miércoles, 21 de mayo de 2014

CAPITULO 161




El auto rueda a un alto frente a mi casa y me quedo en mi asiento un poco más antes de desabrochar mi cinturón. Odio dejar a Pedro y odio dormir sin él. 


—No te preocupes por tu auto. Lo recogeré mañana en la mañana y lo traeré de vuelta antes de que comiences el trabajo.



Sonreí, recordando que mi trabajo es manejar el viejo gimnasio de mi padre con mi actual novio luchador profesional. Mi vida era tan diferente hace unos meses atrás… quien pensaría que estaría aquí ahora. 


—No tienes que. Puedo tomar el autobús al gimnasio o caminar. 


—A la mierda con eso. Tu auto estará aquí esperando por ti cuando estés lista para irte.



Asentí, no queriendo molestar al señor mandón. Me inclino sobre la consola del centro y lo beso en los labios.


—Gracias. 


Me besa de vuelta.


—Te veré en la mañana. Dile a tu hermano que dije hola. 

—Lo haré. —Tomo mi mochila del suelo entre mis pies y salgo del auto.


Antes de cerrar la puerta, giro hacia Pedro y digo—: Es sentarme en ti, por cierto. 

Él arquea una ceja.

—¿Hm? 

Casualmente deslizo mi mochila sobre mi hombro.

—Mi posición favorita… es sentarme en ti. 

Sus labios se abren cuando cierro la puerta y camino en la acera. Sin mirar atrás, abro la puerta, camino por el sendero, y entro a la casa. Mi cuerpo zumba ante el pensamiento de frustrarlo sexualmente, y si eso no va a mantenerlo levantado esta noche, entonces no sé qué lo hará.

CAPITULO 160



Enciende su cigarrillo e inhala profundamente. Exhala el humo con un suspiro relajado y me mira. Siento mi ceja arquearse y acusar.


—A Luciano no le gusta cuando fumo —dice con una pequeña sonrisa. 


—¿Entonces te escondes de él?


—No me escondo… bien, sí, me escondo. Es difícil de tratar y preferiría no frustrarlo. 


¿Soy la única que no sabe quién es Luciano?


—¿Él casi golpeó a tu papá? —pregunto de la nada. 


Ella sacude su cabeza, casi decepcionada. 


—Sí… fue tan jodido. Él no entiende como es papá. Sabes cómo es él, es un idiota, es estricto y espera mucho de mí.
—Sí, pero a ti nunca te importo realmente en lo que él quería que te convirtieras.


Ella se encoge de hombros, balanceándose ligeramente. 


—Quizás está entendiéndose ahora. Estoy cumpliendo veinticuatro malditos años y aun actúo como si tuviera diecisiete. Quiero crecer ahora y pienso que estoy lista, pero no sé qué quiero. No sé si quiero seguir viviendo con papá.Quiero viajar. No estoy segura de si quiero estar con Luciano a largo plazo… solo no lo sé —recita de un tirón sus oraciones en orden al azar, pero me las arreglo para mantener el ritmo. Tener conversaciones con Vanesa sobre crecer es algo que nunca pensé que compartiría con ella. Hasta recientemente, ella estaba completamente feliz con su vida despreocupada. ¿Qué ha cambiado? 


—¿No sabes si quieres estar con Luciano? 

Arrastra una inhalación a través de su cigarro, haciendo que la brasa roja al final se queme brillantemente.

—Él en verdad me gusta —exhala—. Pero no es la clase de chico de a largo plazo…. Y no es como que yo sea la única con la que ha tenido sexo las semanas pasadas.

—¿Qué? Te engañ… 

—No es engañar, Pau. No estamos juntos y al momento sucede, estaba ahí también, pero se sintió diferente. 

Me estremezco. Por supuesto que estaba refiriéndose a un trío. Me muerdo la lengua y le pregunto si se refiere a algo diferente. No quiero escuchar los detalles sucios de su vida sexual, pero soy su mejor amiga y necesita sacar las cosas, lo que significa tengo que tomar la responsabilidad.

—Normalmente, cuando hago esa clase de cosas estoy bien con eso… pero la otra semana, cuando sucedió me sentí… casi asqueada.

—¿Fue la otra chica?


—No, la otra chica era casi perfecta, prácticamente un diez.
—¿Entonces cuál es el problema? 

Vanesa se encoge de hombros. 

