domingo, 1 de junio de 2014

CAPITULO 196



Manejamos por Las Vegas Boulevard, pero aún estoy muy nervioso por el viaje en avión como para realmente apreciarlo. Descanso mi cabeza contra el apoyacabezas mientras Paula y Vanesa sacan la cabeza por el techo corredizo de la limo como pequeños cachorros. Casi sonrío. 


Estaba igual la primera vez que viajé en limo. Hace calor en Nevada y el techo corredizo no permite al aire acondicionado trabajar a su potencia completa.


—¡Cerrando el techo! —llama Damian a través de la ventana de enfrente,como si leyera mi mente.


Damian decidió que manejaría la limo, no confiando en nadie más para transportar a su preciosa carga por los alrededores. Aquí hay un hecho desconocido de Damian, él tiene una licencia para manejar un autobús, un auto,una limosina y un camión. Cuántos de ellos caen en la misma categoría de licencia, no tengo idea, pero sigue siendo impresionante.



Vanesa y Paula se dejan caer, acomodándose cómodamente en sus asientos con restos de risas sacudiendo sus cuerpos. Sus caras están enrojecidas con el calor de afuera y tan pronto como el techo se cierra, siento el aire frío acariciar mi piel. 

Miro a Paula deslizarse a través de los asientos de cuero directo hacia mí.  

Mis ojos revolotean por su linda blusa azul cielo. Se aferra a su delgada cintura y caderas, exponiendo una pequeña porción de su escote. La tela es delgada  y sé que puedo arruinarla fácilmente con mis dientes. Ella se quitó su chaqueta hace bastante tiempo y tuve el placer de cargarla alrededor conmigo.


Durante el día, Vegas es aun sorprendentemente concurrida, llena con los turistas que quieren evitar la vida nocturna de Vegas. No los culpo. La vida nocturna de Vegas puede ser bastante salvaje. Todos están buscando hacer su propia historia de Hangover  y para disfrutar los placeres más oscuros de la ciudad. 

Lentamente hacemos nuestro camino por Las Vegas Boulevard y muy pronto llegamos al MGM Grand. Los otros no desperdician el tiempo en trepar con entusiasmo desde el auto, pero espero un poco para reunir mis pensamientos.

Paula también espera, mirándome curiosamente.  

—Llegaste a Las Vegas —me dice y la miro. 

Se mete un mechón de su largo cabello chocolate detrás de su oreja y sus labios se curvan en un amago de sonrisa.


—Estoy orgullosa de ti. 



Sus largos y suaves dedos se deslizan sobre la parte de atrás de mi mano que yace distraídamente en mi regazo. No seporque me siento tan fuera de ello. Mi pecho duele y el aire cálido me hace más difícil respirar. Este es el comienzo de mi nueva vida, la vida que realmente nunca esperé tener. Lahice a través de trabajo duro y dedicación…. así que ¿porque de repente me siento como si no fuera lo suficientemente fuerte para estar aquí? El sentimiento de mi inminente fracaso está pesando sobre mí y no puedo sacármelo y no he sido capaz de hacerlo desde que me dormí anoche. Supongo que siempre esperé que esto se cayera a pedazos.

Cada cosa buena que consigo nunca funciona y estoy cauteloso de porque esto me sigue pasando.  

 
Eres peso muerto —la voz de papá suena en mi mente.
Recuerdo reírme de él.


No soy peso muerto. Soy un jodido globo, un puto avión volando y nunca voy a caer.


Los globos quizás vuelen alto, pero después de un cierto límite explotan y los aviones a veces tienen que aterrizar. Los dos tienen sus necesidades y limitaciones, igual que tú. Podrías haber dicho un pájaro, ellos no necesitan mucho sustento y no vuelan tan alto, pero tenías que ir y ponerte cientos y cientos de metros sobre todos los demás. Eso dice mucho de ti, de tu personalidad y de tu temperamento. Siempre tienes que ser el número uno. Siempre pones lo que quieres y necesitas antes que todo lo demás, y siempre tienes que tener el control… Siento lastima por ti, Pedro.


Trago. ¿Lo habría matado decir que está orgulloso de mí en forma normal?


Mierda, él ni siquiera necesitaba decirme que estaba orgulloso de mi, en realidad disciplinarme y darme un consejo sobre lo que hacer y sobre lo que no, habría sido suficiente. Si, lo jodí mucho con la escuela y las chicas. Si, dejé la escuela y me negué a tener un trabajo normal. 


