Me inclino perezosamente contra su coche y bostezo mientras Pedro paga el metro. Al parecer, puedes dejar tu coche en el aeropuerto, ¿quién lo sabía? Yo nunca lo haría, no en estos días, de todos modos. Pedro, sin embargo, no tiene problemas dejando su coche. No tiene por qué, sin embargo. Luciano se ofreció a dejarnos y recogernos, pero Pedro insistió en que lo hagamos solos. No es de
extrañar, nunca ha sido una persona de querer ayuda.
Después de que paga, entramos en el aeropuerto,cumplimos con todas las obligaciones aburridas, que consumen mucho tiempo, como esperar en la fila y registrarnos, tan bien como esperar una hora y media antes de que podamos abordar el gigantesco avión. Mientras me siento en el avión a la espera de despegar, mi pulso se acelera. Se aceleró cuando llegamos al aeropuerto, aceleró aún más cuando tuvimos nuestros necesarios documentos de identidad verificados y estaba golpeando violentamente contra mis costillas.
Embarcábamos en el avión. A pesar de todo, Pedro me frotó la espalda baja y me dio pequeños apretones de tranquilidad y esto ayudó un poco.
Volar a otro estado es agotador, el empacar, la mañana temprano, el conducir, la espera, todo es demasiado. A mi lado, Pedro se desplaza más cerca,poniendo su mano sobre la mía.
—Relájate —me dice, dándome una sonrisa ladeada ligeramente—No puede haber dos desastrosos ansiosos en el avión.
Estudio su rostro y el lento ascenso y descenso de su pecho. No traicionó ningún signo de la ansiedad que al parecer él siente por dentro.
—¿No te gusta volar?
—Dios, no. Preferiría tener ambos pies firmemente plantados en el suelo,pero a veces, tenemos que hacer cosas que odiamos. —Su sonrisa se ensancha—Y esta es una de esas cosas.
Una azafata alta y desgarbada, con hermoso cabello castaño, nos pasa inadvertidamente y se desplaza hacia una pequeña habitación en la parte delantera del avión.
—Trata de no enloquecer o ellos te tiran del avión.
Me apoyo en él, susurrando.
—¿Qué? ¿Ellos me sacarán? ¿Así de fácil?
Pedro está disfrutando de esto. La expresión divertida en su rostro lo dice y él se lame los labios para ocultar una sonrisa.
—Sí, así que compórtate.
Me relajo de nuevo en mi asiento y trato de comportarme indiferente y fría,pero no puedo dejar de golpetear la punta de mis dedos a lo largo del dobladillo de mi falda, de vez en cuando tocando mi muslo desnudo. Pedro eligió mi atuendo para hoy, una apretada, falda de negocios negra y una blusa de seda de color rosa claro con un cuello con volantes. Planeaba guardar este traje para la cena si
salíamos, pero Pedro no podía esperar tanto tiempo para verme en él y exigió que lo usara hoy. Yo sería más feliz en un par de pantalones de chándal y una camiseta normal. ¿No es eso lo que la gente usa en los aviones? ¿Ropa cómoda?
Tomo una inhalación profunda y estiro la mano para abrir la ventana. Aún no estamos en el cielo, pero me imagino que si me enfrento al miedo en mi cabeza y veo nuestro ascenso, entonces voy a estar lista para el vuelo. Antes de que mis dedos se enrosquen alrededor de la manija de la persiana, Pedro se lanza a través,agarrando mi muñeca. Yo jadeo mientras aleja mi mano de esta.
—Cálmate, temeraria. —Se ríe—. Puedes desear conquistar tus miedos, pero estoy bien escondiendo el mío. —Me deja ir—. Por favor, no abras la persiana.
¿Estoy tratando de ocultar una sonrisa escéptica? Creo que lo estoy.
—¿Estás así de asustado? Estoy segura de que es hermoso.
Asiente con la cabeza, sin vergüenza.
—Sí, estoy así de asustado. Vamos a estar muy, muy alto, a decenas de miles de metros, y no me importa lo bonito que es, es un espectáculo que nunca quiero ver.
Estoy con ganas de abrir las persianas ahora. Quiero ver las nubes... mis pensamientos de las mullidas nubes blancas son interrumpidos por la voz del piloto. Apenas presto atención a lo que está diciendo. Todo en lo que puedo concentrarme es en el errático pulso de mi corazón. A los pocos minutos y una docena de anuncios de seguridad más tarde, estamos corriendo por la pista y oficialmente en nuestro camino a California.
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