lunes, 19 de mayo de 2014

CAPITULO 153



Dolor destellos a través de mi boca mientras mis labios se aplastaron contra los dientes y se separan.
Mierda. Me desconcentré de nuevo


—¡Pedro! ¿Qué carajos estás haciendo? —La voz de Damian me atraviesa y me lamo mi labio. Sangre. Joder, odio el sabor de la sangre. Me lanzo hacia adelante,golpeando mi mano enguantada en el estómago de David. Se encorva y agarro su cabeza, conduciendo mi rodilla a su cara. Con un gruñido, cae sobre sus manos y rodillas. Tan pronto como termino, Damian se lanza al ruedo, agarrando el cronómetro para que deje de pivotar alrededor de su cuello. Presiono mi guante contra mi labio y miro. No hay demasiada sangre, gracias a Dios, lo que significa que no hay demasiado daño... espero. 


—¿Estás despierto? Estas tan desorientado como una prostituta enganchada a la heroína.



—Estoy despierto —le digo, rodando la cabeza de lado a lado—. Es que no dormí mucho anoche.


—¿Por qué? ¿Estás enfermo?  


—No. 


Pone sus manos en las caderas. 



—¿Entonces por qué no has dormido anoche? 

En vez de decirle el retroceso de decepcionar a mi padre, le digo.  

—Esto me está matando, Damian. No puedo pasar meses sin sexo. No estoy más en la liga amateur . Mis peleas no son una o dos semanas después... son meses de diferencia y no puedo manejarlo. 

Sorprendentemente, Damian se ríe.  

—¿No puedes dormir porque estás caliente? ¿Estás dejando que tus compañeros de batalla consigan pasar tu guardia porque quieres coger a tu novia? 

—Pellizca el puente de la nariz (una reacción típica de Damian) y exhala—. Si tener sexo va a mantenerte en la cima de tu juego y en alerta, entonces está bien, hazlo.
Pero si vuelves mañana y no me das el doscientos por ciento, voy a patearte el culo ¿entendido? 

Pongo los ojos en blanco. Bueno de Damian en lo que hace y sin duda conoce su camino alrededor de una jaula, pero él nunca me pudo vencer.


—¿Entendido?


—Sí, lo tengo. 

—Bien. —Se aparta de mí para hacer frente a los demás luchadores de reserva—. Siguiente. 

 
Como mi próximo luchador prepara sus guantes, exploro el gimnasio para ver Paula. La descubro apoyada contra una puerta de la sala de entrenamiento.
Sus largos y delgados dedos alcanzan y aprietan su cola de caballo.Es perfecta.  
Vuelvo a pensar en mi reciente retroceso y aprieto los dientes cuando una punzada de culpa aplasta mi estómago. El hecho que Paula toque lo que demasiadas otras muchachas han tocado me pone enfermo. Debería ser especial para ella... como es especial para mí. Si pudiera volver a hacer todo de nuevo,hubiera esperado por ella,porque nadie me hace sentir tan bien como ella lo hace. Paula no me hace sentir sucio, como yo lo hice cuando estaba con otras chicas.
Cuando tenemos sexo, ella no me hace sentir como que estoy haciendo algo mal y eso es lo que me atrajo de ella. Me hace sentir bien, me hace sentir como una mejor persona, la persona que debería haber sido por mi padre. La veo reír y bromear con Brad, e incluso desde aquí puedo ver el rubor de color rosa que le quema sus mejillas. Brad agarra sus hombros y tira de ella hacia él antes que me
mire.
Oh diablos no.
Me saco mis guantes y los coloco en el piso, y el suelo tiembla con cada paso que doy. 

—¿Qué demonios estás haciendo? Ponte tus guantes de nuevo —exige Damian. 

—Tengo cosas más importantes que hacer —le digo, y no rompo mi contacto visual sobre Brad y Paula.


— cosas  Más importantes… Pedro... 

No le hago caso mientras me deslizo entre las cuerdas y el suelo. Brad retrae los brazos de Paula y se ve incómodo. Cuando ella gira y me ve venir por ella, niega hacia mí, como si estuviera a segundos de reaccionar exageradamente. 

—Pedro, ¿qué estas… ¡ah! —La agarro y la levanto, lanzándola por encima de mi hombro—. Déjame en el suelo. Brad, dame un segundo. Pedro, para. 

