miércoles, 5 de noviembre de 2014

CAPITULO 257




Nos detenemos fuera de Gusto Pizzería y los olores de pan recién hecho y carne se filtran en el auto por la ventana abierta de Pedro. Mi estómago gruñe, rogándome comer algo. Alcanzo el clip de mi cinturón de seguridad y antes de que haga clic en él, Pedro habla:
―He cambiado de opinión.


Oh diablos no. Si no quiere pizza, se puede conseguir algo más, porque voy a tener una, no, dos. Voy por dos para el camino.


―¿Sobre la pizza? ―Siento mi puchero formarse.


Se ríe y me alcanza a través. Encojo mis hombros mientras me pellizca la mejilla entre el dedo índice y el pulgar, me estremezco cuando aprieta.


―No, no sobre la pizza, eres linda. Espera aquí.


Sale del auto y yo salto en el momento que cierra la puerta. 


Saca su teléfono de su bolsillo y hace una llamada. Espero pacientemente mientras desaparece en la ocupada tienda de pizza. Grupos entran y salen. Cuando un grupo entra con hambre, otro sale con los vientres hinchados. Quiero un vientre hinchado de pizza.


Veinte minutos después, Pedro vuelve con cuatro grandes cajas de pizza, abre mi puerta, y las deja caer en mi regazo. 


El olor me envuelve, haciéndome la boca agua. Puedo oler la mezcla de salsa con la carne y el pan, me atrevo a abrirla y echar un vistazo.


―¿En realidad necesitamos tantas?


―Sí. ―Cierra la puerta y sube de nuevo al asiento del conductor―. Verás por qué cuando lleguemos.


Sale de la zona de aparcamiento y va lejos de la ciudad. 


Conducimos durante mucho tiempo, hasta que no hay nada más que desierto y arena. Está oscuro, la única luz es la luz proveniente de nuestros faros. Si los apagamos, nos queda el resplandor amarillento de Las Vegas en la distancia y el bonito resplandor de millones de estrellas por encima de nosotros.


―¿Vamos a comer pizza en el desierto? ―pregunto, mis dedos se aprietan alrededor de las cajas―. Sabes que el desierto está lleno de arena, ¿no?


Me sonríe mientras abre la puerta.


―Estamos en el desierto por la noche ¿y tú mayor preocupación es la arena?¿Los escorpiones y serpientes no te molestan?


―Hasta ahora. Gracias por eso.


―Ven, te protegeré de los grandes animales malos.


―Los músculos no intimidan serpientes ―murmuro para mis adentros mientras cierra la puerta―. Comen cocodrilos, por el amor de Cristo. ―Unos segundos después, Pedro me abre la puerta―. Soy más pequeña que un cocodrilo.
¿Qué tan difícil puede ser?


―¿Qué? ―pregunta, con un aspecto bastante extraño.


Cuando arquea la ceja es jodidamente lindo… Niego, haciéndolo reír.


―No importa.


―¿Has dejado de pensar por un segundo y simplemente disfrutar de la vida?


Le doy las cajas de pizza y lo miro juguetonamente sobre la parte superior.


―Claro, pero depende de dónde tienes las manos.


Gime y se da la vuelta con las cajas en sus manos.


―No te pongas traviesa ahora. No tenemos tiempo suficiente.


Me quito mis tacones y salgo del auto.


―¿Suficiente tiempo para qué? Nos tomó el tiempo suficiente para llegar aquí, estoy segura que la pizza no puede estar más fría.


Mis pies se hunden en la arena y todavía está caliente por el sol del día. ¿Qué pasa si camino sobre vidrios? ¿O agujas? Me estremezco.


―¿Pedro? ―Mi voz se rompe, lo que me hace sonar indefensa y en pánico.


Se vuelve bruscamente.


―¿Qué? ¿Una araña corre por tu pierna?


Todo mi cuerpo se pone rígido.


―Hay arañas aquí, ¿también? ¡Jesús! ¿Me has traído aquí para morir?


Pedro sonríe con su devastadoramente hermosa sonrisa mientras caminaba hacia mí.


―Al principio no, pero ahora estoy contemplándolo.


Camina por la arena como si fuera sólida, incluso suelo. Si se tratara de agua, él probablemente caminaría sin esfuerzo a través de ella, también... o no. Lo he visto en la piscina. Se hunde como todos los demás.


―Muy gracioso ―digo inexpresiva.


―Si te doy de comer a ellos, no van a tocar la pizza. ―Se detiene tres metros delante de mí―. Sabes, eso no es una mala idea.