—Creo que estaba celosa… no quería compartirlo.

—¡Awww! —chillo, envolviendo mis manos en puños como un niño emocionado—. ¡Te gusta él! Como, gustar-gustarte.

Ella niega con su cabeza de nuevo, como si no estuviera feliz por eso. 

—No quiero que me guste… 

Corre una mano sobre su cara y doy un paso más cerca de ella, ya no importándome sobre el humo de cigarro que me envuelve.


—¿Por qué no? ¿Qué sucedió? 

—Él es demasiado… —escucho su voz temblar y ella aclara su garganta—Él es difícil, Paula. Ni siquiera puedo comenzar a explicártelo. No le darás sentido.

—Inténtalo.

Sopla aire fuera de sus mejillas. 

—Es muy demandante, siempre necesitando cosas hechas de cierta manera y con el sexo, necesita duro y rápido, dolor y placer, toda esa mierda. Esta dañado,tan malditamente dañado, y sé que no debería molestarme con él, pero no puedo alejarme. 

—Si no eres feliz, entonces vete. 

—Soy feliz, estoy más que feliz con él, pero no es la clase de chico que estés destinada a enamorarte. Él es el que te follas una o dos veces y luego sigues adelante. No es con quien sientas cabeza. 

—¿Y qué si no lo es? Deberías al menos intentar comunicar tus sentimientos con él. 

Vanesa se ríe una vez. 

—Eres linda, pero Luciano no es Pedro. Él no es cabrón con los chicos y luego lindo y adorable tras puertas cerradas con su chica. Luciano es duro de la cabeza a los pies y no traería nada profundo y significativo con él. No quiero asustarlo. 

Abro mi boca para decirle que tome un clavado, pero una puerta balanceándose me interrumpe. Vanesa deja caer su cigarrillo y lo pisa mientras mueve su cabello alrededor de sus hombros. De su bolsillo trasero saca una pequeña botella espray de menta para la boca y lo rocía en su lengua. La observo,curiosamente mientras corre su lengua sobre sus dientes y cambia su peso a su otra pierna como si estuviéramos contemplando entrar en la piscina.

—Iba a sugerir ver una película, pero nadar desnudos suena mucho más divertido —anuncia Luciano, tirando su ajustada camisa sobre su cabeza y exponiendo su estómago ondeado. Vanesa se ríe, tirando de su propia blusa. Esta luciendo un poco más suave estos días, más curvilínea. Es increíble lo que unos kilos extra pueden hacer para tu atractivo sexual. Su cuerpo esta curvilíneo y Luciano lo aprecia, también. Incluso en el leve brillo de la luz de la piscina puedo ver como sus ojos con avidez beben sus características mientras ella desliza su pequeña falda negra abajo por sus piernas. 

—Mantén la ropa interior —suplico cuando el dedo de Luciano se curva alrededor de la ropa interior de Vanesa y tira de ella más cerca de él—. Por mi bien. 

De repente, luces brillantes dentro de las rocas rodeando el borde de la piscina se enciende y ya no tengo que depender de la escasa luz en el fondo de la piscina como mi principal fuente de luz. Miro alrededor del patio, pensando en todas las características que me perdí en la oscuridad. La piscina es estándar, forma de gomita rodeada con rocas oscuras, dando el efecto perfecto de “laguna”.
Mi mirada sigue la piscina desde las escaleras de la casa de la piscina, a través del agua, sobre el spa y en una hermosa, amplia tumbona debajo de un hermoso como toldo de roca oscura.  
Luciano y Vanesa pasean de la mano hacia los escalones y se sumergen en el agua. Se ríen y hablan en susurro mientras me siento en el borde, sumergiendo los pies en el agua fresco.

—Lograste hacerlos mantener sus ropas. Bien hecho. —Pedro se ríe,sentándose junto a mí y sumergiendo sus piernas en el agua.

Vanesa se ríe mientras Luciano tira de ella hacia él. Miro justo a tiempo para ver su lengua salir y lamer su labio inferior. 

Me río. 

—Tengo el sentimiento de que no va a durar mucho.

El tobillo de Pedro se engancha alrededor del mío y miro abajo a nuestras piernas. Me gusta Pedro en pantalones cortos. Me gusta ver la definición de sus pantorrillas, tan gruesas y perfectamente formadas.