No me detengo. Sigo llevándola hasta que estamos en su oficina. Me desplazo a través del cuarto y la dejo en su silla de oficina, agarrándola con los brazos para que no se desplace.  

—¿Te sientes mejor ahora? —se ríe y me siento nervioso. ¿Es gracioso?

—Él no viene aquí,Paula. Dile que estamos llenos —exijo con un tono tan oscuro que no puede confundirla con una pregunta. 

Sus suaves manos se deslizan por mis brazos, suavizando mi ventaja frustrada. 

 
—¿No confías en mí? 

Miro en sus hermosos ojos verdes, inquebrantable. 

 
—Confío en ti, es con todos los demás que no me fío.

—Pedro... —suspira, pasándose una mano por la cara, derrotada—. Brad es gay. No está interesado en mí, él está interesado en ti. 

Frunzo el ceño y sus manos se levantan a la boca mientras su cuerpo vibra con la risa. ¿Gay? No... He visto y conocido a un montón de chicos gays. Todos ellos tenían la misma… confianza, exagerados y femeninos. Brad tiene una voz ronca, no camina divertido. Dejo caer a mis rodillas, manteniendo las manos en los apoyabrazos. 

—Te ves en shock.


—Lo estoy. No parece gay…


—¿Qué quieres decir con que no se ve gay? Los gays no son todos iguales. 

 
Pero estoy seguro de que lo son. He visto tantos y todas sus personalidades han sido tan indistinguibles como el último. Pongo mis manos en mis caderas y me hundo en el suelo delante de ella.  

—Ahora me siento como un idiota...


Paula se desliza más y desliza sus manos alrededor de mi cuello. Sus ojos verdes estallan hacia mí desde debajo de sus pestañas oscuras y las comisuras de sus labios. 

 
—Bueno, es una buena cosa que está interesado en pollas, ¿no es así? 

No me dan ganas de reír, pero me comienzo a reír todos modos. Deslizo mis manos debajo de ella, tirándola fuera de la silla y la pongo en mi regazo. Ella se moldea perfectamente a mí y mi cuerpo es todo menos inmune a sus pechos cubiertos que presionan contra mi pecho. 

—¿Por qué no me lo has dicho antes? —pido, bajando mi boca a la suya. 

—He estado esperando para decirte desde el momento en que Brad se acercó y parecía que querías matarlo.


Desliga su lengua y nota el corte en mi labio inferior. Se encoge, sus ojos pasando por alto con simpatía.  

—¿Te duele?


—No más. 

Mis manos serpentean debajo de su camiseta apretada y la piel caliente de su espalda mientras sus propios dedos rozan la parte de atrás de mi cuello antes de caer en mi cabello. Pone sus caderas hacia delante, deslizándose más sobre mí y mi respiración se profundiza. Todo mi cuerpo se tensa y se aprieta mientras exhorta a su boca en la mía, presionando ligeramente mí corte mientras sumerge su lengua dentro, provocándome un gemido. 

—Damian me dio la luz verde… —le digo, tirándola hacia atrás y apoyando mi frente contra la suya—. Dime que tengo que parar o te voy a tomar ahora mismo.


Sus párpados se caen minuciosamente y ella se inclina cerca, sus labios rozando mi oreja.  


—Hagas lo que hagas —respira—. No te detengas.

CAPITULO 152



Los acontecimientos que siguieron al entrar en el despacho de Carlos destruyeron cualquier relación que había construido con mi padre. No culpo a la esposa de Carlos, a pesar de que debería haber sido un poco más respetuosa con su matrimonio, solo me culpo a mí mismo. Era joven, cachondo, y estúpido. Tan jodidamente estúpido.
Mis pulmones se queman cuando no puedo respirar y me encorvo, soplando aire de mis mejillas. ¿Qué carajos? Me enderezo y mi compañero, David, me mira.
Parece casi asustado que me tocó. Joder, sabe por qué, es al menos tres veces mi tamaño.

  
—Buen golpe —gimo, pasando mis manos sobre mi cara. 

 
Tengo que despertar. 


—Presta atención —dice Damian desde la barrera—. Mantén tus manos en alto. 


Cierro a mis puños y aflojo mi postura. Él no va a conseguir otro golpe en mí. Eso te lo garantizo.

