martes, 13 de mayo de 2014

CAPITULO 133



Mi boca cae un poco, lo mismo con mi estómago. Eso era exactamente para lo que él estaba preparándose. 

Seguramente lo he escuchado mal… Observa mi cara,esperando una reacción o nada en absoluto. Parece tenso, como si estuviera esperando que corra.

―¿Me amas? ―pregunto lentamente, sonando completamente estupefacta.

―Absoluta y jodidamente. 

Mis emociones ya están por todo el lugar, y no sé cómo registrar lo que acaba de confesarme. Trato de decir algo, pero sólo una ráfaga de aire inútil sale.

―Yo… ―Oh, Dios. Puedo sentir la acumulación de lágrimas amenazadoras.


Cuanto más duro trato de no llorar, más parpadeo y cuanto más parpadeo, más agua hay en mis ojos. Los de Pedro se ensanchan una fracción antes de aplastarme contra su pecho.

―Para ser honesto, esperaba que me dieras una bofetada, no que lloraras. 
Me ahogo en una risa.  

―Lo sé, lo siento. Me has agarrado con la guardia baja… y, yo también te amo, muchísimo.

Se aleja, cogiendo mi cara entre sus manos otra vez.  

―No tienes que decírmelo sólo para corresponderme ahora. Sé que estás emocional y…

Niego.  

―Sabía que te amaba antes de esta noche, mucho antes de esta noche. 
―¿Cuándo ibas a decírmelo? ¿Nunca?

Me encojo de hombros.
  
―Eres un tipo muy intimidante.

Se ríe y me encanta el sonido. Es música para mis oídos y medicamento para mi corazón. Por último, me da un tirón hacia él, levantando mis pies del suelo y apretándome firmemente. Un poco demasiado firmemente, me duelen las costillas.

―Bueno, ahora que la parte más difícil ya pasó, podemos decirlo todas las veces que queramos. ―Respira en la curva de mi cuello, enviando escalofríos por mi espina dorsal―. Te amo, Dios, ¡te amo tanto!

Unas cuantas lágrimas ruedan por mis mejillas. Tengo que irme ahora. Ha llegado el momento de separarme de Pedro, pero no puedo a pesar de que es sólo temporal. Me aferro a él con todo lo que tengo. Quiero rogarle que venga conmigo y sé que lo haría, sin hacer preguntas. Ya ha demostrado que entregaría todo en lo que ha trabajado tan duramente por mí. Su aliento calienta mi cuello y aprieto suaves besos en él mientras me baja hasta poner mis pies en el suelo. 
―Tengo que irme. 
―Si necesitas algo, aunque sea un abrazo, llámame.  
―¿Viajarías a Portland ida y vuelta sólo para darme un abrazo?  
Se burla de mí como si fuera obvio.

―Viajaría a la luna ida y vuelta sólo para tu comodidad si lo necesitaras. 
―Estás loco. ―Me río antes de caminar lejos de él.

Apoya sus manos en la cima de su cabeza, y mechones de vello de su axila oscura sobresalen hacia el exterior.

―Eso me han dicho. 
Miro por encima de mi hombro una última vez mientras empujo a través de las puertas giratorias. Bebo sus rasgos, la delicia de sus oblicuas y estrechas caderas. Los claros cortes de sus abdominales, el pecho duro y los tatuajes intrincados de los que todavía no tenía ni idea, y, por último, su rostro, su hermoso rostro. Sus labios carnosos están medio sonriendo, medio poniendo mala cara y sus ojos están pegados a mí, mirándome caminar lejos.

Salto directamente en el brillante auto deportivo de Vanesa y ella nos aleja del hotel. No dice mucho durante la primera mitad del camino. Sé que está herida también y no la empujaré. Vanesa adoraba a mi padre y él la adoraba a ella, hasta mi madre adora a Vanesa a pesar de que ella jura que mamá no es un gran fan suya.

―¿Así que quieres que te lleve a casa de tu padre? ―me pregunta Vanesa. Su voz tiembla y traga con dificultad. 
―Sí, ahí es donde mamá estará. ―Me muero de ganas de llegar a casa,pero no sé cómo va a estar ella cuando llegue allí. La muerte del padre de Pedro envió a su madre fuera de sus casillas… ¿le pasaría eso a mi madre? ¿Cómo voy a soportarlo? El pensamiento me hace temblar. Nunca di crédito a Pedro por cuidar a su madre durante tanto tiempo. 

Debe haber sido doloroso… ver a alguien que amas tanto no importarle nada. 
 
Cierro los ojos. Querido Dios, por favor, que mi mamá esté bien. Por favor, dale la fuerza para salir de esto. No soy de orar, creo que nunca lo he sido, pero estoy desesperada. No puedo con mi mamá saliéndose de sus casillas.  
No esta noche.

