Nos quedamos en silencio. No es embarazoso o incómodo. Es agradable y no quiero dormirme porque temo que nunca lo experimentaré de nuevo.
―Tengo una lucha clasificatoria mañana por la noche aquí en Maine. Si todo sale bien y gano, voy a estar en el torneo amateur de MMAC.
Eso explica todos los hombres de traje y entrenadores que han estado rondando a Pedro en el gimnasio, tomando notas.
―Ven conmigo.
Una ráfaga de aire cayó de mi boca. Me sorprende que pidiera una cosa así. ¿Por qué me quiere allí? No puedo verlo pelear. Ni siquiera puedo soportar verlo en la TV.
―No puedo. No me gustan las peleas…
―Estabas golpeando una bolsa de boxeo en el gimnasio la semana pasada.
―Eso es diferente. Una bolsa es un objeto inanimado. Un ser humano es real… siente todo.
Me tira un poco hacia atrás e inclina su rostro justo encima del mío.
Traumatizada por Jose o no, mi cuerpo reacciona a él inmediatamente. Mi respiración se vuelve superficial y mis manos se mueven para jugar nerviosamente con el cordón de mis pantalones cortos.
―Quiero que estés donde pueda mantener un ojo en ti.
―Soy una niña grande. Voy a estar bien.
―Paula, las últimas dos veces que te he visto, te las has arreglado para meterte en algún lío. Primero fue el roofie y ahora esta noche… No voy a ser capaz de luchar lo mejor posible a menos que sepa que estás a salvo. ―Su dedo índice se desliza a lo largo de mi mandíbula y sus ojos se vuelven oscuros y serios―. Y eso es directamente en mi línea de visión.
―¿Por qué te importa?
―Te lo dije. Caes en la pequeña porción de mierda que me importa.
¡¿Pero por qué?!, quiero exigir. Hay tantas cosas pasando en la cabeza de Pedro que tengo que entender, pero él está haciendo que sea difícil para mí.
―Eres confuso.
Suspira y rueda hacia atrás sobre la almohada fijándome a su lado.
―Lo sé.
―No quiero ir a tu pelea. ―Y eso es final.
―No quiero ir a tu pelea. ―Y eso es final.
―Tu padre vendrá.
Me quejo, cerrando brevemente los ojos.
―¿En serio?
Pedro asiente.
―Y le dije que vendrías así que está muy emocionado por toda la cosa padre-hija.
Me empujo sobre mis codos.
―¡Pedro! ¿Por qué hiciste eso?
―Tenía que tener un plan de respaldo en caso de que dijeras que no.
Me empujo lejos de él.
―No entiendes. No me gusta ver a la gente pelear. Es… bárbaro e inhumano. ―Carne magullada. Sangre. Huesos fracturados. ¿A quién le gusta eso?
―Es divertido ―argumenta, tirando de mí de nuevo hacia él―. Puedo decirle a tu padre que cancelaste. Estoy seguro de que no estará demasiado angustiado.
Sé que está jugando conmigo. Papá estará devastado si no voy. Toda mi vida ha tratado de convencerme de ver MMA con él o ir a pequeños eventos aquí y allá. No creo que Pedro se dé cuenta de lo alta que ha vuelto la
esperanza de mi papá.
―Bien… ―suspiro―. Voy a ir, pero no te enojes si mis ojos están cerrados todo el tiempo.
Pedro me abraza fuerte y me besa en la frente, dejándome sin aliento.
Cierro los ojos. No sé mucho acerca de Pedro Alfonso, pero sí sé que no es lo que parece. Sé que pone un frente fuerte, pero si esta noche es algún ejemplo, yo diría que no es lo que quiere que la gente piense. Hay una especie de
dulzura en él… y me gusta. No puedo tener nada bueno… porque no merezco lo bueno. Sonrío para mis adentros mientras sus palabras juegan a través de mi mente.
Merece lo bueno.