miércoles, 12 de noviembre de 2014
CAPITULO 273
PAULA
No sé lo que pasó. En un minuto Pedro está molesto porque estoy embarazada y al siguiente está haciendo lo imposible por mí. Fui al médico y me hicieron un ultrasonido. Tengo once semanas ahora y todo se ve bien. Por supuesto, Pedro preguntó si hay alguna forma de que él pueda decir si es un niño o una niña, pero el radiólogo no podía, obviamente.
Cuando nos fuimos, Pedro estaba más emocionado de lo que yo estaba. Por otra parte, él no fue el que tuvo que aguantar su vejiga mientras el radiólogo untaba gel en su abdomen y empujaba en este.
Duro.
A partir de ahí, me llevó al centro comercial Fashion Show en el boulevard de Las Vegas para hacer algunas compras.
Afortunadamente, logré disuadirlo de comprar todo un montón de cosas ridículas como canastillos para transportar
bebés y cunas (sí, en plural), monitores de bebé (sí, en plural de nuevo) y hasta orinales. No obstante, no protesté cuando quiso comprar un libro sobre el embarazo... y ahora estoy empezando a arrepentirme. Lo lee constantemente, y ahora que Damian ha parado el entrenamiento de Pedro a una semana de la pelea para evitar accidentes sin necesidad y la hinchazón, es todo acerca de lo que escucho. En la sección final del libro está un pequeño libro de recetas lleno de comidas seguras para el embarazo.
Siguiendo eso, Pedro botó todo su tocino, todas las carnes procesadas que yo solía ser capaz de comer, la mayoría de su pescado, todo el pollo asado frío, los quesos semi-blandos, solo por nombrar unos jodidos pocos. Él ha llenado la nevera con aún más frutas frescas y vegetales, que deben impresionar a su nutricionista. Ella odiaba mirar en nuestra nevera la mayoría de las semanas.
―¡Pau! ―grita Pedro desde la sala de estar―. ¡Pau! ¡Tienes que escuchar esto!
Ruedo los ojos y salgo del cuarto de baño, arrastrando los pies. Camino a través de nuestro dormitorio y me apoyo contra el marco de la puerta en la parte superior de las escaleras. No puedo evitar sonreír cuando veo a Pedro tumbado en el sofá, con la nariz pegada al libro. Me mira desde las páginas y dulce madre de Dios, se ve bien con su nariz en un libro. Si viera porno, esto lo sería. Esta imagen justo aquí estaría en la parte superior de mi lista de libros marcados.
―¿Que no puedo hacer ahora? ―bromeo, cruzando los brazos.
―No puedes sentarte en superficies duras porque…
―Pedro ―exhalo, interrumpiéndolo―. ¿Me puedes hacer un favor?
Olvidando su consejo, él asiente.
―Cierra el libro y ven acá.
Con un estúpidamente adorable y extremadamente sospechoso levantamiento de su ceja, cierra el libro y lo deja caer en el suelo. Golpeo mis dedos a lo largo de mi brazo mientras él hace su camino hacia mí, haciendo que la parte inferior de mis pies vibren mientras lleva su gran cuerpo por las escaleras.
Él espera, su cuerpo cerca del mío. El calor corporal que brota de él hace que mi pecho se hinche más y mi pezón se apriete contra el confinamiento de mi sujetador. Doy un paso hacia adelante y envuelvo mis brazos alrededor de su cuello, jalando su cara más cerca a la mía.
―¿Recuerdas lo que le dijiste a Vanesa la semana pasada?
Su cuerpo se tensa un poco, como siempre lo hace cuando menciono a Vanesa en estos días. Sé que ellos tienen una relación un poco difícil... pero últimamente parece que no hay esperanza de que se conviertan en amigos. Pedro niega.
―Le dijiste que estoy embarazada, no muerta.
Se relaja visiblemente.
―Eso fue diferente. Puedo cuidar de ti y puedo preocuparme por ti, ella no puede.
Por supuesto, solo Pedro estaría celoso de la mejor amiga de su esposa, no que jamás lo admitiría. No le gusta cuando alguien se ocupa de mí o me preguntan si estoy bien. En lo que a él respecta, es el único capaz de cuidar de mí y lo amo por eso, pero hay otras personas importantes en mi vida, también.
―No es diferente. Tú te estás pesando mañana, así que no te preocupes por mí. Preocúpate por lo que tienes que pasar.
Él envuelve sus brazos alrededor de mi cintura, sosteniéndome cerca.
―Solo quiero asegurarme de que todo va bien. ―Besa mi nariz luego suelta una sonrisa nerviosa―. Nunca he querido algo tanto en mi vida, que tener a este niño contigo.
Y justo así mi corazón se derrite por el fuego repentino que rasga a través de mis venas. Lo miro por debajo de mis cejas y sus ojos flamean.
―Cuidado, Sr. Alfonso, tus palabras están haciendo que mis hormonas quieran hacer cosas malas.
Sus manos se deslizan alrededor de mi cintura hasta mis pechos y pasa un pesado pulgar sobre mi pezón. Mi aliento se corta en mi garganta mientras dejo caer mi cabeza contra su hombro.
―¿Y mis manos? ―murmura él en voz baja y grave, al lado de mi oreja.
―Ellas no están cambiando la opinión de nadie, eso es seguro ―le digo, repentinamente sin aliento.
―Bien. ―Besa mis labios y mis ojos se cierran―. ¿Tienes hambre?