Miro de vuelta a Vanesa y Luciano. Para mí, son la pareja perfecta. Ambos hermosos, ambos divertidos y despreocupados… observo cuando la boca de Luciano se hunde en la garganta de Vanesa y ella jadea, hace un gesto de dolor... y ambos sin vergüenza de tener una audiencia. No pensé nada de eso hasta que la ropa interior negra de Vanesa flota cerca de Pedro y yo. 

—Hora de irse —me quejo, sacando mis pies del agua.
Con una risa cansada, Pedro se levanta y me sigue. Camina cercanamente detrás de mí al volar del patio de la piscina y regresar al área de barbacoa. Tomo mi teléfono y reviso la hora. Siete y cuarto.

—Probablemente debería irme ahora… —le digo con un pequeño mohín.


Quiero quedarme con él, para finalmente dormir en sus brazos otra vez, pero no puedo. No esta noche. Con un pequeño asentimiento, Pedro va dentro de la casa y recupera las llaves de su auto de la banca. Lo sigo a través de la casa, pisando sobre cajas vacías y periódicos apretujados, antes de finalmente salir por la puerta frontal. Mientras caminamos por el camino, Pedro entrelaza sus deseos a través de los míos.


—¿Te quedaras conmigo mañana en la noche? 

No puedo evitar sonreírle. Como si necesitara una invitación. 

—Absolutamente. 
Nos acercamos a su Range Rover blanca y abre la puerta para mí. 

—Siempre un caballero —digo, deslizándome en mi asiento.

—Un caballero, ¿dices? 

—De pies a cabeza.


Sus labios se curvan en su sonrisa característica. 

—Tendremos que cambiar eso. 

Él cierra mi puerta y rodea el auto, subiendo detrás del asiento del conductor.

—¿Por qué quieres cambiar eso? —le pregunto por curiosidad. Ser un caballero es una cosa buena. 

—No me va, soy todo menos caballeroso. 

—No estoy de acuerdo. Eres muy cuidadoso… —pienso sobre mis palabras


—… cuando quieres serlo. 

—Sí, bueno, no le digas a nadie. Golpeo caras para vivir, recuerdas. —Me sonríe y enciende el auto—. Ser gentil no hace mucho para ayudar mi factor de intimidación. 

Va en reversa fuera de la entrada y observo su cara. El pequeño tirón feliz en sus labios hace a mi corazón revolotear. Creo que lo hago tan feliz con mi presencia.
Yo. 

Paula

La chica que se rehusaba a dejar su larga relación de mierda con su novio infiel, la chica cuya experiencia sexual se reduce a dos, la chica quien ignoró sus responsabilidades de trabajo en el momento que alguien atractivo mostró interés en ella, y la chica quien es demasiado simple cuando se pone contra la apariencia de Pedro y su personalidad extrovertida. Extrañamente, él me ve como igual… 

como si fuera tan intensa y atractiva como lo es él.


—No me dijiste cuál es tu posición sexual favorita, por cierto —dice él, humedeciendo su labio inferior con su lengua. —Me gustan todas. 

—¿Todas? ¿No tienes una favorita específica? 

Me encogí de hombros.

—Tú no la tienes. 

—Lo hago, pero seguro como el demonio que no iba a compartirla con Vanesa y Luciano. 

Cruzo mis brazos.

—Bien, entonces, ¿cuál es?

Él me mira de lado y luego de vuelta al camino.

—¿Quieres saber? 

—Sí. 

—¿Realmente quieres saber?

Golpeo mis palmas en mis piernas, impaciente con su tortura. 
—¡Pedro, vamos!

—Contigo, es el misionero. 

Una risa fuerza su camino arriba por mi garganta y cubro mi cara con mis manos.

—¿El misionero? 

—Sí, el misionero. —Parece casi ofendido—. ¿Qué está mal con eso?


Acomodo mi cabello detrás de un oído y tiro mis manos lejos de mi cara.

—Nada está mal con eso. Solo asumí que tendrías una favorita que sería un poco más… sucia.


—No me tomes a mal, me gusta las otras casi tanto, pero contigo el misionero es mi favorito. Me gusta estar cerca de ti. 

Mi pecho deja de moverse con las risas cuando una expresión casi tímida cruza los rasgos de Pedro

—Me gusta estar cerca de tus labios… me gusta sentir tu aliento en mi cara o en mi oído y me gusta cuando tus manos se deslizan sobre mis brazos y hombros.

