martes, 11 de noviembre de 2014

CAPITULO 269



PAULA


Me quedo dormida con la cabeza en el regazo de Damian, pero no sueño. Él vino a decirme que Pedro regresará pronto y estoy eufórica de que esté dispuesto a hacer que esto funcione. Sabía que lo haría... Pedro Alfonso es muchas cosas, pero mentiroso no. Él dijo que va a cuidar de mí. Me prometió que vamos a estar bien y ahora viene a entregar esa promesa.


Me dormí con Damian contándome historias sobre Pedro de adolescente. Ellas me hicieron sonreír… era un pequeño problemático. Una vez, Pedro fue arrestado
por correr desnudo en una iglesia durante un sermón del domingo por la mañana.


Resulta que no apreciaban su figura semejante a Dios bastante como yo.


Exhibicionismo indecente, lo llamó Damian, haciéndome reír. 


Todo lo que Pedro hace es indecente, y aunque Damian me está contando estas historias de su despreocupada juventud, no las creo. Para mí, Pedro siempre ha sido severo y un poco intenso. Claro, puede ser excesivamente confiado y juguetón, también, pero en su mayor parte es un tipo serio. No puedo imaginarlo corriendo desnudo por diversión o hacer skate o surf como las otras historias que Damian me ha contado.


Lo veo como el gran hombre con las manos pesadas... ¿tal vez tener un hijo sacará al niño interior de Pedro?


Una ingravidez repentina me invade y soy despertada de mi siesta. Me asomo a través de los ojos apenas abiertos y me encuentro con una mandíbula fuerte, oscurecida por la sombra sin afeitar y unos labios completamente besables.


Me quedo mirándolos por unos segundos, tratando de orientarme, y no es hasta que me encuentro con sus hermosos ojos color marrón, que me doy cuenta que mi marido por fin ha llegado de nuevo a mí. Los dorados ríos de miel profundos en sus irises resplandecían brillantes… en tono de disculpa.


―Paula, lo siento tant…


Pongo mis brazos alrededor de su cuello y aplasto mis labios contra los suyos. Lo beso fuerte, desesperada porque nos moldeemos juntos y nunca nos separemos, al igual que la plastilina cuando mezclas los colores. Él puede decir lo
siento todo lo que quiera, pero no importa, no para mí. 


Todos tomamos decisiones precipitadas, todos corremos cuando estamos enojados o asustados, y está bien.


A veces no es la disculpa lo que significa más... a veces volver es suficiente para arreglar todo.


A lo lejos, oigo cerrarse la puerta delantera. Damian se ha ido, dejándonos a Pedro y a mí solos. Él se aparta de mí, asimilando mi cara con precaución.


―¿No estás enojada conmigo?


Acuno su cara en mis manos y paso los dedos por su cabello solo para asegurarme de que es real y no estoy soñando todavía… para asegurarme de que está aquí conmigo.


―No, ya no.


Aprieto su cabello entre mis dedos y fuerzo su boca de nuevo a la mía.


Quiero sentirlo contra mí… dentro de mí. No quiero que nada sea intercambiado entre nosotros, excepto aire caliente y largas miradas necesitadas.


Intercambiamos besos de castigo en las escaleras y en el dormitorio antes de que me baje a la cama desordenada, presionando su cuerpo duro y pesado contra el mío. Puedo sentir cada centímetro de él y la mezclilla áspera de sus vaqueros causa piel de gallina a través de cada centímetro de piel expuesta de mis piernas.


Su obvia excitación presiona firmemente contra mi centro mientras su boca hambrienta consume la mía. Gimo contra sus labios mientras sus manos ásperas alcanzan bajo el dobladillo de mi camisa y capturan mi cadera desnuda. Su mano permanece allí por un par de segundos antes de pasar un dedo a lo largo de mi costado, haciéndome temblar. Y luego se detiene. Aparta su boca, apenas unos centímetros de la mía.


―Tenemos que hablar sobre lo que pasó.


Desesperada, agarro el borde de su camisa y la aprieto con mis manos.


―Podemos hablar... podemos hablar más tarde, lo prometo ―le digo sin aliento―. Pero ahora vamos a tocarnos. Solo tocarnos.


―Te debo una gran disculpa... ―admite―. Hice y dije horribles cosas hoy... cosas que no estoy seguro de que alguna vez vayas a perdonarme. Estoy dispuesto a explicarte todo en este momento, Pau. ¿Segura que deseas esperar?


