Mi teléfono vibra en mi bolsillo mientras Damian maneja de regreso al hotel.
Vanesa y Luciano se sientan en la parte de atrás, pero se están ignorando el uno al otro, todo el mundo está ignorando al otro. No me importa eso. El silencio me da tiempo para ordenar mis pensamientos y saber exactamente qué le voy a decir a Paula. Con una exhalación fuerte, agarro el teléfono. No me molesto en mirar la pantalla cuando la traigo a mi oído.
―¿Hola?
―Ah, Pedro. No puedo decir que estaba esperando que contestaras mi llamada ―contesta la voz de Matt Somers fuerte en mi oído―. Todo un lío que me dejaste para limpiar hoy. Me ha costado un montón de dinero.
―Eso era lo que querías.
―Lo que quería era un despliegue de plumas, tal vez un poco de fuerza bruta. No un motín de los mil demonios.
Un tenso silencio llena el auricular y luego ríe entre dientes.
―Debería estar enojado contigo. Quiero exigirte que el pago por los daños y perjuicios salga de tu bolsillo y que hagas frente a los procedimientos legales… pero, no lo haré. Tu truco vendió un extra de tres mil asientos.
Frunzo el ceño.
―¿Lo hizo?
―Oh sí. Tomar dos chicas de Dom fue brillante. Se ha vuelto loco, publicó por todas las redes sociales que quiere destruirte. Incluso hará una entrevista para un periódico local. Las personas están zumbando y eso es exactamente lo que queremos.
Matt está contando esto como una victoria… así que, ¿por qué me siento como una mierda?
―Correcto.
―Estamos a nuestro margen, así, que no hay más presión de disturbios públicos. No quiero que me cueste más dinero.
Me relajo con sus palabras dejando que mi cabeza caiga atrás contra el reposacabezas.
―Todo bien.
―Y bueno, tal vez Paula y mi esposa puedan reunirse en algún momento y compartir consejos. Mi esposa pierde toda su mierda cuando me atrapa con otras chicas. ―Me da una risa siniestra y se despide al colgar. Bajo el teléfono,apoyándolo contra mi muslo. Ahora que acabó… estoy empezando arrepentirme.
―No está enojado ―le digo a Damian, aunque no vuelve sus ojos en mi dirección―. Y me dijo que no tengo que hacer otra aparición en público con Dom.
―Bueno. Ahora solo queda sentir lástima por…
―No sientas lástima por mí ―lo interrumpo bruscamente.
―No siento lástima por ti. ―El asiente en mi dirección, sus ojos oscuros estrechados―. Un hombre podría poner un cuchillo afilado contra mi garganta y amenazarme con cortarme el cuello y todavía no traicionaría a mi esposa. Es de Paula por quien siento lástima. Ella tiene que ser vista en público contigo después de haber sido visto con una mujer al azar y su mejor amiga. ―Vuelve a ver la carretera―. Pensé que te había enseñado mejor que esto.
―No es eso, Damian.
―¿No lo es?
―No, no lo es ―le gruño―. Paula lo entenderá.
Asiente lentamente.
―Eso es lo que temo.
Todo mi cuerpo se tensa y aprieto los puños.
―¿Qué demonios se supone que significa eso?
―Ella va a perdonarte, ya sabes eso. Paula no conoce nada mejor… y eso me molesta porque merece algo mejor. Merece algo mejor que Ramiro… y se ha quedado atascada contigo. Después de que se lo digas, y se lo vas a decir, pasarás el resto de tu vida compensándoselo… o alguien más lo hará.
Giro la cabeza hacia la ventana. No quiero hablar de esto con él. Tiene un talento único para hacer que me sienta peor de lo que ya lo hago. Siempre he sabido que Paula merece algo mejor que yo y que me lo digan cada maldito día…
Y ahora que le he dado una razón para que ella se lo diga así misma también. Va a mirarme y verme como un monstruo que antepuso su carrera antes que a ella, que puso sus labios en su mejor amiga.
Me siento enfermo.