 
—Hola extraño —ronronea, dando un paso más cerca—. ¿Buscando el Dr.Peterson?  

Miro la mujer delante de mí en un vestido rojo, muy apretado y el más grande par de tacones que nunca he visto. Si había una foto al lado de la esposa trofeo en diccionario.com,sería una foto de ella. Arrastra su largo cabello rubio sobre un hombro, sus caderas meciéndose mientras se pasea hacia mí. Hay una curva en la esquina de sus labios,una confidente curva como si supiera lo que va a pasar antes de que yo abra la boca.


—Carlos está afuera ahora mismo y se saltó la cena con su esposa de nuevo. 

No hablo con ella, solo veo como pone una mala cara con sarcasmo. 

—Así que puedes imaginar lo cabreada y... —Su mirada se prolonga a lo largo de mi cuerpo antes de regresar a mi cara. Casi no reconozco mi polla en mis pantalones—. E insatisfecha que estoy. 

Trago saliva mientras pone sus manos contra mi pecho y se desliza hacia abajo hasta  que los rizos del dedo acarician el dobladillo de mis pantalones vaqueros. 

 
—Aunque joven, te ves como si me puedes satisfacer... 

En silencio me pregunta por mi nombre. 

—Pedro—le digo. 

Sonríe, el tipo de sonrisa que debería haberme enviado corriendo. Sonríe con una sonrisa amplia y con hambre de lobo que tira de mis nervios... entre muchas otras cosas.  

—Pedro... —dice en un susurro ronco. Su aliento huele el alcohol y sé que debo irme...
pero no lo hago. Chupa mi labio inferior entre los suyos y mantengo los ojos abiertos,encerrado en su iris negro mientras abre el botón de mis jeans—. Es un nombre sexy. 

Mis nervios se disparan ante la idea de papá caminando por la puerta de un momento a otro y agarro sus pequeñas muñecas en mis manos.  

—No lo hagas.

Frunce el ceño.

—¿No? —Sus ojos estallan—. Dices no, pero sé que no es en serio. 

Besa mi barbilla, antes de caer lentamente sobre sus rodillas. Miro hacia abajo mientras me mira a través de sus ojos entrecerrados y libera mi polla de mis vaqueros. 

—¿Te gustas sentirte bien, Pedro? Porque voy a hacer que te sientas muy bien y luego me vas devolver el favor. 

Sé que no debería hacerlo. Sé que está mal y más allá jodido, pero es demasiado difícil alejarse. Me imagino que, si hago esto rápidamente y luego vuelvo con mi papá no pasa nada.
Sus labios me envuelven, cubriendo mi piel desnuda, saliva húmeda. Un gemido escapa de mi garganta y los dedos cavan en mis piernas mientras me lleva todo el camino hasta la parte posterior de su garganta.
Aprieto los dientes contra un escalofrío amenazando con superar y tomar un puñado de su cabello suave, obligándola a moverse más rápido y más duro. Gime, casi me envía sobre el borde, pero no he terminado. No hasta hacerla sentir tanto como ella me hace sentir. Todos los pensamientos racionales se vuelan por la ventana en el momento en que su lengua caliente se envuelve alrededor de la punta y un hambre oscura se libera dentro de mí.  
La obligo a ponerse de pie. Arrastra el dedo índice a lo largo de su labio inferior y agarro sus caderas mientras ella envuelve sus brazos alrededor de mi cuello. La empujo hacia atrás, pasando por los sofás y voy directamente al escritorio de Carlos. A medida que se desliza sobre la mesa, la tiro hacia atrás y alcanzo la billetera en el bolsillo de atrás. Mientras que ella tira su patética excusa de ropa interior por sus piernas, encuentro el condón y deslizo la billetera en el bolsillo. No pierdo el tiempo en rasgar el papel de aluminio y lo ruedo sobre mi erección. En cuestión de segundos, estoy entre sus muslos y empujo mi camino dentro de ella. No hay pensamientos, nada que me traerá de vuelta a mis sentidos, de todos modos. Evito besar su boca por respeto a su matrimonio, casi gimo.
Que considerado de mi parte.
Me alivia saber que no le importa que evite los labios. No está buscando romance o pasión... una cogida rápida para vengarse de su marido es todo lo que quiere. La esposa de Carlos vuelve a caer, acostada sobre la mesa, con los ojos cerrados. Aprieto mis manos en sus caderas, tirando de ella hacia mí con cada embestida. 