Hay una súplica en su expresión, como si me estuviera pidiendo que no esperara, pero lo necesito ahora. Lo necesito más de lo que alguna vez lo he necesitado... necesito sentirme amada antes de que lo arruine. Sí, ya sé que me va a decir algo que va a arruinar esto. Damian me lo advirtió, no intencionalmente, pero conozco una advertencia cuando la oigo. Damian vino aquí y me habló acerca de un pequeño truco que Pedro jugó para el MMAC hoy. No dijo lo que pasó, solo que Pedro me lo dirá. Está jugando en el fondo de mi mente y estoy eligiendo ignorarlo... porque confío en él. Si él piensa que es digno de contármelo, lo hará.


Pedro no es Ramiro. No es cobarde o mezquino. Pedro es recto... si ha hecho algo mal por mí, lo admitirá. Además, Vanesa estaba allí. Si hizo algo que ella pensara que me haría daño, ella me defendería. Me lo diría... como yo le dije lo que Luciano estaba haciendo, a pesar de que ya lo sabía.


Con un pequeño gesto de la cabeza, Pedro se acerca con toda su fuerza, arreglándoselas para desnudarnos a ambos más rápido de lo que nunca antes. Me arrodillo en la cama, y Pedro y toda su gloria desnuda, se une a mí. Planta sus manos firmemente sobre mis caderas y baja su boca a mi cuello. Un gemido se extiende de mi pecho mientras me besa la clavícula, chupando la carne entre sus labios flexibles. En mi interior, mi sangre quema y calienta mi carne cuando ahueca mi pecho. Liberando mi piel, trae su cara justo delante de la mía y está con su maldita sonrisa; una sonrisa que siento como que no he visto en mucho tiempo.


―Pensé que te había perdido hoy... ―me dice―. Pensé que iba a tener que romper algunas leyes importantes para tenerte de vuelta.


―Bueno, puedes colgar tu sombrero fuera de la ley, vaquero ―digo―.Nunca vas a perderme.


―¿Puedo conseguir eso por escrito?


Sonrío.


―¿Qué tal si lo sello con un beso en su lugar?


Aprieto mis labios contra los suyos y tiemblo cuando desliza su mano sobre mi piel. Sus dedos ásperos serpentean entre nuestros cuerpos antes de deslizarse entre mis piernas. Al segundo que toca mi centro, gime en mi boca y el sonido bajo causa un repentino destello de calor que se dispara por mi columna. Soy incapaz de entrar en ritmo antes de que Pedro me levante y me dé la vuelta, y me quedo sin aliento cuando me coloca de rodillas y me sorprendo a mí misma sobre mis manos.


―¿Quieres que te muestre? ―Gime en mi oído, tomando un puñado de mi cabello mientras palmea mi culo con la otra mano―. ¿Quieres que te folle como si te hubiera perdido? ―Su voz es áspera, y puedo sentirlo presionando contra mi culo mientras su otra mano me sostiene en el lugar.


―Sí. ―Trago, asintiendo―. Quiero que lo hagas.


Intento con todas mis fuerzas no hacerle saber cómo su deseo y su fuerza agresiva me están poniendo mojada para él, pero fallo cuando arrastra la punta de su dedo índice entre mis pliegues. Una sensación increíble se apodera de todo mi cuerpo y tiro mis caderas hacia él. Me acaricia y me aprieta por todas partes, como si hubiera extrañado cada centímetro de mí en la pequeña cantidad de tiempo que se había ido. Realmente me encanta la forma en que me maneja. Nadie puede construirme tan bien como Pedro lo hace. Infiernos, lo hace mejor que yo misma.


Mueve sus caderas, moliéndose contra la parte baja de mi espalda, obligándome a sentir todo de él contra mi espalda. Se siente bien, él siempre se siente bien.


―¿Es esto lo que quieres, Paula? ―Carraspea con una voz ronca que hace que mi piel hormiguee. Gimo cuando su mano sostiene mi pezón entre sus dedos y se aprieta contra mi espalda―. ¿Quieres que trate a tu cuerpo como si no lo hubiera tocado en mucho tiempo?


―Oh Dios, sí ―me quejo en voz baja, entrecortada que apenas suena como la mía―. Quiero pasión. Te deseo a ti, Pedro.


