jueves, 10 de abril de 2014

CAPITULO 26



Me despierto con la sensación de fragmentos de vidrio siendo empujados en la parte trasera de mis ojos. Mi cabeza golpea incansablemente y mi boca esta tan seca como un desierto

Alcohol. 

Clubs.

Roinol . 

Me quejo y en silencio hago un voto para no volver a beber.
Casi puedo oír a mi cerebro burlarse de mí. Lo he dicho muchas veces para que sea fiable y ahora mi propio cuerpo no confía en mí.

Ruedo de mi cama y me enderezó. Me siento como una mierda. No, me siento peor que una mierda… ¿Qué es peor que una mierda? 

Me duele el cerebro y no puede importarme el responder a mi propia maldita pregunta. 

Jalo mi bata de atrás de la puerta y me deslizo en ella.

Soñolienta,camino a la cocina. Cuando entro en la sala, Vanesa está  dormida en mi sofá vistiendo una camiseta negra y el chándal a juego, esos son míos. 

Qué sorpresa. 

Abro el armario y saco una cacerola. Tomo una cuchara de sopa de metal del cajón y lentamente troto hacia Vanesa. 

Golpeo sobre la base de la cacerola, llenando la habitación con glorioso ruido provocador de dolor de cabeza y ella prácticamente salta de su piel.

Me cierno sobre ella y ella centella un par de veces para orientarse. 

―¡Qué. Mierda. Paula! ―grita, tapándose la cara con una almohada. 

―Oh no, no lo hagas ―Mi voz suena ronca y seca. Agarro la almohada y tiro de ella―. Si yo no puedo dormir entonces tamp…

Echo un vistazo al reloj de mi microondas. 

04:00 pm

Mierda.

Mierda.

―Mierda ―jadeo. 
―¿Qué es? ―gime ella, reclamando su almohada de regreso y alejándose de mí.

―¡He faltado al trabajo! Carlos me va a matar. Estoy tan despedida. 
Ignorando mi cabeza golpeando y mi boca seca, corro a mi habitación y me pongo algo de ropa interior limpia. 
No puedo encontrar un sostén adecuado, así que opto por uno deportivo. Encima de eso, tiro de una camiseta sin mangas de color rojo y un par de mallas de yoga. 

No he hecho la lavandería en algunos días, así que estoy sin nada de ropa de trabajo respetable. Tengo que ir allí y explicarle lo que pasó. 
―¡Paula! ―me llama Vanesa desde la sala, pero la ignoro.
Jalo mi cabello en una cola de caballo y decido saltarme el maquillaje todo al mismo tiempo. Me pongo un par de calcetines y corro a la puerta principal con un par de zapatos para correr. 

Estoy jodida. Voy a tener que pedirle salir a cenar para salir de esta.
 
―Relájate, Sporty Spice . ―No me detengo. Deslizo mis pies en mis zapatos y empiezo a atar los cordones―. Llamé a Carlos anoche y le conté lo sucedido. Él sabe que no estás yendo hoy.
Me detengo y miro a Vanesa. Está sonriendo perezosamente hacia mí.
―¿Y no me lo dijiste antes? 
―Traté de hacerlo. 
Exhalo profundamente.
―¿Él sabe que estaba drogada? 
Ella asiente.
―Bueno, tenía que decirle la verdad de lo contrario, pensará que bebiste demasiado y no tienes ningún sentido de la responsabilidad, bla, bla, bla.

―Sí, supongo. ―Me dirijo a la cocina―. Gracias por eso.
―De nada. ―Ella tira de la almohada sobre su cabeza mientras bebo rápidamente una botella de agua fría del refrigerador.
―Oh, no te vas a dormir ―declaro, poniendo el agua de nuevo en la puerta lateral―. Vamos al gimnasio. 
―Diviértete con eso.
Vanesa nunca va al gimnasio. No creo que tenga la motivación para hacer algo que no requiera de alcohol y chicos. Jalo la almohada y la tiro al otro lado de la habitación. 