Me siento como una mierda barata.
*****
Suavemente, toco con mis dedos la puerta de nuestra habitación. No estoy dispuesto a resignarme a pasar la tarjeta de acceso. Una vez que abra la puerta, mi vida va a cambiar, nuestra relación va a cambiar, independientemente si le digo a Paula lo que pasó hoy o no.
―¿Vas a abrir la puerta? ―pregunta Vanesa, su voz llena de actitud.
Echo un vistazo por encima de mi hombro. Luciano no dijo ni una palabra a ninguno de nosotros a medida que entramos en el hotel. Él y Damian se separaron, dejándonos a Vanesa y a mí para manejar a Paula. Ambos están enojados con nosotros… tal vez no debería haber besado a Vanesa por segunda vez.
―Dame un minuto.
La voz de Vanesa tiene un tono cauteloso.
―No vas a decirle, ¿cierto?
Aprieto los ojos, me pellizco el puente de la nariz.
―Tengo que hacerlo.
―Pedro…
―¡Ella es mi esposa! ―digo tan tranquilo como puedo―. No puedo guardarle secretos… y no lo haré. El beso no significó nada,lo hicimos por Matt, ¿cierto?
Ella asiente con seguridad.
―Correcto, pero Paula no va a verlo de esa manera. Confía en mí, Pedro la conozco mejor que nadie. Va explotar, como una granada.
Cuando la gente me dice este tipo de cosas, me pregunto si la conocen del todo. Paula no va a explotar, ella hablará. Querrá saber cada pensamiento y sentimiento detrás de cada decisión. Voy a hacerle daño y probablemente voy hacerla llorar, pero no voy a perderla. Sé que entenderá.
Tiene que entender.
―Es posible que la conozcas mejor que a Damian o Luciano, pero no la conoces mejor que yo, y si estás tan motivada para mantenerla ajena de algo así, tal vez deberías renunciar a tu título de mejor amiga.
Sopla un suspiro ofendido de aire.
―Puedes hacerle frente por tu cuenta entonces. Voy a ver a Luciano. ―Se da la vuelta sobre sus talones, enviando sus rizos por todas partes―. No me vengas llorando si ella explota en tu rostro.
Elijo hacer caso omiso de su salida dramática, así que utilizo mi tarjeta de acceso y entro en la habitación. Está muerta de tranquilidad y un pánico culpable sube por mi garganta. ¿Ya lo sabe? Cierro la puerta, trato de escuchar cualquier sonido procedente de Paula. Nada. Me asomo en cada esquina y observo cada objeto antes de finalmente llegar a las escaleras que conducen a nuestra habitación. Paso a paso avanzo hasta llegar a la cima.
―¿Pedro? ―grita Paula desde el cuarto del baño―. ¿Eres tú?
Su voz se estrella contra mí y me detengo. Me paso una mano por el rostro, inhalando profundamente y expulsando tranquilamente.
―¿Si?
―Yo, uh, te estaba esperando…
Doy un paso más cerca al cuarto de baño y cada zapatazo se siente como si estuviera llenándose con arena mojada.
―Pensé que podríamos hacer esto juntos… Si quieres.
De repente la habitación en la que estoy de pie me vuelve claustrofóbico. No se siente como mi lugar. Siento que mi pulso está machacando los principales puntos de mi cuerpo; cuello, muñecas, pecho, tobillos, y mi caja torácica abrazada abajo de mis pulmones. Corro la palma de mis manos en mis jeans para reducir algo de sudor, pero sigue viniendo.
―¿Pedro? ―Ella se asoma alrededor de la puerta del baño y la vista de sus brillantes ojos verdes, me siguen. ¿Han sido siempre tan brillantes? ¿Tan hermosos?
Mi pulso se desacelera a la normalidad y lo siento solo mi pecho. Su cabello es una maraña, sus mejillas son rosadas y nerviosas y sus labios de un hinchado rojo. He estado haciendo mierda estúpida y egoísta y ella ha estado aquí todo el tiempo preocupándose por nosotros, pensando en nosotros. Me trago mi ansiedad… porque me necesita.