Me encanta cuando me hace rogar por él, porque en esos momentos puedo mostrarle lo desesperada que estoy de tenerlo cerca. Las dos palmas de sus manos están en mis pechos ahora, y se siente como si me estuviera construyendo usando solo mis pechos durante horas antes de que su boca finalmente reclame mi cuello y rompa la sensación. Mientras se burla de mí, me toca y me acaricia, lo único que puedo pensar es en saborearlo. Cuando la necesidad se convierte en insoportable, detengo sus manos colocando las mías sobre las suyas.


―Espera ―jadeo, mi respiración sale rápida y apresurada.


Se detiene y quita sus manos de las mías. Trato de no hacer pucheros cuando su calor sale de la superficie de mi piel y me recuerdo que me va a tocar de nuevo pronto. Primero, tengo que complacerlo. Me doy la vuelta y asimilo toda su
forma. Me mira a través de ojos lujuriosos mientras dejo que mis ojos lo devoren.


Tiene un aspecto fantástico; cada centímetro desarrollado. 


Tomo su erección dura como una piedra en la mano, deslizando la palma de arriba hacia abajo por su eje un par de veces. Sus ojos se abren, dándose cuenta de mi intención de inclinarme y lamer la punta. Jadea, dejando caer su cabeza hacia atrás y sus dedos gruesos se deslizan a través de mi cabello. Aprieta su puño, agarrando hasta que mi cuero cabelludo quema... y me encanta. Chupo la cabeza entre mis labios, manteniendo mis ojos fijos en su garganta expuesta. Traga fuerte, haciendo que su nuez de Adán bombee, antes de inclinar la cabeza de nuevo en mi dirección. Nuestros ojos se encuentran y fuegos artificiales estallan en mi interior, encendiendo mis órganos mientras lo rodeo con mi lengua, recogiendo una repentina cantidad de líquido preseminal. Mis caricias son deliberadamente poco profundas, raramente moviendo los labios más allá de su cabeza y sé que la técnica lo excita tanto como lo frustra.


Él sabe bien; siempre sabe bien. En mi cabello, sus dedos se contraen y relajan, una y otra vez. Hace que mi cuerpo haga erupción con piel de gallina. Me encanta construirlo de esta manera, jugando solo con la punta.


―Joder, Pau. Ve más profundo ―manda, pero nunca empuja más lejos.


Sonrío. Nunca puede soportarlo cuando bromeo con él por mucho tiempo.


Concediendo, lo chupo más profundo en mi boca, moviendo mis dedos más abajo sobre su eje, y de vez en cuando, sin previo aviso, abruptamente lo llevo más profundo, haciendo que sus dedos se contraigan, su pecho retumbe y la cama se sacuda. Aquí es donde lo necesito... aquí conmigo; dentro mío. No me importa cómo con tal de que esté.


Aflojando su agarre en mi cabello, agarra mi cabeza y me tira fuera de él. La cabeza se desliza por entre mis labios con un pop cuando me anima a que me incorpore. Sin decir una palabra, aplasta mis labios contra los suyos y me besa apasionadamente, forzando su lengua en mi boca. Me besa hasta que me he quedado sin aliento, hasta que estoy segura de que todos los colores han desaparecido de mi cara y se agruparon en mis labios.


―Dios, Paula ―dice en voz baja, bajando para esparcir besos y lametones en mi garganta. Eventualmente, mi espalda se arquea cuando baja la cabeza, tomando mi pezón increíblemente duro en su boca―. Tienes las tetas más bonitas que he visto en mi vida, lo juro ―murmura con la boca llena de mi pecho.


Mientras acaricia mi pezón con la punta de su lengua, su mano se aventura hacia el sur y poco a poco me baja colocándome sobre mi espalda. Las frías sábanas de satén enfrían mi piel ardiente, creando una nueva sensación que siento desde las puntas de los dedos de mis manos hasta mis dedos de los pies, y no es otro momento antes de que extiendas mis piernas con su mano, me separe con los
dedos y frote mi clítoris, provocando un estremecimiento verbal de mí.


Finalmente, me está tocando donde más lo necesito. Sus dedos lentamente me frotan de arriba abajo, pellizcando mi clítoris con el pulgar y el dedo índice antes de deslizarse justo en la entrada. Doblo mis caderas, animándole a que jodidamente me tome ya. Lo necesito. Necesito que él me catapulte por encima del borde de la locura así puedo perderme durante unos minutos. Unos pocos minutos de dicha que solo Pedro puede proporcionar es lo que quiero. 


