miércoles, 23 de abril de 2014

CAPITULO 69



Cierro los ojos, esperando que el ataque de náuseas que fluye a través de mí se detenga. No tengo idea de lo que me venció. Sabía que la chica iba a golpear a Vanesa y sólo reaccioné. Mierda. ¿Qué demonios estaba pensando? 

No abro los ojos hasta que el aire de la noche enfría mi piel ardiente. A pesar de que estamos afuera, Pedro no me baja y no quiero que lo haga. Mis entrañas están demasiado electrificadas, zumbando como un exterminador de insectos con una enorme polilla pegada en él. Me tiemblan las manos y las flexiono en un intento de mantener el equilibrio, pero eso falla.

Rodeamos la esquina del club y oficialmente entramos en el estacionamiento cuando Pedro me pone abajo. Mis zapatos encuentran el duro suelo y me tropiezo ligeramente. 

Los tequilas me han golpeado más duro de lo que pensaba.

Pedro está sonriendo con su sonrisa arrogante hacia mí y lo miro fijamente.


―No sonrías así. Acabo de atacar alguien. ―Paso mis dedos por mi cabello―. Oh, Dios mío… Acabo de atacar a alguien. Voy a ir a la cárcel.  
Se ríe a carcajadas y estabiliza mi balanceo colocando sus manos sobre mis hombros.   
―No vas a ir a la cárcel. Esa chica estaba demasiado borracha para darse cuenta de lo que estaba pasando. 
Su cálida mano se arrastra por mi brazo y se instala en mi mano temblorosa. La jala a sus labios, colocando suaves besos a lo largo de mis nudillos.

―Eres una mala influencia, Pedro ―digo, cada vez más cerca de él. 
Puedo distinguir su iris bajo la lámpara de calle por encima de nosotros y está ardiendo en los míos con tal intensidad. 

Su sonrisa todavía no ha dejado su rostro y la forma en que me mira me emociona infinitamente.  
―Te lo advertí ―responde él, presionando sus labios con los míos.

Toma el control y estoy indefensa ante él. Su lengua se desliza dentro de mi boca mientras una de sus manos se desliza debajo de la tela de corte bajo de mi camisa, arrastrándola hacia abajo, al centro de mi espalda. Mi pecho cae de mi camisa y un gruñido emana de él, enviando una oleada de energía a través de mí. Mientras todo mi cuerpo se calienta, me presiono con más fuerza contra él.  
―¡Eso fue impresionante! ―chilla Vanesa, empujando sus manos en el.
Pedro se aleja de mí, quitando su mano de mi camisa. Tira de la tela para cubrir mi pecho de nuevo mientras Luciano pone a Vanesa abajo en el concreto. Pedro se aleja mientras Vanesa se lanza hacía mí. 
Sus largos y delgados brazos se envuelven alrededor de mi cuello y casi me corta la respiración.  

―No puedo creer que le diste un puñetazo a una chica por mí.  

Ella tira un poco hacia atrás y presiona sus (de alguna manera todavía demasiado pintados) labios en mi mejilla. 
―No quiero hablar de ello ―me quejo―. ¿Podemos salir de aquí?  

Vanesa frunce el ceño.  

―¿Qué pasa con los otros chicos?  

Luciano se encoge de hombros.  

―Están muy ocupados. Van a encontrar su propio camino a casa.

Caminamos a través del estacionamiento y subimos al coche de Pedro
Vanesa y Luciano se besan y gimen todo el camino a mi apartamento, tan pronto como nos detenemos estoy fuera del coche, subiendo mis escaleras hacia mi apartamento sólo por alejarme de todos los ruidos de besos. Voy a buscar una botella de agua del refrigerador y me dirijo a mi habitación.

CAPITULO 68



Luciano y Vanesa van a alguna parte y el resto de los chicos se dirigen a las escaleras para enganchar chicas, dejándonos a Pedro y a mí solos. A pesar de la cena que tuve, los tequilas ya están haciendo que mi cabeza se sienta ligera.

Cuando golpeo mi cuarto tequila algún momento más tarde, decido parar y me inclino hacia Pedro mientras sus labios se envuelven alrededor de la botella. Me quedo mirándolos mientras traga un bocado y quiero desesperadamente probarlos yo misma.

