lunes, 28 de abril de 2014

CAPITULO 84



Nos subimos en la camioneta de Damian y nos transporta la corta distancia de vuelta al hotel. Hay unos cuantos guardias de seguridad defendiéndose de algunos fans ansiosos y cuando ven que Pedro no está con nosotros, se dan la vuelta y se van.

Nos adentramos en el vestíbulo glamoroso. Había estado demasiado cansada para apreciarlo anoche. Es abierto, permitiendo a nuestro gran grupo caminar sin chocar con nadie. Las alfombras rojo profundo y las columnas de mármol color rojo espeso, con bordes de oro dándole una vibra tan sensual y sexy. Si no lo supiera, asumiría que estoy en un país exótico.

Nos amontonamos en los ascensores y Vanesa y yo estamos presionadas firmemente contra la pared del fondo.
―¿Vas a salir? ―me pregunta y sacudo la cabeza.

―Voy a esperar a papá y Pedro.   

Asiente y veo que tiene tantas preguntas que hacerme sobre papá y Pedro, pero no quiere preguntar delante de todos, lo que es una primera vez para ella y se lo agradezco. Tan pronto como salimos del ascensor al pasillo las preguntas fluyen.
 
―Entonces, ¿están tú y Pedro juntos?  
 
―No, sólo nos estamos divirtiendo. 
 
―Él eligió llevar a tu papa a jugar golf sobre festejar con su equipo… eso parece bastante serio.

Vanesa saca la llave de la habitación de su bolso y desbloquea la puerta. 

―Papá tiene presión arterial alta.Pedro está pasando tiempo con él esta noche para que no beba ni se ponga demasiado excitado o estresado, no sé cómo funciona.

Entro en la sala de estar de la suite y su frente se arruga. 
 
―¿Ibas a decirme si no te lo preguntaba?  

La amargura en su tono no se me escapa. Ella deja caer su bolso en el brazo del sofá y cruza los brazos sobre el pecho.
―Sí, es decir, iba a hacerlo en algún momento. ―Doy un paso hacia ella―. No quiero que te preocupes. 
―Conozco a tu padre desde que era una niña. Es importante para mí,también. 
 
Ella tiene razón, cien por ciento de razón.  
―Lo siento… simplemente nunca surgió en la conversación y no quiero que sepa que vine aquí por él, no por Pedro.  

Se deja caer en el sofá marrón. Sus dedos largos y finos peinan su cabello alisado.  

―¿Crees que le diría?  

Levanto mis cejas acusadoramente porque sé que le habría dicho.Vanesa repite todo para todos. No quiere hacer ningún daño con ello, pero siempre es en los momentos más inapropiados. Sus ojos verdes llegan en sus cavidades. Ella sabe muy bien que tiene una lengua suelta.

―¿Qué vas a hacer? No puedes seguirlo alrededor por siempre. 
 
―Puedo mantener un ojo en él cuando está cerca de Pedro y los chicos.El resto del tiempo, mamá lo estará vigilando. Estoy segura de que tiene algún tipo de plan.

Ella juega con las puntas de su cabello brillante y rubio, como si estuviera absorta en sus pensamientos. 
―¿Están tú y Luciano juntos? ―pregunto, tirando su pregunta de regreso a ella. 

Vanesa se encoge de hombros y una sonrisa tira de sus labios. 
 
―Por el momento sólo estamos divirtiéndonos, pero hemos hablado de ello. Queremos esperar hasta que el torneo de Pedro este fuera del camino y podamos pasar más tiempo juntos.

No puedo evitar sentir celos. Vanesa y Luciano han pasado menos tiempo juntos que Pedro y yo, y ya están contemplando volverlo oficial… ¿Qué diablos estoy haciendo mal? Nada, me aseguro. Ni siquiera estoy
segura de que quiero estar en otra relación. Es demasiado pronto, ¿no?  
―Voy a ir a la habitación de Luciano. No traje ningún vestido así que esto es lo que voy a tener que llevar al bar. 
―Ella tira de su chaqueta de punto blanco y se encoge―. Te veré más tarde. 
 