Necesita mi apoyo. Y camino más cerca y la arena se filtra en mis zapatos con cada paso que doy, camino más y más hasta que ella está en mis brazos. Sus pequeñas piernas se envuelven alrededor de mi cuerpo, apretándome a ella tan duro como puede.
―¿Vamos a estar bien? ―susurra, sus dedos clavándose en mí.
―Lo prometo. ―No vacilo con mi respuesta… tal vez si lo digo lo suficientemente rápido se hará realidad.
Paula inhala temblorosamente y me libera. Al deslizar sus ojos, se da la vuelta. Entramos en el cuarto del baño, un cuarto de baño que de repente me parece demasiado pequeño para contener tanto. Me apoyo en el lavado mientras camina de un lado a otro nerviosa. Ella golpea la prueba con la palma de su mano, una y otra vez con algún ritmo irregular. No me apresuro a ella. En su lugar, la veo… solo esperando a que ella decida, cuando la hará y con la secreta esperanza que no la haga.
―Está bien ―murmura en voz baja―. Es ahora o nunca.
Nerviosa, palmea el palito blanco contra su mano una y otra vez antes de dejar caer su mano a los botones de sus jeans.
Los abre y los arrastra hasta sus piernas antes de bajarse a sí misma rápidamente en el inodoro. Mi pulso tartamudea cuando ella mira tímidamente hacia atrás con sus largas pestañas oscuras.
―¿Puedes ver a otro lado?
―¿Yo? ―digo, fingiendo un insulto―. No es nada que no haya visto antes.
―¿Has visto a una chica hacer pis en un palo?
Me encojo de hombros, dándole una sonrisa perezosa.
―He visto cosas peores.
―Ew. ―Paula se encoge con una risita―. ¿Supongo que te encontré haciendo una de esas, huh?
Asiento, riendo.
―Supongo que algo así.
Ella tira de la tapa del palito, revelando una pequeña pestaña blanca.
Rápidamente la desliza de entre sus piernas. Ocultándolo a la vista.
―Bien, puedes ver pero no escuchar.
―Estoy de pie a menos de dos metros de distancia. Como se supone…―Hago una pausa y me pego los dedos a los oídos―. ¿Mejor?
Sus gruesos y pequeños labios de curvan en una inocente sonrisa y sus labios se mueven, pero no oigo nada de lo que está diciendo. Deja caer los ojos al suelo y examina las baldosas. Hago lo mismo. Treinta segundos apenas pasan y se desplaza del inodoro. Tirando de toda mi atención. Ella alza el palito y mi respiración se congela mientras ella lo mira. Sus ojos no fallan o traicionan cualquier cosa que dice.
Se levanta y pone todo en su lugar. Aparto la mirada, dándole su privacidad mientras termina lo que está haciendo. Cuando está sobre sus pies con sus jeans y todo abotonado, saco mis dedos de mis oídos y cruzo los brazos con fuerza sobre mi pecho. El rostro de Paula es neutral, como si yo fuera un fantasma que ni siquiera puede ver.
Cruza el cuarto de baño y coloca palito en el mostrador, así que no puedo mirarlo. Crece mi ansiedad… mastico el interior de mi labio y bajo la mirada hacia el palito… ¿Qué dice?
Ella se da la vuelta hacia mí, pero evita mi rostro.
―Una barra significa no ―susurra―. Dos significan…
Un globo invisible en mi pecho se desinfla mientras cae contra el mostrador, sus manos vuelan a su rostro mientras llora sobre sus palmas. Soy incapaz de moverme… completamente congelado por lo que estoy viendo. Alcanzo el palito y le doy vuelta.
Mierda.
Supongo que dos significa sí…
No fue difícil localizar a Dom. Vanesa encontró su página de Twitter y el imbécil publicó una foto de su ubicación con una rubia delgada sentada muy bien en su regazo. Son las nueve de la mañana y está en las piscinas elípticas del Aria con la chica, bebiendo daiquiris. Parece que no es tan serio como yo en su entrenamiento. Si cree que tiene esto en su bolsa, hay algo mal con él.