―Así que, ¿por qué no eres un gran bebedor? ¿No te gusta el sabor o la sensación? ―le pregunto, arrastrando mi mirada de sus labios a sus ojos. 

Atornilla la tapa de la botella y la coloca sobre la mesa.  

―Sintiéndote curiosa, ¿verdad? 
 
Asiento y él envuelve un brazo alrededor de mí. 
 
―Hay tantas cosas que necesito entender acerca de ti. Constantemente me sorprendes.

―La mitad de la razón es porque no me gusta no estar en control y la otra mitad… bueno… ―Sus cejas entrelazan juntas―. Es una historia larga y complicada.


Siempre lo es con él. Respeto su decisión de no decirme aunque cada fibra de mi ser está gritándome por investigar en profundidad. Vítores ruidosos suenan en toda la sala VIP, distrayéndome. Nuestro pequeño grupo de amigos está liderando un montón de desconocidos por las escaleras y pronto la sala se vuelve tan llena como abajo. Vanesa cae en el sofá junto a mí mientras Luciano engancha a Pedro en una conversación.

―Todavía tienes dos tequilas por delante ―grita Vanesa en mi oído antes de mirarme como si me hubiera atrapado tirando un regalo.

―Me estoy sintiendo bien. No quiero exagerar.

Haciendo caso omiso de lo que dije, me entrega un tequila de todos modos.  
―Haremos uno juntas entonces.  

El líquido negro quema mi nariz cuando lo traigo a mis labios. Vanesa me guiña un ojo e inclino la cabeza hacia atrás, vertiendo el líquido dentro.

El tequila con sabor a regaliz baja sorprendentemente bien y apenas pongo el vaso sobre la mesa cuando Vanesa me tira a mis pies. 
―Vamos a bailar.

Me quejo en protesta, pero no hago mucho para detenerla de arrastrarme a la pista de baile. Mi cabeza es extremadamente ligera y ahora me estoy divirtiendo. Vanesa y yo bailamos juntas, olvidando por completo que estamos aquí con gente.

No tengo idea de cuánto tiempo hemos estado bailando, pero estoy sudando y la cantidad de personas en la habitación ha disminuido. Vanesa se inclina en mi oído y su cabello rubio se pega a mi mejilla húmeda.  
―¿Un trago más?  
Me encojo de hombros y asiento. Uno más no hace daño, supongo. Su codo se engancha alrededor del mío y caminamos hasta el bar. Descanso los codos en la superficie barnizada, apoyando algo de mi peso. Si no fuera tan fuerte aquí oiría mis piernas suspirar de alivio. Miro hacia atrás a Pedro y frunzo el ceño cuando veo a una chica a su lado con su linda mano con manicura en su rodilla. Al igual que casi todas las chicas aquí, tiene grandes tetas falsas y largo cabello rubio platino que se enrosca alrededor de sus pechos. Los ojos de él se mueven de ella a mí y fuerzo a mi mejor sonrisa de “no estoy celosa” antes de volverme hacia el bar. Tengo que confiar en él.

Vanesa se inclina para ordenar y un idiota borracho se para groseramente entre nosotras, golpeando a Vanesa con la chica a su lado. La chica está enojada, aunque no tengo ni idea de por qué, ni una gota aterriza sobre su vestido de tubo de color azul celeste. El rostro de la chica se contorsiona en una mueca maliciosa.

―¡Qué demonios! ―gruñe ella hacia Vanesa, mostrando sus dientes monstruosamente blancos y balanceándose ligeramente.

Vanesa me mira por encima del hombro, riendo como una idiota y reprimo una sonrisa.  

―Lo siento. ―Vanesa medio sonríe, medio se disculpa―. Este hombre…
―Al diablo con eso. Me debes una bebida. 
Los dos amigos detrás de ella se quejan incoherentemente en acuerdo.

―No te debo una mierda ―responde Vanesa.

Vanesa no es alguien que evita una pelea de bar (o eso dice ella) así que tiro con fuerza su mano. No hay manera de que me esté metiendo en una pelea con estos tacones. Tachen eso, de ninguna manera voy a entrar en una pelea, y punto. No he tenido una en mis veintitrés años de vida y no quiero empezar ahora.