Aprieta mi brazo y sale de la habitación. Agarro mi vestido por la base y tiro de él por encima de mi cabeza.

Después de esta noche, lo único que va a ayudarme a dormir es una ducha de agua fría.

CAPITULO 83


Se tocan los guantes y el árbitro les envía a sus esquinas. El árbitro aplaude y los dos luchadores corren al centro del ring. Pedro no tiene miedo de lanzar el primer golpe y viene balanceándose. Pedro se las arregla para esquivar todos y se deja caer golpeando sus puños en las costillas de Adam.
Puedo escuchar el aire salir de sus pulmones cada vez que los puños de Pedro hacen contacto. Me duele el pecho y trato de forzar tanto aire en mis pulmones como puedo. Pedro rebota en sus dedos de los pies, agachándose y  esquivando. Tomando un descanso, Adam da un paso atrás para recuperar el aliento. Sus ojos son grandes y de vez en cuando parpadean sobre la multitud. Tiene miedo y Pedro lo sabe también, puedo decirlo por la forma en que sus ojos se estrechan confiadamente en él.

Sabiendo que no puede estar cara a cara con Pedro, Adam va por las piernas de Pedro. Con un ruido sordo,Pedro cae en sus rodillas y se extiende con las piernas,contrarrestando la caída. Adam cae plano sobre su estómago, y Pedro envuelve de alguna manera sus brazos alrededor de su cuello y tira. Inmediatamente, el rostro de Adam se pone rojo, pero se niega a rendirse. El color rojo se convierte rápidamente en azul y mis manos vuelan hasta mis mejillas.
Papá me mira, pero no he perdido todavía. Mis manos se mueven lentamente más cerca de mis ojos cuando Pedro aprieta con más fuerza. El árbitro se pone en la cara de Adam. Está hablando con él y Adam apenas puede mover la cabeza. Mi corazón se estrella contra mis costillas y las ganas de vomitar se elevan dentro de mi estómago. 

―Jesús… ―Me enfado, rastrillando mis dedos por mi cabello. 
La multitud está cantando ahora.  
―Toque. Toque. Toque.

Los ojos de Adam se hacen pesados y cuando estoy segura de que va a desmayarse o morir, apresuradamente golpea el suelo del ring.Pedro libera al hombre de sus manos y salta a sus pies. Damian, Luciano y otros dos se apresuran dentro del ring para felicitarlo. Toma los abrazos y da palmadas en la espalda con modestia y acecha desde el ring. Su sexy mirada oscura me busca y cuando me ve, chasquea la cabeza en dirección a su habitación.

Afortunadamente, papá está charlando con alguien a su izquierda y no ve el gesto de Pedro. Vanesa por su parte está sacudiendo la cabeza hacia mí con la sonrisa más amplia que alguna vez le he visto hacer.

―Todavía no me ha dicho los detalles sucios. 
 
Le doy una palmada en la pierna y ella se ríe a carcajadas. No quiero que papá la escuche. Él cree que estamos saliendo lo que obviamente implica el sexo, pero eso no significa que tenga que oír hablar de eso. 
―Regresaré ―le informo mientras me abro paso hacia el pasillo y luego hacia el corredor hasta la habitación de Pedro. Siento la mirada lodosa de Dom en mí cuando paso su habitación y mantengo mis ojos por delante de mí, concentrándome sólo en la puerta con el letrero de “Alfonso”. Mis manos aún tiemblan a causa de la pelea y el pomo de la puerta tiembla en mi mano,mientras lo giro. 