Lenta pero firmemente, desliza un dedo dentro de mí. 


Agarro las sábanas, agrupándolas entre mis manos, en un intento de mantenerme quieta. No te corras todavía. Todavía
no. Quiero que esto dure.


―Eres tan jodidamente bonita aquí abajo, nena ―dice, haciendo que mis mejillas se calienten―. Y húmeda… tan jodidamente húmeda. ―Añade otro dedo y ahora me siento completamente llena hasta el punto de estallar. Apenas tengo tiempo para registrar el segundo dedo antes de que su lengua se planté contra mi clítoris. Inevitablemente, mis caderas se elevan hacia su boca, obligándolo más fuerte contra mí, incluso capturando algunos dientes. Se siente bien, me hace sentir bien. Siento un familiar hormigueo comenzando a trabajar su camino desde mi interior hacia el exterior, sin parar hasta que se envuelve firmemente alrededor de mi espalda y se irradia por todos mis nervios. 


Cuando empiezo a caer por el borde de un abismo de éxtasis,Pedro me priva de su boca y de repente soy tirada
hacia arriba y empujada hacia la cabecera de la cama. 


Agarro el cabecero cuando agarra mis caderas y empuja mi espalda baja, haciendo que mi culo sobresalga hacia afuera. 


Acaricia la mejilla de mi trasero con su rígido eje una vez, no, dos veces antes de deslizarse entre mis piernas, cubriéndose con mi humedad. En un movimiento contundentemente rápido, entra en mí por completo, tomándome por sorpresa. Mis dedos se clavan en la madera y grito ante la sensación.


―No te correrás a menos que sea en mi polla ―susurra con dureza en mi oído. Pellizca mi lóbulo, haciéndome gemir y una mueca de dolor al mismo tiempo.


En otro movimiento rápido, sale de mí por completo, dejándome totalmente vacía. Dejo caer mi cabeza contra el cabecero de madera. No puedo tomar mucho más de sus provocaciones, no en este momento.


Pedro... por favor —le ruego.


―Estuve a punto de perderte, cariño ―dice, y puedo oír la sonrisa en su voz―. Quiero tomarme mi tiempo contigo.


Entra en mí de nuevo, esta vez más despacio. Centímetro a centímetro empuja dentro, haciendo girar mi cabeza, hasta que está completamente dentro de mí. Mis labios se contraen mientras que él me sostiene allí, besando mi hombro de la manera más cariñosa. Su cuerpo se moldea tan perfectamente al mío y encaja perfectamente dentro de mí que me asegura que estamos destinados a estar juntos. 


Él es mío y no lo voy a compartir... no por otros nueve meses, por lo menos.


Agarro sus manos y tiro de ellas alrededor de mi estómago y hasta mis pechos. Él se hace cargo, exprimiéndolos rudamente.


―Este cuerpo va a cambiar... ―murmuro por encima de mi hombro y contra su mejilla―. Vas a perder este cuerpo, Pedro. Muéstrame lo mucho que lo vas a echar de menos.


Muevo mis manos a la cabecera de la cama de nuevo, preparándome, con esperanzas de que él esté tomando mi consejo y vaya a por ello. En los siguientes cinco minutos quiero que nos lleve a ambos a casa con el orgasmo más fuerte que jamás hayamos sentido juntos. Con una risa oscura, agarra mis caderas y se hunde con fuerza en mí, casi robando mi aliento. Respiro su nombre en voz alta cada vez que mis pulmones reúnen aire suficiente. Él alcanza puntos dentro de mí que son casi dolorosos, pero no puedo sentir nada más que su dura longitud, llevándome más alto de lo que nunca he estado.


―¿Lo quieres duro, Paula? ―pregunta en un tono tan oscuro, que es casi burlón.


Me pone tan caliente y muelo mi culo contra él, haciéndolo gemir para variar.


―Sí, Pedro. Fóllame ―exijo mientras muerde mi hombro.


―¿Qué te folle cómo? ―Embiste de nuevo, esta vez más despacio.


No puedo soportarlo... ¡necesito más! ¡Necesito fuerza!