Me mira de nuevo, conteniendo una sonrisa.

—Como sea, ese es mi razonamiento. ¿Cuál es tú favorita? 

Fruncí mis labios contemplando decirle o no. No quiero porque mi posición no es la misma que la suya y no hay manera que pueda elaborar una razón tan dulce como esa. La verdad es, la posición que más me gusta es puramente por razones primitivas. Me gusta tener a Pedro debajo de mí y entre mis piernas. Me gusta tomar control de él por un cambio.


—Todas las de arriba.


Se ríe una vez y golpea el volante. 

—Sabía que no ibas a decirme, ¡soy tan incauto! Supongo que vamos a tener que hacerlas todas. 

—¿Todas? 

 
Aprieto mis muslos más fuerte ante el pensamiento.


Él asiente.


—Decidiré cuál te vuelve más loca. 

Ruedo mis ojos. 

—Por supuesto que convertirías esto en un reto. 

 
—Demonios, sí, y puede que sea mi reto favorito, incluso.

CAPITULO 159



Una sola, caliente lagrima rueda abajo por mi mejilla y la limpio,parpadeando rápidamente. ¿Por qué duele tanto?


—Estúpidas cebollas —sollozo, cortando en cubos la última porción.


Cuando termino, dejo caer el cuchillo y doy golpecitos en mis ojos con mi blusa. Rápidamente saco las cebollas y las dejo caer con el resto de la ensalada antes de lanzarlo todo junto. Tomo el tazón, un par de pinzas, y una pequeña botella de aderezo francés antes de salir por la puerta trasera y al pórtico trasero de Pedro. Es una plataforma de concreto baja y espaciosa rodeada por pequeños arbustos de olor dulce y largas columnas de concreto. Su patio trasero es grande,lleno con pequeños arboles de fruta y enormes macetas terracota. Arriba en la colina en la parte trasera de su gran casa de la piscina con una gran piscina de natación para emparejar. 

Ayudar a Luciano con sus cajas tomó horas, pero casi está instalado ahora.
Me encontré con unas cajas que se negó a dejarme abrir por mi propia “inocencia” lo cual Pedro y Vanesa encontraron gracioso. Por supuesto, eso llevo a Luciano y Pedro traer a colación el club de desnudistas y cómo había reaccionado cuando Vivian,  la desnudista, se había movido contra mí y chupado mi labio en su boca.
Vanesa protestó el hecho de que nunca había ido a un club de desnudistas con ella,pero creo que la convencí que legítimamente no tenía idea a dónde íbamos.
Afortunadamente, nadie menciono el incidente con Dom y creo que todos los involucrados lo apreciaron.
Miro alrededor del patio trasero. El bajo sol recostado cubría todo en una luz dorada que hace a mi estómago revolotear. A veces, son las cosas simples las que te quitan la respiración.Pedro está en verdad viviendo la vida aquí y me siento mal que tenga que dejar su lugar para visitarme en la casa de mis padres.
Coloco la ensalada en el medio de la mesa y me dejo caer en la silla al otro lado de Vanesa. Aparentemente, Pedro tiene que sentarse a la cabeza de la mesa,justo como papá hacía en la nuestra. Se siente realmente bien… como que estoy en casa. Luciano ignora la ensalada y se lanza directo a su filete, haciendo un gran
espectáculo.


—Hombre, ¡estos filetes son asesinos! 

Vanesa frunce el ceño hacia él con una pequeña sonrisa en la esquina de sus labios. Aún no he hablado realmente con ella. No hemos tenido tiempo a solas,pero viéndola esta tarde, diría que ella es cien por ciento feliz con Luciano y él parece feliz con ella. Trato de imaginarlo enojado y controlador, pero no puedo.

Es demasiado relajado y joven para ser tan… difícil. La única cosa extraña sobre ellos era que aun afirmaban que eran solo amigos cuando pensé que estaban planeando en salir después del torneo aficionado de Pedro.


—Te prometo, es legítimamente la mejor cosa que has comido alguna vez — gruñe Luciano, chupando su dedo.

Sujeto mi copa de vino tinto y la llevo a mis labios, tomando un sorbo. La risa del pecho de Pedro atrae la atención de todos y se apoya hacia atrás en su silla, completamente relajado mientras arrastra un dedo índice a lo largo de su labio inferior. Sus ojos oscuros se mueven hacia mí y su boca se curva en una arrogante sonrisa, sin remordimientos.