Probablemente bebí mucho y empecé muchas peleas, pero solo era un niño. ¿No es lo que los niños hacen?


Este año no ha hecho nada más que inflarme… ¿Por qué aún no he explotado? ¿Por qué no he aterrizado por combustible? Me estoy acercando peligrosamente al sol con ningún signo de explosión. Mi combustible está en líneas rojas, pero mis motores están funcionando muy bien con los gases.


—Y estoy seguro de que tú papa está orgulloso de ti también —agrega Paula con una sonrisa.


Y luego me golpea. Aún no he explotado o estrellado y quemado por ella.  

Me ha estado manteniendo alto. Si no fuera por ella, hubiera caído en mi primera pelea en el torneo amateur contra Frederick Kennedy, estaba a punto de arrojar la toalla, pero me ayudó. Vino a mi habitación y me tocó. No tenía que hacerlo. No hice nada más que tratarla como la mierda, solo buscaba conseguir algo de ella.  

Me dejó entrar… vio algo en mí y me dejó entrar en su vida. 


La otra noche Luciano me preguntó porque la elijo a ella, pero la pregunta real es, ¿Por qué ella me elige a mí? ¿Por qué se arriesga conmigo? No es la afortunada aquí, yo lo soy,y cuento mis bendiciones cada jodido día. Paula es la soga atada a mi globo. No he explotado porque ella no me ha dejado .Paula es mi abastecimiento de combustible, siguiéndome mientras me remonto sobre las nubes. Llena mi combustible una pequeña porción a la vez, así no me llevo por delante a mí mismo. Me mantiene conectado a tierra y es por eso que la amo. 

Paula no sabe de la tensa relación con mi papá, al menos no enteramente, y realmente no es un asunto suficientemente grande para compartirlo con ella.


—Ya no me importa eso —replico, deslizando mis brazos alrededor de su cintura y llevándola más cerca de mí.


—¿No?


Niego.


—Solo lo que tú piensas de mí importa.


—¿Eso es verdad?


Asiento, deslizando mi mano debajo de su camiseta y acariciando su espalda baja. Solo el toque es suficiente para aliviar los nervios en mi estómago.


—¿Y qué piensas de mí?


Ella frunce los labios en un pensamiento y está a punto de hablar, cuando el cabello claro de Luciano y sus ojos verdes se asoman a la puerta y se pega al auto


—¿Ustedes dos vienen?


—Cinco minutos —demando—. Cierra la puerta.


Con un gesto rápido, cierra la puerta.

—¿Podemos hacer esto más tarde? Estamos reteniendo a todos. 

Niego ligeramente. 

—Ahora está bien.


—Está bien —deja caer su mirada y mueve nerviosa mi camiseta—. Pienso que eres insaciable, intenso, agresivo, difícil de leer, y terco.


Noticias Viejas. Incluso yo sé eso. 

—Pero también pienso que eres confiable, determinado, trabajador,apuesto…

—Bueno en la cama —la interrumpo. Sintiéndome de repente juguetón—.Asombroso con mis manos, pero mejor con mi boca y tengo una buena medida de pe…


—Ego —interviene, sus mejillas enrojecidas—. Si, tu ego es enorme. 

—¿Es así como lo estamos llamando ahora? Es un extraño sobrenombre pero creo que puedo hacerlo funcionar.


Golpea mi pecho y agarro sus brazos, fijándolos en sus costados. Se revuelve contra mí tratando de soltarse. Apenas estoy usando fuerza para sostenerla y encuentro extremadamente divertido (y un poco excitante) que pelee tan duro contra mí.


—Tu amas mi ego —me rio, tiro de ella así que su pecho se roza con el mío y sus labios están a pulgadas de los míos—. Tú amas la forma en la que se siente mi ego.Inclino la cabeza hacia adelante y jadea mientras succiono su labio inferior en mi boca. Lo dejo ir.—Si te gusta la forma en que sabe esta por ser visto.


Miro su cara mientras sus labios se aprietan en una línea seria.


—Mantén este agarre en mí y te garantizo que tu ego no verá la parte de afuera de tus pantalones en todo el viaje.