Damian me advirtió que me mantuviera alejado de Dom. Me rogó que ignorara las palabras de Matt, pero ya no puedo.
Voy a destruir a Dom, no físicamente, no esta vez. El juego que jugaré será puramente mental. Le pegaré tan fuerte que va a entrar en la sala de entrenamiento y no salir hasta que sea la noche de la pelea. Quiero ver el vapor de sus orejas y juro por su vida que me lo va a dar. Es hora de entrar en su cabeza y sacarlo de la mía.
Dejé a Paula en el baño cuando salí esta mañana. Ella no se sentía tan bien y verla en el suelo, acostada medio dormida contra las baldosas envió golpes de temor a mi estómago. Va hacerse esa prueba hoy y tengo que prepararme para el resultado… lo que sea. Le dije que la amaba y que me alejaré de los problemas…a pesar de que sabía que la segunda parte era una mentira.
El casino Aria es precioso. Se alza en lo alto, al parecer brillante y hermoso, con sus sutiles curvas. Si alguna vez vuelvo a Las Vegas, aquí es donde me hospedaría. Paula también le encantaría. Con otro murmullo de desaprobación de Damian se detiene frente al casino.
―¿Estás seguro que sabes lo que estás haciendo, Pedro? ―pregunta Luciano desde el asiento trasero.
Asiento.
―Esta es la única manera de mantener a Dom y Matt fuera de mi vida hasta la pelea.
―¿Y después de la pelea, qué pasará? ―interviene Damian con voz condescendiente y agresiva.
Me encojo de hombros y abro la puerta.
―Vamos a ver.
Damian levanta las manos exasperado.
―¿Vamos a ver?
Me deslizo fuera del coche y enderezo mi camiseta negra.
Tanto Luciano como Vanesa siguen mi ejemplo, pero Damian permanece sentado, con los dedos agarrando el volante.
―¿Vienes? ―lo llama Luciano por encima de mi hombro.
―No quiero ser parte de esto.
Empujo la puerta y la cierro de golpe. No necesito la ayuda de Damian, de todos modos. En la mayoría de los lugares, se sienta como un ángel en mi hombro, me dice qué hacer y qué no hacer. No puedo tener eso hoy. Tengo que volver al
momento cuando todo me importaba una mierda, a un momento cuando solo tenía a Luciano y mi libre voluntad.
No necesitamos mucho tiempo para encontrar las piscinas.
Vanesa es bastante lista con su teléfono y logró encontrar las direcciones directamente de él.
Le dije a Luciano que no la trajera, pero ahora me alegro de que no lo haya hecho.
Nos salvó de tener que hablar amablemente nuestro camino por el hotel con el personal para poder entrar. Andamos por el lugar como si estuviéramos aquí desde hace años y cuando las miradas curiosas permanecen mucho tiempo en nuestra dirección lanzamos los brazos a nuestro alrededor pasando por borrachos y fingiendo que somos parte de ellos. No es a prueba de tontos pero funciona.
La piscina está llena a esta hora de la mañana y hay un montón de personas más embriagadas de lo que esperaba.
Exploro el área, mirando hacia arriba y debajo de la piscina elíptica por un hombre calvo que probablemente está
sonriendo demasiado duro, riendo a carcajadas y siendo un idiota total.
―¡Ahí! ―Vanesa señala―. Al final del bar.
Efectivamente, en la zona delimitada al otro lado de la piscina está un odioso Dom, riendo hasta por el culo mientras le pellizca el trasero a su amiga. Ella chilla y acorta la distancia. Es hermosa, con su largo cabello dorado, un cuerpo asesino y piernas largas. Lo siento por la chica… no porque ella sea lo suficientemente estúpida para mezclarse con Dom, sino porque voy a usarla para destruirlo en este
lugar. Todo su equipo está allí, también, hasta su compañero de entrenamiento.