—No sé sobre eso —dice él. 

Vino se atrapa en mi garganta y me ahogo, chisporroteando como una idiota. 

—¡Oh vamos, ustedes dos! —gruñe Vanesa—. Estamos comiendo la cena. 

Luciano se ríe, lanzando su cabeza hacia atrás y exponiendo una boca llena de comida. Siento mis mejillas arder. Me alegra que alguien esté encontrando esto gracioso. Pedro levanta su vaso de agua hacia mí antes de tomar un bocado y le frunzo el ceño, pero a él no le importa. Dice y hace lo que quiere. No hay censura para él… y tal vez es por eso que me gusta. Es impredecible, emocionante. Mi ceño fruncido rápidamente se convierte en una sonrisa y muerdo mi labio mientras sirvo ensalada en mi plato y la mezclo con mi pollo asado. No puedo enojarme sobre eso, supongo. Fue un cumplido, un cumplido travieso que prefiero que no repita, pero uno sin embargo. 

—Relájate, Vanesa —Pedro se ríe, sentándose hacia adelante en su asiento—Mis palabras no tienen nada sobre lo que tú y Luciano estaban haciendo en el suelo de la sala de estar cuando llegamos aquí.

—Quizás no, pero después de la ducha que tú y Paula tomaron, diría que estamos a mano. —Luciano se metió en la conversación con un movimiento de sus cejas. 

Genial. Ellos lo escucharon. Pongo abajo mi copa y llevo ensalada a mi boca,haciendo cualquier cosa para prevenir ser arrastrada dentro de la conversación.
Vanesa se ríe, sonriendo ampliamente hacia mí y de repente estoy tratando de no sonreír. 

—¿Qué quieres que diga? —le pregunto a través de comida masticada—¿Lo siento?


Ella me muestra sus palmas, reteniendo una sonrisa. 

—Nada.


Después de eso, la conversación de la cena fluyo de sucia a más sucia. Todos ellos están hablando sobre cosas que han visto en películas o clubes de desnudistas, no todas atractivas o sexis tampoco. Aquí un hecho interesante que aprendí, la posición sexual favorita de Luciano es “estilo perrito”. Resulta que realmente le gusta dar palmadas en el trasero y tirar del cabello. Vanesa se ríe todo el tiempo, estando de acuerdo con lo que él dijo. Pedro, aun así, se niega a declarar su favorita, afirmando que es fácil de complacer y que todas funcionan bien. Me niego a agregar cualquier preferencia personal a la conversación.Vanesa conoce casi todo sobre mí y me alegra que no haya divulgado ninguno de mis gustos y disgustos en la mesa de comedor.
Cuando Vanesa y Luciano se giran hacia el otro para una rápida sesión de besos, Pedro se inclina cerca de mí. 

—Han estado bebiendo desde temprano esta tarde, solo sigue la corriente. 

¿Bebiendo desde esta tarde? Ahí está la Vanesa que conozco y am… estoy acostumbrada. Apuñalo la última pieza de pollo con mi tenedor y lo pongo en mi boca antes de dejar caer el tenedor de vuelta a mi plato y empujándolo a un lado.
Mi estómago es pesado y contemplo desabrochar mis pantalones cortos para hacer más espacio para mi comida de bebé.
Tan pronto como termino,Pedro y Luciano se levantan de la mesa y juntan los platos, dejándonos a Vanesa a mí solas. Ella salta de su silla y hace un gesto para que la siga dentro del patio trasero. Me deslizo de mi silla y la sigo. No es hasta que la sigo pasando de la casa de la piscina, dentro del patio de la piscina y ella saca un cigarrillo de su sostén que me doy cuenta que ha venido todo el camino aquí fuera para fumar un cigarrillo.

CAPITULO 158




Pedro abre la puerta de la ducha para mí y me deslizo dentro,inmediatamente sumergiéndome en la corriente caliente. Doy un paso fuera del camino cuando Pedro entra para que pueda tener algo de agua. Observo mientras inclina su cabeza hacia abajo, dejando que la corriente se estrelle en su cabeza y hombros y fluya a lo largo de su cuerpo glorioso. 


―¿Puedo tener algo de jabón? ―pregunta.


Agarro la botella de gel de baño colocada en el estante superior y se la extiendo. Él no la toma. 