―Fuerte. ―Mi voz era apenas un gemido―. Fuerte... por favor, con fuerza.


Empujo de nuevo contra él, y embiste fuerte, encontrándome. Sus dos manos se clavan en mis caderas cuando toma el control, tirando de mí hacia atrás contra él a tiempo con sus embestidas. Agarra mis caderas tan fuerte, que estoy casi segura de que voy a sufrir moretones por la mañana, pero no me importa.


Ahora mismo, lo único que importa es ser follada a fondo, por el hombre que pensé que había perdido. No puedo recordar necesitar su toque tanto como lo hago ahora.


Sin previo aviso, sale de mí y bruscamente me da la vuelta, tirando de mí hacia abajo contra el colchón. Su cuerpo cae con el mío, con cuidado de no poner todo su peso sobre mí, y se coloca entre mis piernas. Agarra mi muslo y engancha mi pierna alrededor de su cadera antes de forzarse a sí mismo dentro de mí de nuevo. Cuando mis labios se separan, miro su cara, y en sus ojos, veo su deseo.


Un deseo que estoy segura refleja mi propia cara. Sus ojos están oscuros, todo el rastro de la dulce miel dorada se ha ido, y atraviesan los míos cuando me folla a fondo. Sus labios se curvan con los inicios de una sonrisa antes de bloquear su boca contra la mía y besarme con tanta fuerza que me mareo. Cierro mis piernas alrededor de su cintura, poco dispuesta a dejar que se aleje de mí. Esto es todo.


Quiero correrme ahora con su cara apenas a unos centímetros de la mía. Esta nueva posición llena más partes de mí, alcanza nuevos lugares, y gritó cuando me golpea duro, profundo, y en el ángulo correcto. En la boca del estómago, las plantas de mis pies, y las puntas de mis dedos, siento que mi clímax es cada vez mayor. Agarro los hombros, la espalda, el cabello de Pedro, cualquier cosa que tire más de él dentro de mí. Lo siento entonces, encendiendo mi cuerpo como un fuego artificial. Hundo mis dientes en mi labio y gimo cuando mi orgasmo se acumula hasta el punto máximo y salta sobre el borde como un corcho de champán. Grito, incapaz de mantener mis dientes en mi labio cuando soy lanzada en al orgasmo. Mis uñas se clavan duras en la piel de sus hombros, haciendo que
Pedro sisee. Mi orgasmo apenas se aplaca cuando Pedro me besa con fuerza mientras su propio orgasmo lo reclama. Gime y jadea mi nombre en mi boca y contra mis propios labios mientras lo siento vaciarse en mí. 


Unos minutos más tarde nuestros movimientos se ralentizan, pero no se detienen por completo, ya que cada uno
desciende de nuestra subida. Le sonrío perezosamente a Pedro. Todo lo que quería era sentirlo dentro de mí... mandar a la mierda todos los problemas de esta mañana. 


Dicen que el sexo no resuelve todo... pero es un maldito buen punto de partida. Tal vez no habría guerra si todo el mundo tuviera regularmente estos alucinantes orgasmos.

CAPITULO 268



Vanesa responde a su puerta rápidamente y hace un puchero cuando ve mi cara.


―Oh, solo eres tú. ¿Cómo se lo tomó?


No hace ningún movimiento para abrir la puerta y dejarme entrar en la habitación. Eso está bien por mí, no es como si realmente quisiera entrar allí, de todas formas. Vanesa arranca una fresa molida del contenedor que está sujetando y lo mete en su boca. Está en el borde enfadada, también. 


Estoy asumiendo que las cosas no van demasiado bien con Luciano después de todo el incidente de Aria.


―No se lo dije ―admití en una exhalación.


―Oh, incómodo. Espero que no estés aquí para declarar tu amor por mí.―Sonríe con suficiencia―. Solo fue un beso.


Estrecho mis ojos hacia ella. Es demasiado pronto para las bromas “sobrenos besamos” pero golpea un incómodo silencio, creo.


―Primero, si alguien está enamorado de alguien, eres tú. Yo soy un muybuen besador. ―Gira sus ojos―. Y segundo, lo siento, pero prefiero a las morenas. ¿Dónde está Luciano? ―No dejo ningún pequeño espacio más para charlas. Solo quiero saber dónde está Luciano para poder decirle que Dom es mi última pelea.


Se encoge de hombros, explotando otra fresa en su boca.