Si la mierda va mal, esto podría ser un problema para nosotros. Luciano y yo no podemos vencer a seis chicos, no importa lo bueno que seamos. Sin embargo, espero que esto no escale a un nivel físico… o Dom y yo estaremos acabados.
―Muy bien, Vanesa, ve a divertirte. Luciano y yo tenemos algo de mierda que hacer.
Ella se desliza frente a mí, impidiéndome caminar más cerca del bar.
―Como el infierno, me vas a necesitar.
Cruzo los brazos con fuerza sobre mi pecho.
―¿Yo te necesito a ti?
Asiente.
―Eso es correcto. Te vi mirando a esa chica. Si quieres su atención, vas a necesitar mi ayuda.
Luciano resopla, lo que me hace gracia.
―¿Voy a necesitar tu ayuda para conseguir la atención de una chica?
Luciano tiene razón, estás loca.
Vanesa entrecierra sus ojos.
―Escúchame, Sr. Macho, no tengo ninguna duda que puedes conseguir su atención, pero Dom va a verte antes de que siquiera entres en alcance. Cuando lo haga, tu plan se va al traste.
―¿Qué estás sugiriendo?
Sin decir una palabra, agarra el dobladillo de su blusa y tira de su top celeste por encima de su cabeza. Lo presiona en su pecho y ajusta su pequeño, diminuto bikini blanco.
―Voy a atraer su atención.
La tela expone gran parte de sus generosos pechos y es tan delgada que simplemente puedo ver los círculos oscurecidos de sus pezones debajo. Me aclaro la garganta y alejo la mirada, mirando por encima del hombro a Luciano. Se encoge de hombros, todo con una sonrisa perezosa en su cara. Yo estaría forzando mi camisa sobre Paula y arrastrando su culo de vuelta al hotel si se cambiaran los
papeles.
―A él no le importa ―dice Vanesa, mirando a mi alrededor hacia Luciano―. No somos nada, ¿cierto?
Él no responde de inmediato, pero cuando lo hace su voz es oscura y castigadora.
―Cierto.
Con una sonrisa, ella se desabrocha la falda de mezclilla y la empuja por sus piernas antes de levantarla con los dedos de sus pies y envolver su teléfono en la tela.
―Este es mi plan ahora. Obtén la atención de la otra chica y luego sígueme la corriente con todo lo que haga. ―Me da sus cosas y se gira. Antes de irse se voltea rápidamente hacia atrás, sus ojos de repente suplicantes―. La mierda, probablemente, se va a poner un poco rara, así que cualquier cosa que hagas, no le digas a Paula. Ella me odiará para siempre.
―¿Puedes decirme por lo menos cuál es el plan para saberlo?
Ella sacude la cabeza y acaricia su cabello con los dedos.
―Si te lo digo, no te va a gustar, pero te prometo que va a encabronar a Dom más que nada que puedas llegar a lograr por tu cuenta. ―Me hace un guiño sobre su hombro antes de pavonearse en dirección al bar con un seductor balanceo de sus caderas.
Sabe exactamente lo que está haciendo... sabe exactamente cómo llamar la atención de un hombre y Dom se va a tragar todo.
Luciano y yo rodeamos la piscina, yendo hacia la izquierda hasta que estamos en el lado opuesto de la barra. Tomamos dos taburetes contra la barra de madera y pedimos una cerveza cada uno. No estaba pensando en beber la mía, pero parece que Luciano tiene otra idea. Él termina su cerveza en menos de treinta segundos y señala la otra.
―¿Sediento, Luciano?
Me descarta y vuelve a su cerveza. Supongo que esto es más difícil para él de lo que pensaba que sería. Vanesa está a la vista, casualmente paseando por el lado de la piscina y usando su mano para protegerse los ojos del sol de la mañana.
Poco a poco gira su cuerpo y da unos pasos hacia la barra.
Luego se detiene y asiente hacia algo en el otro lado de la piscina.
―¿Cerveza? ―grita, llamando la atención de cada cliente del bar a la vista―. ¿Una jarra de cerveza?