―Pon un poco en tus manos.


Haciendo lo que él dice, aprieto una gran cantidad en mi mano y regreso la botella a su lugar.Pedro se para fuera del agua, con los ojos todavía cerrados mientras pequeñas gotas corren a través de sus párpados. Sin decir una palabra,me acerco a él, cubriendo su pecho con una fina capa de jabón. No puedo oír su respiración pesada bajo el choque del flujo de agua, pero puedo ver sus labios entreabiertos, y bajo mis manos su pecho moviéndose a un ritmo lento y profundo. Masajeo su gran y amplio pecho con las yemas de mis dedos antes de aplanar la palma de mi mano y moverme más bajo hacia su seductor estómago.


Atrapo la esquina de mi labio inferior entre mis dientes mientras trazo los surcos poco profundos entre cada músculo y mi cuerpo se vuelve más caliente cada segundo que mi piel permanece en la suya.


―He echado de menos tus manos... ―murmura mientras se desploma sobre sí mismo, completamente relajado bajo mi tacto. 

Mis manos siguen deambulando sobre él, arrastrándose entre elevaciones de músculos y hasta sus largos brazos. No estoy segura de cuánto tiempo lo lavo... 

minutos.

Horas. 

Días. 

Quién sabe. Lo que sí sé, sin embargo, es que me siento completamente en paz aquí con él.
Gotas de agua se deslizan sobre su boca y brillan como cristales, mientras reflejan la luz. Las gotas se arrastran juntas, continuando su viaje por su barbilla, y serpentean a través de su garganta, más allá de sus clavículas... Tengo que poner mi boca en esas clavículas. 

―Dime, Paula... ―La forma en que habla envía vibraciones a través de mi torrente sanguíneo y directamente entre las piernas. Miro su cara, él me está observando de cerca―. ¿Te tocaste a ti misma cuando no podías tenerme? 

Nunca dejo que mi vista vacilé de la suya y espero pacientemente a que sonría, o lo que sea para decirme que está bromeando. No ocurre nada. Sus ojos permanecen en los míos, a la espera de una respuesta honesta. Ignoro su gran amigo apuntando hacia mí y me centró exclusivamente en su cara.

―Sí. ―O al menos lo intenté. Nunca llegué muy lejos,porque quería que él me tocara. Traté de imaginar mis manos como las suyas, pero simplemente no eran lo suficientemente gruesas... o lo suficientemente ásperas. Sus labios se curvan ligeramente y da un paso adelante. 

―Eres traviesa. ―Él se ríe oscuramente―. Muéstrame. 

Trago fuerte.

  
―¿Mostrarte qué? ―pregunto, haciéndome la tonta. 

Sé exactamente lo que quiere que le muestre, solo estoy comprándome más tiempo para aclarar mi mente. 

―Muéstrame cómo te tocas cuando estás pensando en mí.

Doy un paso hacia atrás y las mejillas de mi trasero desnudo se presionan contra el cristal.

  
―No puedo.

Tocarme a mí misma es algo que sólo he hecho en privado y compartir eso con alguien más parece... extraño. Él se mueve lentamente más cerca y agarra mi muñeca. Jadeó mientras empuja mi mano entre mis muslos y mueve lentamente mis dedos contra mi carne suave, bajo su guía. Casi al instante, me doy cuenta del aumento en mi respiración y mi excitación calibrando la punta sobre el borde. 

Pedro trae su boca a la mía y su aliento cálido se estrella con mi cara. 

―Quiero que tú lo hagas ―le digo mientras deslizo mi mano de la suya,haciendo que sus duros dedos se presionen firmemente contra mi clítoris. 

Es exactamente lo que quiero, rugoso y grueso. La simple idea de sus dedos tocándome causa que mi aliento se desestabilice y mis rodillas casi se doblen.
Presiono las palmas de las manos contra el vidrio, manteniendo mis ojos en Pedro.
Él se inclina cerca, y flexionó mis caderas contra su mano. 

―No voy a frotarte ―afirma―. Pero voy a probarte.

