miércoles, 9 de abril de 2014

CAPITULO 20



El trabajo es incómodo, por no decir más. Carlos sale a cada hora y recoge un nuevo paciente sin parpadear en mi dirección. 

Cuando se le pase el rechazo volverá a hablarme en dos días. Suspiro y  tamborileo con mi pulgar en el teclado. 

El trabajo está lento hoy, el cual es inusual para un miércoles y porque no tengo nada de que ocuparme no dejo de pensar en Pedro. 

Imágenes de sus labios sobre los míos destellan por mi mente y juro que puedo sentirlos. Un dolor familiar pulsa entre mis muslos y exprimo mis rodillas juntas, reclinándome en la silla. 

Los eróticos sentimientos que tengo por Pedro esta mañana me decepcionan porque estoy humillada y frustrada. 

Quiero chocar con la caminadora o golpear algo, cualquier cosa que me ayude a relajarme. 

En el bolsillo mi teléfono vibra y eso me sacude de mis menos-que- sanos y menos-que-pacíficos pensamientos. Lo saco y compruebo. 

Vanesa llamando.

―¿Hola? ―contesto. 

―¡Ahí lo tienes! Jesús. He estado tratando de llamarte desde que llegué a casa anoche. Empezaba a pensar que tal vez hubieras terminado en una zanja justo como temías. De todos modos, hablando de anoche, ¿cómo te fue? ―Su “tienes que decírmelo todo” tono no pasó desapercibido.
―Esto no fue. Pedro me dejó y fue todo. ―Decido excluir la parte sobre nosotros besuqueándonos y dejar que me tocara entre los muslos. Me daba vergüenza decirle a Vanesa lo que pasó porque sé que algo así nunca le ha ocurrido. 

―¡Eres una mentirosa! ―chilla, cacareando como una loca.
―No lo soy. Te juro que no tuve relaciones sexuales con él.
Su risa se detiene abruptamente.
―¿Juras por nuestra amistad?
Lo que sea que eso significa. 
―Sí, lo juro. 
―Oh. ―El entusiasmo en su tono desaparece―¿Es gay? ―Su pregunta me saca un bufido―. Porque te veías sexy con ese vestido…

―No es gay, Vane. Te puede ser difícil de creerlo, pero algunas personas que no se conocen bien no tienen relaciones sexuales en la caída del sombrero.   
Ella se ríe frenéticamente otra vez y puedo imaginarla haciéndolo, la cabeza inclinada hacia atrás, la boca amplia, exponiendo sus dientes perfectos. 
―Había un montón de gente hablando en el club después de que te fuiste. Pedro parece bastante conocido para un tipo que se acaba de mudar aquí y el consenso es que tiene sexo en cualquier momento. Estaba casi segura que conseguirías algo.
Frunzo el ceño. Si le gusta el sexo tanto ¿por qué no podía tenerlo conmigo? Tal vez su excusa era una manera de escabullirse… tal vez soy simple, aburrida y sin atractivo para la mayoría del sexo opuesto. 

Tan rápido como el pensamiento entró en mi cabeza, lo aplasté. Él estaba en todas partes de mí al principio.
―Sí, bueno, pues no lo hice.
Ella suspira. 
―Yo tampoco. Hey, te divertiste anoche, ¿verdad?
―Sí… 
―¿Quieres salir esta noche?
Me desplomo en mi asiento. 
―No lo sé, Vanesa. Ayer por la noche con Ramiro…
―Ramiro es un pendejo. Vamos a ir a otro lugar, en algún lugar bajo llave. Oh, vamos. No tuvimos suficiente tiempo para salir anoche.
Hago una pausa durante unos segundos, sopesando mis opciones. Si realmente salgo, quién sabe a qué hora voy a volver o si incluso saldré  de la cama para el trabajo mañana por la mañana. Si no salgo voy a estar atrapada en casa pensando en Pedro y eventualmente recurriré al auto-placer. Pero si lo hago… tendré lo suficiente para mantener mi mente ocupada. 
―Me siento muy indecisa en este momento, me llamas más tarde. 
―Está bien, pero, ¿me prometes qué pensarás en ello? 
―Te lo prometo ―respondo, recordando cruzar los dedos.
―¡De película! Te quiero, perra. 
Ella cuelga y deslizo el teléfono en mi bolsillo. Estoy de un humor horrible para pensar en algo en este momento.
El día es una mierda.

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