—Oh mierda, sí —gime y siento su apriete a mi alrededor. 

Hundo mis dientes en mi labio inferior, tratando de contener mis propios gemidos de placer cuando envuelve sus piernas alrededor de mis caderas, apretándome más cerca.
Siento que mi liberación va ganando impulso y llego más cerca mientras ella excava sus dedos en la madera, convirtiéndolos blanco.

—Más rápido, mierda —grita y sus piernas comienzan a temblar

Su respiración rápida se convierte en gritos de asombro para el aire. La presión sobre mi polla me envía sobre el borde y me inclino sobre ella, mis manos se ponen blancos y sin derramamiento de sangre bajo la presión mientras mis rodillas amenazan con colapsar. Me siento pulsar dentro de ella cuando me libero y aprieto los dientes para no gritar.
Joder.  

Tomo unas cuantas respiraciones lentas y profundas. Casi de inmediato, siento un desgraciado enfermo arrepentimiento trepar por mi estómago y aferrándose a todos mis órganos vitales. ¿Qué he hecho?
Me deslizo el condón y lo coloco en la basura. Paso mis dedos por mi cabello, la mujer de Carlos se inclina por su ropa interior y sigo con su ejemplo, abotono mis jeans.
La suerte quiso que, antes de obtener el botón terminado, la puerta se abra y me congele. 
—Cariño, este es…


Santa mierda. Mierda. 

Las palabras de Carlos se cortan mientras que ve lo que está pasando. Su mujer acaba de ajustar su tanga rojo y tira hacia abajo su vestido, que cubre las marcas rojas de mis dedos.

—¿Pedro? —No hay duda de la repugnancia completa en la voz de mi padre y me estremezco—. ¿Qué diablos está pasando? 

—Te diré lo que está pasando —dice la mujer mientras agarra su bolso—. Pedro aquí me estaba mostrando un buen momento… un gran tiempo. Esta es la última vez que me descuidas, Carlos. Quiero el divorcio. 

Mete la mano en su bolso y recupera un paquete de cigarrillos. Arranca uno, lo pone entre sus labios y lo enciende con un diamante de mal gusto más ligero. Con un guiño sensual en mi dirección, dice:  

—Gracias, guapo. —Y entonces se abre paso entre papá y su marido, ex-marido. 

Carlos se dirige hacia mí, veo en las profundidades azules de sus ojos que me odia y no voy a pelear con él. Voy a dejar que me puñetazo en la cara. Porque el infierno sabe que me lo merezco, pero antes de que me llegue, papá se sumerge entre nosotros. 

 
—Ve detrás de tu esposa, Carlos. Yo me encargo de Pedro.

Frunzo el ceño, sabiendo que todo la mierda mental que papá puede decirme será un millón de veces peor que lo que Carlos alguna vez podría hacer para mí físicamente.Carlos azota alrededor sobre sus talones y sale de su oficina, gritando detrás de su esposa.
—Papá, no es mi…


Mis palabras son cortadas por una bofetada dura hacia mi mejilla y sacudo la cabeza hacia un lado.Siento que mis orificios nasales se abren y aprieto la mandíbula contra el impulso de golpearlo de nuevo cuando me dirijo lentamente hacia él. 

—No es mi culpa —casi le gruño.  

—No es tu culpa ¿Ella te ha atado y te ha obligado a poner tu polla dentro de ella?

Aprieto los dientes.

  
—No. 

—No, no lo hizo. Es tu culpa, tanto como lo es de ella. —Se pellizca el puente de la nariz—. Pensé que cambiaste,Pedro, pero eres todavía el mismo sin vergüenza que eras hace meses y he terminado contigo.


La mirada en el rostro de mi padre, la mirada de puro resentimiento y la desilusión se filtra a través de mis poros, fluye a través de mi torrente sanguíneo y penetra en mi corazón. En los últimos meses había trabajado tan duro para hacer que se sienta orgulloso... solo para destruirlo.