Su lengua se mueve rápidamente y corre a través de la base del lóbulo de mi oreja antes de trazar sensualmente a lo largo de mi mandíbula. Mi sangre arde mientras mi piel entera se eriza. Pongo mi cabeza hacia un lado, dándole más piel que lamer mientras él se desliza, mordiendo y chupando. Su fuerte brazo rodea mi cintura mientras su boca se desplaza sobre mi clavícula, por mi pecho, y sobre uno de mis pezones. Trato de cavar mis dedos en el cristal, pero terminan curvándose en mis puños en cambio,mientras mi cabeza cae hacia atrás. Mi pecho es pesado, lleno de vapor, pero no es la única razón por la que estoy respirando tan profundamente.


Rastrillo mis dientes sobre mi labio inferior mientras su mano se desliza suavemente entre mis piernas, rozando lentamente. Mantener mis caderas quietas es imposible, pero me las arreglo para balancearlas a un ritmo lento, casi inexistente. He querido que me toque por tanto tiempo y ahora que está sucediendo, no quiero que termine, no todavía. Cierro los ojos mientras su boca me acaricia por encima del ombligo, a través de mi cadera y hasta mi muslo. Un ligero gemido se desliza de mis labios mientras su mano se curva alrededor de mi rodilla y la engancha sobre su hombro. Abro los ojos y miro hacia abajo. Él está mirando con pasión hacia mí, sus ojos reducidos a la mitad en ranuras lujuriosas. 

Pedro abre su boca y mis ojos se hacen más pesados mientras él sensualmente desliza su lengua directamente sobre mi centro. 

―Ohhh... ―me quejo, dejando caer mi cabeza hacia atrás contra el cristal―Pedro...

La sensación áspera de su vello facial me hace cosquillas en todas partes,obligando a la sensación a construirse rápidamente. Mis dedos se deslizan a través de mis propias caderas y dentro de su cabello, instándolo más duro en mí.

Sus dientes se mueven a mi clítoris, mordiendo y pellizcando. Tiró de su cabello un poco demasiado rudo, haciéndole gemir y lo siento vibrar en cada centímetro de mi cuerpo excitado. Deslizando una mano de su cabello, la guío entre mis muslos y siento el borde de sus labios presionado ansiosamente contra mi piel suave. Mueve su boca ligeramente, permitiéndome sentir su lengua apuntalarse dentro y fuera de mí.

―Santa mierda... ―me quejo de nuevo.


Mis piernas empiezan a temblar cuando mi orgasmo se construye rápidamente, y mientras está a punto de golpear sobre el borde, Pedro se desliza desde debajo de mi pierna y agarra mi mano, forzando nuestros dedos sobre mi clítoris. Él presiona todo su cuerpo contra el mío, forzando la espalda con fuerza contra el cristal. Su boca se estrella contra la mía, absorbiendo todos mis jadeos mientras nuestros dedos frotan rápidamente mi carne sensible, enviando ondas eléctricas de placer a través de mí. Me sacudo hacia adelante, los gemidos sonando dentro de mi pecho mientras saboreo mi propia excitación en la lengua de Pedro. Su boca no remite hasta que mis piernas tiemblan incontrolablemente y mis gemidos se han reducido a profundas respiraciones lentas. Él succiona mi labio inferior entre los suyos y desliza sus manos por mis costados y alrededor de mi espalda, tirando fuertemente contra él.

―Te vas a frotar tú misma para mí la próxima vez. 

Nunca he visto a Pedro tan exigente sexualmente antes y es emocionante.

Estoy lista para venirme otra vez. Asiento con la cabeza, presionando mi boca en la suya saboreándome por segunda vez.

Él se aparta y planta un beso suave en mi nariz. 

 
―Vamos a salir y ayudar a Luciano a desempaquetar.

―Espera. ¿Qué hay de ti? ―Hago un gesto a su evidente excitación y él sonríe, alejándose de mí y bajo el chorro de la ducha antes de apagar el agua caliente. Sus músculos se tensan mientras el agua fría corre por encima de su cuerpo, llevando su erección con ella. 

―¿No quieres tener relaciones sexuales? ―pregunto, confundida y decepcionada. 

Quiero tener sexo con él. Ahora. 

―Quiero tener sexo, pero no en la ducha y no cuando hay gente en la planta baja. Cuando te tome de nuevo, quiero que seas libre para ser tan ruidosa como quieras, y confía en mí, cuando llegue ese momento, serás ruidosa.

Apaga la ducha y lo sigo. Mientras nos detenemos sobre la alfombra de baño, me entrega una toalla y la froto sobre mi cuerpo, secando cada gota y envolviéndola alrededor de mi pecho. 