Cuando entro, una delgada capa de vapor me envuelve y
una corriente eléctrica pulsa a través de todo mi cuerpo cuando me doy cuenta de que está en la ducha. Cierro la puerta tras de mí y me dirijo a la puerta abierta del cuarto de ducha. Mis dedos rozan la madera húmeda y cuando estoy a punto de abrir la puerta, la puerta principal se abre de golpe y el equipo de Pedro (incluyendo a papá y Vanesa) llega a raudales. Están cantando y entonando y mi excitación disminuye.

Parece que los impulsos sexuales entre Pedro y yo van a tener que esperar. Doy un paso lejos de la puerta, moviéndome hacia el lado opuesto de la habitación para estar al lado de papá. Cuando Pedro surge de la ducha con una toalla blanca colgando bajo en sus caderas, está usando la misma expresión decepcionada que yo. Es lindo y le sonrío.

Pasa sus dedos por el cabello húmedo enviando gotitas de agua en todas las direcciones.

―¡Todos vamos al bar de Klein esta noche! ―anuncia Luciano―Pónganse sus zapatos de baile señoras y señores.Jala a Vanesa en un abrazo, reclamando su boca con la de él. ¿Están juntos o tienen un arreglo similar al de Pedro y yo? 

―Voy a saltarme este ―responde Pedro, sacando una camiseta blanca de su bolsa y deslizándola por la cabeza.
  
Casi hago pucheros cuando la mitad superior de su cuerpo desaparece debajo de la tela. Su equipo (incluyendo a mi padre) protesta la decisión. Si se ponen algo más ruidosos estoy convencida que mis tímpanos van a estallar. Papá lanza su brazo sobre mis hombros y habla sobre el resto. 
 
―Paupy necesita un hombre grande y fuerte para protegerla cuando salimos y Dios sabe que soy demasiado viejo para eso.
Me estremezco al uso de mi apodo y no hay manera de que mi padre se esté yendo de fiesta. No en su condición. 
―Papá, no vas a salir. 
 
―Como el infierno que no lo estoy. Tu mamá me arruinó la última salida. Voy a pasarlo bien esta noche.

―¿Por qué no salimos tú y yo en cambio, Ricardo? No vamos a ir a beber o a algún club de striptease, pero estoy seguro de que podríamos encontrar algo más, como el golf ―sugiere Pedro, tirando de sus pantalones hasta el final y abotonándoselos. Arroja la toalla mojada a un lado y el aire emana desde mis labios. Estoy sorprendida que Pedro que incluso ofrezca pasar el rato con mi papá. A papá le encanta el golf y le encanta Pedro, sé que va a pasar un buen rato. Miro de reojo a papá y está tratando de no sonreír.

―¿Quieres jugar al golf? Ha pasado tanto tiempo desde que sostuve un palo de golf. ¿Cuándo fue? ―me pregunta.
―La Navidad de hace tres años.  

La única razón por la que sé que es porque atrapé a Ramiro teniendo relaciones sexuales con una chica de carrito de transporte el mismo día.

Feliz Navidad a mí. Aplasto el pensamiento de mi mente. Pertenece al pasado.

Todo el mundo está mirando a mi papá y Pedro con una gran expresión de “¿Qué carajo?”. Espero que no vayan a estar enojados. Pedro es el único que sabe que mi papá tiene la presión arterial alta y sé que el alcohol va a 
hacerlo peor. Finalmente, papá y Pedro están de acuerdo sobre el golf y salen de la habitación. El equipo vuelve su mirada hacia mí y tomo un ligero paso atrás. 

―No me miren así. Estoy tan sorprendida como ustedes. 

―Eso está bien, podemos festejar por él ―establece Luciano―. Vamos a ir a nuestras habitaciones, nos cambiamos de ropa y nos encontramos en el vestíbulo en una hora. 
 
El equipo sale de la habitación, cantando y gritando. Los sigo de cerca por detrás. Lo último que quiero es estar atrapada a solas con Dom de nuevo.  