―No es gran cosa, Vane. Basta con remplazar la bebida. 
―No.

La rubia da unos pasos hacia delante en un intento de intimidar a Vanesa. Ella no es tan intimidante… Quiero decir, no es mucho más alta que yo y su maquillaje está hecho horriblemente, como un payaso en un carnaval.

―Reemplaza. Mi. Jodida. Bebida. 
Vanesa da un paso hacia la chica y corro a su alrededor, valientemente poniéndome entre ellas. 
―Relájate ―le digo a la chica―. Voy a reemplazar tu bebida. ¿Qué estabas bebiendo?  

―Gin and tonic.

Le digo al camarero y él chasquea uno. Cuando me lo entrega, me deslizo contra la madera barnizada hacia la muchacha. Sus ojos oscuros me inspeccionan y luego a la bebida. Después de unos segundos, me sonríe y coge el vaso. Me hundo en alivio. Gracias a Dios que ha terminado.

 Antes de voltearme a Vanesa, la payasa rubia desliza la bebida de la barra y se estrella a mis pies, mojando mis dedos de los pies. Pedro está a mi lado al instante, su mano clavada firmemente alrededor de mi cintura. Unas cuantas personas están mirando ahora y la ira quema dentro de mí. Mi mirada se eleva desde mis pies hasta la molesta cara de suficiencia de la chica. Vanesa da unos
pasos a mi alrededor y empuja fuerte a la chica.

―¿Cuál demonios es tu problema? ―grita ella.
La rubia desconocida tropieza hacia atrás antes de lanzarse hacia Vanesa. No sé lo que pasó… lo siguiente que sé, mi puño vuela de mi lado y golpeo a la chica en la mandíbula. Cae duro y estoy de pie sobre ella,dominándola. Ella me mira, apretando la mandíbula. Sus ojos son brillantes por las lágrimas, haciéndome sentir como una mierda. Oh, mierda. ¿Qué he hecho? Abro la boca para disculparme y ayudarla a levantarse, pero unos fuertes brazos me contienen. 
―Es hora de irnos. ―Pedro se ríe entre dientes, tirándome encima de su hombro.

Estiro mi cuello para mirar hacia arriba y detrás de mí Luciano está llevando a Vanesa, quien está gritando y dándole alaridos a la chica que le di un puñetazo.

Golpeé a una chica.

En la cara.

CAPITULO 67




En el interior, el auto es ruidoso y molesto. No puedo oír mis pensamientos y un pequeño dolor comienza a formarse detrás de mis ojos.

Apoyo la cabeza en el reposacabezas y cierro los ojos brevemente. Gran parte del brazo cálido de Pedro descansa sobre mi muslo mientras nos lleva al club nocturno.  

Nos detenemos en el estacionamiento del Heaven’s y caminamos hacia el frente. El grupo con el que estamos se adelanta.  

Están hablando sobre bebida, baile y chicas, todo lo que puedo imaginar es que me arrastro de vuelta a una agradable cama caliente,preferiblemente con Pedro. La cola en el club es larga, llena de borrachos,zorras y personas enojadas que sólo quieren una bebida. Mientras voy a pararme detrás de una pareja prácticamente teniendo sexo, Pedro agarra mi muñeca y me obliga a seguir caminando. Pasamos la larga fila de gente y todos ellos nos miran con curiosidad a medida que avanzamos hasta la puerta principal.

El guardia de seguridad se pasa la mano por la calva, sonriendo ampliamente.   

―¡Pedro, hombre, cuánto tiempo! ¿Cómo has estado, hermano?  

―Igual ―responde Pedro, deslizando su brazo alrededor de mi cintura.

Los ojos del guardia me observan de pies a cabeza.   

―Ya lo veo.

Frunzo el ceño. ¿Qué demonios significa eso? El guardia de seguridad se hace a un lado, dejando que todos entremos al club y detrás de nosotros,la multitud se vuelve loca.


En el interior, el club está en su apogeo y más o menos está lleno hasta el techo. No puedes fijarte por lo general en la hermosa decoración del club.