Me apoyo en la ducha y veo a Pedro secarse con la toalla. Él corre la toalla por su brazo y sobre su negro tatuaje, un tatuaje que aún no tengo ninguna idea de lo que representa, pero seguro que es hermoso. No es tribal, eso lo sé con seguridad,pero los remolinos y patrones te llevan a creer que lo es. Mientras más de cerca lo miro, más afilados y enojados parecen los patrones, pero a medida que pasan por encima del hombro, las curvas se vuelven más sutiles y tranquilas. Mi mirada se reduce al que corre a través de su cadera. “Si puedes lograrlo a través de la noche, hay un día más brillante”. 

Recuerdo la primera vez que lo vi. Fue la primera vez que vi a Pedro pelear y ganar. 

 
―¿Cuándo conseguiste ese? ―pregunto de la nada. 

Pedro mira hacia abajo y luego se vuelve a arrastrar la toalla por su cabello.

  
―Cuando tenía dieciséis años. 

Lo miré boquiabierta. 

 
―¿Dieciséis? 

―Sí. Pasé por un pequeño período oscuro... ―Él se ríe―. Y pensé que era genial.

Cambio mi peso sobre la otra pierna.

―¿Te arrepientes?


―No. Nunca conseguiría un tatuaje que iba a terminar lamentando. Todos ellos significan algo para mí. 

―¿Todos ellos? ¿Incluso ese? ―pregunto, señalando con la cabeza hacia su hombro. 

Él mira su hombro. 

 
―Sobre todo ese.

Arqueo una ceja y él suspira mientras envuelve la toalla en sus caderas. 

―Probablemente vas a pensar que es estúpido. 

―Esta tatuado en tu piel por lo que obviamente significa mucho para ti y no voy a pensar que algo que significa tanto es estúpido. 

―Comencé mi tatuaje del hombro cuando tenía diecisiete años. ―Él señala su bíceps superior y no hago ningún comentario sobre lo absurdo que es que adolescente menor de edad se haga un tatuaje―. Un día, mi padre y yo tuvimos una gran pelea acerca de la responsabilidad, o la falta de ella. Me enfurecí y siendo el idiota rencoroso que soy, fui y conseguí un tatuaje. Al principio,realmente no significaba nada, solo un montón de líneas de enojo... Me sentaría en la silla sin decir una palabra y el hombre tatuaría algo en mí, siguiendo estrictamente mi silencio. ―Su dedo sigue el tatuaje hasta en su hombro―. Con el tiempo, empezamos a hablar y comencé a abrirme a él acerca de mi padre y como él no se sorprendía de cualquier decisión que he tomado, incluso si era una buena.
El chico del tatuaje, Declan, era jodidamente brillante. Me ayudó a atravesar un montón de cosas.
Mi mirada sigue el dedo de Pedro mientras traza su tatuaje y luego lo veo. Lo del bíceps es un pájaro... solo sentado con las alas en sus lados, no se puede ver claramente, está hecho de formas y remolinos, no líneas concretas. Mientras el tatuaje progresa, hay otra ave que se extiende por encima del hombro y en el pecho, las alas extendidas y lleno de confianza. Ahora que los veo, no puedo dejar de verlos. Son tan claros como el día y no puedo creer que no los haya visto antes. 

―Cuando mi papá murió, tenía el tatuaje terminado. ―Su dedo acaricia el pájaro confiado―. Puede ser que sea una cosa de mierda que decir, pero creo que soy una persona más feliz por ello.


Él me da una sonrisa tensa y deja caer sus manos para ajustar su toalla. 

―No puedo creer que no me diera cuenta que las aves antes de... ―le digo,cambiando de tema. Sé cómo a Pedro no le gusta quedarse en temas sobre su padre por mucho tiempo, no sin enojarse, de todos modos. 

―Eso es todo el punto. Sé que están ahí y lo que significan, pero para todos los demás, solo soy un idiota con un tatuaje tribal. Justo como a mí me gusta.

Me río, paseando cerca.  

―Tienes un montón de secretos ocultos, ¿no es así?

―Experiencias, sí. Secretos, no. 

Sus brazos me rodean y el aroma fresco y limpio de su piel se filtra por mis fosas nasales. Presiono mi lengua contra el paladar de mi boca para evitar lamerlo. 

―Vamos. Vamos a ayudar a Luciano y luego a comer.