CAPITULO 132



Luciano no dijo nada. En cambio, agarró mis hombros y me tiró en un abrazo. Cuando se aleja de mí, me da una sonrisa tensa y se vuelve hacia Vanesa. Ella libera mi cintura y envuelve sus brazos alrededor de él. Pedro y yo caminamos a la puerta principal y esperamos en el pasillo mientras Vanesa y Luciano se besan, abrazan, hablan y todo lo que sea que estén haciendo.  

―Voy a extrañarte, ya sabes ―dice  Pedro, acariciando mi brazo con el dedo índice.

―¿Me llamarás? ―pregunto, extrañando ya su voz.

―Todos los días. ―Él mira torpemente hacia los demás.

Vanesa y Luciano están encerrados en una especie de batalla épica con sus lenguas y Damian está de espaldas a ellos, mirando por la ventana hacia la ciudad.

Cuando Luciano  la libera, Vanesa endereza su blusa de raso morado,con volados en la parte delantera, y camina hacia nosotros. Toma mi maleta de  Pedro y camina adelante de nosotros, dándonos tanta privacidad como puede.  

Sus gruesos dedos se entrelazan con los míos y se siente increíble. No quiero ir a la recepción. No quiero dejarlo atrás.
El vestíbulo está tan lleno como siempre, cuán conveniente.

La gente,especialmente las mujeres, miran la mitad superior desnuda de Pedro. Algunas lo recorren, otras desvían su mirada con miedo ante su labio y ceja rotos. Se ve un poco rudo con sus cortes y tatuajes, por no mencionar sus músculos duros, pero es definitivamente un blandengue. 

Esas manos que apretaban y golpeaban carne son las mismas que me llevaron a casa, me desnudaron y masajearon jabón en mi piel. Detengo a Pedro mientras Vanesa sale del hotel. Quiero hablar con él a solas. 
―Lamento mucho haber arruinado tu gran noche.
―¿Lamentas arruinar mi noche? ―Sacude la cabeza―. Siempre tan desinteresada.

Doy un paso más cerca y me estiro hacia arriba,presionando un beso en sus labios. Dirige sus fríos dedos debajo de mi camiseta y a lo largo de mi estómago. Voy a extrañar tanto su toque y su sonrisa. Él traza mi cara, corriendo sus pulgares sobre mis mejillas.  

―Estaré en casa tan pronto como esto haya terminado.

Miro fijamente a sus ojos marrones y brillantes con tanta emoción que no puedo precisar qué es exactamente. Aprieto mis labios en los suyos una vez más y trato de alejarme, pero agarra mi brazo y me tira de nuevo hacia él, haciéndome jadear.Exhala fuertemente y humedece sus labios.  

―No iba a decir nada, todavía no, pero a la luz de lo que ha pasado,siento que es algo que deberías saber en este momento… ―Hace una pausa,mirándome directamente a los ojos y sonríe un poco―. Joder. Soy un desastre. Nunca he tenido que hacer esto antes.

¿Hacer qué? Me inclino un poco hacia atrás y lo miro con cautela. ¿Qué es lo quiere decir? He leído suficientes novelas románticas como para suponer legítimamente que está preparándose para un “Te amo”, pero seguramente no es eso lo que va a dec…
 
―Te amo.

CAPITULO 131



Me besa suavemente, para reconfortarme. En ese momento, no puedo ni imaginar que vaya a mejorar. Mi padre se ha ido. Mi hermano y yo estamos sin padre. Mi madre está sin marido y, ¿qué va a pasar con el gimnasio? Un nuevo ataque de lágrimas corren bajando de mis ojos y Pedro me presiona firmemente contra él. Mi mamá está sola en estos momentos. ¿Quién está ahí para consolarla?

―¿Puedes llamar a Vanesa, por favor? ―sollozo, limpiándome los ojos porque pican por el rímel corrido―. Tengo que ir a casa.  

Asiente y da un paso atrás del chorro de agua, dejando que caiga a plomo sobre mi espalda. Pedro me deja para hacer la llamada y me siento peor sin su presencia. No tengo ninguna razón para detenerme de romperme por completo, pero por suerte alcanzo un punto de entumecimiento y las lágrimas dejan de fluir totalmente, dejándome con una sensación de... vacío.

Pedro abre la puerta de la ducha. Una toalla está envuelta holgadamente alrededor de sus caderas.  

―Vanesa está en camino.  

Cierro el grifo y salgo. Él agarra una toalla de color púrpura y la envuelve alrededor de mis hombros. Sus brazos frotan de arriba abajo,secándome.  

Pedro.


―Por favor… sólo quiero cuidar de ti. ―Los finos ríos de miel de oro en sus iris destellan desesperadamente y por eso levanto mis brazos. Seca mi torso de forma rápida y suave antes de comenzar con mi mitad inferior. Cierro los ojos y él roza sus labios sobre la piel de mis caderas después de secarlas con una toalla, haciéndome temblar.  
Deja caer la toalla y me lleva a la habitación. Enciende la luz y luego la atenúa hasta una posición más baja. Se desliza en un par de pantalones de chándal negro y noto un conjunto de ropa asentada en la cama, con el par de pantalones de cordón que llevaba anoche incluido. 
―Quiero que estés cómoda esta noche.