―Bueno, me gritó un poco y no quería discutir lo que ocurrió, así que se fue a un sitio llamado Lucky’s.


Me giro y me dirijo al ascensor. Este me llevará directo al piso inferior.


Debería haber sabido que Luciano desaparecería en Lucky’s. Ahora que él y Vanesa están en un camino rocoso, allí es donde pasa todo su tiempo fuera del entrenamiento. 


Es clásico para las tonterías del Luciano torturado. 


Encuentro extraño que vaya allí. Sé de hecho que Lucky’s no tiene peleas de día. Sus peleas comienzan después de las once de la noche, así que Luciano o está allí para comenzar una pelea o bebiendo hasta que no quede nada.


―¿Pedro? ¿Adónde vas? ―llama detrás de mí―. ¿Es Luciano?


La ignoro, pero solo porque sé que si se lo digo, insistirá en venir conmigo, y si estoy siendo honesto, preferiría no pasar ningún tiempo más con Vanesa.


Cuando reflexione sobre este día en un futuro, cuando le cuente a Paula esto, no quiero que el nombre de Vanesa salga más veces de las que debería. No quiero que Paula crea por un segundo que Vanesa significa algo para mí. 


Vanesa es la amiga de Paula, y la mayoría del tiempo me disgusta. Me ayudó hoy y eso es todo. No quiero nada más que ver con ella.



* * *


Bar Lucky’s. No he estado aquí en años. Descanso mi brazo contra el marco de la ventana y sondeo la cutre taberna. Se ve igual. Tiene el mismo viejo fracaso, la piedra exterior y los canelones verdes. Tiene la misma vieja imagen en las ventanas y bajos marcos de las puertas, y definitivamente falta el prestigio con estilo que tiene el resto de Las Vegas, pero no hay muchos bares en esta parte de la ciudad. La única diferencia entre ahora y entonces es la espesa manta de tierra que lo rodea. En la superficie, parece como si entraras a un bar clásico, pero por debajo de las tablas del suelo, hay un nuevo mundo completo. Las superficies estaban más limpias, las mujeres más calientes, y el alcohol más caro. En medio de la nueva envejecida calcomanía y accesorios, situado en el centro de la habitación, estaba una jaula alta y de acero. La jaula no era como el resto de la sala pulida y limpia. Estaba raída y salpicada con sangre. Solía adorarlo. Este lugar me infundía la pasión de la lucha. Aquí es dónde mi amor por Las Vegas comenzó... de vuelta entonces, aunque, solo veía esta alegría por la noche. En medio del día, todo eso no atraía, bueno, me atraía.


―Aquí voy ―respiro, saliendo del coche. El aire caliente de Las Vegas llena mis pulmones e intento no respirar demasiado. En este lado de la ciudad, hay demasiado aire lleno de pis que puedes ingerir antes de vomitar en la acera.


Cuando me acerco a los escalones del establecimiento, oigo gritos que vienen desde el callejón adjunto al bar y no necesito mirar para saber quién es.


Hay solo un hombre enfadado caminando alrededor de Las Vegas en este momento, el resto aún está durmiendo. 


Rompo en una rápida carrera y bastante seguro, veo a Luciano, borracho y sin camisa, intentando enfrentarse a dos guardias de seguridad de Lucky’s.


―Luciano, estás borracho. Ve a casa ―ordena el más alto, dándole la espalda.


―¡Luchen conmigo, cobardes! ―demanda él, escupiendo en la grava gris a su lado.


El segundo guardia apenas se encoge. Se ha relajado, sin ser amenazado lo más mínimo por el espectáculo de agresión de Luciano. En lugar de actuar sobre la demanda del borracho de Luciano, el guardia le lanza su camisa.


―Vuelve cuando estés sobrio, hombre.


Desaparecen de vuelta en el interior, dejando a Luciano fuera por sí mismo.


Gruñe ferozmente antes de inclinar su mano hacia atrás, girando y dejándola  volar en la pared de hormigón.


―¡Mierda! ―Sacude la mano y flexiona los dedos―. ¡Joder! ¡Jódete!


La sangre fluye desde sus nudillos, goteando en las piedras sin color.


Camino hacia delante y mis zapatos arañan la grava. 


Acunando su mano en su pecho y manchándola con sangre, gira de golpe su cabeza en mi dirección.


―¿Qué demonios estás haciendo aquí?