―Oh, está bien. ―Ruedo los ojos―. Necesito ayuda. No puedo caminar en la arena con los tacones y no voy a caminar con los pies descalzos, no después de las historias de terror, de todos modos.


―Eres tan princesa ―afirma con un suspiro mientras se detiene y se da la vuelta. Pedro se agacha, ofreciéndome su espalda. Su espalda... la única prueba que tengo de que tal vez (solo tal vez) Dios es mujer―. Suba, su alteza.


Empujo mi pequeño vestido negro hacia abajo, pero solo llega a la mitad del muslo. Me encojo de hombros. Es de noche, así que no es como si alguien vaya a ver a mis bragas de encaje rojo. Agarro sus hombros y mis entrañas se derriten.


―Gracias, mi burro real.


Salto sobre su espalda, envolviendo mis brazos alrededor de su cuello y mis piernas alrededor de sus caderas. Una vez más, Pedro no lucha con mi peso.


―Creo que quieres decir “caballo”. Soy su noble corcel.


―Creo que “burro” lo hará muy bien.


Equilibra las pizzas con una mano y aprieta mi nalga con la otra.


―¡Oye! ―chillo, dejando caer un brazo en su cuello para golpearlo violentamente. Todo su cuerpo vibra con la risa y me aprieta más.


―Eso no es muy noble de tu parte ―regaño con mi boca en su oído.


Se encoge de hombros, presionando el lado de su cabeza contra la mía.


―Tú misma lo dijiste, soy un burro.


Beso su oído, incapaz de resistir la tentación.


―Eres mi burro favorito.


Pedro camina hacia adelante, siguiendo el resplandor de los faros. Frente a nosotros, la arena parece pura y virgen.


―Aquí va a hacer. ―Exhala, parando en seco.


Echo un vistazo alrededor, esperando a que me baje o haga algo. No hace nada... solo se encuentra a la espera de algo.


Toco su hombro.


―De aaacuerdo, ¿ahora qué?


―En cualquier momento, estoy seguro.


Frunzo el ceño.


―¿Qué pasara en cualquier momento?


Efectivamente, veo un auto a toda velocidad por la carretera en la distancia.


Está muy cerca, muy rápidamente, y se quita del camino antes de ponerse sobre la arena. Mis nervios se agudizan a medida que veo el auto de cerca. Los faros brillan directamente sobre nosotros, nos bloquean de ver nada. Aprieto mis manos en Pedro y trago saliva. ¿Esto es lo que estaba esperando? ¿Quién es, exactamente?


―Ya era hora ―dice Pedro en voz alta, haciéndome saltar.


―Ya sabes cómo es Vanesa ―grita una voz familiar. 


Luciano―. Una chica no puede salir de casa sin maquillaje.


―O sin alisar su cabello ―añade la voz de Damian―. O sin zapatos para que coincidan con su atuendo. O…


―Ellos entienden ―repiquetea la voz de Vanesa. Oigo el golpe de la puerta del auto y segundos después Vanesa camina por delante de los faros en pantalones vaqueros ajustados, zapatillas de deporte y un abrigo brillante. 


Ojalá Pedro me hubiera dado una mano o por lo menos hubiera pedido que me pusiera pantalones.


―Pero en serio, Pedro ―continúa―, ¿cena en el desierto? ¿Qué pasa contigo?


―Es aislado y nadie nos puede acosar y creo que es un poco romántico ―responde Pedro, defendiendo su elección y haciéndome reír.


Damian se ríe, aproximándose a la vista. Se puede decir que se ha vestido para el desierto. Lleva zapatos de arena, pantalones largos, y una camiseta ligera.


Parece que soy la única que no tenía idea de que íbamos a cenar en el desierto.


Supongo que esto es acerca de lo que Pedro cambió de opinión. En vez de una cena en el interior, vamos a cenar al aire libre. Lejos, lejos, lejos al aire libre.


―Hombre, tú y yo tenemos dos percepciones muy diferentes de la palabra romance. ―Luciano se ríe en alguna parte detrás de las luces.


―Cállate, Luciano ―dice Pedro en voz alta―. No tienes ni un hueso romántico en todo el cuerpo.


―Eso no es cierto ―replica Vanesa, a la defensa de Luciano―. Luciano puede ser muy romántico, de hecho.


Todos miramos fijamente, esperando un ejemplo por lo menos. Después de unos minutos de silencio, ella pone los ojos en blanco y nos da un gesto de su mano.