Arqueo una ceja, pero su cara no titubea y la suelto. Ni un segundo después,estrella sus labios contra los míos. Paula separa sus muslos y los desliza sobre los míos mientras rastrilla los dedos a través de mi cabello. Me toma enteramente por sorpresa. Estoy completamente aturdido, mi cerebro y mi cuerpo fuera de sincronización, mientras se dispersan desesperados por ponerse al día con el otro.


Mientras su lengua masajea brutalmente la mía, mis manos suben y agarran su culo, empujándola duro contra mí. Con una respiración brusca, empuja sus caderas contra mí y gimo en su boca. Por suerte, las ventanas son de vidrio negro y nadie puede ver hacia adentro. Solo mis ojos verán a mi chica cuando se pone así, caliente y dominante. Creo que tener sus manos en mí es exactamente lo que necesito para mitigar los pensamientos negativos. Mi cabeza nada con su sabor y la sensación de ella contra mí. Solo ella tiene el poder de consumirme, de erradicar todo el tren del pensamiento racional. Incluso un roce ocasional de su mano contra mi piel es suficiente para enviar un shock de calor a través de mi sistema


Paula se aleja una pulgada y nuestro aliento choca. Miro su cara. Sus ojos están achicados en rendijas lujuriosas, sus labios hinchados de nuestro beso. Las olas de energía entre nosotros tiene a mi corazón golpeando y toma toda mi fuerza de voluntad no tragar duro.


—Prometo que amaré cada segundo que tenga para probarte.


Se inclina hacia adelante y en un movimiento dolorosamente lindo, me besa suavemente antes de deslizarse fuera de mí y salir del auto.

CAPITULO 195



Me acercó a la parte trasera del auto y coloco la última maleta dentro. Las maletas de Paula y Vanesa ocupan casi todo el espacio, dejando apenas el espacio suficiente para las de los demás. 


Afortunadamente, Luciano está en la silla delantera y Vanesa esta atrás. Juro por Dios que si tengo que escuchar otra sesión de besos o gemidos voy a quebrarme. Subo al asiento trasero y Paula inmediatamente se acurruca junto a   mí. No la había visto desde la última vez que la llamé. He estado tan ocupado poniendo en orden el gimnasio para nuestro viaje y tratando con los abogados que no he tenido tiempo para prestarle atención.  


En el lado bueno, mis abogados me dijeron que la MMAC está revisando los detalles del acuerdo. Se niegan a dejar ir a Dom, quieren arrastrarlo a algún punto y este pequeño… predicamento es lo único que los detiene.


Damian maneja hacia el aeropuerto. Envuelvo mi brazo alrededor del hombro de Paula, acercándola. Quiero tocarla, olerla. Necesito algo y todo de ella, para compensar su ausencia.


—Me sorprendes —balbucea Paula, su voz sólo lo suficientemente fuerte como para que yo la escuche por sobre la música. Miro hacia ella, capturando los nítidos ángulos de su rostro y sus amables ojos y sus jugosos,suaves labios. 


—¿Yo?



Ella asiente sin darme una explicación y no la presiono. 


Puedo sobrevivir sin esas palabras. Sus ojos no dejan los míos y sigo mirándola, esperando que desvíe su mirada. En vez de eso, siento un crecimiento eléctrico empezando en mi pecho e irradiando hacia el sur. Repentinamente, todo mi entorno se desvanece y ella tiene toda mi atención. Deslizo mi dedo arriba por su cuello y pasando por su mejilla hasta su labio inferior. Sus labios se separan, su lengua emerge, y veo como lame la punta de mi dedo, tan suave y húmeda. 


No puedo evitar preguntarme como se sentiría esa lengua contra otras partes de mi anatomía y me muevo suavemente en mi silla, deseando que mis vaqueros se sientan menos… apretados. Mi boca se siente seca y si fuésemos solo nosotros, me habría desviado a la cuneta y habría humedecido mis labios con el sabor de ella. 


Habría humedecido cada centímetro de tela en el auto con su deliciosa humedad.


Resbalo mi dedo de su boca, pero mantengo mi mirada clavada en sus labios. Ella endereza su espalda, trayendo su boca más cerca de la mía y me besa. 

Es lento y tranquilo, no siendo notados por los otros tres. 

Mis ojos se cierran y corro la parte de atrás de mi dedo por su mandíbula. Luego, me derrumbo bajo mis deseos y sujeto su mandíbula, forzando su boca más duro contra la mía.