Todo está bloqueado y cubierto por los cuerpos, girando con la música alta del club. Me acerco más a Pedro y Vanesa me agarra del codo mientras nos arrastra a través de grandes multitudes, hasta la sala VIP. Los dos enormes guardias de seguridad de pie delante de la puerta consiguen una mirada de Pedro y dan un paso fuera del camino. Ellos sostienen la gran puerta azul abierta y subimos a un pequeño conjunto de escaleras antes de ser liberados al otro club de arriba. La sala VIP emite una vibración del Medio Oriente con las cortinas rojas y marrones que separan sofás y mesas de café bajas. Es mucho más fácil respirar arriba en comparación con el reducido espacio de la planta baja y sólo hay un máximo de doce personas, no incluyendo nuestro grupo. Eso ayuda a que el dolor de cabeza que llevo conmigo desaparezca. Luciano, Vanesa y el resto del grupo prácticamente saltan a la barra, mientras que Pedro y yo nos abrimos paso al cómodo sofá. 
 
―¿Cómo consigues todo esto? ―le pregunto―. Sólo eres un luchador amateur, pero tienes un buen auto y consigues el trato de la realeza.

Se recuesta en la silla y juega con las puntas de mi cabello, haciéndolo girar alrededor de su dedo índice.  
―Puedo estar compitiendo en el torneo amateur, pero he estado en el juego por un largo tiempo. La gente me conoce.  
El grupo vuelve con una gran cantidad de tragos y todos los colocan uniformemente a través de la mesa. Seis bebidas cada uno. Todos eran de diferentes colores, que van de claro a negro azabache.

Me dirijo a Pedro.  
 
―¿Estás seguro de que no vas a beber? 
 
―Absolutamente no. ―Se entromete Luciano, tendiéndole a Pedro una botella de agua―. Nos estamos llevando la competición de este año ―mira entre Pedro y yo―, sin riesgos.  

Siguiendo a los otros, inclino un trago de color claro a mi garganta y de inmediato se siente como si estuviera haciendo un agujero. Bajo mi vaso sobre la mesa, tomando un segundo para que el sabor áspero abandone mi boca.
  
Miro los vasos de todos los demás y han terminado de tomárselos. Me miran altamente divertidos, como si fuera incompetente y no merecedora de beber con ellos.

―No me importa cómo me miran. ―Me río, limpiando la palma de mi mano sobre mi boca―. No me voy a dar un envenenamiento por alcohol.  

Vanesa me guiña un ojo mientras bebo el segundo tequila. Ella sabe cómo soy con mis bebidas. No bebo para emborracharme, bebo para aligerarme y pasar un buen momento. Tantos tequilas no es buena idea.

CAPITULO 66



Antes de que saliéramos, Vanesa exigió que fuera a casa y me cambiara,lo que estaba bien para mí. No quería llevar el jersey, tanto como ella no quería verlo. Me vestí, arreglé mi cabello y maquillaje en tiempo récord, e inquietante tener a tanta gente que no conozco descansando en mi apartamento.

Esta noche, decido llevar un cuello halter blanco con escote bajo y una falda de tubo negro de talle alto. Me veía más como si fuera a una función de trabajo que a un club, pero me sentía cómoda, me sentía sexy y en control.

El Heaven’s es un club elegante. Seguro, un montón de escoria y zorras van allí, pero no puedes ganar la entrada a menos que luzcas con clase y me veo elegante. Hay una firme llamada a mi puerta mientras me deslizo en un par de zapatos de tacón negro.

―Entra ―grito, esperando el rostro de Vanesa, pero consiguiendo el de Pedro.  

Sus ojos se desplazan descaradamente sobre mis piernas
completamente expuestas y atrapa el lado de su labio inferior entre los dientes antes de convertirse en una gloriosa sonrisa insinuante.

―¿Qué? ―dije, poniéndome aros de oro.

Tomó unos lentos pasos hacia mí a propósito, cada paso aparentaba medido pausado y deliberado. Aguanto la respiración mientras cierra la distancia entre nosotros. 

―Estoy contemplando si debería dejarte ir al club y provocarme, o si debo tomarte ahora mismo.