Vanesa da a sus amigos fantasmas un saludo y un pulgar hacia arriba.
Entonces, trota, sus pechos balanceándose, mientras hace camina hacia el lado donde Dom está sentado. Lo miro, su atención ya no está en la chica a su lado cuyo culo estaba apretando hace unos minutos. Está en Vanesa, su atención está pegada a ella como pegamento caliente, y, a juzgar por la forma en que Luciano termina su segundo vaso de cerveza y pide otra me dice que también lo notó.
Vanesa se inclina contra la barra junto a Dom, sacando su culo mientras charla con un camarero. Él descarta a la otra rubia y se desplaza más cerca de Vanesa.
Ella mira por encima del hombro de Dom, inclinando su cabeza hacia la rubia haciendo pucheros, apoyándose contra la barra a mi lado. Supongo que estoy dentro.
La otra rubia ordena un Martini y espero mi oportunidad de entablar conversación con ella. Ella maneja su salida como una dama. Sin amargura, sin maldecir o una pelea de gatas, solo un gesto de comprensión de la cabeza. Un camarero coloca su copa y se aleja. Ella agarra el tallo de la copa entre sus dos dedos delgados y la gira lentamente.
―No vas a beberlo todo, ¿verdad? ―pregunto, inclinando mis rodillas en su dirección. Inclino mi codo contra la barra y le sonrío. Mi sonrisa se siente forzada y falsa, pero dudo que ella lo note. La chica vuelve la cabeza hacia mí y todo su cuerpo se tensa. Sus labios se separan mientras sus ojos me observan y deja escapar una exhalación lenta y constante. No lo notó.
―No, si no tengo que hacerlo. ―Desliza su copa de Martini a lo largo de la barra hasta que está contra la mía.
Así de fácil, tengo a la mosca en mi red. Ella se coloca más cerca y sus ojos resplandecen.
―¿Cuál es tu nombre? ―me pregunta, dando golpecitos con su dedo largo y delgado en mi muslo.
―Pedro. ―Señalo por encima de mi hombro―. Este es mi amigo, Luciano.
Él da un medio gemido saludando.
―Soy Tahney.
―Veo que te dejaron tirada ahí, Tahney ―declara Luciano y una pequeña risa sale al final de su oración.
Pongo los ojos en blanco. Se supone que debemos seducirla, no deprimirla. Idiota. El cuerpo de Tahney se tensa y se estira para alcanzar su copa. Toma un largo trago y lo devuelve a la superficie.
―Él no va a ser capaz de complacerla, de todos modos ―añade―. A ella le gustan unas mierdas muy extrañas.
Jodido infierno. La chica se ríe, renunciando a su incomodidad anterior.
―¿Cómo lo sabes?
Luciano se encoge de hombros con una sonrisa maliciosa.
―Ella ha estado alrededor, y el pene de Dom Russell es pequeño. Nunca sería capaz de satisfacer a una chica como ella, o como tú.
Todos miramos a Dom. Él presiona un pequeño cubo de hielo en el pecho de Vanesa y lo deja caer en su escote. El hielo derritiéndose se desliza entre sus pechos y hacia abajo sobre su estómago firme. Ella no se mueve, ni sus músculos tiemblan. Eso es algo de control increíble. Tengo que darle eso. Jadeo y hago muecas como una perra cuando es la hora del baño de hielo. No puedo soportar el frío.
Luciano escupe en voz baja:
―Tolerancia al hielo. Le enseñé eso, sabes.
Niego. Por supuesto que sí. Dios no permita que le enseñe a una chica un truco normal como, no sé, cómo dar una mamada. No a todo el mundo le gusta jugar con hielo... mamadas, por otra parte, todo el mundo quiere una de esas.
De repente, la música se desvanece y la conversación entre Vanesa y Dom se puede escuchar. Esfuerzo mis oídos a escuchar por una pista sobre lo que debo hacer a continuación.
―Te ves muy familiar ―le dice a ella―. ¿Estás segura que no nos hemos visto antes?