Siento su aliento ser aspirado por sus pulmones y juro que puedo oír su corazón saltarse un latido y su coño volverse resbaladizo con necesidad.


—Tranquilos. —Oigo a Vanesa reír entre dientes—. Mi maquillaje no es a prueba de agua.


Paula se aleja de mí y descansa contra mi hombro. Oigo a Luciano reír en el asiento delantero y veo a Damian de perfil mientras sonríe.  

—Tampoco mi teléfono.


Silencio cae en el auto por una fracción de segundo antes que sea roto por nuestra risa, todos reímos y pronto,estamos yendo a conversaciones sobre las Vegas y sobre lo que haremos allí. Damian es el primero en intervenir.


—Nosotros estaremos disponibles cinco horas al día, cada día,anticipándonos a la pelea. Serán dos horas en la mañana, cuatro a.m. a seis a.m.,Una hora durante el día, once a.m. a doce  a.m., y luego cuatro p.m. a seis p.m. —
Se aclara la garganta—. Fuera de ese tiempo, son libres de hacer lo que quieran,excepto todas esas cosas que tienen prohibidas como beber, o hacer alguna estupidez que los ponga en riesgo.


—Los Club de desnudistas no son malos para ti. —Luciano alza la voz y siento que Paula se pone rígida contra mí.

Rastrillo mis dientes sobre su labio inferior, recordándole la última vez que estuvimos en un club de desnudistas. Fue un estúpido movimiento de mi parte.


Paula quería estar en casa, pero yo era el conductor designado y al obligué a venir con nosotros. Todos tomamos algunas malas decisiones esa noche y Paula sufrió la consecuencia de todas ellas. 

—Nada de clubs de desnudistas —ordena Paula—. No saldré con desnudistas de nuevo. Hubo suficientes disturbios la primera vez.


Luciano aúlla de la risa y lo oigo palmear sus muslos.  

—Jesucristo, eso fue tan divertido. Cada vez que recuerdo tu rostro cuando ella te besó, me río. Eras un como conejito encandilado.

—Sí. Ja. Ja. Ríete.


Acaricio el brazo de Paula con mi pulgar mientras Vanesa habla.  

—Siempre he querido ir a un club de desnudistas en las Vegas. Tenemos que hacerlo. 

—Ir a las Vegas y no visitar un club de desnudistas es como ir a Paris y no molestarse en ir a la Torre Eiffel. ¿Cuál es la idea? —alza la voz Luciano. 

Vanesa está de acuerdo.


—Nadie los detiene de ir, pero no esperen que los siga a todas partes —declara Paula, bostezando.

El auto se llena con charla animada sobre todas las posibilidades en las Vegas y todo lo que puedo pensar es abrazarme con Paula en mi tiempo libre. Al diablo los casinos. Al diablo los clubs desnudistas. Quiero recostarme en una cama con mi chica y disfrutar cada segundo que pueda porque entre más se acerca mi primera pelea profesional, sé que me pondré más perturbado. Estaré
dos semanas fuera y ya estoy ansioso… mi primera pelea profesional… en las Vegas, Nevada, en el MGM Grand frente a miles de espectadores mientras soy trasmitido por las cadenas de deportes. Necesito mi cabeza en el juego, no en los senos de alguna desnudista o en una máquina de póker.


No estoy en las Vegas por placer. Es solo por negocios y así me comportaré.

CAPITULO 194






Pedro 
 
Me recuesto contra el auto, mis manos llenando mis vaqueros mientras espero a Paula. Portland es sorprendentemente frío a las cuatro y media de la mañana. 


Aparentemente, Damian reservó el vuelo más temprano que pudo. Él siempre quiere hacer lo máximo de cada día y no quiere pasar la mayor parte sentado en un avión. Según mis cálculos, tomaremos el avión a las cinco y estaremos en Nevada a las once de la mañana. Nada mal, pero sigue siendo mucho maldito tiempo para mí. Preferiría manejar los cuatro mil quinientos kilómetros y evitar caer desde el cielo. 


He tenido suerte hasta este momento, ¿pero que tanto puedo bailar con la muerte? Uno de estos días, ella y el karma podrían decidir que están cansados de mi mierda y me dejaran caer en picado al océano.