Bueno... creo que alguien no está de humor para verme. Su agresivo tono no me afecta. Lo dejo girar justo por mis cuadrados hombros.


―He venido para hablar. ―Meto mis manos en los bolsillos de mis vaqueros.


Luciano bufa y sin notarlo comienza a pasear.


―Eres un condenado afortunado. No estoy de humor para hablar.


―Nunca lo estás.


El silencio cae cuando él abraza su mano en su camiseta negra.


―¿Déjame adivinar, estás aquí porque Paula no te perdona y quieres que lo mejore?


Aprieto mi mandíbula y luego la relajo.


―No necesito que hagas nada. Puedo manejar a Paula. Estoy aquí porque...


―Porque Vanesa está molesta porque le grité y te llamó para salvar el día.


―No, estoy aquí...


―Porque tú...


―¿Te callarás y me dejarás terminar? ―digo bruscamente.


―¡No, cállate tú! ―Sacude su cabeza, dando un hostil paso hacia delante―. He terminado de oír tu charla. ¡He terminado de ser tu segundo!


Se marcha hacia delante hasta que está justo en mi cara. 


Quiero golpearle.


Quiero darle un puñetazo de verdad en los ojos y patear su cerebro. Huele a whisky y cigarrillos, no en su aliento, sino en su piel.


―¿Por qué vendrías a buscarme? ¿Para hablar hoy? ¿Para hablar sobre lo que hiciste?


Frunzo el ceño.


―¿Qué hice? ―Tengo que pensar fuerte, entonces me golpea. Ohh, está hablando sobre Vanesa―. Eso no significó nada, Luciano. Fue todo parte de un plan... una actuación.


―¿Y la segunda vez? ¿Cuándo la agarraste como si fuera tuya?


Pongo mis manos en mis caderas, dándome cuenta de qué va todo este acto infantil. A él no le gusta la manera en la que pongo mis manos en “su” mujer. En mi defensa, ella no es suya.


―Creo que estás exagerando esto.


Minuciosamente, él sacude su cabeza.


―¿Exagerando esto? Eso es extremadamente gracioso, viniendo de ti, idiota.Justo la otra mañana me haces cambiar los asientos cuando Paula descansó sus piernas sobre mí.


―¿Y? Al menos todos saben que es mía. Al menos dejo claro que me pertenece. Tú no puedes reclamar algo que realmente no quieres en el minuto que alguien más lo toca. ¿Qué tienes, siete años?


Retrocede, su cara tensa en un frunce violento.


―¿Sabes lo que quiero? Quiero golpearte.


Sonrío. Esa es la diferencia entre Luciano y yo. Amenaza, yo sigo. Si hubiera sido quien besara a Paula, lo habría destruido en el Aria.


―Hazlo, si eso hace que te sientas mejor, pero no tengas la esperanza de poder aventajarme.


En una pesada exhalación, Luciano pasa su camisa sobre su cara, reuniendo el sudor del borracho.


―¿Por qué me encontraste? ―Su tono es tranquilo y regular. Saboreo el momento porque al segundo hablarle de Paula, perderá la cabeza―. Tengo la sensación de que esto no va a salir bien.


Me encojo de hombros.


―Sabes que te dejo manejar tu propia mierda. Es demasiado complicado para mí.


Se burla, dando otro paso atrás, pero nunca bajando sus flojos e intensos ojos de los míos.


―Paula está embarazada. ―Como esperaba, el aire se vuelve tenso otra vez―. Voy a ser padre, Luciano.


El brillo del sol ilumina su piel, haciéndola parecer extra pálida, incluso verde entre sus miles de tatuajes.


―¿Ese es el por qué estás aquí? ¿Para dejar tus “buenas” noticias mientras estoy ahogado en mis propios malditos problemas?


Condenado infierno. Levanto mi mano y pellizco el puente de mi nariz. No hay razonamiento con un Luciano borracho. Sin importar lo que le diga, lo lanzará hacia mí, arrastrándome en su mierda y haciendo que todo sea culpa mía.


―¿Por qué mi felicidad te enoja tanto? ―pregunto. A la mierda eso de no ir al grano.


―¿Por qué? ―repite él, gritando―. Vamos, Pedro, tú mismo lo dijiste. Tienes todo lo que quería y reclamas que nunca quisiste. Quería la carrera de luchador, la buena esposa, la casa grande... una familia... quería una familia.


