miércoles, 12 de noviembre de 2014
CAPITULO 270
Estar con Pedro es la mejor sensación del mundo. No hay problemas externos.
Es solo nosotros, solos, consumidos por la pasión y la necesidad de llevar al otro al borde del caos. Es en estos momentos siento como que todo está bien, que todo es perfecto. Pedro baja la cabeza a mi pecho y me abraza con fuerza.
―¿Paula? ―murmura, sonando cansado como el infierno.
Paso mi mano por la parte posterior de su cabello, arriba y abajo, masajeando su cuero cabelludo.
―¿Hm?
―Hay algo que necesito decirte... algo que he hecho hoy.
―¿En el Aria?
Todo su cuerpo se endurece contra el mío... y no puedo decir si es una buena señal.
―Sí.
Cae el silencio y espero pacientemente, tratando con todas mis fuerzas de no asumir lo peor. Mantengo mis dedos moviéndose descuidadamente, en patrones calmantes.
―¿Cuántos días faltan hasta la pelea?
Frunzo el ceño, contando mentalmente los días.
―¿Tal vez quince?
Pedro levanta la cabeza, trayendo sus ojos increíbles a los míos. Su maldita cara es inocente y de súplica, como un maldito cachorro.
―Quince días. En quince días voy a decirte lo que hice.
―¿Quince días? ―Sueno ofendida. Pedro se da cuenta también y rápidamente trae sus manos a mi cara, ahuecando mis mejillas.
―Está bien, no te vuelvas loca. Lo que hice no es catastrófico. Confía en mí. Podrías ponerlo fuera de proporción un poco, pero te prometo que no es tan malo como estás pensando. Entenderás en el segundo en que te lo explique. Sé que lo harás.
―Si estás tan seguro de que lo voy a entender, ¿por qué no me lo dices ahora?
Su mirada se detiene en mis labios antes de volver sobre mis ojos. En ese breve movimiento, lo veo todo. Ellos dicen más de lo que sus palabras nunca podrán...
―Porque podrías perderme... ―susurro, con lágrimas picando mis ojos―. ¿Te preocupa que pudieras perderme?
Asiente, besando mi barbilla.
―Dame la oportunidad de explicar lo que pasó. En quince días te lo contaré todo.
Mi garganta se aprieta, por lo que las próximas palabras que quiero decir se sienten dolorosas.
―¿Tuviste... relaciones sexuales con otra persona?
Se estremece, como si la pregunta le hubiera causado dolor físico.
―No, nunca lo haría.
Dejo escapar un suspiro que no sabía que estaba sosteniendo y de repente, todo está bien en el mundo de nuevo.
―Entonces puedo esperar quince días.
Pedro me besa fuerte, forzando su lengua entre mis labios y robando mi aliento. Le beso en respuesta, haciéndole saber que estoy aquí para él… para siempre.
No importa lo que haya hecho, él tiene mi perdón. Para mí, el sexo es como regalar trozos de tu alma. Cada vez que tienes relaciones sexuales, tu pareja toma un pedazo de tu alma, y viceversa. Creo que tienes un alma gemela, así puedes tomar las piezas de nuevo cada vez que son íntimos juntos. Mientras que Pedro no le haya dado un pedazo de él a nadie más, no hay mucho que pueda hacer para perderme. Lo perdono por cualquier cosa y por todo, siempre y cuando su pene no deje sus pantalones... siempre y cuando él no comparta su alma, mi alma, con
nadie más.
Y lo más importante es; que no lo hizo.
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