Salto de las imágenes de una caída y una ardiente muerte por el sonido de la puerta del frente de Paula abrirse y la mosquitera golpeando contra el muro de ladrillo. Verla inmediatamente relaja algo de mi duda y salgo del carro y camino pasando la cerca para agarrar su maleta. Ella luce adorable en su chaqueta blanca con capucha y pantalones negros. Paula sonríe de manera somnolienta y no puedo evitar sonreírle de regreso. Ella es muy linda como para no sonreírle,incluso cuando está molesta.


—Buenos días —me saluda, haciendo que mi corazón se sienta todo estúpido y tibio.


—Buenos días —contesto, tomando su maleta y poniéndola detrás de mí.


Olvidando el equipaje, agarro la chaqueta de Paula y tiro de ella hacia mí.


Su rostro adormilado despierta en el instante en que presiono mi cuerpo contra el suyo. No sé porque siempre la atraigo hacia mí… pero se siente mejor cuando la estoy tocando. Siento paz, como si todo estuviera bien. Sus ojos verdes estudian mi rostro, mirando fijamente. Quiero besarla. Voy a besarla. Bajo mi boca hacia la de ella, presionando escasamente mis labios contra los suyos. Me detengo por un momento, escuchando su rápida respiración. Adoro la forma en que la afecto y sé que si deslizo mi mano dentro de sus pantalones, estará húmeda y lista para mí,siempre lo está. Mientras presionó mis labios más duro contra los de ella, su mamá, Sandra, se detiene detrás de ella sosteniendo una maleta larga y negra.

—No olvides tu vestido, Paula. Buenas, Pedro.  


Paula se aleja de mí, como si hubiese sido un plato caliente en el que colocó  sus manos sin prestar atención. Sonrío, divertido por su reacción. Paula recibe el vestido y me mira brevemente, sus rosadas mejillas resplandeciendo antes que llevara el vestido al auto. Un incómodo silencio llena el aire entre Sandra y yo. Sé que Sandra no es exactamente mi fan número uno, pero sé que le agrado lo suficiente como para estar con su hija.


—Le pediré que se case conmigo —le digo rápidamente a Sandra, sin bobadas.


Sus delgadas, cejas marrones casi se elevan hasta el nacimiento de su cabello, pero trata de enfrentar mi anuncio como si no fuese la gran cosa.  

—¿Ahora mismo?  

—Sí, mientras estamos en las Vegas. Y me la llevaré de esta casa a la mía.  

La esquina del labio de Sandra se retuerce, sus fangosos, ojos verdes estrechándose sobre mí.   

—Tengo la sensación de que no me estás pidiendo permiso.
Sacudo mi cabeza.
—No, señora. Estoy diciendo las cosas como van a suceder.
Ella cruza los brazos. Se ve tan pequeña en su bata de flores. 

 
—Estás extremadamente confiado en que Paula dirá sí.

—Lo estoy —digo y mi estómago se revuelve por la mentira. 


No sé porque siento tanto recelo por su respuesta. Ella me ama. Me lo dice casi todos los días,pero ella también es caprichosa e impredecible. Hay una posibilidad de que diga no o aún no y mi misión en las Vegas es alejar esas posibilidades. Cuando soy optimista ella hace lo que sea por mí, se lo pediré y no será de la forma tradicional. No. Se lo pediré en la forma “Pedro” así que de ninguna maldita manera lo olvidará.


—Bueno, tienes mi aprobación… aun si no la quieres.


Sus palabras me atrapan fuera de guardia y estoy repentinamente congelado, incapaz de hablar. ¿Acaba de darme permiso? ¿Sandra Chaves, acaba de darle su bendición a Pedro Alfonso? Combato el deseo de pellizcarme para ver si es un sueño. 

—Gracias.


Ella mueve su mano hacia mí y yo se la agarro, atrayéndola a un abrazo. En lugar de golpearme lejos como esperaba, ella se ríe entre dientes y da palmaditas rápidas en mi espalda. Cuando la dejo ir, se aleja, cubre sus ojos con sus manos y me da la espalda.


—Buen viaje. Mantén a mi bebé a salvo.


Antes que pueda responder, ella entra a la casa y cierra la puerta. Yo agarro la maleta y me dirijo al auto, Paula tiene la puerta abierta y ambas, ella y Vanesa,están mirándome fijamente, sus ojos saliéndose de sus cráneos.


—¿Qué? —pregunto mientras abro la cerca y la atravieso.


—Nada —responden al unísono.