―Bien, no tengo nada. Luciano es la persona menos romántica que he conocido.


En algún lugar, Luciano se burla.


―Así es.


Vanesa cuadra sus hombros y entra en la luz.


―Tú, literalmente, corres cuando escuchas la palabra “amor”. Amor y romance van más o menos de la mano, qué bruto.


Damian jura:
―No de nuevo. Tuve que escuchar a estos dos pelear todo el camino hasta aquí. Como niños que son.


Pedro mueve la cabeza, mirándome de reojo.


―Puedo ser romántico... ¿verdad?


Sonrío y acaricio su cabeza.


―Por supuesto, cariño.


Pedro puede ser romántico, pero el romanticismo es por lo general de corta duración. Al segundo que la pasión se establece, todo el romance se rompe... por lo general junto con mi ropa. ¿Es la pasión la misma cosa que el romance? No tengo idea, pero sí sé que quiero a Pedro independientemente de si prefiere la pasión sobre el romance.


Miro atrás a los otros y, bueno... no me lo esperaba. Damian sacude la cabeza, dándole la espalda a Vanesa y Luciano quienes están enfrascados en una épica batalla de lenguas. Su tensión sexual irradia de ellos en oleadas, calentando todo el desierto y todas mis entrañas. Mi garganta se seca en la forma en que él la sostiene, agresiva y posesivamente, mis (de pronto) dos cosas favoritas.


Me aclaro la garganta.


―Bueno... ¿deberíamos darles la espalda?


Lo último que quiero es que mi mejor amiga y su, lo que sea, me pongan toda caliente y mojada.


―Dales un minuto ―responde Pedro―. Volverán a discutir en cualquier momento.


Efectivamente, tan pronto como Pedro lo dice, Vanesa empuja a Luciano lejos de ella, jadeando.


―¿En serio, Luciano? ―Incluso desde aquí puedo ver sus labios hinchados por el beso apasionado.


―¡Oye, tú me besaste! ―dispara de vuelta.


Despiadadamente, sonrío. Me encanta esto. Me encanta nuestro grupo. La disputa, la broma... es perfecto. Somos nosotros.


―Pueden seguir discutiendo o pueden comer. ¿Cuál es mejor para el estómago? ―los interrumpe Damian, deslizándose entre los dos.


Ellos se miran fijamente entre sí sobre el hombro de Damian. Luciano es el primero en alejarse y reduce rápidamente la distancia entre nosotros.


―Es bueno saber que si renuncias a luchar, siempre puedes convertirte en un camello ―murmura Luciano suficientemente bajo como para que solo nosotros oigamos―. El desayuno estaba delicioso, por cierto. Hice omelets y todo.


Pedro se burla de Luciano y empuja las cajas de la pizza en sus manos.


―Haz algo útil, para variar.


Ahora que las manos de Pedro están libres, se aferra a mis piernas. Me mentalizo, preparada para otra pelea entre los dos hombres... entonces la cosa más extraña pasa, se ríen y Pedro golpea a Luciano en el hombro.


―Sin resentimientos, Luciano ―dice Pedro y Luciano asiente de acuerdo.


―Sin resentimientos.


Vanesa recupera una manta del auto y la extiende en la arena desigual.


Afortunadamente, el aire es cálido y ningún viento sopla la arena deslizándose por la superficie. Me deslizo de la espalda de Pedro y nos sentamos en la manta. Es tranquilo aquí, silenciosamente tranquilo, y casi puedo oír el zumbido de la corriente eléctrica que fluye entre Vanesa y Luciano, mientras se miran fijamente el uno al otro desde lados opuestos.


―Supongo que ustedes todavía no lo han resuelto ―dejo escapar mientras doy un mordisco a mi no tan caliente pizza.


Pedro y Damian me dan miradas idénticas, el tipo de mirada que me dice que me calle.


―No ―responde Luciano, arrastrando sus ojos verdes hacia mí―. No lo hemos hecho.


―Y no lo haremos ―añade Vanesa con firmeza.


Un incómodo silencio cae, ya ni siquiera puedo escuchar los sonidos al masticar. Me trago un bocado seco.


Ahí va el grupo.

4 comentarios:

  1. Que linda pareja la de Pedro y Paula♥

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  2. Hermosos los 4 caps. Pedro x Paula es capaz de dejar de pelear. Me encanta esta historia!!!!!!!!!!

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  3. Muy buenos los 4 capítulos! q rara q es la relación de Vanesa y Luciano! Lo mejor es ni meterse!

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