Sus dedos rozaron mi mandíbula y cuello antes de seguir la tela de mi camisa hasta mis pechos. Bajo su toque, mi sangre hierve. En las proximidades, su colonia me rodea y mis rodillas se debilitan. Se da cuenta y se ríe entre dientes mientras sus fuertes manos me recorren. Ahueca mi trasero y me presiona firmemente contra él mientras inclina su cabeza,llevando sus labios a los míos. Me duele el corazón mientras choca contra mis costillas, mi interior se encoge y pulsa. Quiero su boca sobre mí y lo quiero ahora.
―Podemos quedarnos ―susurro mientras nuestros labios se rozan.  
Con una sonrisa irónica, me libera y se aleja unos pasos. 

Parpadeo un par de veces, confusa―. ¿Qué demonios?  
―La frustración sexual que sientes, que estás experimentando en este momento es como vas a hacerme sentir toda la noche sólo con el uso de ese maldito traje. 
Miro su ancha y bien formada espalda salir de mi habitación, dejándome mirándolo detrás de él. Paso mis manos sobre mi cara, tratando de recuperar la compostura. Sabe exactamente qué botones presionar y lo odio. Saco mi cabello de mi cola de caballo y corro un peine a través de él. Está contra mis hombros, enmarcando mi cara y lo bato un poco, dándole más volumen. Hago un poco de giro frente a mi espejo y salgo de mi habitación. Los silbidos y aplausos que estallan en la sala de estar me dicen que me veo tan bien como creo que lo hice.  
―¿Vamos a tomar un taxi? ―le pregunto a Vanesa. 
―Nah, Pedro se ofreció para ser el conductor designado.  
 
Uno por uno salen de mi apartamento y nos encaminamos hacia el auto. 
fundida porque él es la razón por la que voy a salir. 
―No puedo, tengo una pelea por delante y no soy un gran bebedor, de todos modos.

―¿En serio? Te habría tomado por todo un fiestero.

Pedro se encoge de hombros y envuelve un brazo alrededor de mi cintura. Tira de mí a su lado mientras caminamos por las escaleras de mi apartamento. Dos de sus amigos nos miraban con curiosidad, como si nunca antes hubieran visto a Pedro con una chica y no puedo evitar preguntarme si hay más cosas en nuestra relación de la que pensaba. Los amigos,incluyendo a Vanesa, se apilan en la parte trasera del auto de Pedro, dejando los dos asientos delanteros para Pedro y para mí.  

Cuando se cierra la puerta de atrás, me dirijo a Pedro. 

―Antes de salir esta noche, quiero aclarar algunas cosas entre nosotros. ―Quita su mano de mi cintura y se apoya en el lado del pasajero de su auto―. Bien ―empiezo, frotando mis dedos en mi frente y rezando no avergonzarme a mí misma―. Bueno, tuvimos sexo…

Sonríe ampliamente, una que expone sus dientes blancos y mis mejillas se calientan. 
 
―Soy muy consciente de eso. 
―Pero ―continúo, haciendo caso omiso de su respuesta―, ¿Nosotros no estamos juntos?

―Así es. ―Su voz no suena certera, pero lo ignoro. 
―Lo siento, es todo el toqueteo y agarrado de la cintura… que me está confundiendo. Sólo estoy aclarando nuestra posición, así nuestros sentimientos no saldrán lastimados esta noche. 
Frunce el ceño hacia mí y mi corazón casi se rompe en mi pecho. He dicho algo malo. 
―¿Vas a herir mis sentimientos? ―responde Pedro con un brillo audaz en sus ojos.  
―No son tus sentimientos los que me preocupan―murmuré,sintiéndome estúpida por sólo decirlo. 

Pedro, sin duda, tendrá admiradoras si vamos a salir esta noche, más específicamente, las admiradoras, del tipo que
harán y dirán cualquier cosa con tal de acercarse a él.  
Inclina la cabeza hacia un lado, analizando mi cara.   
―Tú confundes mi intención en nuestra inexistente relación novio/novia. ―Da un paso más cerca―. Podríamos no estar usando los títulos, pero aun así te reclamo como mía.  
―¿Tuya?

Normalmente, no me gusta cuando la gente se refiere a los demás como una posesión, pero cuando Pedro lo dice hay algo muy sexy y seductor en eso. 

―Estas malditamente en lo cierto. ―Agarra mis caderas, tirándome hacia él―. Eres mía y me aseguraré de que cada persona en el club lo sepa. 

