El instituto no es nada como lo que imaginé. Me imaginé un cubo frío, blanco, como edificio, no me esperaba un balneario en la playa. Conducimos por un camino largo y recto, bordeado con hermosas palmeras y arbustos. Yo bajo mi ventana y el coche se inunda con el olor de flores diferentes. Qué lugar encantador.
El esquema de color de los edificios, los marrones y los carboncillos,contrastan bien con el cielo azul y la arena casi blanca, no es nada como la prisión sin brillo que preveíamos. Contemplo soltar una broma acerca de convertirme en un alcohólico sólo para quedar atrapada en un lugar como este, pero decido no hacerlo. En un sentido es demasiado pronto para hacer bromas como esa.
Aspiro el aroma fresco de la sal del mar y esta hace cosquillas en la parte posterior de mi garganta. Me encanta estar aquí.
California se siente a mundos de distancia de Portland, Maine.
California se siente a mundos de distancia de Portland, Maine.
Estoy paralizada de asombro ante la serenidad de la institución, desde el camino de entrada al estacionamiento, todo esto me sorprende y no es hasta que siento los labios llenos de Pedro presionados rápidamente contra mi mejilla, que me doy cuenta de que hemos parado. Cuando lo miro, me sonríe, pero es una sonrisa falsa que asumo se supone que me haga sentir mejor. Sus ojos son oscuros, nublados, y los hermosos ríos de oro son apenas distinguibles.
Sin decir una palabra, me deslizo de mi asiento y cierro la puerta. Mientras nos rodeamos la parte trasera del coche, Pedro mete las manos en sus bolsillos. Yo lo estudio de cerca mientras él respira profundamente, preparándose para el reencuentro con su madre. Su camisa azul cielo se estrecha alrededor de su pecho con cada inhalación y me acerco a él, pasando mis brazos por las duras aristas de sus bíceps y hacia su nuca. Suelta aire de sus mejillas.
—Me siento estúpido.
Yo frunzo el ceño.
—¿Por qué te sientes estúpido?
Encoge sus anchos hombros.
—Porque estoy nervioso... —Sus párpados caen una fracción y por alguna razón, su repentina vulnerabilidad perfora mi corazón—. Hay una sensación de malestar en la boca de mi estómago y siento ganas de vomitar.
En este momento, veo un vislumbre de lo que Pedro podría haber parecido como un niño, con toda su inocencia aún intacta, grandes, brillantes ojos marrones, labios rectos, y un pequeño surco de preocupación entre las cejas.
Adorable.
—No te sientas estúpido —le digo, incapaz de ocultar una sonrisa.
Bajo mis brazos y engancho uno alrededor del suyo. Poco a poco, lo acerco más a la puerta principal.
—Tú tienes todo el derecho a estar nervioso y si termina en una buena nota o una mala nota, todo esto se acabará pronto. Entonces, los dos podemos sentarnos y estar de mal humor o podemos ir a la playa, lo que quieras hacer, lo haremos.
Asiente con la cabeza y el movimiento me mantiene ligada a su infancia.
Tan jodidamente adorable.
Buenisimos los capitulos!!!
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