Dolor destellos a través de mi boca mientras mis labios se aplastaron contra los dientes y se separan.
Mierda. Me desconcentré de nuevo
—¡Pedro! ¿Qué carajos estás haciendo? —La voz de Damian me atraviesa y me lamo mi labio. Sangre. Joder, odio el sabor de la sangre. Me lanzo hacia adelante,golpeando mi mano enguantada en el estómago de David. Se encorva y agarro su cabeza, conduciendo mi rodilla a su cara. Con un gruñido, cae sobre sus manos y rodillas. Tan pronto como termino, Damian se lanza al ruedo, agarrando el cronómetro para que deje de pivotar alrededor de su cuello. Presiono mi guante contra mi labio y miro. No hay demasiada sangre, gracias a Dios, lo que significa que no hay demasiado daño... espero.
—¿Estás despierto? Estas tan desorientado como una prostituta enganchada a la heroína.
—Estoy despierto —le digo, rodando la cabeza de lado a lado—. Es que no dormí mucho anoche.
—¿Por qué? ¿Estás enfermo?
—No.
Pone sus manos en las caderas.
—¿Entonces por qué no has dormido anoche?
En vez de decirle el retroceso de decepcionar a mi padre, le digo.
—Esto me está matando, Damian. No puedo pasar meses sin sexo. No estoy más en la liga amateur . Mis peleas no son una o dos semanas después... son meses de diferencia y no puedo manejarlo.
Sorprendentemente, Damian se ríe.
—¿No puedes dormir porque estás caliente? ¿Estás dejando que tus compañeros de batalla consigan pasar tu guardia porque quieres coger a tu novia?
—Pellizca el puente de la nariz (una reacción típica de Damian) y exhala—. Si tener sexo va a mantenerte en la cima de tu juego y en alerta, entonces está bien, hazlo.
Pero si vuelves mañana y no me das el doscientos por ciento, voy a patearte el culo ¿entendido?
Pongo los ojos en blanco. Bueno de Damian en lo que hace y sin duda conoce su camino alrededor de una jaula, pero él nunca me pudo vencer.
—¿Entendido?
—Sí, lo tengo.
—Bien. —Se aparta de mí para hacer frente a los demás luchadores de reserva—. Siguiente.
Como mi próximo luchador prepara sus guantes, exploro el gimnasio para ver Paula. La descubro apoyada contra una puerta de la sala de entrenamiento.
Sus largos y delgados dedos alcanzan y aprietan su cola de caballo.Es perfecta.
Vuelvo a pensar en mi reciente retroceso y aprieto los dientes cuando una punzada de culpa aplasta mi estómago. El hecho que Paula toque lo que demasiadas otras muchachas han tocado me pone enfermo. Debería ser especial para ella... como es especial para mí. Si pudiera volver a hacer todo de nuevo,hubiera esperado por ella,porque nadie me hace sentir tan bien como ella lo hace. Paula no me hace sentir sucio, como yo lo hice cuando estaba con otras chicas.
Cuando tenemos sexo, ella no me hace sentir como que estoy haciendo algo mal y eso es lo que me atrajo de ella. Me hace sentir bien, me hace sentir como una mejor persona, la persona que debería haber sido por mi padre. La veo reír y bromear con Brad, e incluso desde aquí puedo ver el rubor de color rosa que le quema sus mejillas. Brad agarra sus hombros y tira de ella hacia él antes que me
mire.
Oh diablos no.
Me saco mis guantes y los coloco en el piso, y el suelo tiembla con cada paso que doy.
—¿Qué demonios estás haciendo? Ponte tus guantes de nuevo —exige Damian.
—Tengo cosas más importantes que hacer —le digo, y no rompo mi contacto visual sobre Brad y Paula.
— cosas Más importantes… Pedro...
No le hago caso mientras me deslizo entre las cuerdas y el suelo. Brad retrae los brazos de Paula y se ve incómodo. Cuando ella gira y me ve venir por ella, niega hacia mí, como si estuviera a segundos de reaccionar exageradamente.
—Pedro, ¿qué estas… ¡ah! —La agarro y la levanto, lanzándola por encima de mi hombro—. Déjame en el suelo. Brad, dame un segundo. Pedro, para.
No me detengo. Sigo llevándola hasta que estamos en su oficina. Me desplazo a través del cuarto y la dejo en su silla de oficina, agarrándola con los brazos para que no se desplace.
—¿Te sientes mejor ahora? —se ríe y me siento nervioso. ¿Es gracioso?
—Él no viene aquí,Paula. Dile que estamos llenos —exijo con un tono tan oscuro que no puede confundirla con una pregunta.
Sus suaves manos se deslizan por mis brazos, suavizando mi ventaja frustrada.
—¿No confías en mí?
Miro en sus hermosos ojos verdes, inquebrantable.
—Confío en ti, es con todos los demás que no me fío.
—Pedro... —suspira, pasándose una mano por la cara, derrotada—. Brad es gay. No está interesado en mí, él está interesado en ti.
Frunzo el ceño y sus manos se levantan a la boca mientras su cuerpo vibra con la risa. ¿Gay? No... He visto y conocido a un montón de chicos gays. Todos ellos tenían la misma… confianza, exagerados y femeninos. Brad tiene una voz ronca, no camina divertido. Dejo caer a mis rodillas, manteniendo las manos en los apoyabrazos.
—Te ves en shock.
—Lo estoy. No parece gay…
—¿Qué quieres decir con que no se ve gay? Los gays no son todos iguales.
Pero estoy seguro de que lo son. He visto tantos y todas sus personalidades han sido tan indistinguibles como el último. Pongo mis manos en mis caderas y me hundo en el suelo delante de ella.
—Ahora me siento como un idiota...
Paula se desliza más y desliza sus manos alrededor de mi cuello. Sus ojos verdes estallan hacia mí desde debajo de sus pestañas oscuras y las comisuras de sus labios.
—Bueno, es una buena cosa que está interesado en pollas, ¿no es así?
No me dan ganas de reír, pero me comienzo a reír todos modos. Deslizo mis manos debajo de ella, tirándola fuera de la silla y la pongo en mi regazo. Ella se moldea perfectamente a mí y mi cuerpo es todo menos inmune a sus pechos cubiertos que presionan contra mi pecho.
—¿Por qué no me lo has dicho antes? —pido, bajando mi boca a la suya.
—He estado esperando para decirte desde el momento en que Brad se acercó y parecía que querías matarlo.
Desliga su lengua y nota el corte en mi labio inferior. Se encoge, sus ojos pasando por alto con simpatía.
—¿Te duele?
—No más.
Mis manos serpentean debajo de su camiseta apretada y la piel caliente de su espalda mientras sus propios dedos rozan la parte de atrás de mi cuello antes de caer en mi cabello. Pone sus caderas hacia delante, deslizándose más sobre mí y mi respiración se profundiza. Todo mi cuerpo se tensa y se aprieta mientras exhorta a su boca en la mía, presionando ligeramente mí corte mientras sumerge su lengua dentro, provocándome un gemido.
—Damian me dio la luz verde… —le digo, tirándola hacia atrás y apoyando mi frente contra la suya—. Dime que tengo que parar o te voy a tomar ahora mismo.
Sus párpados se caen minuciosamente y ella se inclina cerca, sus labios rozando mi oreja.
—Hagas lo que hagas —respira—. No te detengas.