Vanesa lame su labio inferior color cereza, manteniendo los ojos fijos en los suyos.
―Estoy segura.
Tahney se coloca entre mis piernas, frotando mi muslo a través de mis jeans.
Miro de reojo a Luciano, quien sacude la cabeza y regresa a sorber su cerveza. Es todo por un bien mayor. Para que nos dejen en paz a Paula y a mí. Ella lo entenderá.
Vanesa se inclina más cerca y Dom no se mueve. Está completamente fascinado por ella, atrapado en su hechizo.
Oigo a Luciano gruñir a mi lado, pero no me muevo. A medida que sus labios están a punto de rozarse, sus iris parpadean hacia los míos y ella aleja su cabeza, jadeando.
―¿Pedro Alfonso? ―chilla, huyendo de las garras de Dom.
Se limita a mirarme toda sexy y excitada. Me pone incómodo―. ¡Dios mío! No puedo creerlo.
Tahney maldice en voz baja y agarra su copa, pero atrapo su muñeca, manteniéndola en su lugar. Puedo sentir el rasgueo desigual de su pulso y odio estar afectando a alguien que no es Paula.
―Soy Vanesa ―afirma, acomodando sus pechos―. Soy una gran fan.
Se necesita toda mi fuerza de voluntad para no reírme o rodar los ojos. Es buena actuando, eso es seguro. Vanesa se voltea hacia Tahney y el brillo que pone en sus ojos me pone en el borde.
―Me encanta tu cabello. ―Vanesa pasa los dedos por el cabello de Tahney, tirando ligeramente―. ¿Es natural?
Tahney asiente, pellizcando la punta del cabello de Vanesa entre los dedos a cambio.
―¿El tuyo es natural, también?
No soy idiota. He visto esto antes y ahora sé exactamente a dónde va Vanesa con su plan. ¿Por qué tomar una chica de Dom cuando puedes tomar dos? No estoy seguro de si estoy aterrorizado por su ingenio o impresionado. Me pregunto cuántas veces ha hecho algo como esto. Le sale muy natural, para que sea su primera vez. Vanesa mueve su cara más cerca hasta que sus labios están apenas a
centímetros de distancia de los de Tahney. Las miro fijamente porque... porque soy un maldito hombre y está sucediendo justo en frente de mí. Antes que sus labios se toquen, Vanesa mueve su boca al oído de Tahney y susurra algo que no puedo oír. Entonces, los dos pares de ojos caen sobre mí. No hay inocencia en sus ojos... los azules cargados de lujuria, ¿los verdes? De determinación. Ellas se
acercan, enterrando sus uñas en mis piernas, mientras acercan sus labios a los míos. Miro por encima de sus cabezas a Dom, veo que se gira en su asiento, confundido mientras nos observa. Miro fijamente de nuevo a Vanesa y mantengo mis ojos en ella. No sé por qué… supongo que me hace sentir menos idiota, como si estuviera más cerca de Paula. Si beso a Vanesa, tal vez haya una mayor
posibilidad de perdón si se entera más tarde. Sus ojos reflejan mi propia incomodidad y puedo ver su disculpa brillar en las profundidades verdes de sus ojos. Ni un segundo más tarde, ambas chupan mi labio inferior en sus bocas y me siento… jodidamente horrible. No soy un genio, pero sé que esto es técnicamente engañar. Trato de razonar conmigo mismo... esto es por un bien mayor. Matt no va a poner presión extra sobre mí después de esto. Cuando estoy estresado, me desquito con ella. Lo que estoy haciendo ahora me hará un mejor esposo. Un esposo más tranquilo.
―¿Alfonso? ―gruñe Dom, empujándose de su banquillo. Se estrella de golpe contra la barra, poniendo a los transeúntes nerviosos―. ¿Tu esposa sabe lo que estás haciendo?
Las chicas liberan mi labio.
―¿Esposa? ―escupe Tahney. Me encojo de hombros mientras aleja su cuerpo de mí bruscamente y sale alejada con furia sin mirar por encima del hombro.