Desliza un sujetador sobre mis brazos y lo abrocha detrás de mi espalda. Alcanza mi ropa interior y se arrodilla delante de mí, sosteniéndola alrededor de mis pies. Doy un paso hacia ellas y las empuja todo el camino hacia arriba,besando mi ombligo cuando su cara se sitúa en frente de él. Paso los dedos por su cabello mojado para hacerle saber que lo está haciendo bien. No quiero desanimarlo por completo. Me deslizo dentro de los pantalones y los ata con fuerza, evitando que se caigan. Por último, pone una camiseta de color rosa sobre mi cabeza y me sonríe. Me siento tan cómoda.  

Oigo un bajo murmullo de voces por las escaleras y mi consuelo se desliza por la ventana. Odio llorar delante de la gente y no hay manera de que pueda fingir no estar completamente devastada.

―Damian y Luciano están aquí. ―Señala a su labio―. Quieren ver mis cortes. No tienes que bajar. Quédate aquí y volveré. 
Me quedo en la cama, abrazando una almohada entre mis piernas y mis brazos. Me siento mal y quiero a mi mamá.
No me importa lo infantil que parezca. Quiero que me abrace, que sea valiente por mí, porque Dios sabe que estoy como la mierda y que sólo va a empeorar. Debí haberme quedado en Portland. Papá quería que fuera a Boston y no lo pensé dos veces. Lo llamé un par de veces esta semana y cada una de esas veces me dijo que se sentía bien y que estaba feliz. No sé mucho acerca de los ataques al corazón. ¿Ellos "simplemente suceden" o hay una gran cantidad de síntomas que pueden ser detenidos antes de que llegue? 

Hay tantas cosas sobre las que debería haber investigado… debí haberme quedado.

Me tumbo en la cama durante un rato, pensando en mamá y Agustin. ¿Acaso siquiera lo sabe? ¿Van a darle tiempo para regresar del funeral de su padre? Espero que sí.

―¿Dónde está? ―Oigo que pregunta una voz femenina. Ni un segundo más tarde, tacones golpean rápidamente por las escaleras. ¿He estado acostada aquí durante dos horas? 

Salto de la cama cuando Vanesa irrumpe a través de la puerta, con sus ojos brillantes por las lágrimas―Pau
―susurra. 
Verla trae recuerdos de casa y me rompo de nuevo. Corre hacia mí, atrayéndome a sus brazos. Lloro en su pecho, soltando lágrimas en toda su camisa de satén.

―No puedo creerlo. ―Llora conmigo―. Lo siento mucho.  
Sus dedos rozan mi cabello mientras su cuerpo se sacude con sus propias lágrimas.  
―Se ha ido ―sollozo―. Y no sé qué se supone que deba hacer. 
―Vamos a llevarte a casa. ―Me sujeta por un poco más de tiempo,hasta que me las arreglo para detener el flujo de lágrimas y alejarme.  
―Reuniré un par de cosas, nos vemos abajo.

Sale de la habitación y me tambaleo sobre mis pies. Me siento tan débil, como si hubiera llorado toda la energía fuera de mi cuerpo. Entro en el cuarto de baño y recojo toda mi ropa. La meto en mi maleta y cierro la cremallera justo cuando Pedro aparece en el marco de la puerta.   

―¿Estás lista?
 
Asiento. 
 
―Creo que sí.

Da un paso hacia delante y veo su ceja apropiadamente vendada y su labio brillando con algún tipo de crema clara.  
―¿Puedo acompañarte afuera?

Su pregunta me hace sonreír, incluso si es sólo una contracción de mi labio.  
―Por supuesto que sí.

Agarra el mango de la maleta y la saca de mi mano. Lo sigo de cerca por detrás, entrecierro los ojos a medida que salimos de la habitación y entramos en el brillo de la sala de estar. Camino por las escaleras una a una. Hay incomodidad en la atmósfera y sé que Damian y Luciano están tratando de no mirarme. ¿Tienen miedo que vaya a enloquecer y romperme? 
―¿Todo listo? ―pregunta Vanesa mientras se desliza fuera de los brazos de Luciano. Cuando camino por las escaleras y en la alfombra ella envuelve su brazo alrededor de mi cintura.
Damian retuerce una gorra en sus manos y toma unos pasos hacia mí.  

―Lamento mucho lo de tu padre… ―Mi garganta se contrae y trago saliva. No voy a llorar, no mientras alguien está dándome sus condolencias. No quiero hacerlo más incómodo para ellos―. Era un gran tipo y me siento honrado de haber llegado a conocer a Ricardo. El equipo no será el mismo sin él. 
Me dolió sonreír, pero me las arreglé para forzar una. 
 
―Gracias.