parece que no me lo puedo quitar. Pedro toma una profunda inhalación por la nariz.
―No tengo la vida más interesante. ―Exhala―. Pero hay una cosa que puso mi mundo completamente al revés… mi padre murió de cáncer hace dos años, justo antes de mi pelea por el campeonato de aficionados en el torneo MMAC. Envuelvo mi brazo alrededor de su cintura y mi pecho se comprime.
Esto es de lo que mi padre hablaba el primer día que vi a Pedro en el gimnasio. ¿El drama familiar era la muerte de su papá?
―Dejé de hacer MMA para cuidar de mi madre y mi hermana.
La idea de que Pedro tuviera una hermana pequeña calienta mi corazón.
Sólo puedo imaginar lo protector que es con ella.
―¿Y ahora has decidido volver a intentarlo?
―Sí, es lo que él hubiera querido. Todo lo que sé acerca de MMA, lo aprendí de él.
―Bueno, estoy segura de que está muy orgulloso de ti.
Se encoge de hombros.
―Tal vez… era un hombre difícil de complacer.
―Suena familiar. ―Me río.
Él me aprieta el brazo entre el dedo índice y el pulgar haciéndome reír a carcajadas.
―No soy tan malo.
―Lo sé.  

CAPITULO 36



―Suéltala. ―Pedro no levantó la voz, pero la frialdad en ella llamó la atención de Jose.
―Vete a la mierda ―escupe―. Estamos ocupados.
Sus pequeñas manos acunan mis pechos y dejo escapar un extraño sonido ahogado de mi garganta. Mi estómago se agita y gira. Creo que voy a vomitar. La cálida mano de Pedro me agarra del brazo y me saca de un tirón
desde debajo de Jose. Me pone con seguridad detrás de él, y cuando miro alrededor de su enorme cuerpo, Pedro golpea la cara de Jose contra el lado
de mi auto. Inhalo y mis manos vuelan hasta cubrir mi boca cuando claramente escucho un crujido y no sé si es mi ventana o la nariz de Jose.
Jose rueda alrededor del piso del estacionamiento apretando su rostro. Me agarro a la cintura de Pedro y me meto detrás de él. Pedro envuelve un brazo alrededor de su espalda y me presiona más a él. Mis manos están
temblando… yo estoy temblando. Pedro camina hacia Jose de nuevo, pero lo aprieto más fuerte.
―Por favor, detente ―le ruego, y ni siquiera estoy segura de por qué quiero que Jose esté a salvo. Entonces me doy cuenta de que no es por Jose. Él no podría importarme menos. Es por Pedro. No quiero que haga algo estúpido por mi culpa. Pedro envuelve un brazo alrededor de mi hombro y me guía lejos de mi auto y lejos de Jose. Pronto, me encuentro apoyada en su Range Rover. Pedro está caminado en el hormigón frente a mí, respirando con dificultad y pasando los dedos por su cabello. Doy un paso adelante―.¿Pedro? ¿Estás bien?
Inclina la cabeza hacia el cielo nublado, pero su respiración no se hace más lenta. Camino más cerca de él y coloco mis manos sobre su pecho y los lados de su cuello. Inclina la cabeza hacia mí, pero no puedo ver su expresión, está demasiado oscuro. Su respiración se ralentiza y saca mis
manos de su cuello, dejando que su pulgar se deslice sobre la parte superior de mi mano.
―Estás temblando. ―Su voz es baja y suave.
―Sí… yo… no puedo parar.
―Estás en shock. Tenemos que llamar a la policía.
―No, no podemos. Le hiciste daño. Eres un luchador de MMA,¿verdad? No puedes lastimar a la gente. Perderás todo lo que has trabajado.
―Se encoge de hombros, pero lo siento tenso―. Le diré a Vanesa y ella puede decirle a su amiga.Él asiente.
―Entonces, al menos deja que te lleve a casa.
―¿Qué pasa con mi auto?
―Lo recogeré mañana.