No la persigo. Ni siquiera trato de ofrecer una explicación y eso es simplemente porque no significa nada para mí. Con ella fuera del cuadro, puedo respirar mejor.
―Eso no es asunto tuyo ―le contesto, casualmente levantando mi cerveza y bebiendo.
He llegado hasta aquí. No puede ser todo en vano. Envuelvo mi brazo alrededor de la cintura de Vanesa, agarro su mandíbula, y tiro de ella hacia mí.
Sus ojos se abren y su cabeza se sacude minúsculamente.
Tuve que seguir adelante con su plan, ahora ella puede seguir con el mío. Dom no se encabronó lo suficiente para mi gusto. Aplasto mi boca a la suya, pero me aseguro malditamente de mantener mi lengua donde pertenece. A lo lejos, oigo sillas siendo empujadas fuera del camino y la gente gritando. Mientras libero a Vanesa, ella es arrancada de mis brazos por uno de los hombres de Dom.
―¡Ni de puta madre lo creo! ―grita Luciano, empujándose más allá de mí.
Él avanza sobre el hombre, y con un grito, Vanesa se agacha mientras Luciano agarra un puñado de la camisa del tipo y conduce su puño a su cara. Él libera a Vanesa y tropieza hacia atrás, apretando su rostro mientras la sangre se filtra de su nariz y a través de sus dedos. Hay una pausa... una larga y tensa pausa, entonces hay un grito y el infierno se desata.
Junto las cosas de Vanesa y se las entrego.
―Toma tus cosas y reúnete con nosotros en el coche.
―Ella parte sin vacilar mientras la seguridad y la gente convergen en el bar. Las sillas están volando y la sangre va en todas las direcciones. Un motín. En realidad empecé un motín. Dom está mirándome desde el otro lado de la barra, en la parte superior de la refriega. No me puede golpear, pero puedo verlo en su rostro, él nunca quiso pegarme tan desesperadamente como lo hace ahora y lo tomo como un triunfo. Lo vencí en su propio juego.
Soy sacado de pelea de miradas con Dom mientras soy empujado hacia adelante. Mis latidos aumentan y yo serpenteo alrededor. El compañero de entrenamiento de Dom y sus dos metros y diez centímetros están delante de mí.
Nunca he peleado contra alguien mucho más alto que yo antes. Él tira un golpe y lo esquivo, envolviendo mis brazos alrededor de sus caderas. Lo empujo hacia atrás hasta que nos estrellamos y caemos en los taburetes postrados. Lo fijo al piso y agarro vuelo colocando mi puño hacia atrás.
Mientras lo suelto, es atrapado y no conecta con su rostro.
Miro por encima de mi hombro.
―¿Damian?
―¡Fuera, Pedro! ―Está enojado, tirando de mí lejos del tipo―. ¡Te lo advertí, mira lo que ha pasado!
―Dam…
Vuelve sus oscuros ojos hacia mí y asiento. Nunca los he visto tan oscuros.
He cabreado a Damian muchas veces en el pasado, probablemente más de las que debería, pero nunca lo he visto alguna vez tan enojado. Me empujo a través de la pelea, escondiendo la cabeza y esquivando puños al azar.
Los guardias de seguridad están maldiciendo y exigiendo que retrocedamos. A lo lejos, oigo las sirenas de la policía a todo volumen y me limpio el sudor de mi cabeza. Mientras
camino por el hotel, mi corazón sigue palpitando rápidamente y una pesada sensación se hunde en mi estómago. Ahora tengo que ir a casa con Paula… La chica cuyos labios no estuvieron contra los míos hace unos minutos. A la mierda lo que le dije a Vanesa, tengo que contárselo. Ella lo entenderá cuando le explique.
Si hay algo que Paula es, es que es comprensiva. Tengo que hacer las paces con ella. No quiero que piense ni por un segundo que deseo a alguien más.
Ella es mía…
Me desplomo contra una pared y dejo caer mi cabeza… No quiero a nadie más.