Mi boca cae un poco, lo mismo con mi estómago. Eso era exactamente para lo que él estaba preparándose.
Seguramente lo he escuchado mal… Observa mi cara,esperando una reacción o nada en absoluto. Parece tenso, como si estuviera esperando que corra.
―¿Me amas? ―pregunto lentamente, sonando completamente estupefacta.
―Absoluta y jodidamente.
Mis emociones ya están por todo el lugar, y no sé cómo registrar lo que acaba de confesarme. Trato de decir algo, pero sólo una ráfaga de aire inútil sale.
―Yo… ―Oh, Dios. Puedo sentir la acumulación de lágrimas amenazadoras.
Cuanto más duro trato de no llorar, más parpadeo y cuanto más parpadeo, más agua hay en mis ojos. Los de Pedro se ensanchan una fracción antes de aplastarme contra su pecho.
―Para ser honesto, esperaba que me dieras una bofetada, no que lloraras.
Me ahogo en una risa.
―Lo sé, lo siento. Me has agarrado con la guardia baja… y, yo también te amo, muchísimo.
Se aleja, cogiendo mi cara entre sus manos otra vez.
―No tienes que decírmelo sólo para corresponderme ahora. Sé que estás emocional y…
Niego.
―Sabía que te amaba antes de esta noche, mucho antes de esta noche.
―¿Cuándo ibas a decírmelo? ¿Nunca?
Me encojo de hombros.
―Eres un tipo muy intimidante.
Se ríe y me encanta el sonido. Es música para mis oídos y medicamento para mi corazón. Por último, me da un tirón hacia él, levantando mis pies del suelo y apretándome firmemente. Un poco demasiado firmemente, me duelen las costillas.
―Bueno, ahora que la parte más difícil ya pasó, podemos decirlo todas las veces que queramos. ―Respira en la curva de mi cuello, enviando escalofríos por mi espina dorsal―. Te amo, Dios, ¡te amo tanto!
Unas cuantas lágrimas ruedan por mis mejillas. Tengo que irme ahora. Ha llegado el momento de separarme de Pedro, pero no puedo a pesar de que es sólo temporal. Me aferro a él con todo lo que tengo. Quiero rogarle que venga conmigo y sé que lo haría, sin hacer preguntas. Ya ha demostrado que entregaría todo en lo que ha trabajado tan duramente por mí. Su aliento calienta mi cuello y aprieto suaves besos en él mientras me baja hasta poner mis pies en el suelo.
―Tengo que irme.
―Si necesitas algo, aunque sea un abrazo, llámame.
―¿Viajarías a Portland ida y vuelta sólo para darme un abrazo?
Se burla de mí como si fuera obvio.
―Viajaría a la luna ida y vuelta sólo para tu comodidad si lo necesitaras.
―Estás loco. ―Me río antes de caminar lejos de él.
Apoya sus manos en la cima de su cabeza, y mechones de vello de su axila oscura sobresalen hacia el exterior.
―Eso me han dicho.
Miro por encima de mi hombro una última vez mientras empujo a través de las puertas giratorias. Bebo sus rasgos, la delicia de sus oblicuas y estrechas caderas. Los claros cortes de sus abdominales, el pecho duro y los tatuajes intrincados de los que todavía no tenía ni idea, y, por último, su rostro, su hermoso rostro. Sus labios carnosos están medio sonriendo, medio poniendo mala cara y sus ojos están pegados a mí, mirándome caminar lejos.
Salto directamente en el brillante auto deportivo de Vanesa y ella nos aleja del hotel. No dice mucho durante la primera mitad del camino. Sé que está herida también y no la empujaré. Vanesa adoraba a mi padre y él la adoraba a ella, hasta mi madre adora a Vanesa a pesar de que ella jura que mamá no es un gran fan suya.
―¿Así que quieres que te lleve a casa de tu padre? ―me pregunta Vanesa. Su voz tiembla y traga con dificultad.
―Sí, ahí es donde mamá estará. ―Me muero de ganas de llegar a casa,pero no sé cómo va a estar ella cuando llegue allí. La muerte del padre de Pedro envió a su madre fuera de sus casillas… ¿le pasaría eso a mi madre? ¿Cómo voy a soportarlo? El pensamiento me hace temblar. Nunca di crédito a Pedro por cuidar a su madre durante tanto tiempo.
Debe haber sido doloroso… ver a alguien que amas tanto no importarle nada.
Cierro los ojos. Querido Dios, por favor, que mi mamá esté bien. Por favor, dale la fuerza para salir de esto. No soy de orar, creo que nunca lo he sido, pero estoy desesperada. No puedo con mi mamá saliéndose de sus casillas.
No esta noche.