CAPITULO 151



Observo mientras camina con Brad alrededor del gimnasio, riendo y ruborizándose cuando señala equipos y puertas. De vez en cuando, sus ojos revolotean a mí antes de volver a su conversación. Me molesta más de lo que debería. Nunca he sentido celos antes de que empezara a interesarme por Paula.
No me pongo celoso. Soy el tipo de persona independiente, que golpea y renuncia… o al menos yo solía ser. No me gusta la forma en que los celos me afectan. Odio la cólera suscita el hecho de que me dan ganas de tirar Paula en el suelo y tomarla delante de todo el mundo solo para hacer una declaración.
Exhalo. Sueno como un maldito psicópata... y lo soy cuando se trata de ella.


—Pedro —grita Damian. Desliza su teléfono en el bolsillo—. Llegas tarde.¡Camisa, guantes, vamos!


De mala gana, me voy hacia el ring de boxeo y tiro mi camisa sobre mi cabeza. Mantengo mi cabeza hacia abajo y me concentro en envolver mis manos correctamente en lugar de ver obsesivamente a Paula y Brad alrededor del gimnasio.
Damian trae mis guantes y casco. Tomo mis guantes, pero ignoro el otro elemento en la mano.


—No estas con aficionados , Pedro, tienes que llevar tu equipo. No puedes permitirte el lujo de salir lastimado en el entrenamiento. Por no hablar de que tienes entrevistas y conferencias de prensa que vienen.


—No quiero el casco. Él no me va a tocar. 

Damian deja caer el casco con un suspiro.  

—Eres demasiado arrogante para tu propio bien.

No puedo evitar la sonrisa en mis labios. Me gusta Damian, sobre todo porque me recuerda a mi padre. Bueno, la comparación no es exacta. Hay una gran diferencia entre mi papá y Damian. Damian me dice lo orgulloso que está de mí en una base regular. Papá, sin embargo, solo lo ha dicho dos veces. Una vez,cuando tenía seis años y me fui al dentista por primera vez y la segunda vez en su lecho de muerte “Estoy orgulloso de tu determinación, pero no estoy orgulloso de tus decisiones”. He tomado algunas decisiones bastante malas. Antes de que mamá se fuera de las pistas, bebía demasiado, me divertí demasiado y me acosté con demasiadas chicas. No tengo razones para ello. Al crecer, mi vida en el hogar era perfecta, bueno, casi perfecta.  

Maca, mi hermana, era la “niña de oro”. Mis padres hicieron lo imposible para ella. Macarena siempre había querido ser abogada como mamá y mis padres (siendo demasiado en exceso) la nutrían tanto como pudieran. Cuando me preguntaron qué quería ser, mi respuesta siempre era diferente. Una semana era un piloto de carreras. El siguiente, combatiente de una jaula. Demonios, incluso creo que les dije que quería ser un jefe de la mafia en un punto. Mi punto es que nunca fui tratado igual a mi hermana. Cuando le dije a papá acerca de mis planes para ser un luchador profesional de MMA, no quería hasta que me fui en un largo discurso acerca de la disciplina y determinación. Cuando vio lo serio y apasionado que era, aceptó ser parte de ella. Estudió mucho y arduamente el arte de la MMA y acabó conociendo más que yo, enseñándome cosas que no sabía.
Rápidamente, papá y yo nos volvimos cercanos y era como que los últimos diecisiete años de nuestra relación tensa no existían.  
Me encantó. Me encantó verle sonreírme, con los ojos brillantes de orgullo.
Lamentablemente, nuestra relación fácil fue de corta duración. El ser cirujano y tener que lidiar con la muerte con regularidad, mi padre asistió a sesiones de terapia habitual. Una noche, me invitó a ir con él. Quería que viera lo que tenía que lidiar, lo decidido y apasionado que estaba por su trabajo, teniendo en cuenta que nunca habló sobre el trabajo fuera de sus sesiones de terapia.  

—Es muy estresante —decía siempre cuando le preguntaba. 

La oficina estaba cerca de hora de cierre... y papá y yo estábamos sentados en la sala de espera. No había recepcionista, aparentemente típico para ese momento de la noche, así que me envió a buscar Carlos. Di un paseo alrededor de la práctica antes de entrar en su oficina. No me arrepiento de muchas cosas en mi vida, porque en el momento que las hice, quería exactamente hacerlas, pero me arrepiento de los acontecimientos que siguieron.