Abro los ojos. El despertador de la mesilla de noche dice que son las 9 a.m. Bostezo, froto el sueño de mis ojos y miro de nuevo.
9 a.m.
¡Joder!
Me siento de golpe y el edredón se cae, exponiéndome al aire fresco de la mañana.
Golpeo parada en mi iPod, demasiado cara de sueño y desorientada para darme cuenta de la canción que estaba sonando.
Brinco fuera de la cama y me muevo tan rápido que juro que mis pies no tocan el suelo. Carlos se va enojar. Me dio dos días libres y todavía no puedo conseguir mi mierda junta.
Desnuda, busco mi teléfono por la casa. Lo encuentro sobre el banco en la cocina y reviso mis mensajes.
Hay un montón de Ramiro, un montón de Vanesa y millón y uno de Carlos. Mierda. Esto es malo. Rápidamente le marco.
―Buenos días, Guyer y Peterson psicología, soy Carlos.
Retuerzo los dedos en mi desordenado cabello.
―Carlos, hola.
―¿Paula?
―Sí, me quedé dormida, lo siento mucho. ―Mastico mis uñas.
―Te di dos días Paula. Tenías dos días para despejar la cabeza y volver al trabajo. No pienso…
―Me encontré con Ramiro anoche y él se metió en mi cabeza.―Interrumpo. No era del todo una mentira. Me encontré con Ramiro, pero no se metió con mi cabeza… no como Pedro lo hizo de todos modos.
―¿Ustedes dos aún no han terminado?
―Por supuesto que sí…
Exhala.
―¿Puedes llegar en media hora?
―Voy estar ahí en veinte.
Cuelgo y corro a mi cuarto poniéndome ropa interior, un par de jeans ajustados, una blusa de seda blanca y una chaqueta de color azul claro. Mi cabello es un nido de pájaros porque me acosté con él mojado y el cepillo lo arranca cuando pasa por los nudos. Casi lloro, ya que hace que mi cuero cabelludo queme. Me unto un poco de base y algún maquillaje de ojos.
Lanzó en mi bolsa unos leotardos y una camiseta para que pueda ir al gimnasio después del trabajo. Con suerte, Pedro pasará por la mañana por el gimnasio y así podemos evitar un encuentro difícil más tarde.
Huyo de la casa y prácticamente me zambullo en mi coche. Estoy con tal prisa que ni siquiera me molesto en ponerme el cinturón de seguridad, y cuando llego al trabajo mis mejillas están ligeramente enrojecidas por tener que estacionar varias calles abajo y correr el resto del camino.
―Paula, lo hiciste. ―Carlos me sonríe cuando paso por la puerta principal. Se levanta de la recepción y endereza su traje azul marino―¿Puedo hablar contigo en mi oficina un momento?
Astillas de temor perforan mi estómago. Mierda… tal vez seré despedida.
Lo sigo a su despacho y cierra la puerta detrás de mí, haciendo un gesto hacia el asiento frente a su escritorio.
Me siento y abro la boca para hablar,pero levanta un dedo para hacerme callar. Se sienta en el borde de la mesa frente a mí. Está tan cerca que su rodilla casi toca la mía.
―Relájate, no te voy a despedir. ―Casi me hundo aliviada―. Quería saber cómo lo estás haciendo…
―Estoy bien ―contesto, sonriendo ampliamente.
―Define bien.
―No lo sé… Estoy bien. Feliz. Libre.
Cruza los brazos:
―¿Estás lo suficientemente bien para ir a cenar conmigo?
Siento que mi sonrisa se desvanece.
―Carlos... hemos hablado de esto antes.
―Lo sé, pero tenías un novio entonces.
―Sólo rompí con él hace dos días. ―Señalo. Gracias a Dios que no sabe que casi dormí con alguien anoche―. Además, sigo siendo tu empleada.
Se inclina hacia mí.
―Paupy…
―Paula ―Le advierto tal vez un poco demasiado duro. No suporto que me llamen Paupy.
―Lo siento,Paula, es una cena. No te estoy pidiendo que te cases conmigo.
―Lo sé, pero siento que al salir contigo estaría cruzando una línea.Eres mi jefe y no quiero mezclar negocios con el placer. ―También quiero añadir que es demasiado viejo para mí, pero decido no hacerlo, para no herir sus sentimientos.
Sus cejas se juntan y sus ojos azules me miran suplicantes.
―Una cena. Eso es todo lo que pido.
―Lo siento ―digo, finalizando nuestra discusión. Empujo mi silla hacia atrás y me levanto―. Voy a empezar a trabajar ahora, si es que todavía tengo un trabajo.
Él asiente y se pasa las manos por el cabello y dejo la habitación.
Cuando salgo de su oficina puedo respirar mejor, pero no me siento mejor porque sé que esto va a suceder una y otra vez hasta que ceda. Odio romper el corazón de Carlos, pero la idea de salir con él realmente me pone fuera de mi zona de confort independientemente de lo guapo que es.
No hay comentarios:
Publicar un comentario