Tropieza cuando da otro paso atrás y me muevo hacia delante, pero él lanza sus manos hacia mí, advirtiéndome. Cuando se endereza, comienza a pasear, una y otra vez.


―Aún puedes tener esas cosas.


―¡No soy como tú! ―dice bruscamente. Asimilo su apretujada cara y sus ojos oscuros―. No puedo luchar en público. Cuando peleo, eso me recuerda a Amelia y no puedo hacerme pedazos delante de miles de personas. Estoy seguro como la mierda que no puedo tener una relación como tú porque estoy jodido.
¡Estoy jodido de la cabeza a los pies y no hay redención para mí! ―Observo cuando acecha hacia Lucky’s y se desploma contra su sucia pared, derrotado―. Estaré estancado aquí. ―Gesticula hacia el bar―. Luchando en establecimientos ilegales y conectado con chicas al azar. Voy a morir solo. Nadie puede amarme como Paula te ama, no merezco ese tipo de amor.


Cambio mi peso a mi pierna izquierda.


―Vanesa te am...


―Vanesa ama lo que le hago. ―Rastrilla sus dientes sobre su labio inferior repetidamente antes de hablar otra vez―. Quiere retarme... pero incluso yo sé que si estás profundamente enamorado de alguien, los amas por todo lo que son, no lo que podría ser.


Arreglo fácil.


―Así que deja a Vanesa y encuentra a alguien más.


Los hombros de Luciano se detienen y él se hunde, poniendo una curva antinatural en su columna.


―No puedo dejarla...


―¿Fuera de la obligación moral?


―¡Fuera del deseo! ―Endereza su espalda y cuadra sus hombros―. Fuera de la posesión y la lujuria. Estoy pegado a ella, como la correa de una granada a su cadera. No puedo hacer que la deje, incluso si lo intento.


―Porque la amas.


Sacude su cabeza y es como un juguete, todas sus líneas caen, suavizando sus gestos.


―Porque amo lo que me hace... porque amo la pasión que saca de mí. Otros ven el fuego en mis ojos y lo temen, pero ella no, no. ―Sus labios se crispan y deja caer su mirada a sus pies―. Ve el fuego y quiere jugar con él.


Suena como amor. Está enamorado. El idiota está enamorado, pero se niega a verlo.


―Quizás es hora de dejar de enfocarte en lo que mereces y más en lo que tienes ―digo... y no estoy seguro de si es por él o por mí.



No sé cuánto tiempo estoy de pies allí observándolo en silencio, pero después de los primeros diez minutos está claro que nuestra conversación ha terminado. En cualquier caso, me quedo un poco más para mostrarle que estoy aquí para él. Es lo menos que puedo hacer considerando que soy la razón por la que él está girando sin control. Cuando el sol se hace demasiado caluroso para manejarlo, me alejo.


―¿Vas a dejar la pelea, verdad? ―dice Luciano, forzándome a parar y a girarme. Eso no suena como una pregunta... más del tipo de afirmación de “sé que lo harás”.


Asiento, alejándome del sol.


―Sí, lo estoy.


Le hice promesas a Paula que tengo que mantener, que quiero mantener.


Me hice promesas a mí mismo, también. Voy a ser el padre que mi padre nunca fue. Mi casa va a ser feliz y cálida, no fría y estéril.


Luciano mantiene sus ojos en sus zapatos.


―Felicidades, hombre ―murmura él.


Dejo que uno de los lados de mis labios se levante en una semi sonrisa y me giro. Eso es lo mejor que voy a sacar de él y lo tomaré.


Rápidamente, hago mi camino a mi coche y entro. Después de girar mi llave en la ignición, paro. Si Dom va a ser mi última pelea, tengo que ganarla. No lo dejaré en una pérdida... mi orgullo no me dejará. Si voy a ganar, necesito mantener la cabeza clara... lo cual significa que tengo que esperar a decirle a Paula lo que ocurrió en el casino Aria hoy. Recorro mis dedos a través de mi cabello. No quiero que la culpa pese sobre mí si se va. Sé que no está bien y sé que lo va a estropear. No me gusta esconderle las cosas, pero una vez esto termine pasaré el resto de mi vida haciendo las paces con ella, tratándola como la reina que prometí a su padre y a su hermano.


Lo juro.