No puedo soportar a ese tipo. El hecho de que me tenga en la mira como una maldita venganza es suficientemente preocupante. Me imagino las manos de Dom en mí y un sucio escalofrío rueda por mi espina dorsal. Lo imagino siendo implacable y brutal con ese tatuaje de dragón espeluznante sonriendo hacia mí todo el tiempo. Estaría de acuerdo en tener un trío con Vanesa y Luciano antes de que alguna vez considere a alguien como Dom Russell.

CAPITULO 82



Pedro sonríe hacia Dom, arrastrándome a su lado. Cuanto más nos acercamos a la puerta, más duro clavo mis talones. No puedo ir por ahí con Pedro. Sintiendo mi malestar, Pedro se detiene ante las puertas dobles y Luciano y Damian dicen en su oído.

―¿Qué estás haciendo? ¡Sal ahí! ―gritan, pero él no los oye.

Él saca su protector de boca y se inclina a mi oído. 
 
―¿Te lastimó? ―grita sobre la música y yo sacudo la cabeza.

Con un gesto rápido, me entrega a Damian que me hace pasar a Luciano.

Frunzo el ceño, sintiéndome como una maldita papa caliente. Las puertas se abren y Pedro pone su protector negro de nuevo en su boca y rebota en sus dedos de los pies antes de irrumpir por el pasillo hacia el ring. Luciano me hace pasar a su lado y me congelo cuando los ojos de la multitud se depositan en mí. Todavía están animando y gritando, así que supongo que eso es una buena señal. 

Dejo caer mi vista al suelo mientras Luciano camina
conmigo a lo largo del frente de la sala detrás de Pedro

Cuando veo una abertura cerca de papá y Vanesa, la tomo. Acelero mi andar todo el camino hasta mi lugar y me siento. 

Mi estómago está en nudos. Siendo observada por tanta gente es desconcertante.

―Me estaba preguntando cuando ibas a volver. ―Papá sonríe.

Vanesa le entrega un billete de veinte dólares y arqueo una ceja.

―Me dijo que estabas con Pedro, yo le aposté veinte dólares que estabas en el baño vomitando.  
―Vaya, gracias.  

Ella se encoge de hombros y echo un vistazo alrededor de la multitud.

Hay muchos carteles de "Equipo de Pedro” y otros escritos con comentarios traviesos en ellos. Uno en particular me llamó la atención. Es una gran pieza cuadrada de cartón pintado de un color naranja fluorescente y en grandes
letras negras que dice: “Golpéame, Pedro”. 

Vanesa debe haberlo visto también porque su codo se clava en mis costillas y lo señala, riendo como una niña de escuela que ha leído la palabra “polla” por primera vez. Reí, no porque lo encontrara gracioso, sino porque las mujeres realmente tienen las agallas para exponerse de esa manera.
Cuando Pedro está en el ring y se encoge de hombros fuera de su sudadera, papá se pone de pie. Bombea sus puños y zapatea.  
Está gritando palabras de aliento y todo lo que puedo pensar es cómo detenerlo. Toda esa excitación no puede ser demasiado buena para su corazón. Doy un tirón en su mano y él vuelve a sentarse.

―Apuesto a que puedo ver la pelea por más tiempo del que puedes permanecer en tu asiento ―lo reto.
Sus cejas se juntan con curiosidad.  
―¿Cuánto?   
―Te apuesto veinte dólares. Permanece en tu asiento y yo veré la pelea. El primero en levantarse de su silla o cerrar los ojos pierde.

Mi padre es un hombre muy competitivo y sé sin lugar a dudas que va a tomar la apuesta.

―Hecho.

Nos damos la mano y la música de Pedro se apaga.  

―¡Y ahoraaa, luchando en la esquina azul, oriundo de Las Vegas, Nevada, Adam Piiiine!  

El locutor recita los nombres de los patrocinadores y luego lo entrega al árbitro. Él los llama al centro del ring.

―Como siempre, quiero una buena pelea limpia y no voy a tolerar nada menos. Toquen los guantes.