Asiento, con urgencia. Lo deseo tanto.
―Voy a prepararte algo ―dice con una sonrisa arrogante, entonces se retira y se dirige a las escaleras. Poco a poco, mi ingenio empieza a regresar a mí.
―¡Pedro! Eso no es lo que quise decir ―digo cuando llega a la parte inferior.
Me sonríe por encima de su hombro antes de desaparecer en la cocina. Tengo la sensación de que sabe que eso no es lo que quise decir―. ¿Dice tu libro algo acerca de burlarse de una mujer embarazada? ―grito tras él―. Echa un vistazo al glosario. Estoy segura de que lo encontrarás bajo los títulos para padres, “no está bien” y “en verdad no debe hacerse por padres potenciales, si quieren vivir”.
Su hermosa risa resuena en todo el hotel y me desplomo contra la pared, esperando a que mis rodillas dejen de tambalearse y mi sangre reduzca la velocidad. Qué. Molesto.
Sonrío para mis adentros mientras me alejo de la pared y me dirijo a bajar las escaleras. Supongo que podría ir por un sándwich...
En la cocina, Pedro está acumulando espinaca, lechuga, carne asada recién cortada y tomates sobre una rebanada de pan de centeno. No soy una gran fanática del pan de centeno, pero Pedro leyó que era el mejor tipo de pan para comer... lo que significa que es el único pan que se me permite comer. Me deslizo en el taburete y descanso mis codos mientras observo a Pedro preparar mi almuerzo.
―Se ve absolutamente delicioso ―digo, el sarcasmo goteando de mis palabras.
―Sigue hablando, Paula. Rogarás por más después de éste. ―Sus ojos miran los míos y relumbran brillantemente―. Siempre lo haces.
Mis mejillas se calientan mientras él sonríe y pone la pieza superior del pan.
Lo corta en dos triángulos, lo pone en un plato, y lo desliza sobre el mostrador.
―¿No tienes hambre? ―pregunto.
―Estoy pesándome mañana y estoy un poco por encima del peso esperado.
No puedo comer ni beber hasta que se termine.
Frunzo el ceño.
―Eso apesta.
―No es tan malo. Estoy acostumbrado a eso.
Me siento mal ahora, comiendo cuando él no puede.
Mientras estoy sentada, contemplando una manera de evitar comer su bocadillo, hay un golpe en la puerta. Pedro se inclina sobre el mostrador, empujando el plato más cerca de mí.
―Come ―ordena antes de marcharse de la cocina.
Tomo un bocado mientras se ha ido y no voy a mentir, ¡sabe increíble! Hay un montón de cosas increíbles que Pedro puede hacer con sus manos y estoy agregando hacer sándwich a la lista. Mientras mastico, puedo oír la voz baja y susurrante de Damian en el fondo. Un par de minutos más tarde, ellos se unen a mí en la cocina. Damian tiene una amplia sonrisa estampada en su cara, mientras se fija en mi camisa con la palabra “PEDRO” y vaqueros.
―¿Emocionada por la pelea? ―pregunta Damian, dejándose caer en el taburete a mi lado.
―No. Solo me imaginé que una camisa holgada mantendrá a Pedro lejos el tiempo suficiente para que limpie el baño sin interrupción.
Me sonrojo. No tengo idea de por qué dije eso, a Damian especialmente.
Damian se ríe de mis mejillas rosadas y recojo mi sándwich para evitar mirarlo directamente.
―No con esa camisa. Pedro se ama demasiado.
Pedro se burla.
―Ustedes dos actúan como si querer hacer que una chica se venga es una mala cosa. Eso es material de calidad para marido justo ahí.
―¡Pedro! ―Damian y yo jadeamos al mismo tiempo. Si estaba ruborizada un tono claro de rosa antes, ahora estoy roja por completo.
―¿Alguna vez piensas antes de hablar? ―le pregunta Damian a Pedro, y él sonríe, con orgullo.
―Siempre.
―De todos modos ―comienza él, haciendo caso omiso de la respuesta de Pedro―. Pensé en venir y discutir algunas cosas sobre la próxima pelea de la semana que viene. Como ambos saben estamos haciendo algunos ajustes para evitar cualquier incidente como la última vez. ―Él mira a Pedro nerviosamente―. Una sugerencia es que pongamos a Paula en primera fila, conmigo y Luciano.
―Por supuesto que no. ¿Caminando a través de una multitud ruidosa? No, olvídalo. Paula puede quedarse en mi habitación y ver por la televisión.
―No lo creo ―anuncio―. Quiero estar ahí. Quiero ver a Dom perder en vivo, en persona, no a través de una maldita caja.
Hubo una vez un tiempo en que la sola idea de ver una pelea en vivo me revolvía el estómago, pero lo he visto todo ahora, y aunque la idea de estar tan cerca de la jaula, donde puedo sentir vibrar el suelo bajo mis manos, me hace querer desmayarme, tengo que verlo. No hay excusas.
―Me comprometí, Paula. Es eso o que te quedes en casa.
―No ―declaro con firmeza―. Voy a estar sentada en la multitud o voy a estar en primera fila. Elige uno.
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Geniales los 4 caps jajaja. Pau lo puede a Pedro. me encanta esta historia
ResponderEliminarMe encantaron los capítulos!!!
ResponderEliminarMuy buenos los 4 capítulos! Al final no le dijo lo de Vanesa! Me da miedo q se entere por otro!
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