Ella no se mueve, así que recojo mi cacerola y cuchara y golpeo. Después de un minuto y un medio de molestamente ruidosos sonidos metálicos, se pone de pie y golpea la cacerola de mi mano. 
―¡Bien, bien! Sólo déjame hacer pis.
Mientras hace pis, tomo dos barras de desayuno de la alacena y los echo en mi bolsa del gimnasio. Empaco una toalla extra en caso de que ella quiera ducharse después, también. 
Cuando regresa, lleva un par de enormes gafas de sol y la misma ropa con la que durmió. 
―Esto tendrá que servir, porque no puedo molestarme en vestirme.

―Está bien. 
Le lanzo un lazo para cabello y ella tira de su cabello rubio recogido en un moño desordenado por arriba de su cabeza y mechones de su cabello claro enmarcan su cara. Salimos de la casa y subimos en el auto. 

Mientras nos dirigimos hacia el gimnasio le doy las gracias por lo de anoche.
 
―Eso es lo que los amigos hacen, cuidar uno del otro. ―Se encoge de hombros.
―Es cierto. Siento haber arruinado esa cosa entre el niño rico y tú.
Ella chasquea su mano hacia mí.
―Nah, olvídalo. Lo busqué en Google cuando llegamos a casa y su padre es el que tiene el dinero. Un pequeño imbécil viviendo de las rentas de la reputación de su padre.
¡Ja! La gente en casas de cristal no debería arrojar piedras.
―Lo dice la pequeña señorita “Soy dueña de un bufete de abogados”―le disparo a su vez. 
Su sonrisa se ensancha y se ríe a carcajadas.
―¡Cállate!

CAPITULO 25



Lux´s Lounge Bar tiene la misma atmósfera de ayer por la noche. Me pregunto cuántas personas tienen que trabajar mañana y si vienen a menudo. 

Son apenas las nueve y media y ya me siento como para terminar la noche. 

Vanesa me hace pasar hacia la barra e inmediatamente dos chicos nos compran una bebida. Vanesa se pone su mejor cara de “Oh, mi Dios, no estaba esperando eso” y me escondo detrás de ella mientras coquetea. 

No estoy para chicos esta noche. La discusión con Pedro esta tarde ha tomado toda mi energía y los chicos están definitivamente muy, muy atrás en mi mente. 

Parecen estar en el frente de la mente de Vanesa esta noche, sin embargo, y no me importa ser su compañera de ala mientras entra en acción y se encuentra un tipo rico agradable. 

―Poseo un bufete de abogados ―le dice a uno de los hombres y da lengüetazos como un cachorro.

Tiene el cabello oscuro que se asienta en ondas en su frente y estoy molesta por la cantidad de veces que chasquea la cabeza para moverlo.

Puedo decir desde el principio que este chico no tiene dinero, pero casi puedo garantizar que utiliza el de su padre.
―Oh, ¿en serio? Yo trabajo en la industria farmacéutica.
Mentira. Su padre trabaja en la industria farmacéutica. 
Sonrío para mis adentros. Lo estoy haciendo de nuevo, juzgar a las personas. No puedo evitarlo. 
―Drogas, me gusta. ―Vanesa se ríe y me da un empujón con su codo. 
No tengo idea de lo que significa y lo que se supone que tengo que hacer.

¿Tengo que decir algo para alentarla o quiere que me vaya?
Sus ojos verdes parpadean de reojo en mí y me encojo de hombros. 
Nunca declare ser un buen compañero de ala. 
―Paula es mi recepcionista. ―Ella insinúa.
Oh. Correcto. Me lanzo en su discusión.  

―Vanesa trabaja duro, pero al final del día le encanta jugar. ―Me siento miserable sólo diciendo eso.  
―Me gusta jugar, también. ―Él me guiña el ojo, “subconscientemente” dando golpecitos en el vidrio de su Rolex y me muerdo el labio, luchando contra el impulso de burlarme y arrastrar a Vanesa lejos de él―. Esto podría estar un poco fuera de lugar, pero están las dos interesadas en un…

Me doy la vuelta tan rápido como puedo y me largo de allí.

Un trío no está definitivamente en la agenda de esta noche y sé que eso es exactamente lo que busca. Ha estado tratando de encantarnos a ambas, toda la noche. 
La última vez que Ramiro y yo nos separamos y Vanesa me arrastró a los clubs, se encontró con un chico caliente y era su "cumpleaños". 