―Pero le dejaste bastante claro a Dom que no soy tuya…
 
―Eso es porque Dom y yo tenemos un montón de historia. Si le digo que eras mía, no te habría dejado salir. 

Por supuesto que Pedro tiene historia con Dom. Parece que tiene historia con todo el mundo.


―Déjame adivinar, ¿te has acostado con su novia?
 
La ventana trasera se baja y Luciano saca la cabeza. Su cabello tiene más productos que Vanesa y eso es mucho decir.  
―¡Hey, tortolitos, cuando estén listos, nos gustaría ir al Heaven’s! 

Chillidos y ovaciones siguen su demanda y Pedro abre la puerta del pasajero para mí. 

―Nunca dije que fuera perfecto ―me dice él.

CAPITULO 65



Todo el mundo está comiendo y hablando. Pedro está en una profunda conversación sobre mi cabeza con mi padre, continúo comiendo mi patata y escuchando a Vanesa decirle a mamá acerca de su día en la empresa. Observo cómo los ojos de mamá se estrechan en el plato limpio y vacío de Pedro. Él no ha tocado nada de su comida y sé que ella va a…

―¿No tienes hambre, Pedro?  

Mierda. Puedo ver sus prejuiciosos ojos mirándolo, esperando simplemente a que él haga o diga algo malo.

―No, señora ―responde cortésmente, sonriendo ampliamente―Estoy en una dieta estricta.  

Vanesa mira con simpatía hacia mi desde debajo de su ceño. Entiende cómo de obsesiva es mi mamá sobre la comida. Si estás en su casa, es mejor comer su comida, incluso si estás lleno.

―No es una gran cosa, mamá ―le aseguro―Pedro tiene que hacer ciertas cosas y comer ciertas cosas por el bien de su carrera. No se trata de tu comida. Tu comida es deliciosa.
 a medida que regresa a su conversación con Vanesa.  
―Tu mamá es intensa ―murmura Pedro hacia mí y asiento.  
―Ese es el eufemismo del siglo.   
Tan pronto como la comida es devorada, todos saltamos a nuestros pies y decimos adiós. Mamá y papá nos acompañan a la puerta, estrechando manos y dando abrazos. No me pierdo la forma en que papá se queda mirando a Pedro con tanto orgullo y adoración, eso trae una sonrisa a mi cara.

―Se cuidadosa, por favor ―dice mamá, besando mi mejilla.
―Siempre lo soy. 
 
Asiente con sequedad a Pedro y salimos al porche. Él enlaza sus dedos con los míos y me lleva por el camino de gravilla. Echo un vistazo a nuestras manos, confundida.  
―¿Qué estás haciendo? ―pregunto. 
Me sonríe, sus ojos brillando con diversión.  
―Creo que esto se llama sostenerse de la mano. La gente lo hace cuando están interesados en otra persona, o cuando quieren molestar a la madre de alguien.   
Me ahogo con una risa.  

―¿Y cuál de esas es?

Se detiene y mira de nuevo a la casa. Sigo su línea de visión y veo a mamá mirando a través de las cortinas hacia nosotros, observando como un halcón. Niego hacia ella, pero no desaparece. Rodando los ojos, miro de nuevo a Pedro. Está sonriendo diabólicamente hacia mí y se para más cerca,agarrando mi cintura.

Pedro, no… ―Pero es demasiado tarde. Él ya ha presionado sus deliciosos labios llenos a los míos.

Su lengua se desliza a través de mis labios y abro mi boca,sin darle un segundo pensamiento. Me besa duro y apasionado antes de que sus dientes pellizquen mi labio inferior, dejándolo hormigueando mientras retrocede. 

Sus ojos buscan los míos con un brillo satisfecho. 

―¿Por qué hiciste eso? ―me quejo sin aliento, sabiendo muy bien que mamá usará eso en su contra más tarde.


―Tú mamá ya piensa que soy malo para ti. Bien podría ir por la cosa completa. 

Lo empujo. 
 
―Juegas sucio.  

Aprieta el dedo índice contra mi pezón oculto y hace círculos lentamente. Alejó su mano y se ríe, dibujando una sonrisa en mí. 

―Dime algo que no sepa.