Él quería un trío en el que Vanesa estaba totalmente dentro. 

“Somos amigas que se conocen desde siempre. No va a ser incómodo. Veo tus tetas y vag todo el tiempo” me dijo. Mi respuesta fue un: ¡JODER NO! 
No sé por qué. Vanesa es preciosa, limpia y todo lo demás, pero no es algo en lo que esté dentro, en absoluto. El solo pensamiento me hace marearme. Camino hacia la barra y coloco mi vaso vacío. 
Mis ojos se sienten pesados y quiero ir a casa. Echo un vistazo por encima del hombro a Vanesa y la mierda mimada. Están enrollándose…enrollándose explícitamente.
―¿Qué puedo hacer por ti? ―pregunta la camarera, arrastrando mi atención a ella.

Su cabello oscuro está recogido en una coleta alta en la parte superior de la cabeza y es lo suficientemente largo para caer en cascada sobre sus hombros. Su camisa apenas cubre su cintura y tiene un punto negro por encima de su labio superior. 

Estaba teniendo un mal rato tratando de decidir si se trata de un piercing o un lunar. Me quedo mirando y me inclino más cerca. Ella se ve incómoda, pero no deja caer la sonrisa de sus labios. 
Parpadeo un par de veces mientras ella se tambalea a un lado brevemente. 

―Uh, nada… ―contesto, sentándome en un taburete de la barra―Creo que he bebido demasiado.  

Gracioso. No creo que haya tenido mucho para beber. Mis ojos se giran y giran en sus órbitas, y pronto ya no puedo decir qué lado es arriba.

―Paula, nosotros vamos… ¿Paula? ―Las manos de Vanesa me agarran y me apoyo en ella. Su pecho es suave y cálido contra mi mejilla.

―No me siento muy bien ―mascullo. 

―Mierda... Está bien. Vamos a llevarte a casa. 
 
La oigo discutir con el camarero antes de apoyar la mayoría de mi peso sobre su pequeño cuerpo. 

Ella despide al hombre con el que estaba hablando y pronto el aire de la noche golpea mi cara. Mi cabeza se aclara un poco y después de unos minutos, el cuero fresco del asiento de un taxi me sostiene mientras cálidas manos acarician mi rostro. 

No tengo idea de qué diablos está pasando y estoy asustada. Mi pecho se siente lleno y no puedo respirar.
―Está bien ―dice Vanesa un par de veces una y otra vez hasta que me saca del coche. Las líneas del mundo son borrosas, pero reconozco el retraso en un sensor de luz. 

Estoy en casa.

Me desconecto hasta que el agua tibia golpea mi espalda. Mis ojos se disparan abiertos, pero todo está aún confuso.
―Vamos,Pau, no te duermas. 
 
Estoy sentada en una silla de plástico encorvada en la ducha y Vanesa está al teléfono junto a mí.

―¡Pon al gerente en el maldito teléfono! ―espeta.

Le ayudo a sacarme de la ducha y me apoyo en la pared mientras seca mi cuerpo con una toalla. 

Ella está en espera. Odia estar en espera. Vanesa medio me empuja,medio me carga desde el cuarto de baño y me deja caer sobre mi cama. 

Desnuda, me mete bajo las sábanas. 

―¡Jeremias, vete a la mierda! ―Ella gruñe en su teléfono―. Necesitas elevar el nivel de tus controles de seguridad.  

Me desvanezco y luego despierto de nuevo. 

―Mi amiga fue drogada esta noche. No lo sé, de alguna manera. ¡Sí,estoy segura! ¡Ella es un jodido desastre!

Sigue gritando, pero no puedo oírla más. 
Poco a poco, mis ojos se cierran y me siento como recostada en una hamaca que alguien ha empujado y dejado dar 
vueltas conmigo aún en su interior. 

Poco a poco, me quedo dormida y estoy feliz, el día de hoy 
va a terminar pronto. 
Eventualmente,toda esta semana habrá terminado y me 
alegro porque no he hecho más que patearme mientras 
estoy derribada… luego, de nuevo, tal vez lo pedí. 

Tengo el hábito de hacer cosas tontas cuando no debería. 

Esta semana se supone que fuera un período de duelo, ¿no es así? Tengo la intención de superar a mi novio de seis 
años, pero en cambio, me encuentro desesperadamente pasando el rato y pensando más en Pedro que en Ramiro. Hay algo seriamente mal conmigo… y no me importa.

Lo dije en serio cuando le dije a Ramiro que no lo he amado desde hace mucho tiempo. 

Si estoy siendo honesta, estoy más molesta por la pérdida 
de tiempo que por la propia ruptura.¿Eso me hace una malapersona?
¿Es horrible para mí sentirse libre? Porque lo soy…
Soy libre.


CAPITULO 24



Llego a casa tarde porque me decidí a hacer un viaje a la tienda de comestibles por algo más de fruta fresca y verduras. 

Cuando pongo todo en el refrigerador, me voy a mi habitación para prepararme para esta noche. 

Recojo mis dos vestidos del suelo y decido usar el vestido de coctel color coral con escote palabra de honor. 

Es seguro y si hago mi propio peinado y maquillaje no tendré que verme como una prostituta clase A de nuevo.
Levantar un tipo definitivamente no está en la agenda para mí esta noche.

La única razón por la que dije que sí a Vanesa fue para conseguir sacar a Pedro de mi maldita espalda. 

Quiero ir a cenar con él, pero no puedo confiar si su solicitud es auténtica o si todo es parte de un gran plan. No lo sé. Tal vez estoy leyendo demasiado en él.

Vanesa aparece a las ocho treinta vestida igual de glamorosa que la noche anterior en un vestido entubado de color rosa salmón y tacones de aguja blancos. El segundo en que ve mi vestido se encoge. 
 
―¿En serio? ¿El vestido coral?  
Asiento y descorcho el champagne.  
―Sí, es seguro. 
 
Sus tacones son monstruosamente altos y estoy sorprendida de que no se ha roto el cuello todavía.  
―¡Oh, vamos a un club no llevar a un niño a una orientación preescolar!
Ruedo los ojos mientras sirvo el champán en dos copas de flauta. No sé cuál es su problema. El vestido coral es hermoso. 

No es revelador o apretado es… aburrido. Lamentablemente, la realización me afecta más de lo que quiero que lo haga.
La fría mano de Vanesa toca mi hombro y me doy cuenta de que estaba en otra parte. 
 
―No es tan malo. No fue mi intención molestarte.
Me burlo y finjo que no pasa nada con una risita.
  
―Estaba pensando en otra cosa y completamente en otra parte.  
―Entonces ―dice, cambiando de tema―. Mi amigo dice que Ramiro está en Heaven´s esta noche, así que vamos a regresar a Lux´s… ¿si eso está bien contigo?
  
―Absolutamente, pero no quiero quedarme fuera demasiado tarde.Tengo trabajo por la mañana y no puedo darme el lujo de dormir hasta tarde de nuevo.  
Ella toma su copa de champán de la banca y bebe un gran sorbo. Su lápiz de labios de color rosa tiñe la copa y sé va a ser un dolor en el trasero tratar de quitarlo por la mañana. 

Los labiales de Vanesa son como marcadores permanentes. 

―Apuesto a que Carlos estaba enojado porque llegaste tarde hoy.  

Tomo un sorbo del burbujeante líquido color amarillo y coloco la flauta en el banco. 
 
―No estaba demasiado enojado, pero creo fue sólo porque quería que dijera que sí a la cena. 
 
―¿Te pidió salir a cenar otra vez?

―Sí, y le dije que no por billonésima vez.
  
―¿Por qué sigues diciendo que no? Caray, yo iría si me lo pidiera. Es un nene total para su edad y tiene dinero, ah, y los ojos en él perforan directamente mi coñ…

―Está bien ―le grito, interrumpiéndola. Mi cara se arruga con sus palabras sucias. No creo que pueda soportar oír “Carlos” y “coño” en la misma frase―. Vane, tiene como cuarenta y tantos años y es mi jefe.

―¿Y?
  
―Mira, si lo quieres, ve por él. No voy a detenerte y con suerte eso lo sacara de mi espalda.
Ella sonríe.  
―Tal vez lo haga. 
 
El taxi aparece a las nueve en punto y Vanesa me arrastra de la casa antes de que tenga la oportunidad de cambiar de opinión…  de nuevo.